El sábado a medio día las mujeres en procesión se apresuraban para
llegar a la casa de Artemisa, situada junto a la carretera; justo el lugar donde paraba el autobús. En la puerta de Nazario, ese día había
sentada una señora muy mayor, ella sola al solecito que esa mañana se
agradecía. Nunca antes la había visto, claro con esa edad
y los fríos del invierno, normal que no saliese.
Forastero.-
que tal señora, ¿se está bien aquí al sol?
Vicenta.-
si hijo, y tú ¿tú de quién eres?
Forastero.-
no, yo no soy de aquí, soy forastero
Vicenta.-
bueno pues aquí tampoco se vive tan mal ¿y donde trabajas?
Forastero.-
no, yo no trabajo
Vicenta.-
anda ¿y de que vives?
Forastero.-
estoy solo un tiempo aquí de vacaciones
Vicenta.-
ya decía yo que no me sonabas, aunque esos ojos…
Forastero.-
ya, ya, son igual que los de la tía Casilda
Vicenta.-
¡ah! ¿Conociste a la Casilda? Hace
mucho que murió
Forastero.-
yo no la conocí pero ya me lo ha dicho más gente
Vicenta.-
es que era la única que salió con los ojos verdes, todos decían que no era hija
de su padre, sería de algún forastero, porque aquí esos ojos…
Forastero.-
¿y conoció usted a algún forastero que viviese aquí por aquel tiempo?
Vicenta.-
si claro, un mocetón muy guapo que se llamaba… No me acuerdo
Forastero.-
¿y no sabe donde vivía?
Vicenta.-
estuvo viviendo de inquilino en la casa de los Marrajos y de la noche a la
mañana desapareció y no se volvió a saber nada de él.
Forastero.-
bueno tenemos que hablar más veces, es usted muy simpática
Vicenta.-
tú también eres muy majo y muy educado
Forastero.-
pues usted a esperar a que llegue su nieto
Vicenta.-
si, a ver que nos trae; di que a mí nadie me hace caso, como no oigo, ni veo,
ni me muevo casi
Forastero.-
pero usted si oye
Vicenta.-
solo lo que quiero, es mejor no oír; no le diga a mi hija que ha estado
hablando conmigo que se enfada, porque dice que yo no tengo que hablar con
nadie, que a nadie le interesa lo que digo
Forastero.-
será nuestro secreto, pero a mi si me interesa y me parece una mujer muy guapa
e interesante.
Vicenta.-
calla, calla y marcha a lo que tengas que hacer.
El forastero se encontraba satisfecho con lo que la señora le había
contado, ya tenía dos grandes amigos en el pueblo, dos personas llenas de
sabiduría y cargadas de años de experiencia.
El coche de línea estaba a punto
de llegar, él por no ser menos esperaba sentado en una piedra en un zopetero. En la parada, Nazario y su mujer esperaban a
su hijo y a lo que viniese con él. En la
ventana de Artemisa se acumulaban las cabezas.
Carmen.-
ya llega, ya llega
Se abrían las puertas y bajaba primero un chaval que ya rondaba los
treinta con una gran maleta de la mano; detrás
una morenita muy guapa, con su vestido, muy arreglada, gafas de sol y un estilo
poco provocativo, lo que hizo respirar con agrado a la madre del chaval, al
tiempo que fastidió la tarde de cotilleo a las impacientes mujeres, que
esperarían a verla con más detenimiento al día siguiente en misa y en el
vermut.
Después de comer subió a la solana
donde se encontraban como siempre los mayores charlando. Les preguntó varias veces que cual era la
casa de los Marrajos, pero no le hacían ni caso; la conversación estaba
centrada en aquella muchacha tan guapa que había traído el sultán, (que era
como lo apodaban por la cantidad de novias que había traído)
En el bar, lo mismo de lo mismo, no se hablaba
do otra cosa.
Él como había prometido lo primero que hizo
fue dirigirse al abuelo y cogerle las manos.
Forastero.-
abuelo, luego tenemos que hablar tranquilamente ¿le parece bien?
--El abuelo le regaló su
sonrisa e inclinó un par de veces la cabeza--
Preparó las fichas del dominó, pero esa tarde no hubo partida; demasiada
novedad como para perderse un detalle, todos en la barra comentaban lo que
suponían podía ser el que hubiese por fin una nueva vecina en el pueblo, aunque
conociéndolo, lo más seguro es que una vez pasado el fin de semana no volviesen
a verla. Una pena, porque comparando con
las anteriores era una joya que ni se merecía.
Llegó la hora y todos se fueron a sus
respectivas casas; el forastero entonces, se acercó de nuevo al abuelo y cogió
sus manos.
Forastero.-
perdone – dirigiéndose al camarero - ¿Cómo se llama su padre?
Paco.-
se llama Celso
Forastero.-
hola Celso, a mí todos me conocen por forastero. ¿Se acuerda usted de la tía
Casilda?
Paco.-
no creo que se acuerde de nadie, como le dije hace tiempo que no está
Forastero.-
póngase a mi lado si no le molesta y me ayuda a entenderlo
Paco.-
no crea que yo pueda serle de mucha ayuda
Forastero.-
¿le importa si lo intentamos?
Paco.-
como me va a importar, hacía tanto que no le veía esa sonrisa, que le ayudo en
lo que haga falta
Forastero.-
a ver Celso, a que recuerda a Casilda, mire estos son sus ojos
-- El abuelo
se le quedó mirando fijamente y asintió con la cabeza--
Forastero.-
¿y recuerda la familia de los marrajos?
--Movió la
cabeza hacia los lados pero de forma ondulante--
Paco.-
sí, yo creo que quiere decir que no eran trigo limpio
Forastero.-
¿usted se acuerda de ellos?
Paco.-
muy por encima, se fueron del pueblo cuando yo era pequeño
Forastero.-
¿y de la tía Casilda?
Paco.-
de ella sí, era muy guapa, dicen que muchos la pretendieron pero nunca quiso
saber de bodas ni compromisos
Forastero.-
o sea que era muy guapa
-- El abuelo
volvió a sonreír con mirada pícara y asintiendo de nuevo--
Forastero.-
ve usted como su padre si se acuerda, solo hay que prestarle un poco de
atención
Paco.-
es usted un ángel; no crea que no lo he intentado veces sin conseguir nada,
solo con entender lo que le gusta y lo que no, yo me daría por satisfecho
Forastero.-
pues solo tiene que prestarle atención de verdad, cogerle las manos y lo que no
sepa decir con palabras que lo digan sus gestos y su mirada.
Paco.-
le voy a decir una cosa, porque me cae bien; en las partidas al dominó, hay
veces que alguna ficha le cuelan donde no es y por eso siempre pierde
Forastero.-
no se preocupe, lo sé, pero a mí me apetece pasar el rato y a ellos les gusta
tomarse una cerveza a mi costa, al final los tres salimos ganando
Paco.-
ya me parecía a mí que usted, no tenía cara de ser tan pardillo
Forastero.-
bueno esto que quede entre nosotros, qué más da si a ellos les hace ilusión.
Paco.-
ya clavaré yo a esos por otro lado.
Forastero.-
hasta mañana y a cuidarse abuelo, tiene que comer bien para tener fuerzas
--El abuelo se encogió de hombros, ya no tenía el apetito de cuando era
joven--.
Interesante
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