lunes, 1 de agosto de 2022

El Regreso Cap. 09

 


 

                    Eran las siete de la tarde y Rubén ya estaba impaciente en su despacho dando vueltas de la mesa a la ventana, esterando oír los golpecitos la puerta.

--De pronto: toc, toc.  Rubén corrió a abrir –

    .- perdone señor Rubén, que ha dicho don Alejandro, que a las ocho y media los espera en el garaje y van en su coche, que después el chofer los lleva donde deseen.

Rubén.-muy bien, está a punto de llegar preguntando por mí una señora de ojos verdes, cuando llegue por favor la acompaña hasta aquí yo estaré esperando

      .- estoy deseando conocerla, debe ser muy especial, se le ve a usted tan feliz

Rubén.- oye, ni una palabra

       .- no se preocupe

Rubén.- pues lo dicho

       Los ocho menos diez, ya todos se habían ido a casa, solo quedaba la recepcionista esperando la llegada de la doctora para apagar las luces y cerrar.

            Las puertas de cristal se abrieron hacia los lados, y apareció ella, sus pies andando rectos sobre aquellos zapatos de tacón;  preciosa, radiante con su vestido de flores, sus luminosos ojos y aquella flor trenzada en su pelo.  Una mujer de película.

           No era de extrañar que Rubén tuviese el corazón embelesado, además parecía buena persona, simpática y de trato afable.

Milagros.- buenas tardes señorita, ¿me podría indicar el despacho de Rubén?

       .- si señora, el señor Rubén la está esperando

Milagros.- ¿el señor Rubén?   ¿Desde cuándo?    Hazme caso, cuando estéis solos, tú, Rubén a secas

       .- pero señora, yo.

Milagros.- verás, prueba, yo soy la doctora Méndez, pero Milagros para los amigos

--se cargó de valor y abrió la puerta sin llamar—

       .- Rubén,  que está aquí la doctora Méndez, bueno Milagros

Rubén.- anda, pasar

        .- lo siento hasta mañana

Rubén.- No hasta mañana no, pasa tú también

Milagros.-  ves, Rubén no se come a nadie

Rubén.- cierra la puerta y siéntate, por cierto, ya es hora que sepa tu nombre

         .-Yo me llamo Claudia

Milagros.- ¿y no te da vergüenza? No saber su nombre, desde luego…

Rubén.- hemos quedado en el garaje a las ocho y media, o sea que nos da tiempo a un café o una copa.

Milagros.- ¿Qué hay?

Claudia.- hay de todo un poco, en este mini bar.

 Cambiamos las existencias cada semana, aun que no sé para qué, El señor Rubén solo utiliza la cafetera.

Milagros.- entonces me tomaré un poco de Martini con hielo y unas gotitas de ginebra

Claudia.- yo se lo preparo

Rubén.- pues yo me haré un capuchino;  ¿y la señorita Claudia que quiere?

Milagros.- como sigáis hablando como empleada y jefe, me voy.   Coño, que no se puede tomar una, ni una copa sin tonterías

Claudia.- perdón Milagros;   Rubén, pues si me hicieras a mí un capuchino.

Rubén.- marchando un capuchino especial.

   --El despacho nunca había tenido tanta vida, pareciera que entrase hasta más luz natural por  la ventana---

Claudia.- las ocho y veinticinco ya deberían bajar hasta el garaje y muchas gracias por este rato

Rubén.- lo siento, tenías que llevar fuera del trabajo ya media hora

Milagros.- pero esto no ha sido trabajo, solo una charla entre nosotros.

      Milagros y Rubén bajaron por la rampa, mientras Claudia apagaba luces, cerraba las puertas y activaba los sistemas de seguridad.

Milagros.- vaya cochazo

Rubén.- es el de don Alejandro, el pobre chofer se debe de aburrir, se pasa el día aquí sentado

              --las puertas del ascensor se abrieron---

Alejandro.- muy buenas tardes, usted debe de ser la doctora Méndez

Rubén.- él es don Alejandro

Milagros.- encantada  -- dándole un abrazo y dos besos en la mejilla—

  --En eso momento los ojos de don Alejandro volvieron a brillar--

                  ---el chofer les abrió la puerta lateral--

Alejandro.- usted primero Doctora Méndez

                   Una vez acomodados en aquello que parecía una habitación de hotel, la limusina se puso en marcha dirección a la mansión del señor.

Alejandro.- ¿le apetece tomar algo?

Milagros.- no, acabo de tomar

Alejandro.- a Rubén ni le pregunto, ya se la contestación

--el trayecto transcurría en silencio--

Alejandro.- hacen ustedes muy buena pareja

            --los dos cruzaron sus miradas sin decir nada---

     La limusina paró frente a la puerta.    Un mayordomo abrió la gran puerta de hierro forjado.    La entrada era espectacular, parecía la entrada a un palacio.

  Se dirigieron al comedor, grandioso, nada que envidiar a la entrada.  En el centro del gran salón, una gran mesa y a su lado derecho tres cubiertos con una separación de al menos metro y medio entre ellos.

Alejandro.- pueden ustedes sentarse, mis cocineros han preparado los manjares que más les gustan.

 

                  En la silla del centro se sentó don Alejandro, a su derecha la doctora y a su izquierda Rubén.  Tras cada uno de ellos, un camarero para servirle y asesorarles en todo los necesario.

---  Milagros rompió el silencio y el protocolo  que tanto le molestaba---

Milagros.- permítame una pregunta  ¿esto qué es? ¿una reunión de trabajo o una cena informal?

Alejandro.- se puede considerar una cena familiar

Milagros.- pues mire, yo cuando ceno con la familia dejo aparte las gilipolleces.    Mejor en una mesa pequeña y redonda, donde todos nos podemos ver las caras de frente y charlar sobre lo que queramos.

     Los tratamientos sobran, el respeto y la educación se demuestra de muchas otras maneras.

   Así que yo soy Milagros, doctora Méndez se quedó en el hospital

Rubén.- pues a mí me parece bien ¿y a usted?

Alejandro.- está bien, hablemos con confianza

          Alejandro mandó poner los cubiertos en una mesa redonda que adornaba un rincón con un bonito jarrón de flores.

Alejandro.- ¿te parece bien aquí?

Milagros.- sí, te das cuenta, este sitio es más acogedor

Rubén.- perdónela, ella es así

Alejandro.- no hay nada que perdonar, ya tenía yo ganas de estar un día a gusto, en familia y si es en casa mejor

Milagros.- bueno ¿nos sentamos?

               Al momento Milagros se volvió a levantar para acercarse a un aparador donde había unas fotos, cogió dos de ellas y las llevó a la mesa.

Milagros.- Y estos ¿Quiénes son?

Alejandro.- mira, estos tres: mi mujer, mi hija y yo.

   Mi mujer murió hace ya años y al poco tiempo mi hija se fue de casa, nunca quiso saber nada de mi vida.

Milagros.- ¿pero tendrá contacto con ella?

Alejandro.- sí por lo menos se que está bien

Rubén.- no incomodes con recuerdos que duelen

Alejandro.- no te preocupes, hace mucho que no hablo de ello y a veces hay que hablar las cosas

Milagros.- ¿y estos?

Alejandro.- pues mira que cosa más curiosa Milagros, este es Rubén cuando tenía dos años y esta su madre

Milagros.- que bonico que era, oye y tu madre es muy guapa

Rubén.- sí que era guapísima, mis padres murieron hace tiempo en un accidente de tráfico y  don Alejandro me recogió como a un hijo.

Milagros.- lo siento, nunca me lo habías contado

Alejandro.- esta vida está llena de secretos pero hoy te voy a contar alguno

--   Los camareros empezaron a servir la cena—

Alejandro.- dejad todo ahí en esa mesa que nosotros nos servimos lo que nos apetezca

              .- Pero señor

Alejandro.- que dejéis el vino, la comida y todos a la cocina.    Si necesitamos algo ya llamaremos

 

           Don Alejandro se puso a contar la historia de su familia; la comida seguía sin servir la cena había pasado a un segundo plano.

Alejandro.-  yo era muy joven,  a punto de entrar en la universidad, Ernestina la madre de Rubén, trabajaba en casa de mis padres como cocinera; tenía una mano para la cocina insuperable, para mis hermanos pequeños era como una segunda madre.

             Quedó embarazada y pensó que por aquello mis padres la despedirían, pero todo lo contrario en mi casa nació y se crio este pequeño, ella jamás quiso desvelar el nombre del padre, pero no hacía falta, este mocoso allí tenía una familia numerosa a su lado.

     Cuando estaba a punto de cumplir los tres años, su madre encontró un buen hombre y se casaron.

       Entonces los tres se fueron a vivir a otra ciudad.

 Siempre estuvimos en contacto con ellos aunque nos viésemos muy poquito por la distancia.

Yo me casé, tuve una hija y nuestras vidas poco a poco se fueron separando.

      Cuando mi hija tenía doce años, mi mujer enfermó de cáncer, dos años me duró por más que la llevé a los mejores centros del mundo.    Sé que la culpa fue mía.

 A mi hija la desatendí del todo para viajar con su madre de hospital en hospital buscando una solución. 

     Cuando murió ya era tarde; volví a casa y tan solo me encontré con una nota sobre la mesa, se había ido para siempre.

       Al poco tiempo volví a ver a Ernestina, a su marido y a Rubén.  Aquel señor fue el mejor padre que este chico pudo tener.  Ernestina en un momento que estuvimos a solas me hizo prometerle dos cosas:   una que si pasaba algo cuidaría de Rubén como si fuera mi hijo y la otra…  Bueno, ahora aún no es el momento de desvelarla.

   Aquello pareció ser una premonición, a los seis meses, el coche se salía de la carretera en una curva con hielo y se precipitaba por un barranco, ellos dos murieron en el acto, Rubén entró en el hospital en coma y con el paso del tiempo se recuperó y yo me hice cargo de él, de que estudiase, como su madre hubiese querido.

      Y ahora a cenar, que yo ya tengo hambre.

---La cena está buenísima---

Milagros.- ¿y cómo sabías que me encantaban las alcachofas rebozadas?

Alejandro.-  mi empresa está llena de ojos y oídos

Milagros.- algo me ha contado, pero poco

Alejandro.- así que eres doctora, pues me vendría bien contratar una ahora que Rubén está dando una vuelta a todo

Milagros.- mejor cojan las copas y brindemos

Rubén.- me parece bien un brindis; por nosotros

Alejandro.- y por esta nueva amistad

Milagros.- en la amistad hay que ser claros.    Alejandro, yo voy a intentar que usted cada día en locales tenga menos clientes y tú deberías de intentar que a mí me pasase igual, si me sentase frente a frente con esas chicas, llenaría la quinta planta y tendría que ampliar.

Alejandro.- Sabrás que esta cabeza loca de Rubén, está intentando mejorar mucho sus condiciones

Milagros.- y tú sabrás que hay daños irreversibles

Rubén.- por lo menos ahora están algo mejor, aunque yo se que nunca lograré que todo sea como yo quisiera.

Alejandro.- si no soy yo, será otro, esto desde luego no es una disculpa, me reconforta que con Rubén de mano derecha, estén en las mejores condiciones y en el mejor sitio, perdón,  en el menos malo.

Milagros.- ainsss, este mundo no tiene remedio              

 

 


 

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