Terminaron de degustar el segundo plato y antes
del postre, Alejandro los mandó pasar a su dormitorio.
La
parte superior de los muebles estaban lleno de marcos con fotografías familiares,
no faltaban ni Rubén, ni Ernestina, incluso en algunas, aparecían también con
su padrastro.
Junto
a un espejo había un joyero.
Cuando Alejandro lo abrió comenzó a sonar una música suave. De él sacó una cadeneta fina de oro, la
cogió en su puño y se acercó a Milagros.
Alejandro.- Milagros, ¿te importaría
darte la vuelta?
--Alejandro puso en su
cuello aquella cadena de la cual colgaba una esmeralda en forma de lágrima—
Rubén.- pero…
Alejandro.- ¡calla Rubén! Este fue mi
regalo de boda para tu madre.
Ese último día en que la vi, me hizo prometer
que la guardaría para que colgase del cuello de la mujer que mereciese estar al
lado de su hijo y aquí ha estado guardada hasta este momento
Milagros.- es preciosa. Solo hay una pega, que nosotros solo somos
amigos
Alejandro.- amigos, amantes, pareja, matrimonio, qué más
da. No podéis negar que estáis hechos el uno para
el otro; el resto no importa
Rubén.- sí, tiene razón, además
estás resplandeciente y hasta hace juego con tus ojos
Alejandro.- me permitirías hacerte
una foto para sumarla a esta colección
--Rubén se puso junto a ella
cogiéndola por el hombro.
Alejandro.- quita de ahí, no ves que
estropeas la belleza que quiero captar
--- Milagros se partía
a reír a carcajadas—
Alejandro.- Gracias milagros, a este
lugar ya se le había olvidado el sonido de la risa y ahora a por el postre, ya
que he mandado preparar unos “ricarditos” pero como se hacen en Uruguay. De
hecho he contratado una chica uruguaya para hacerlos y luego os la presento.
Milagros.- tienen una pinta excelente, con el
chocolate riquísimo, el interior está perfecto con su galleta y con merengue.
Felicítela de mi parte.
Alejandro mandó salir a la
cocinera. Al aparecer Rubén se quedó blanco (era una
chica de las de un local vestida con traje negro, delantal de puntilla y una
cofia blanca en la cabeza.
Alejandro.- esta es la artista que
los ha hecho
Milagros.- están deliciosos,
permítame besar sus manos.
La chica estaba extrañada, no sabía si por dejarse besar no le fuera a caer alguna reprimenda.
Milagros.- a ver Alejandro, tonta no soy. En casa vivo sola y me vendría bien una chica
trabajadora, honesta y con buena mano para la cocina; por si
alguna noche se digna usted a aceptar la invitación para acompañarnos a una
cena familiar en mi casa.
Alejandro.- te entendí perfectamente
Milagros.- ¿cómo te llamas?
.- Bertha
Milagros.-no podía ser de otra
manera con esas manos, el mismo nombre que mi madre
Alejandro.- Mañana mismo Rubén te
arreglará todos los papeles y empezarás a trabajar en casa de la doctora Méndez
Milagros.- perdón Bertha, quiero que
lo entiendas bien: esta noche te vienes a dormir a mi casa, mañana Rubén
prepara todos los papales para que estés legal en este país y después si te
apetece, que yo creo que te vendría bien, yo te contrato como trabajadora de
hogar para que trabajes en mi casa, con tu seguro, tu sueldo y tus horas
libres, así no tienes que andar buscando donde vivir, porque se te iría el
sueldo en pagar una pequeña habitación.
--Bertha, miró a Rubén, sin mover ni una pestaña—
Rubén.- sí Bertha, mañana te
arreglo todo
Alejandro.- mira que pensaba
quedármela de cocinera, pero… cualquiera le lleva la contraria a Milagros
--- Bertha, seguía allí parada como un pasmarote—
Milagros.- pero no mes vas a dar un
abrazo, que yo también soy uruguaya
--Bertha se abalanzó sobre ella como si le
hubiese venido a ver un ángel —
Milagros.- aprieta fuerte sin miedo,
pero mientras estés en mi casa no solo
hay que trabajar, también estudiar para ser una mujer libre en la vida
--Alejandro estaba aprendiendo una lección del
libro que nunca se atrevió a abrir y que daba la razón a todo lo que estaba
haciendo Rubén—
Alejandro.- bueno, marchar ya los
tres de una vez que me tengo que ir a dormir
Bertha.- Muchas gracias señor
Rubén.- hasta mañana, muy rica la
cena y gracias
Cuando ya estaban a punto de montar en la
limusina, Milagros entro de nuevo corriendo y le dio un gran abrazo.
Alejandro.- quita, quita
Milagros.- nunca nadie debe avergonzarse por llorar (susurrando
a su oído) aunque sea a solas
Alejandro.- puñetera doctora
---Milagros le dio un
sonoro beso en la mejilla—
Milagros.- hasta mañana Alejandro,
bueno fuera de aquí, es usted don Alejandro
Alejandro.- para ti, nunca más. Pero
marcha de una vez
--- Ya en la limusina---
Chofer.- ¿donde les llevo?
Milagros.- al bar de la calle
Hermanos Pinzón 37
Bertha.- pero yo tendré que ir por
la nave a por mi ropa
Milagros.- mañana la recogerá Rubén,
de todas formas el lunes a la tarde, ya compraremos ropa nueva que no huela a
esclavitud
---
Rubén se quedo mirando a Bertha, la puso de pie, le quitó el delantal y
la cofia y lo tiró por la ventanilla—
Rubén.- mucho mejor. Ahora si podemos entrar al bar sin dar mucho
que hablar
Esa velada se hizo larguísima; Rubén
escuchaba embobado la conversación, Milagros y Bertha hablaban de su lejano país,
de sus tradiciones, sus comidas, esos pueblos y ciudades, las maravillas de la
naturaleza que las dos habían visitado de niñas, de padres y hermanos que allí
quedaron. En ningún momento salieron cosas escabrosas,
era una noche para sentirse felices.
Una noche de la que recordar
lo bueno y aprender a dejar de odiar
aunque eso viviría siempre en su interior.
Cuatro cafés habían tomando cada uno.
Esa noche no pegarían ojo.
El camarero cerraba las persianas a media
altura, avisando que si no les era mucha molestia, era la hora de cierre. Todas
las luces ya estaban apagadas excepto el plafón leed del techo dirigido a aquella
mesa.
Rubén.- perdonar chicas, pero me
parece que va siendo tarde y esta persona se quiere ir a dormir
Milagros.- perdone caballero, se me
fue la mente muy lejos, más allá del mar
Antes de llegar a la puerta
de casa de Milagros dieron un par de vueltas al parque, saboreando cada palabra
que decían, trasportándose en cada paso a su querido Uruguay. Rubén
solo escuchaba atentamente, miraba sus caras, sus gestos, el baile de sus manos
danzando cuando explicaban las cosas. Por momentos como ese, el cielo puede esperar.
Esa noche, ya clareando el
alba, Rubén se despidió de ellas antes de abrir la puerta, sin olvidarse de un
beso en la frente a cada una de ellas y volverle a repetir a Milagros mirando
aquella lágrima verde:
.-estás preciosa
Ellas a preparar la habitación de Bertha y
enseñarle donde estaba todo; el siguiente día Milagros descansaba, así que
dormirían hasta medio día o hasta media tarde, porqué no, nadie se lo impedía.
Él como siempre, a pasear, a
hacer un poco de tiempo, a pasar por aquella esquina donde recoger las gracias
del agradecido mendigo que esperaba sus monedas, hacer tiempo a que las
campanas sonasen para ver entrar a la iglesia a las mismas de siempre, tomarse
un café en ese bar, hoy vacio pues era domingo.
Pasó el día y a la mañana
siguiente otra vez a la rutina
Claudia.- Buenos días señor Rubén
Rubén.- muy buenos días Claudia
(guiñándole un ojo)
Lo primero fue ponerse en
contacto con diversas personas para que el medio día, todos los papeles de
Bertha estuviesen en perfecto estado costase lo que costase o hubiese que
utilizar cualquier influencia.
Una vez ya casi a las dos, estos estuvieron
encima de su mesa; todos sellados y compulsados, así que se fue a
comer.
Esa
mañana don Alejandro no había aparecido.
Dejó la chaqueta en el
despacho. A unos metros del edificio había una tienda de
los chinos, entró y se compró un jersey parecido a aquel que compro hace ya
tanto en aquella plaza asesorado por Carmen.
Se lo puso y se sintió una persona nueva.
En la obra de allí al lado, no había nadie
en los andamios, todos estaban en el bar comiendo el menú del día.
Rubén.- Muy buenas camarero ¿hay sitio para uno más?
Camarero.- mesa no hay, pero se
puede sentar con ese que está solo, si no le importa
Rubén.- perfecto
Se sentó y saludo,
hombre de pocas palabras y comer apresurado para volver al andamio. Primero
y segundo sin opción de elegir. El
señor terminó y con un simple “adiós y buen provecho” volvió raudo a sus
quehaceres.
Que
deleite comer allí aunque en unos minutos quedase él solo sentado. Los demás ya estaban en la barra apurando
su café y el chupito de aguardiente con que coger fuerzas y volver a la faena.
Rubén.- Perdone camarero ¿puedo terminar de comer
tranquilamente?
Camarero.- cómo sí quieres estar
hasta las cuatro, más no, que llegan los de las partidas
A cada bocado cerraba los
ojos y le parecía estar en el bar de Paco comiendo junto a Cosme. Eso
si eran comidas, al igual que esta tenían sabor a estar hechas por gente que
sabía dar el toque familiar a los guisos, sin tanta tontería a la que estaba
acostumbrado por obligación.
-Terminó de comer y se fue a la
barra a tomar el café-
Camarero.- ¿un chupito?
Rubén.- y por qué no, pero
flojito
Camarero.- te pondré uno de manzana
sin alcohol, me pare ce que tú…
Rubén.- sí mejor, gracias
En un momento ya estaba
la gente sentada para las partidas. Se oyó una voz:
.- necesito un
punto para el dominó
Rubén.- yo no es que sepa mucho y
menos de parejas, pero si se atreve
Jugador.- siéntate que aquí se
aprende rápido y si no, pues pagamos, el caso es pasar un rato
Cuatro cervezas sobre la mesa acompañadas por
un platillo de aceitunas.
El tiempo pasaba deprisa, la cosa estaba
igualada y al final ganaron.
Jugador.- ole que sí, ¡bien! Y
además con uno que sabe poco, ¿Qué tenéis que hacer ahora? ¡A Pagar!
Rubén.- tranquilos, yo pago
Jugador.- de eso nada que paguen
ellos. La honrilla es la honrilla.
Ahora, si tú quieres invitar
a otra ronda por nosotros perfecto
-- Los perdedores pagaron
las cervezas y pidieron otra ronda que pagaba Rubén—
Rubén.- bueno pues me tengo que
ir, si no les parece mal paso por aquí otro día y jugamos
Jugador.- pero ven pronto que es
este bar se completan las partidas rápido y te toca estar de mirón
Rubén.- hasta otro día, lo tendré
en cuenta
Ya de camino a darle la
documentación a Bertha. Estas ya habían comido hacía rato y este despistado ¿Dónde estaría?
Llamo al timbre, subió
al piso y al abrir la puerta.
Milagros.- ¿de dónde vienes a estas
horas? Llevamos esperando desde antes de las tres
Rubén.- no pasa nada
Milagros.- ¿y esa cara tan
simpática?
Rubén.- nada, dos cervezas
Milagros.- Bertha, sal y mira que
carucia nos trae con dos cervezas
Rubén.- oye, no os riais
Bertha.- pero si el que se ríe es
usted
Milagros.- no, no se ríe, es que es
así de feo
---- las dos rompieron
a carcajadas—
Bertha.- venga, pase señor y
siéntese que le hago un café
Rubén.- no me llames señor que me
hace muy mayor (encasquillándosele la lengua)
Bertha.- pues pasa Rubén
--- milagros no era capaz de dejar de
reír tapándose la boca con la mano—
Milagros.- ¿y has traído los
papeles?
--Rubén empezó a rebuscarse por los bolsillos---
Rubén.- sí, menos mal, aquí
están, por un momento creí que me los había dejado en el bar
Milagros.- ¿y has pasado a por la
ropa de Bertha?
Rubén.- ya sabía yo que se me
olvidaba algo
Bertha.- da igual, nada había de
valor ni que quisiese conservar
Milagros.- Rubén, Rubén, que no están
bien los excesos
Rubén.- ya lo sé, pero he comido
en un bar, que me ha llevado al lado del abuelo Cosme y su hijo Paco
Milagros.- entonces sí. A merecido la pena
Un café. Un poco de descanso en el sofá en el que casi
se queda dormido y arreando a comprar ropa nueva para aquella señorita tan
guapa. Ese traje negro había que
devolvérselo a don Alejandro, claro sin delantal ni cofia.
Cuando volvieron a casa
parecía otra, se le había comprado de todo lo necesario. Ellas dos delante hablando de sus cosas
y él detrás cargado de bolsas.
Rubén.- ufff. Se me ha hecho
tardísimo
Milagros.- para qué
Bertha.- lo siento, ha sido mi
culpa
Milagros.- no seas tonta, Qué te
pasa a ti ahora
Rubén.- la hora de visita de
María
Milagros.- te agobias por todo,
dejamos esto en casa y vamos a verla los tres
Rubén.- pero la hora de visita
Milagros.- la jefa es la jefa, recuerdas, soy la doctora Méndez. Además así hago la ronda ahora, mañana me lo
voy a tomar también libre, para poner de alta en la seguridad social a esta joya uruguaya.
No hay comentarios:
Publicar un comentario