Una
mañana todas las mujeres corrían hacía la escuela; Juan que las vio supuso que alguien necesitaba
ayuda. Al llegar se encontró con un
niño tumbado en el suelo, parecía dar botes sobre aquella tarima de madera. –Era Luisito--
La maestra gritaba.- ¿pero dónde está el
médico?
Francisca.-
el médico está de viaje y no viene hasta mañana
Maestra.-
¡Un coche, un coche! Que alguien lleve a este niño a la capital
Juan arrodillado al lado de Luisito hizo
gestos de que se acercase a un chico de mediana edad y que se veía era ágil.
Forastero.-corre
chaval, ve a casa de Nazario y dile a la estudiante que venga rápido.
Luego pidió que le trajesen una toalla
grande y un baño con agua fría, ese niño estaba ardiendo. Juan lo cogió en brazos y lo puso sobre la
mesa de la maestra.
Al
momento llegaron con la toalla y el barreño de agua, al tiempo que Milagros
entraba por la puerta con el hígado en la boca de tanto correr.
Forastero.-
por favor salgan todas y cierren la puerta
Milagros.-
¿Qué le pasa a este niño?
Forastero.-
no sé, tú eres la que estudias medicina
Milagros
le cogió la muñeca.- tiene el pulso muy
acelerado
Forastero.-
sí, y la parte superior del cuello algo inflamada
--- Juan se puso a desnudar
completamente al chiquillo---
Forastero.-
moja esa toalla y pónsela encima. – al tiempo que metía si mano derecha bajo su
cabeza cogiéndole las últimas vertebras cervicales haciendo una pinza con sus
dedos pulgar y corazón; luego ponía
la palma de su mano izquierda a poca distancia de su frente sin tocarla
Forastero.-
¿como tiene el pulso?
Milagros.-
parece que se va calmando
Forastero.-
si hay cambios me avisas
--Pasaron unos segundos—
Milagros.-
oiga que no tiene pulso – dijo la estudiante con el miedo metido en el cuerpo—
Forastero.-
un momento, espera
Milagros.-
que ha pasado de estar ardiendo a quedarse helado en un momento
Forastero.-
¡ahora! Quítale la toalla y dale friegas por todo el cuerpo para que entre en
calor
Milagros empezó a frotarle los brazos, el
pecho, abdomen, las piernas hasta llegar a los pies. Su cuerpo estaba blanco como la cera.
Forastero.-
vamos, vamos, no pierdas tiempo mirando
Ya le empezaban a doler los brazos de la
prisa y fuerza con que daba las friegas recorriendo el pequeño cuerpo. En sus
dedos pudo notar como el calor volvía de nuevo y su piel empezaba a coger
color.
Forastero.-
¡para ya! Mírale el pulso
Milagros.-
menos mal, ahora tiene bien el pulso de nuevo
--- el forastero separó sus manos
y las sacudió con fuerza en el aire---
Milagros.-
pero… ¿está dormido?
Forastero.-
claro, está cansado, lo mismo que tú y que yo
Milagros.-
¿puedo decirles que pasen ya?
Forastero.-
sí, hazles pasar y diles que ahora estará dormido un rato largo
--- se acercó a la puerta y la abrió—
Maestra.-
¿se ha muerto? --Dijo asustada--
Milagros.-
no, está bien, ahora estará un buen rato dormido, deberían traer una manta para
taparlo
Juan miro a su alrededor diciendo: .- ¿y su madre?
Ángela.-
Carmen está a trabajar, al igual que su marido, no son buenos tiempos para
quedarse uno en casa pudiendo ir los dos.
A la puerta del colegio estaba el marido
de la señora Andrea con la furgoneta para llevarlo a la capital. Entre
los dos lo cogieron y lo tumbaron en la parte de atrás.
Ramón.-
¿vamos a la capital con él?
---Juan le hizo un gesto a Milagros---
Milagros.-
no, creo que no va hacer falta, llevarlo a casa de Nazario y meterlo en mi habitación que yo me encargo
de cuidarlo.
Antes de montar en la furgoneta dijo en voz
alta el forastero: .-Eres una buena Médico, aunque aún no hayas terminado la
carrera.
Ella se quedo pasmada .- pero
si yo, yo no he hecho nada
Dejaron al chaval en la cama de
Milagros, preguntaron a doña Sagrario en
cuál de sus tierras estaban echando la jornada los padres del chaval y una vez
llegó la estudiante salieron rápido a buscarlos camino adelante para traerlos
de regreso al pueblo y que estuviesen tranquilos.
Estaba
en buenas manos y bien cuidado.
Con el susto ni siquiera les dieron las
gracias. Ya en casa, en la habitación
de Milagros, el niño estaba despierto. La
joven estudiante de medicina, le había puesto un pijama suyo y le había
explicado lo que le había pasado (aunque ni ella lo sabía)
Tras besarlo y abrazarlo se disponían a
levantarlo para llevarlo a su casa.
Sagrario.-
de aquí a este niño no lo mueve nadie hasta que yo lo diga
- dijo con voz de mando desde la
puerta de la habitación—
Carmen.-
pero doña Sagrario
Sagrario.-
lo primero, él, hoy como aquí y vosotros también; por la soldada no os preocupéis que yo me
encargo de que se os pague y después de comer y dormir la siesta, si se encuentra bien, le traéis ropa y cada
mochuelo a su olivo.
-- Por la tarde el paseo de rigor no
se perdonaba—
Forastero.-
¿Y la estudiante? ¿Ya se cansó de empujar?
Sagrario.-
no, me ha dicho que la disculpen, pero esta tarde la pasará junto a Luisito en
su casa, ya se bajaron
Paco.-
me parece muy bien
Forastero.-
vamos señora Vicenta que está la tarde buena
Cuando llegaron a la puerta del consistorio esquina con la calle de la
panadería comentó Juan:
Forastero.-
fíjate, que vengo el otro día aquí a preguntar por las propiedades de la
familia de los Marrajos al secretario y se puso como una fiera.
Paco.-
algo que se le habrá quedado entre las uñas
Forastero.-
¿ustedes no se acordarán de algún huerto o algún pozo que tuviese esa familia?
Vicenta.-
no majo, no me acuerdo casi ni de ellos
Cosme, echó las manos a las ruedas y paró la silla en seco. Con el
dedo indicaba la calle adelante
Paco.-
¿Qué dices, no te entiendo?
---Él se puso a frotarse los ojos y a
poner pucheros---
Vicenta.-
anda coño, claro; al final de la calle,
fuera del pueblo, había una fuente que llamábamos la llorona y creo que sí, que
era de ellos
Juan se puso delante de ellos a darle besos a
uno y a la otra. Ella lucía su mejor sonrisa. Él apartaba la cara y lo retiraba con el
brazo.
Forastero.-
si es que sois más listos
A
media tarde casi a punto de la hora de llegar el resto de hombres se presento
Jesús en el bar.
Jesús.-
don Juan, vengo a darle las gracias por lo de esta mañana, ya me ha dicho la
señorita Milagros que si no es por usted
Forastero.-
¿yo? Pero si la que estudia medicina es ella
Jesús.-
da igual lo que diga, que sepa que nos tiene aquí para lo que necesite
Forastero.-
pues mire sí, le voy a pedir dos favores
Jesús.-
Lo que mande
Forastero.-
el primero que me quite ese don, que aparte de no merecerlo me hace muy
mayor y el segundo que me lleve a ver
donde esta un paraje llamado “la fuente de la llorona”
Jesús.-
ahora mismo si quiere, está a tiro de piedra
Forastero.-
pero no se nos hará de noche por el camino, lo digo por usted
Jesús.-
nada, si está ahí al lado
--Por la calle, Jesús le iba contando:
Allí
había un pequeño manantial que salía de unas piedras, parecía como si la roca
llorase, por eso la llamaban la llorona y esa agua llenaba un pequeño pilón
donde bebían las ovejas. Allí íbamos a
jugar de niños pero yo no me acuerdo de verlo nunca con agua, le cuento lo que
le oí a mi padre. Ahora
al final de la calle hay un sendero y como a doscientos metros ya estamos.
--
Llegaron allí, aquello estaba asilvestrado, poca gente pasaba por aquel lugar
hacía años--
Jesús.-
pues ya estamos, esto es la llorona
Juan miró a su alrededor, observo de cerca la piedra por donde
supuestamente salía el agua. De pronto…
Forastero.-
oiga y ese montón de piedras ¿Qué hay ahí?
Jesús.-
según decían los mayores, eso era una cueva donde se guardaba vino, pero se
derrumbó la entrada enroñando todo y así quedó
Forastero.-
¿y si quitásemos las piedras para ver lo que hay dentro?
Jesús.-
bueno, eso nos llevaría una semana a todos los brazos del pueblo
Forastero.-
¿estás seguro?
Jesús.-
pues claro que estoy seguro
Forastero.-
pues mira, vamos hacer una cosa, ¡andando!
Jesús.-
¿pero dónde vamos?
Forastero.-
a tu casa
Jesús.-
Bueno, bueno, lo que usted diga.