viernes, 10 de junio de 2022

El Forastero Cap. 02


 

    El sábado a medio día las mujeres en procesión se apresuraban para llegar a la casa de Artemisa, situada junto a la carretera;  justo el lugar donde paraba el autobús.    En la puerta de Nazario, ese día había sentada una señora muy mayor, ella sola al solecito que esa mañana se agradecía.   Nunca antes la había visto, claro con esa edad y los fríos del invierno, normal que no saliese.

 Forastero.- que tal señora, ¿se está bien aquí al sol?

Vicenta.- si hijo, y tú ¿tú de quién eres?

Forastero.- no, yo no soy de aquí, soy forastero

Vicenta.- bueno pues aquí tampoco se vive tan mal ¿y donde trabajas?

Forastero.- no, yo no trabajo

Vicenta.- anda ¿y de que vives?

Forastero.- estoy solo un tiempo aquí de vacaciones

Vicenta.- ya decía yo que no me sonabas, aunque esos ojos…

Forastero.- ya, ya, son igual que los de la tía Casilda

Vicenta.- ¡ah! ¿Conociste a la Casilda?   Hace mucho que murió

Forastero.- yo no la conocí pero ya me lo ha dicho más gente

Vicenta.- es que era la única que salió con los ojos verdes, todos decían que no era hija de su padre, sería de algún forastero, porque aquí  esos ojos…

Forastero.- ¿y conoció usted a algún forastero que viviese aquí por aquel tiempo?

Vicenta.- si claro, un mocetón muy guapo que se llamaba… No me acuerdo

Forastero.- ¿y no sabe donde vivía?

Vicenta.- estuvo viviendo de inquilino en la casa de los Marrajos y de la noche a la mañana desapareció y no se volvió a saber nada de él.

Forastero.- bueno tenemos que hablar más veces, es usted muy simpática

Vicenta.- tú también eres muy majo y muy educado

Forastero.- pues usted a esperar a que llegue su nieto

Vicenta.- si, a ver que nos trae; di que a mí nadie me hace caso, como no oigo, ni veo, ni me muevo casi

Forastero.- pero usted si oye

Vicenta.- solo lo que quiero, es mejor no oír; no le diga a mi hija que ha estado hablando conmigo que se enfada, porque dice que yo no tengo que hablar con nadie, que a nadie le interesa lo que digo

Forastero.- será nuestro secreto, pero a mi si me interesa y me parece una mujer muy guapa e interesante.

Vicenta.- calla, calla y marcha a lo que tengas que hacer.

        El forastero se encontraba satisfecho con lo que la señora le había contado, ya tenía dos grandes amigos en el pueblo, dos personas llenas de sabiduría y cargadas de años de experiencia.

     El coche de línea estaba a punto de llegar, él por no ser menos esperaba sentado en una piedra en un zopetero.  En la parada, Nazario y su mujer esperaban a su hijo y a lo que viniese con él.  En la ventana de Artemisa se acumulaban las cabezas.

Carmen.- ya llega, ya llega

       Se abrían las puertas y bajaba primero un chaval que ya rondaba los treinta con una gran maleta de la mano;  detrás una morenita muy guapa, con su vestido, muy arreglada, gafas de sol y un estilo poco provocativo, lo que hizo respirar con agrado a la madre del chaval, al tiempo que fastidió la tarde de cotilleo a las impacientes mujeres, que esperarían a verla con más detenimiento al día siguiente en misa y en el vermut.

          Después de comer subió a la solana donde se encontraban como siempre los mayores charlando.  Les preguntó varias veces que cual era la casa de los Marrajos, pero no le hacían ni caso; la conversación estaba centrada en aquella muchacha tan guapa que había traído el sultán, (que era como lo apodaban por la cantidad de novias que había traído)

      En el bar, lo mismo de lo mismo, no se hablaba do otra cosa.

          Él como había prometido lo primero que hizo fue dirigirse al abuelo y cogerle las manos.

Forastero.- abuelo, luego tenemos que hablar tranquilamente ¿le parece bien?

      --El abuelo le regaló su sonrisa e inclinó un par de veces la cabeza--

    Preparó las fichas del dominó, pero esa tarde no hubo partida; demasiada novedad como para perderse un detalle, todos en la barra comentaban lo que suponían podía ser el que hubiese por fin una nueva vecina en el pueblo, aunque conociéndolo, lo más seguro es que una vez pasado el fin de semana no volviesen a verla.  Una pena, porque comparando con las anteriores era una joya que ni se merecía.

           Llegó la hora y todos se fueron a sus respectivas casas; el forastero entonces, se acercó de nuevo al abuelo y cogió sus manos.

 Forastero.- perdone – dirigiéndose al camarero - ¿Cómo se llama su padre?

Paco.- se llama Celso

Forastero.- hola Celso, a mí todos me conocen por forastero. ¿Se acuerda usted de la tía Casilda?

Paco.- no creo que se acuerde de nadie, como le dije hace tiempo que no está

Forastero.- póngase a mi lado si no le molesta y me ayuda a entenderlo

Paco.- no crea que yo pueda serle de mucha ayuda

Forastero.- ¿le importa si lo intentamos?

Paco.- como me va a importar, hacía tanto que no le veía esa sonrisa, que le ayudo en lo que haga falta

Forastero.- a ver Celso, a que recuerda a Casilda, mire estos son sus ojos

-- El abuelo se le quedó mirando fijamente y asintió con la cabeza--

Forastero.- ¿y recuerda la familia de los marrajos?

--Movió la cabeza hacia los lados pero de forma ondulante--

Paco.- sí, yo creo que quiere decir que no eran trigo limpio

Forastero.- ¿usted se acuerda de ellos?

Paco.- muy por encima, se fueron del pueblo cuando yo era pequeño

Forastero.- ¿y de la tía Casilda?

Paco.- de ella sí, era muy guapa, dicen que muchos la pretendieron pero nunca quiso saber de bodas ni compromisos

Forastero.- o sea que era muy guapa

-- El abuelo volvió a sonreír con mirada pícara y asintiendo de nuevo--

Forastero.- ve usted como su padre si se acuerda, solo hay que prestarle un poco de atención

Paco.- es usted un ángel; no crea que no lo he intentado veces sin conseguir nada, solo con entender lo que le gusta y lo que no, yo me daría por satisfecho

Forastero.- pues solo tiene que prestarle atención de verdad, cogerle las manos y lo que no sepa decir con palabras que lo digan sus gestos y su mirada.

Paco.- le voy a decir una cosa, porque me cae bien; en las partidas al dominó, hay veces que alguna ficha le cuelan donde no es y por eso siempre pierde

Forastero.- no se preocupe, lo sé, pero a mí me apetece pasar el rato y a ellos les gusta tomarse una cerveza a mi costa, al final los tres salimos ganando

Paco.- ya me parecía a mí que usted, no tenía cara de ser tan pardillo

Forastero.- bueno esto que quede entre nosotros, qué más da si a ellos les hace ilusión.

Paco.- ya clavaré yo a esos por otro lado.

Forastero.- hasta mañana y a cuidarse abuelo, tiene que comer bien para tener fuerzas

  --El abuelo se encogió de hombros, ya no tenía el apetito de cuando era joven--.




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