miércoles, 31 de agosto de 2022

El Ocaso Cap.02

 

 


 

         LUNA cumplía diez años.

    Ya estaba tan alta como su madre, era de complexión ósea delgada, pero el ejercicio, alimentación y forma de vida, le hacían estar  proporcionalmente musculada.

  Su capacidad intuitiva le hacía prever algo antes de que sucediese y poseía lucidez a nivel intelectual.

     

       Era noche de luna nueva, sus escudos protectores no les eran necesarios.       Ya bien estrada la noche los seres iban saliendo de sus habitáculos;    había sido un gran día de caída de fragmentos.

   Rápidamente llenaron sus cestos y volvieron al interior.

    Solo uno de ellos quedaría recostado por agotamiento.

 

                 Dos seres muy altos, de rostro brillante y largos cabellos se acercaban envueltos en un halo de luz.

          Arrastrándose, intento sin apenas fuerzas meterse debajo de una gran piedra para así protegerse de aquello  desconocido.

       Alynca plegó sus alas, para no asustarlo más.

        Luna se acercó a él y clavando su mirada en aquellos ojos que se abrían de pánico, ella le tendió la mano.   

       El ser asustado, estiro el cuello intentando morderla, entonces Luna de un golpe certero lo dejo sin conciencia.

Luna.-  ¿te das cuenta? Me iba a morder

Alynca.- es normal Luna, el miedo es algo muy poderoso

Luna.- y ahora qué

     

      Entre las dos lo cogieron y lo llevaron a la grieta.

     Lo depositaron en una abertura distinta a la que ellas habitaban y lo inmovilizaron de pies y manos para que no pudiese escapar.

Alynca.- y ahora ¿qué te parece que hagamos?

Luna.- deberíamos averiguar cómo está

Alynca.- Hazlo tú, no tengas miedo, no te puede hacer nada

           Luna fue palpando su cuerpo, era extraño, su tacto era raro, de músculos flácidos y huesos descalcificados.

   Los latidos de su corazón constantes pero muy lentos y su respiración era más bien un jadeo de poca capacidad pulmonar.         No medía más allá de los seis palmos y su cabeza era reducida.      .- seres de poco cerebro

Alynca.- muy bien, pero lo último sobra

Luna.- pero si es verdad

Alynka.- ¿y ahora qué harías?

       Luna fue a buscar unos cuantos brotes de la pared y con cuidado los introdujo en su boca.

Luna.- esto lo hidratará y lo mantendrá hasta que por fin despierte del golpe

Alynka.- le has dado fuerte 

Luna.- que va, estos que no valen para nada

 

   Cuando despertó parecía faltarle la respiración, habían pasado tres días.    Sus lastimeros alaridos despertaron a Luna,  mientras Alynca seguía dormida.

Luna.- mamá, se ha despertado y no puede casi respirar

                    Aquel olor a restos putrefactos a los que ellas ya estaban acostumbradas  le cortaba el aliento, pero la sensación de humedad desconocida para él, poco a poco parecía tranquilizarlo.

                 Había oído hablar en una ocasión que en otros tiempo se contaban historias muy raras sobre que existía un más allá después de la ausencia vital.

Luna.- habrá que darle algo de comer

Alynca.- no sabemos bien cuál es su alimentación, por lo que mejor le dejaremos cerca unos brotes, un poco de carne, un par de piedras de las que ellos recolectan y lo vigilaremos

     Así lo hicieron, toda la noche observándolo pero este, no hacía ninguna intención de acercarse a ninguno de los tres cuencos y esos aullidos de nuevo se convirtieron en alaridos.

        --   Luna se acercó a él con cuidado—

Luna.- ¡cállate! Que me tienes la cabeza…

         Cogió un poco de carne con los dedos de su mano izquierda y levantó la derecha a la altura de su cabeza.

Luna.- si intentas morder, te vuelvo a dormir para otros tres días

         El ser, cerró los ojos y volvió la cabeza con gesto de temor.

Alynca.- pero Luna, no ves que no te entiende

Luna.- ¿que no me entiende? Verás tú si me entiende

Alynka.- nos sobra inteligencia pero nos falta empatía

Luna.- qué es eso

Alynca.- lo vas a entender enseguida       

            Alynca se puso frente a él y clavando la mirada en su rostro le cogió sus manos atadas.        

  El pequeño ser temblaba y ella le repetía una y otra vez en su lengua:   .- no tengas miedo, no tengas miedo

                              Hasta que por fin dejó de temblar.

      Luego le dijo: .- abre la boca, comida

Este no entendía, aquello no era comida -respondió con un aullido-

Alynca.- abre la boca

          Metió un cacho de carne en su boca y este quedó paralizado.

      Entonces ella cogió otro cacho y lo metió en la suya.

Alynca.- ahora mueve la dentadura como hago yo

   Pasado un rato: .- y ahora traga, así

       El ser imitaba todos sus movimientos con asombro y Luna percibía lo que era ser empático con los diferentes.

Alynca.- ella se llama “Luna”  Yo soy “Alynca”  ¿y tú?

     El ser quedó callado, mirando sin saber que contestar.

               De nuevo Alynca volvió a repetirle sus nombres, esta vez acompañando sus suaves palabras con gestos exagerados, tocando a Luna y repitiendo su nombre en sílabas separadas varias veces;   luego repitió de nuevo el suyo, igualmente dándose golpecitos en el pecho.

      El ser miró a las dos y con voz gutural ayudado por los labios sin casi mover la lengua:        .- TAGO

Luna.- de acuerdo te llamaremos Ta-go

   Tago bajó la cabeza para mirar con tristeza las ligaduras que inmovilizaban sus manos y pies

Alynca.- Tú qué piensas

Luna.- no, no, que este se nos escapa

Alynca.- no es nuestro prisionero,   solo nuestro huésped

Luna.- ¡ah! ¿Pero no es comida?

Alynka.- no hija no, este no;  es el primer eslabón de una cadena para cumplir mi misión, de esa que tantas veces te he hablado.

Luna.- ¿entonces la comida?

Alynka.- otros no tendrán salvación y serán destinados a ese fin.

Luna.-  ¿entonces lo desatamos?

Alynca.- lo siento pero no podemos soltarte aún

                          - mirando a Tago-

       Alimentándolo con carne y brotes vegetales pasaron otros tres días.    Llegó la noche, le pusieron un trapo en los ojos y desataron sus pies.

         Cuando ya no quedaba ningún ser en el exterior, se acercaron a la entrada de los habitáculos, desataron sus manos y quitaron el cubre ojos.   A la carrera se alejaron en la oscuridad.

 

 


martes, 30 de agosto de 2022

Senetud

 

En el ocaso de un aliento

impostando la voz.

Pavoneándome de un privilegio

inexistente en mí ser

 ante ese ser de luz.

 

Moviendo mi pluma

como un ágrafo cualquiera,

intentando castrar los panales

 de este cajón desastre.

 

No quise escuchar.

Agoreros que gritaban:

 Se apagará tu luna,

olvidarás las estrellas.

Con ellas tus palabras

 quedarán mudas.

 

Tu alma…

 se arrastrará entre tinieblas.

Tus versos…

Ya nunca serán cantados.

 

Llegó la hora de que otros canten,

olvidando mis miserias.




viernes, 26 de agosto de 2022

El Ocaso Cap. 01

 


 

      Una estrella fugaz cruzó el firmamento en la noche. 

  Los bloques de cemento que cubrían aquellos cubículos subterráneos quisieron desquebrajarse y los muertos se revolvieron en sus viejas tumbas.

Sobre las negras arenas del desierto impactaron lágrimas corrosivas, el inframundo escupió su incandescencia con un rugir lastimero.

 

           Tan solo una pequeña  parte del gran cementerio quedaba sepultado entre grandes rocas de todo lo que había conocido hacía tiempo en aquel lugar.

           Necesitaba algo que le diera fuerza para sobrevivir, por lo que luchar y por lo que llegar a matar o morir.

           Primero buscó un socavón profundo donde fraguar su  nueva metamorfosis.          Pudo percibir en su primer momento como su hospital se había convertido en solar crematorio, donde abandonar todo lo que cruzaba sus puertas.

       En el subsuelo habitaban seres repugnantes, pálidos, con pupilas dilatadas dentro de  órbitas deformadas.

      Los rayos del sol eran tan abrasadores y el reflejo de la luna tan intenso, que solo podían salir de sus míseros habitáculos en noche cerrada, aquellos de raza cargada de melanina y ojos oscuros.

         Los que lograban regresar portaban cestos llenos de piedras porosas caídas del cielo;  otros, sin fuerzas yacían en el suelo hasta el amanecer esperando ausentes a ser calcinados, convertidos en humo a partir de los primeros rayos del alba.   

                      En un recóndito paraje de roca volcánica el estruendo había abierto una profunda grieta ideal para esconderse lejos de la luz, lejos de las sombras, lejos de los bloques de cemento, lejos de la vida y de la muerte.

      Las contracturas provocadas en la piedra eran suaves sonidos comparados con los aullidos que invadían noche y día la zona aún poblada.

              Buscó sin descanso hasta encontrar los restos del cuerpo de Milagros, una mujer fuerte de corazón, aunque  parecía débil físicamente,   recogió sus ojos herencia de Kawamo y la lágrima que colgaba de su cuello como símbolo de amor.          Buscó y buscó hasta encontrar a Virginia, fría como el hielo a la que no le temblaba el pulso ante nada.

                Se metió dentro de ella y siguió buscando  en la oscuridad de la noche de luna nueva.      Los recuerdos la condujeron hasta la tumba de Rubén.

           Escavó la tierra con sus uñas, las impregno con sus genes y las clavo en sus entrañas.

 

         Alynka descendió hasta lo más profundo  de aquella grieta, extendió sus alas y sobre ellas quedó dormitando  durante varias lunas.      

  Una vez terminada su gestación, parió un bebé en cuyos ojos se reflejaba el resplandor de la inocencia.

     Una niña de piel rosada y cabellos ondulados, cargada con la dulzura de una flor y la fiereza de una tormenta, suave como una pluma pero dura como  mármol blanco que cubría las lápidas;    poseía corazón de fuego,  pero helaba la sangre al mirarla.

 

         La lluvia caía con fuera, Alynca se asomó al exterior para sentirla de nuevo.      Al poner su mano bajo ella, le quemó provocándole unas ampollas en la piel.

      -hasta el líquido caído del cielo estaba contaminado-

 Por suerte la entrada de aquella grieta no se encontraba en el discurrir de los torrentes que se desplazaban ladera abajo.

             Ocultas en la profundidad aprovechaban la noche para acercarse con sigilo a la zona prohibida.   Esperaban a ver como los afortunados regresaban a los habitáculos.

     Los que quedaban sin vida en el exterior eran  presas fáciles de las que alimentarse.

  Los vahos de los restos putrefactos nutrían las paredes, de las que  empezaron a brotar esquejes  blanquecinos, los cuales, les proporcionaban la frescura de la vida al germinar.

 

              Alynka contaba a LUNA experiencias del aquí y el allá;   historias de crueldad y sensaciones de felicidad.

 Le enseñaba a defenderse y a atacar.  La preparaba para amar y odiar, a dar sin esperar recibir salvaguardando lo que consideraba solo suyo,  combinando el egoísmo y la bondad en su justa medida.

 

    Días y noches, esperando los cuartos de luna creciente y menguante, momento idóneo para llenar la despensa con alimento reciente.

             Las noches de luna llena, mientras los aullidos se agudizaban en el subsuelo y ni un solo grano de arena moviéndose en el ambiente, recorrían corriendo toda la zona saltando de cuadro en cuadro de hormigón, al tiempo que con sus manos hacían chocar dos piedras, lo que atemorizaba aun más a los miserables incrédulos, pero temerosos de lo desconocido.

  Según el ruido de las carreras y los golpes se acercaban, los aullidos cesaban paulatinamente dando paso a unos alaridos temerosos.

      Entonces provocaban estruendosas carcajadas; algo tan desconocido para esos seres que se podía sentir su temblor en el silencio recogido por segundos. 

           Se sentían poderosas ante la adversidad y gritaban continuamente para acrecentar el pánico:

 Luna.- ¡MAMÁ, QUE CORRO MÁS QUE TÚ!

Alynka.- ¡GOLPÉA FUERTE LUNA! ¡HASTA QUE SALGAN CHISPAS!

       Y otra serie de carcajadas irrumpían en la noche.

 

         Las noches de luna nueva las consideraban sagradas para la recolección, eran en las que más piedras caían del cielo, pero las de luna llena eran suyas y solo suyas.

            Ningún ser,  por más  melanina que portase en su cuerpo osaría a arrebatárselas.

 

      Durante un tiempo fueron aprendiendo a interpretar sus distintos tonos de aullido y entendiendo la lengua en que se comunicaban.

   Eran frases básicas de poca irregularidad, sencillas de aplicar y con escasez de formas verbales, por lo que la dominaban perfectamente en poco tiempo.

 

              En sus salidas, Localizaron un lugar con desechos antiguos enterrados.  Gran cueva de mucha profundidad y olvidada por los años.   Aprendieron a adaptar aquellos enseres para protegerse y  fabricar herramientas para su defensa.   Pronto se darían a conocer y  tenían que estar preparadas ante la reacción adversa de aquellos seres.

 

        Ya sabían mucho de ellos, de sus costumbres, de sus miedos, de los rangos establecidos en cada habitáculo, la insensible crueldad y desapego con sus semejantes. 

       Cualquier miembro que tuviese una mínima lesión o enfermedad, era sacado a la nave sin techo,  expuesta directamente a la luz solar, esta, que devoraba todo sin dejar restos.    Aquello en la antigüedad era el hospital, aún conservaba en uno de sus muros el logotipo que ella, hace ya tanto, llevaba bordado en el bolsillo de su bata.

 

 


 

jueves, 25 de agosto de 2022

50 años de farandula

 


 

        Ya llevaba casi un año practicando con aquel órgano que me compró mi Padre;

     Un Farfisa.- Compat de Luxe.

Pasodobles, valses, boleros, cumbias, etc…  melodías acompañadas con los bajos de la mano izquierda.

Tras un simple escarceo realizado en Vallaba  del Rey (CU)  el (15/05/72) yo solito con el órgano en una sesión de baile, por fin llegó el día de mi bautizo oficial en:

            LA FARANDULA.

 

        No sé porqué, pensaba que había sido coincidiendo con el día 15 de agosto, pero teniendo en cuenta que las fiestas de esa localidad se celebran siempre el último fin de semana de Agosto en honor a la Virgen de la Paz;   sería el 25, 26, 27 de Agosto  de 1972.

        Junto al que fue mi padrino y protector Francisco Lázaro Torres    

             (Paco,  el hijo de Realete)

en sesiones de tarde y noche y algún vermut a pecho descubierto.

    Nunca más hemos vuelto a coincidir en un escenario y no por falta de ganas (al menos por mi parte). Él pensaría que con una vez había tenido suficiente.

 

                De aquel sitio de la provincia de Cuenca “CAÑAVERUELAS para más señas”, creo recordar que en la plaza con varios postes y uno central, habían hecho una especie de círculo cubierto de ramas para dar sombra a los asistentes y al lado, un remolque donde poner los instrumentos (poca cosa) el amplificador musicsón, el organo  y la batería.

 

Bueno tras cincuenta años de deambular por esos mundos de Dios con alguna que otra ventura y demasiadas desventuras, solo puedo dar las gracias:

         A  ANICETO (mi Padre); por depositar en mí más esfuerzo y confianza de la que me merecía.

     A  CAÑAVERUELAS, que como es natural, me imagino al no haber músicos disponibles para esas fechas, no le quedó más remedio que jugársela y que fuera yo a amenizar sus fiestas.

      A  PACO;  un inconsciente que aprovechó esos días de permiso en el servicio militar para ganar unos durillos (que falta hacían)

 y que supo utilizar su pericia para que todo saliese decentemente.

 

A la Música de verbena, músicos, cantantes, técnicos y demás familia de la farándula con los que he coincidido, me atrevo a culpar de tantas cosas buenas y no tan buenas, esas que me han rodeado en estos años por los escenarios.

    Pero a ellos y solo a ellos,  he de dar las gracias por lo que algunos nunca tuvieron.

              (La Primera Oportunidad)

 

ANICETO TORRIJOS SAIZ,

FRANCISCO LAZARO TORRES  y

Ayuntamiento de CAÑAVERUELAS (CU):

 

        GRACIAS DE TODO CORAZÓN.

 


Carlos Torrijos

C.a.r.l. (España)

 

Amiga mía

 


 

          Qué sabe nadie;

 dónde se encuentra el cenit esa,

tu  felicidad.

     Tu educación, familia, costumbres,

 pero sobre todo tus creencias,

 te han hecho así.

         Para mí sería algo…

 Inimaginable, si no te conociera.

        Creíste en el castigo divino,

 como justificación a pecados,

 nunca cometidos.

        Tantos abrazos y besos,

 regalaste con la única meta

 de algún día,

 recibir un simple te quiero.

            La abnegación,

 se convirtió en el camino,

 en esos peldaños a lo más alto.

        En la orilla del mar,

convencida de lo que haces,

das gracias a las alturas

por el regalo merecido.

         Nunca compartiré ciertos criterios

                      o tal vez…    SÍ.

Pero siempre.

          Siempre  los respetaré.




lunes, 22 de agosto de 2022

El Ocaso -Introducción-

 


 

                 Tiempo recluida estuvo, estudiando junto a sus maestros la historia de siglos pasados,  tiempo de soledades  en el claustro cediendo  energía a los escogidos al fracaso.

 

           La humanidad se había deshumanizado;  la puerta del  reino de la luz permanecía cerrada tras lunas y lunas de primavera sin ningún merecedor a cruzarla.    

         Los que deambulaban por las tinieblas, convertidos eran en piedra y devueltos de nuevo  al desolado sitio de donde procedían  para ser erosionados por  viento seco  y esparcidos como granos de arena en el gran desierto del  fuego.

 

         Años y años de misiones infructuosas, viajes y viajes repetidos una y mil veces con el mismo resultado.

            Alas desgastadas por la impotencia y la frustración de volver siempre sin resultados.

            Solo una esperanza:    ALYNKA.

   El último ángel que pisaría la alfombra dorada de salida del cortejo celestial.  

          Las puertas del claustro se abrieron, la alfombra se desplazó rodando, extendiéndose desde el interior hasta el infinito, siendo flanqueada por todos los maestros y ángeles.              Alynka la fue recorriendo confiada en su capacidad, pero ajena a su destino.

 

          Los maestros le mostraron aquello que desconocía, la visión del paso del tiempo la aterrorizó.

             Ella era la última elegida, solo ella podía intentar cambiar todo, antes de que todas las alas, incluidas las suyas se desvanecieran en el caos.

  Necesitaba ayuda, pero  el resto de texturas estaban desquebrajadas y no aguantarían un nuevo viaje.

       La alfombra dorada, podría ser una aliada.

 Imposible, también estaba roída por la falta de luz.

       Si al menos, tuviese la compañía de Alhaba; las alas de Alynka eran fuertes y aguantarían con los dos, pero una vez se cruzaba la puerta no había marcha atrás, la luz engullía la luz y en el reino quedaba.

           Debía ir ella sola e intentar que antes de cumplirse cien lunas de primavera desde la última vez que se abrió, alguien fuera digno y tuviera el privilegio de entrar, si no quedaría cerrada para siempre.

 

                        Todas las enseñanzas no servían para nada, mejor habría sido olvidarse de estudiar el pasado y haber conocido mejor el presente.

 

  Alynka giró varias veces sobre sí misma, vio las tinieblas invadiendo la totalidad del universo.           Cómo todo se derrumbaba en el interior del  claustro y en la alfombra dorada, los jirones se convertían en lenguas de fuego.

      Los maestros perdían la cordura y el resto de ángeles se difuminaban convertidos en nebulosas polvorientas.

  Estaba obligada a afrontar su primera y tal vez última misión. 

 

              Debía soltar su ira contra todo aquello; principios obsoletos de normas rígidas que pretendían dar forma a figuras abstractas.

                   Paleta de colores que de tanto preservarlos se habían convertido en una gama de grises con una clara inclinación al negro y esa decisión de poner todo en sus manos sin que nadie le hubiese consultado.

 

     El firmamento tembló cuando Alynka lanzándose al vacío gritó:     

                        ¡NOOOOOOOO…!