miércoles, 3 de agosto de 2022

El Regreso Cap. 10

 

 

          Terminaron de degustar el segundo plato y antes del postre, Alejandro los mandó pasar a su dormitorio.

         La parte superior de los muebles estaban lleno de marcos con fotografías familiares, no faltaban ni Rubén, ni Ernestina, incluso en algunas, aparecían también con su padrastro.

           Junto a un espejo había un joyero.

Cuando Alejandro lo abrió comenzó a sonar una música suave.   De él sacó una cadeneta fina de oro, la cogió en su puño y se acercó a Milagros.

Alejandro.- Milagros, ¿te importaría darte la vuelta?

         --Alejandro puso en su cuello aquella cadena de la cual colgaba una esmeralda en forma de lágrima—

Rubén.- pero…

Alejandro.- ¡calla Rubén! Este fue mi regalo de boda para tu madre.

     Ese último día en que la vi, me hizo prometer que la guardaría para que colgase del cuello de la mujer que mereciese estar al lado de su hijo y aquí ha estado guardada hasta este momento

Milagros.- es preciosa.  Solo hay una pega, que nosotros solo somos amigos

Alejandro.-  amigos, amantes, pareja, matrimonio, qué más da.   No podéis negar que estáis hechos el uno para el otro;   el resto no importa

Rubén.- sí, tiene razón, además estás resplandeciente y hasta hace juego con tus ojos

Alejandro.- me permitirías hacerte una foto para sumarla a esta colección

 --Rubén se puso junto a ella cogiéndola por el hombro.

Alejandro.- quita de ahí, no ves que estropeas la belleza que quiero captar

           --- Milagros se partía a reír a carcajadas—

Alejandro.- Gracias milagros, a este lugar ya se le había olvidado el sonido de la risa y ahora a por el postre, ya que he mandado preparar unos “ricarditos” pero como se hacen en Uruguay.        De hecho he contratado una chica uruguaya para hacerlos y luego os la presento.

 Milagros.- tienen una pinta excelente, con el chocolate riquísimo, el interior está perfecto con su galleta y con  merengue.    Felicítela de mi parte.  

       Alejandro mandó salir a la cocinera.    Al aparecer Rubén se quedó blanco (era una chica de las de un local vestida con traje negro, delantal de puntilla y una cofia blanca en la cabeza.

Alejandro.- esta es la artista que los ha hecho 

Milagros.- están deliciosos, permítame besar sus manos.

 

La chica estaba extrañada, no sabía si por dejarse besar  no le fuera a caer alguna reprimenda.

Milagros.-  a ver Alejandro, tonta no soy.      En casa vivo sola y me vendría bien una chica trabajadora, honesta y con buena mano para la cocina;   por si alguna noche se digna usted a aceptar la invitación para acompañarnos a una cena familiar en mi casa.

Alejandro.- te entendí perfectamente

Milagros.- ¿cómo te llamas?

              .- Bertha

Milagros.-no podía ser de otra manera con esas manos, el mismo nombre que mi madre

Alejandro.- Mañana mismo Rubén te arreglará todos los papeles y empezarás a trabajar en casa de la doctora Méndez

Milagros.- perdón Bertha, quiero que lo entiendas bien: esta noche te vienes a dormir a mi casa, mañana Rubén prepara todos los papales para que estés legal en este país y después si te apetece, que yo creo que te vendría bien, yo te contrato como trabajadora de hogar para que trabajes en mi casa, con tu seguro, tu sueldo y tus horas libres, así no tienes que andar buscando donde vivir, porque se te iría el sueldo en pagar una pequeña habitación.

--Bertha, miró a Rubén, sin mover ni una pestaña—

Rubén.- sí Bertha, mañana te arreglo todo

Alejandro.- mira que pensaba quedármela de cocinera, pero… cualquiera le lleva la contraria a Milagros     

--- Bertha, seguía allí parada como un pasmarote—

Milagros.- pero no mes vas a dar un abrazo, que yo también soy uruguaya

         --Bertha se abalanzó sobre ella como si le hubiese venido a ver un ángel —

Milagros.- aprieta fuerte sin miedo,  pero mientras estés en mi casa no solo hay que trabajar, también estudiar para ser una mujer libre en la vida

     --Alejandro estaba aprendiendo una lección del libro que nunca se atrevió a abrir y que daba la razón a todo lo que estaba haciendo Rubén—

Alejandro.- bueno, marchar ya los tres de una vez que me tengo que ir a dormir            

Bertha.- Muchas gracias señor

Rubén.- hasta mañana, muy rica la cena y gracias

                     Cuando ya estaban a punto de montar en la limusina, Milagros entro de nuevo corriendo y le dio un gran abrazo.

Alejandro.- quita, quita

Milagros.-  nunca nadie debe avergonzarse por llorar (susurrando a su oído) aunque sea a solas

Alejandro.- puñetera doctora

        ---Milagros le dio un sonoro beso en la mejilla—

Milagros.- hasta mañana Alejandro, bueno fuera de aquí, es usted don Alejandro

Alejandro.- para ti, nunca más. Pero marcha de una vez

 

--- Ya en la limusina---

Chofer.-  ¿donde les llevo?

Milagros.- al bar de la calle Hermanos Pinzón 37

Bertha.- pero yo tendré que ir por la nave a por mi ropa

Milagros.- mañana la recogerá Rubén, de todas formas el lunes a la tarde, ya compraremos ropa nueva que no huela a esclavitud

     ---  Rubén se quedo mirando a Bertha, la puso de pie, le quitó el delantal y la cofia y lo tiró por la ventanilla—

Rubén.- mucho mejor.      Ahora si podemos entrar al bar sin dar mucho que hablar

               Esa velada se hizo larguísima; Rubén escuchaba embobado la conversación,  Milagros y Bertha hablaban de su lejano país, de sus tradiciones, sus comidas, esos pueblos y ciudades, las maravillas de la naturaleza que las dos habían visitado de niñas, de padres y hermanos que allí quedaron.     En ningún momento salieron cosas escabrosas, era una noche para sentirse felices.

     Una noche de la que recordar lo bueno  y aprender a dejar de odiar aunque eso viviría siempre en su interior.

Cuatro cafés habían tomando cada uno.

Esa noche no pegarían ojo.

            El camarero cerraba las persianas a media altura, avisando que si no les era mucha molestia, era la hora de cierre.   Todas las luces ya estaban apagadas excepto el plafón leed del techo dirigido a aquella mesa.

Rubén.- perdonar chicas, pero me parece que va siendo tarde y esta persona se quiere ir a dormir

Milagros.- perdone caballero, se me fue la mente muy lejos, más allá del mar

    Antes de llegar a la puerta de casa de Milagros dieron un par de vueltas al parque, saboreando cada palabra que decían, trasportándose en cada paso a su querido Uruguay.   Rubén solo escuchaba atentamente, miraba sus caras, sus gestos, el baile de sus manos danzando cuando explicaban las cosas.   Por momentos como ese, el cielo puede esperar.   

      Esa noche, ya clareando el alba, Rubén se despidió de ellas antes de abrir la puerta, sin olvidarse de un beso en la frente a cada una de ellas y volverle a repetir a Milagros mirando aquella lágrima verde: 

       .-estás preciosa

 

                          Ellas a preparar la habitación de Bertha y enseñarle donde estaba todo; el siguiente día Milagros descansaba, así que dormirían hasta medio día o hasta media tarde, porqué no, nadie se lo impedía.

 

  Él como siempre, a pasear, a hacer un poco de tiempo, a pasar por aquella esquina donde recoger las gracias del agradecido mendigo que esperaba sus monedas, hacer tiempo a que las campanas sonasen para ver entrar a la iglesia a las mismas de siempre, tomarse un café en ese bar, hoy vacio pues era domingo.

 

   Pasó el día y a la mañana siguiente otra vez a la rutina

Claudia.- Buenos días señor Rubén

Rubén.- muy buenos días Claudia (guiñándole un ojo)

     

       Lo primero fue ponerse en contacto con diversas personas para que el medio día, todos los papeles de Bertha estuviesen en perfecto estado costase lo que costase o hubiese que utilizar cualquier influencia.

          Una vez ya casi a las dos, estos estuvieron encima de su mesa;   todos sellados y compulsados, así que se fue a comer.

          Esa mañana don Alejandro no había aparecido.  

       Dejó la chaqueta en el despacho.    A unos metros del edificio había una tienda de los chinos, entró y se compró un jersey parecido a aquel que compro hace ya tanto en aquella plaza asesorado por Carmen.

          Se lo puso y se sintió una persona nueva.

    

                 En la obra de allí al lado, no había nadie en los andamios, todos estaban en el bar comiendo el menú del día. 

Rubén.-  Muy buenas camarero ¿hay sitio para uno más?

Camarero.- mesa no hay, pero se puede sentar con ese que está solo, si no le importa

Rubén.- perfecto

             Se sentó y saludo, hombre de pocas palabras y comer apresurado para volver al andamio.   Primero y segundo sin opción de elegir.   El señor terminó y con un simple “adiós y buen provecho” volvió raudo a sus quehaceres.

             Que deleite comer allí aunque en unos minutos quedase él solo sentado.     Los demás ya estaban en la barra apurando su café y el chupito de aguardiente con que  coger fuerzas y volver a la faena.

Rubén.-  Perdone camarero ¿puedo terminar de comer tranquilamente?

Camarero.- cómo sí quieres estar hasta las cuatro, más no, que llegan los de las partidas

        A cada bocado cerraba los ojos y le parecía estar en el bar de Paco comiendo junto a Cosme.     Eso si eran comidas, al igual que esta tenían sabor a estar hechas por gente que sabía dar el toque familiar a los guisos, sin tanta tontería a la que estaba acostumbrado por obligación.

 -Terminó de comer y se fue a la barra a tomar el café-

Camarero.- ¿un chupito?

Rubén.- y por qué no, pero flojito

Camarero.- te pondré uno de manzana sin alcohol, me pare ce que tú…

Rubén.- sí mejor, gracias

        En un momento ya estaba la gente sentada para las partidas. Se oyó una voz:

                 .- necesito un punto para el dominó

 

Rubén.- yo no es que sepa mucho y menos de parejas, pero si se atreve

Jugador.- siéntate que aquí se aprende rápido y si no, pues pagamos, el caso es pasar un rato

            Cuatro cervezas sobre la mesa acompañadas por un platillo de aceitunas.

      El tiempo pasaba deprisa, la cosa estaba igualada y al final ganaron.

Jugador.- ole que sí, ¡bien! Y además con uno que sabe poco, ¿Qué tenéis que hacer ahora?    ¡A Pagar!

Rubén.- tranquilos, yo pago

Jugador.- de eso nada que paguen ellos.   La honrilla es la honrilla.

     Ahora, si tú quieres invitar a otra ronda por nosotros perfecto

      -- Los perdedores pagaron las cervezas y pidieron otra ronda que pagaba Rubén—

Rubén.- bueno pues me tengo que ir, si no les parece mal paso por aquí otro día y jugamos

Jugador.- pero ven pronto que es este bar se completan las partidas rápido y te toca estar de mirón

Rubén.- hasta otro día, lo tendré en cuenta

 

          Ya de camino a darle la documentación a Bertha.   Estas ya habían comido hacía rato  y este despistado ¿Dónde estaría?

          Llamo al timbre, subió al piso y al abrir la puerta.

Milagros.- ¿de dónde vienes a estas horas? Llevamos esperando desde antes de las tres

Rubén.- no pasa nada

Milagros.- ¿y esa cara tan simpática?

Rubén.- nada, dos cervezas

Milagros.- Bertha, sal y mira que carucia nos trae con dos cervezas

Rubén.- oye, no os riais

Bertha.- pero si el que se ríe es usted

Milagros.- no, no se ríe, es que es así de feo

          ---- las dos rompieron a carcajadas—

Bertha.- venga, pase señor y siéntese que le hago un café

Rubén.- no me llames señor que me hace muy mayor (encasquillándosele la lengua)

Bertha.- pues pasa Rubén

        --- milagros no era capaz de dejar de reír tapándose la boca con la mano—

Milagros.- ¿y has traído los papeles?

--Rubén empezó a rebuscarse por los bolsillos---

Rubén.- sí, menos mal, aquí están, por un momento creí que me los había dejado en el bar

Milagros.- ¿y has pasado a por la ropa de Bertha?

Rubén.- ya sabía yo que se me olvidaba algo

Bertha.- da igual, nada había de valor ni que quisiese conservar

Milagros.- Rubén, Rubén, que no están bien los excesos

Rubén.- ya lo sé, pero he comido en un bar, que me ha llevado al lado del abuelo Cosme y su hijo Paco

Milagros.- entonces sí.  A merecido la pena

 

       Un café.  Un poco de descanso en el sofá en el que casi se queda dormido y arreando a comprar ropa nueva para aquella señorita tan guapa.   Ese traje negro había que devolvérselo a don Alejandro, claro sin delantal ni cofia.

         Cuando volvieron a casa parecía otra, se le había comprado de todo lo necesario.        Ellas dos delante hablando de sus cosas y él detrás cargado de bolsas.

 

Rubén.- ufff. Se me ha hecho tardísimo

Milagros.- para qué

Bertha.- lo siento, ha sido mi culpa

Milagros.- no seas tonta, Qué te pasa a ti ahora

Rubén.- la hora de visita de María

Milagros.- te agobias por todo, dejamos esto en casa y vamos a verla los tres

Rubén.- pero la hora de visita

Milagros.- la jefa es la jefa,   recuerdas,   soy la doctora Méndez.  Además así hago la ronda ahora, mañana me lo voy a tomar también libre, para poner de alta en la seguridad social  a esta joya uruguaya.

 

 


 

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