jueves, 30 de junio de 2022

El Forastero Cap. 10

 


 

     Una mañana todas las mujeres corrían hacía la escuela;  Juan que las vio supuso que alguien necesitaba ayuda.    Al llegar se encontró con un niño tumbado en el suelo, parecía dar botes sobre aquella tarima de madera.   –Era Luisito--

La maestra gritaba.- ¿pero dónde está el médico?

Francisca.- el médico está de viaje y no viene hasta mañana

Maestra.- ¡Un coche, un coche! Que alguien lleve a este niño a la capital

Juan arrodillado al lado de Luisito hizo gestos de que se acercase a un chico de mediana edad y que se veía era ágil.

Forastero.-corre chaval, ve a casa de Nazario y dile a la estudiante que venga rápido.

       Luego pidió que le trajesen una toalla grande y un baño con agua fría, ese niño estaba ardiendo.   Juan lo cogió en brazos y lo puso sobre la mesa de la maestra.

   Al momento llegaron con la toalla y el barreño de agua, al tiempo que Milagros entraba por la puerta con el hígado en la boca de tanto correr.

Forastero.- por favor salgan todas y cierren la puerta 

Milagros.- ¿Qué le pasa a este niño?

Forastero.- no sé, tú eres la que estudias medicina

           Milagros le cogió la muñeca.- tiene el pulso muy  acelerado

Forastero.- sí, y la parte superior del cuello algo inflamada

              --- Juan se puso a desnudar completamente al chiquillo---

Forastero.- moja esa toalla y pónsela encima. – al tiempo que metía si mano derecha bajo su cabeza cogiéndole las últimas vertebras cervicales haciendo una pinza con sus dedos pulgar y corazón;     luego ponía la palma de su mano izquierda a poca distancia de su frente sin tocarla

Forastero.- ¿como tiene el pulso?

Milagros.- parece que se va calmando

Forastero.- si hay cambios me avisas

--Pasaron unos segundos—

Milagros.- oiga que no tiene pulso – dijo la estudiante con el miedo metido en el cuerpo—

Forastero.- un momento, espera

Milagros.- que ha pasado de estar ardiendo a quedarse helado en un momento

Forastero.- ¡ahora! Quítale la toalla y dale friegas por todo el cuerpo para que entre en calor

           Milagros empezó a frotarle los brazos, el pecho, abdomen, las piernas hasta llegar a los pies.  Su cuerpo estaba blanco como la cera.

Forastero.- vamos, vamos, no pierdas tiempo mirando

           Ya le empezaban a doler los brazos de la prisa y fuerza con que daba las friegas recorriendo el pequeño cuerpo.    En sus dedos pudo notar como el calor volvía de nuevo y su piel empezaba a coger color.

Forastero.- ¡para ya!  Mírale el pulso

Milagros.- menos mal, ahora tiene bien el pulso de nuevo

          --- el forastero separó sus manos y las sacudió con fuerza en el aire---

Milagros.- pero… ¿está dormido?

Forastero.- claro, está cansado, lo mismo que tú y que yo

Milagros.- ¿puedo decirles que pasen ya?

Forastero.- sí, hazles pasar y diles que ahora estará dormido un rato largo

--- se acercó a la puerta y la abrió—

Maestra.- ¿se ha muerto? --Dijo asustada--

Milagros.- no, está bien, ahora estará un buen rato dormido, deberían traer una manta para taparlo

              Juan miro a su alrededor diciendo: .- ¿y su madre?

Ángela.- Carmen está a trabajar, al igual que su marido, no son buenos tiempos para quedarse uno en casa pudiendo ir los dos.

           A la puerta del colegio estaba el marido de la señora Andrea con la furgoneta para llevarlo a la capital.    Entre los dos lo cogieron y lo tumbaron en la parte de atrás.

Ramón.- ¿vamos a la capital con él?

---Juan le hizo un gesto a Milagros---

Milagros.- no, creo que no va hacer falta, llevarlo a casa de Nazario  y meterlo en mi habitación que yo me encargo de cuidarlo.

         Antes de montar en la furgoneta dijo en voz alta el forastero: .-Eres una buena Médico, aunque aún no hayas terminado la carrera. 

     Ella se quedo pasmada    .- pero si yo, yo no he hecho nada

         Dejaron al chaval en la cama de Milagros,  preguntaron a doña Sagrario en cuál de sus tierras estaban echando la jornada los padres del chaval y una vez llegó la estudiante salieron rápido a buscarlos camino adelante para traerlos de regreso al pueblo y que estuviesen tranquilos.

   Estaba en buenas manos y bien cuidado.

 

        Con el susto ni siquiera les dieron las gracias.   Ya en casa, en la habitación de Milagros, el niño estaba despierto.      La joven estudiante de medicina, le había puesto un pijama suyo y le había explicado lo que le había pasado (aunque ni ella lo sabía)

               Tras besarlo y abrazarlo se disponían a levantarlo para llevarlo a su casa.

Sagrario.- de aquí a este niño no lo mueve nadie hasta que yo lo diga

- dijo con voz de mando desde la puerta de la habitación—

Carmen.- pero doña Sagrario   

Sagrario.- lo primero, él, hoy como aquí y vosotros también;  por la soldada no os preocupéis que yo me encargo de que se os pague y después de comer y dormir la siesta,  si se encuentra bien, le traéis ropa y cada mochuelo a su olivo.

  

-- Por la tarde el paseo de rigor no se perdonaba—

Forastero.- ¿Y la estudiante? ¿Ya se cansó de empujar?

Sagrario.- no, me ha dicho que la disculpen, pero esta tarde la pasará junto a Luisito en su casa, ya se bajaron

Paco.- me parece muy bien

Forastero.- vamos señora Vicenta que está la tarde buena

       Cuando llegaron a la puerta del consistorio esquina con la calle de la panadería comentó Juan:

 Forastero.- fíjate, que vengo el otro día aquí a preguntar por las propiedades de la familia de los Marrajos al secretario y se puso como una fiera.

Paco.- algo que se le habrá quedado entre las uñas

Forastero.- ¿ustedes no se acordarán de algún huerto o algún pozo que tuviese esa familia?

Vicenta.- no majo, no me acuerdo casi ni de ellos

        Cosme, echó las manos a las ruedas y paró la silla en seco.    Con el dedo indicaba la calle adelante

Paco.- ¿Qué dices, no te entiendo?

---Él se puso a frotarse los ojos y a poner pucheros---

Vicenta.- anda coño, claro;  al final de la calle, fuera del pueblo, había una fuente que llamábamos la llorona y creo que sí, que era de ellos

         Juan se puso delante de ellos a darle besos a uno y a la otra.    Ella lucía su mejor sonrisa.    Él apartaba la cara y lo retiraba con el brazo.  

Forastero.- si es que sois más listos

 

      A media tarde casi a punto de la hora de llegar el resto de hombres se presento Jesús en el bar.

Jesús.- don Juan, vengo a darle las gracias por lo de esta mañana, ya me ha dicho la señorita Milagros que si no es por usted

Forastero.- ¿yo? Pero si la que estudia medicina es ella

Jesús.- da igual lo que diga, que sepa que nos tiene aquí para lo que necesite

Forastero.- pues mire sí, le voy a pedir dos favores

Jesús.- Lo que mande

Forastero.- el primero que me quite ese don, que aparte de no merecerlo me hace muy mayor  y el segundo que me lleve a ver donde esta un paraje llamado “la fuente de la llorona”

Jesús.- ahora mismo si quiere, está a tiro de piedra

Forastero.- pero no se nos hará de noche por el camino, lo digo por usted

Jesús.- nada, si está ahí al lado

--Por la calle, Jesús le iba contando:

     Allí había un pequeño manantial que salía de unas piedras, parecía como si la roca llorase, por eso la llamaban la llorona y esa agua llenaba un pequeño pilón donde bebían las ovejas.   Allí íbamos a jugar de niños pero yo no me acuerdo de verlo nunca con agua, le cuento lo que le oí a mi padre.    Ahora al final de la calle hay un sendero y como a doscientos metros ya estamos.

-- Llegaron allí, aquello estaba asilvestrado, poca gente pasaba por aquel lugar hacía años--

Jesús.- pues ya estamos, esto es la llorona

      Juan miró a su alrededor, observo de cerca la piedra por donde supuestamente salía el agua.    De pronto…

Forastero.- oiga y ese montón de piedras ¿Qué hay ahí?

Jesús.- según decían los mayores, eso era una cueva donde se guardaba vino, pero se derrumbó la entrada enroñando todo y así quedó

Forastero.- ¿y si quitásemos las piedras para ver lo que hay dentro?

Jesús.- bueno, eso nos llevaría una semana a todos los brazos del pueblo

Forastero.- ¿estás seguro?

Jesús.- pues claro que estoy seguro

Forastero.- pues mira, vamos hacer una cosa, ¡andando!

Jesús.- ¿pero dónde vamos?

Forastero.- a tu casa

Jesús.- Bueno, bueno, lo que usted diga.

 

 


miércoles, 29 de junio de 2022

Enamorada

 

Enamorada.

 De tu delicados dedos

cuando acarician mi espalda

dibujando con ternura

 la silueta de mis huesos.

 

Enamorada.

De tu boca cuando besa.

De tus ojos cuando miran.

De tus brazos cuando oprimen

mi pecho contra tu pecho.

Cuando duermes a mi lado,

enamorada del tiempo.

Del contorno que dibuja

tu luz en el firmamento.

 

Enamorada de ti,

Enamorada del viento,

que apoyado en nuestra almohada

me acaricia con tu aliento.

 

Igual despierta que en sueños,

por ti me siento abrazada.

En la lokura levito

pues me siento enamorada.




martes, 28 de junio de 2022

Mi Lucero

 

Espontáneo, sin buscarte,

      apareciste en mi cielo

          con ese brillo especial.

Asomada a la ventana

    te ofrecí poder entrar,

       para iluminar el lecho

           aburrido de esperar.

 

 Llenaste mi habitación

    haciendo vibrar mi cama,

        acariciando mis labios,

 dando color  a mis canas.

 

      Cuando se escape la luna

marcharás como has venido.

     Yo me quedaré esperando

por  ver de nuevo tu brillo.

           Cuando quieras regresar

       no te olvides del camino,

   mi ventana estará abierta

para abrazarte con mimo.

 

Seremos tan solo amantes

    jugando en la oscuridad.

No pidas deje mi vida,

     ni ofrezcas dulces quimeras,

        las que no me puedes dar.




El Forastero Cap. 09

 

 

                  El clima mejoraba día a día, en vez de pasar por la solana donde nadie le prestaba ninguna atención, Juan pasaba por la trasera de Nazario.  Normalmente allí estaba sentada Vicenta que le gustaba contar cosas de aquellos años pasados.

    Se emocionaba al contarle cómo muchos niños morían por cualquier enfermedad (tres hermanos perdió de niña). De cuando se casaron y se fueron a vivir a una casucha con una mano delante y la otra detrás, los estragos que hizo la guerra llevándose la juventud al frente del que muchos no volvieron, de las jornadas de sol a sol doblando los riñones para conseguir unos ahorrillos y comprar las tierras, esas, las que ahora su yerno labra para mantener a la familia y tantas y tantas penurias que les toco pasar.   Pero también le contaba cosas alegres, juegos que recuerda de su infancia, una imagen que no se le borra: La cara de su padre besándola en la oscuridad; ella ya estaba acostada cuando él volvía a casa tras un duro día de trabajo.    Las manos de su madre, blancas como las de la virgen y suaves por dura que fuese la faena que realizaban.

     Aquellos momentos junto a aquella pared recogida del viento,   esos momentos de compartir felicidad a espaldas del mundo así como  la ternura en la mirada del señor Cosme, eran lo más valioso que podía poseer Juan, aquellas pequeñas cosas tenían que ser premiadas de alguna manera.

    El domingo por la tarde recordó que la señora de la tienda, le dijo que todos los lunes iba a la capital a comprar género.

               Empujó la puerta, como siempre estaba abierta.

Forastero.- señora Andrea

Andrea.- ¡ya voy! Quien será un domingo a estas horas

Forastero.-perdone soy yo

Andrea.- ya se te ha olvidado algo –afirmó-

Forastero.- no, venía a pedirle un favor, pero de esto, ni una palabra

Andrea.- yo, vamos, parece mentira

Forastero.- bueno usted me entiende, su silencio vale unos cuantos duros de propina

Andrea.- cuente, cuente, de esta baca no sale nada

Forastero.- me dijo que los lunes iba a la capital

Andrea.- sí todos los lunes me monto en la furgoneta con mi marido y vamos a comprar para tener mercancía toda la semana

Forastero.- su marido tampoco puede decir nada

Andrea.- yo, lo que haga mi Ramón…

Forastero.- están los duros en juego – advirtió-

Andrea.- no se preocupe, somos dos tumbas

Forastero.- quiero que vayan a una tienda donde vendan sillas de ruedas y que me traigan dos, que no las vea nadie y a la hora de comer que no anda un alma por la calle, que me las lleven al bar

Andrea.- ¿pero dos? Le advierto que esas cosas son muy caras

Forastero.- sí, me trae dos.   Y si alguien se entera se queda usted con las sillas en su tienda y sin los duros de propina

Andrea.- no, no se preocupe, pero me las paga mañana, que no disponemos para andar adelantando esas cantidades

Forastero.- sin problemas, cuando lleguen al bar yo se las pago y asunto acabado; pero ya le advierto, que no se entere nadie

Andrea.- que pesado, que le he dicho que no vamos a decir nada

 

            Como habían quedado a la hora de comer estaba la furgoneta en la puerta del bar con las dos sillas dentro.      Al oír el ruido del motor salió Juan, las descargaron y las pagó como habían quedado, agregando al precio diez duros de propina.

 

            --Juan entro con las dos sillas plegadas empujando una con cada mano—

Forastero.- Paco levanta a tu padre de esa silla que ha llegado un regalo

Paco.- ¿pero eso qué es?

Forastero.- una silla de ruedas para que se pueda mover por el bar tranquilamente

Paco.- ¿cómo haces este gasto?

Forastero.- porque quiero

Paco.- ¿y la otra?

Forastero.- La otra ahora en cuanto acabemos de comer nos cogemos a tu padre y nos vamos con él dando un paseo hasta casa de Nazario, esta otra silla es para la señora Vicenta

---Así lo hicieron---

         Paco empujaba por las calles la silla nueva, las piedras y baches entorpecían constantemente su avance, pero él no detenía su marcha pausada pero constante.

-- Al llegar a casa de Nazario llamaron a la puerta—

Paco.- doña Sagrario que ha llegado un regalo para su madre

Sagrario.- ¡voy! Gritó desde la cocina

Nazario.- ¿que esa algarabía? Protestó, porque se estaba echando la siesta

--La estudiante  salió enseguida--

Milagros.- ¿pero qué es esto? El señor del bar en una silla nueva

Forastero.- y esta que traigo aquí es para la señora Vicenta, así que vete a por ella que nos vamos a dar un paseo

    Doña Sagrario se quedó sin palabras al ver aquello;   Nazario se levanto a ver qué pasaba, mientras Milagros iba a buscar a la abuela a su habitación.

Milagros.- abuela vamos, que tiene usted una sorpresa.

--Nazario apartó un momento a su mujer de la puerta--

Nazario.- no me fío nada de este forastero, ha oído que somos los ricos del pueblo y no sé yo

Sagrario.- bueno mira, a caballo regalado

Nazario.- te digo que nadie regala nada

Sagrario.- bueno, bueno, déjalo estar de momento

-- La abuela se sentó en la silla a ver qué pasaba después—

Forastero.- bueno pues ahora con su permiso nos vamos a dar un paseo a estos jovenzuelos

Milagros.- ¿Puedo ir con ellos?    

Forastero.- pues claro, pero te va a tocar empujar

Milagros.- con mucho gusto

        Los cinco siguieron con el paseo ante la mirada emocionada de Doña Sagrario y los pensamientos sospechosos de Nazario.

              Cada tarde después de comer, daban el mismo paseo; aquellos cuerpos ya mustios por el tiempo agradecían el sol y el aire.  Los dos con las piernas tapadas con unas mantas finas y coloridas que les compró en la plaza Milagros eran la envidia de todos;   los más mayores del lugar eran los que más vida y alegría daban a sus calles.