El
ayuntamiento estaba cerrado, claro, era demasiado pronto.
La señora Ángela se asomaba disimulada a su
ventana.
Él
permanecía sentado en aquel escalón sin darle importancia. La humedad calaba hasta los huesos. Alguien se aproximaba a paso lento, su
silueta contorneada se dejaba entrever al fondo de la calle entre la densa
niebla que esa mañana lo envolvía todo.
Por suerte era Matías, puntual según su reloj
al puesto de trabajo.
Forastero.-
perdone señor Matías, venía a hablar con usted
---Sacó las llaves del bolsillo sin
demasiada prisa---
Matías.-
Pase dentro que fuera hace frío. Ahora
le atiendo que lo primero es encender la estufa para que se vaya templando el
despacho
Forastero.-
usted tranquilo, haga lo que tengo que hacer
--allí en el portal esperó un largo rato; al menos no estaba a la intemperie—
Matías.-
pase usted
Matías sentado tras una mesa llena de papales, junto a una gran estufa y con su puro
encendido en la mano miraba con recelo al forastero.
Forastero.-
yo quería saber si la familia que era conocida como los Marrajos, tenía algunas
propiedades inscritas en el ayuntamiento
Matías.-
¿los Marrajos? No me suena
Forastero.-
sí, de ellos era el sitio donde usted se hizo la casa
--Matías lo miró indignado por aquel
comentario—
Matías.-
ese sitio era un peligro, yo me hice cargo de los gastos de derribarlo y nadie
lo reclamó nunca, por lo que en pago por el desembolso que yo había hecho de mi
bolsillo, el ayuntamiento decidió cedérmelo en propiedad, antes de sufragar el
posterior desescombro.
Forastero.-
perdone si lo he incomodado, solo quería saber si por casualidad, usted sabía de
alguna propiedad distinta, no sé, un huerto, una tierra, un pozo, algo.
Matías.-
de ellos aquí no hay nada, ni había oído nunca el nombre de esa familia y ahora
si no le molesta, tengo muchos papeles importantes que clasificar como para
perder el tiempo en esas tonterías.
Parece que al secretario no le había
parecido nada bien que se tocase el tema de su casa, al fin y al cabo, si era
legal no tenía por qué sentirse aludido.
Habría que buscar por otro sitio, estaba
claro que del consistorio no iba a tener ninguna ayuda. Pensó en hablar con el señor alcalde, pero
para qué crearse más enemistades.
De
vuelta a casa, la señora Vicenta estaba tras la ventana, la única que daba a
esa calle.
Forastero.-
buenos días mi reina
---Vicenta abrió un poquito una
hoja---
Forastero.-
cuanto tiempo sin verla
Vicenta.-
con este tiempo, a ver si al medio día está despejado
Forastero.-
no sé, hay una niebla
Vicenta.-
por eso, mañanitas de niebla tardes de paseo
Forastero.-
pero que lista que es usted
Vicenta.-
anda zalamero
Forastero.-
le tengo que contar muchas cosas, ahora como y ceno en el bar
Vicenta.-
muy bien
Forastero.-
y me llevo muy bien con un conocido suyo:
el señor Cosme
Vicenta.-
Cosme, que buen chico. ¿Sabe una cosa? de joven me pretendió pero…
Forastero.-
bueno, cierre la ventana que va a coger frío,
a ver si luego nos vemos
---
ella cerró la ventana y espero paciente a que le soplase un beso, luego con su
mano le dijo adiós como si de una jovencita se tratase ---
Esperó
a que se levantase un poco la niebla para ir a la tienda a pagar las galletas.
Tenía razón la sabiduría popular, se quedaba un magnifico día soleado,
con un cielo azul y despejado. Los primeros rayos del sol se agradecían
estando sentado en una silla a la puerta aunque aún no tenían demasiada
fuerza. Tan plácidamente estaba, que se
escurrió un poco hacia abajo, apoyó su cabeza entre el respaldo y la pared y se
volvió a quedar dormido.
Cuando abrió los ojos, allí enfrente mirándolo con una mueca graciosa
estaba Milagros.
Milagros.-
buenos días, que ya amaneció --Y siguió
caminando---
Forastero.-
Señorita Milagros, perdone, quería pedirle disculpas por lo que pasó, no era mi
intención
Milagros.-
perdone, pero es que no sé a qué vino aquello
Forastero.-
no habrás contado nada
Milagros.-
pero contar, qué
--Juan se quedó callado; Milagros siguió
andando y Juan andaba a su lado—
Forastero.-
Tienes unos ojos preciosos
Milagros.-
lo mismo digo (ya no le inspiraba temor aquel señor)
Forastero.-
serán como los de tu madre
Milagros.-
no, no señor, mis padres los tienen marrones
Forastero.-
¿y tus abuelos?
Milagros.-
también marrones, yo soy la única de la familia que los tiene verdes
Forastero.-
mira que es rara la naturaleza
Milagros.-
bueno espere; recuerdo que cuando era niña mi abuela materna decía que tenía
los ojos igual que su padre
Forastero.-
que interesante
Milagros.-
¿Y a usted también le gusta pasear por los cementerios? A mí me encanta la tranquilidad que hay entre
las lápidas, por eso dicen que soy muy rara, pero me da igual.
--Pasado un rato—
Milagros.- Bueno es hora de volver a casa, que no les
gusta que salga mucho a la calle, dicen que la gente está deseando ver a
cualquiera para criticar y chismorrear.
Forastero.-
por favor; dile a la abuela Vicenta que
has estado conmigo
Milagros.-
pobrecita, apenas oye y no habla casi.
Forastero.-
tú díselo y que no te vea fumar, que no le gusta
Milagros.-
vale lo haré
Forastero.-
mañana nos vemos y seguimos charlando, si te apetece
Milagros.-
vale, hasta mañana.
En la comida ya tenía una sorpresa nueva para el abuelo. Esperó a que terminasen la sopa y tras servir
en cada plato un trozo de tortilla:
Forastero.-
qué amigo ¿tuvo muchas novias de joven?
--Movió la cabeza diciendo que no—
Forastero.-
pero bien que pretendió a Vicenta
Paco.-
anda eso no lo sabía yo
Forastero.-
pues sí, me han contado que anduvo tras de ella un tiempo
--El abuelo
miró hacia un lado y se dejó oír un: .- ¡Bah!--
Paco.-
o sea que madre no fue la primera novia
-cogió el
tenedor y siguió comiendo -
Forastero.-
qué pícaro, como se ve lo que no le interesa.
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