Antes de amanecer Paco despertó, Juan se fue a casa; estaba agotado,
cansado como no recordaba haber estado nunca.
Anselmo se cansó de llamar a su
puerta sin obtener respuesta, no apareció ni por la tienda, ni la panadería, ni
en el entierro, ni en el cementerio. Parecía
haberse esfumado; todas las ventanas
cerradas y ni tan siquiera humo en su chimenea.
Paco subió varias veces a aporrear la puerta
día tras día por si estaba dentro, pero tampoco obtuvo respuesta. Igual
que había llegado se había ido.
Tres días habían pasado sin que diera señales de vida. Una
gran tormenta se aproximaba por el norte, cuando esto sucedía, mejor cerrar las
contraventanas y refugiarse en casa. Por
suerte no era lo habitual, pero cuando sucedía más valía protegerse de los
rayos que parecían iluminar cielo y tierra dejando a todos con el corazón en un
puño.
El viento abrió de par en par la ventana que daba al patio, el agua
entraba hasta dentro empapando toda la cocina. En la tenebrosa noche un relámpago entro por
la chimenea e hizo saltar por los aires el puchero que colgaba de aquella
cadena.
- Solo
entonces Juan sentado junto a su mesa despertó sobresaltado-.
Estaba
empapado, le costó mover sus músculos entumecidos sobre huesos de articulaciones
anquilosadas por estar quietas tanto tiempo.
Con un gran esfuerzo logró
llegar hasta la ventana para cerrarla. Allí
mismo se desnudó dejando la ropa tirada en el suelo antes de irse a la
habitación a refugiarse bajo las mantas de la cama e intentar recuperar la
noción del tiempo.
Cuando amaneció, la tormenta había pasado,
salió a la cuadra a coger leña, encender de nuevo la lumbre y allí en sillas
puso a secar toda su ropa.
A media mañana llamaron a la puerta. Medio pueblo estaba allí esperando a
verlo. La señora Vicenta desde su
ventana había visto humo en su chimenea y había avisado a Milagros.
La noticia
había corrido como la pólvora y aunque fuese un extraño para muchos ya le
habían cogido cariño en ese lugar y querían cerciorarse de que estaba bien.
Abrió en bata y zapatillas con cara de sorprendido por tanta gente
preocupada por su salud. Todos quietos allí esperando una explicación. Él
callado, quieto, no sabía que decir, ni que había pasado, ni en qué día
estaba; cómo explicarlo.
-Paco se
abalanzó sobre él y le propinó una soberana bofetada-.
Paco.-
¡no vuelvas a hacer esto! (con la rabia entre los dientes) luego lo abrazó fundiéndose con él como si de
un hermano se tratase y rompió a llorar de impotencia.
El resto nada tenían que decir ni hacer allí. Se
fueron dispersando y los dejaron solos. De nada hablaron, Paco lo cogió de la mana
como si de un niño se tratase y lo llevó hasta el bar donde le daría ropa seca
(aunque esta le quedase algo corta por su diferencia de estatura)
El señor Cosme, medio dormido estaba sentado en la cocina junto a la
vieja chambomba llena de leña. Al verlo de nuevo se le iluminó la cara con
aquella deliciosa sonrisa.
Forastero.-
¿Qué tal abuelo? ¿Cómo se encuentra?
Cosme.-
bien (respondió con poquita voz)
-Paco se quedó parado, mudo, sin saber si aquello era cierto-.
Juan dijo: .- Así me gusta, como un mozo.
Paco.-
Juan. ¿Pero lo has oído? ¿Ha hablado?
Forastero.-
pues claro, no va a ser tan maleducado de no responder
Paco.-
a mi me vais a volver loco
Forastero.-
ve señor Cosme, no están contentos con nada
Paco se arrodilló frente a su padre sin
esperar que a él le hablase, se conformaba con verlo sonreír y como miraba a
Juan en una complicidad celestial.
-- Juan asintió con la cabeza y le giñó un ojo,
(vamos un esfuerzo más, se lo merece) --
Entonces Cosme, levantó la mano hasta la cara de su hijo, le acarició la
mejilla y de entre sus labios salió un: .-hijo mío (que lo quedó sin resuello del esfuerzo).
Juan prefirió dejarlos solos y ya que sabía manejar la cafetera, salir
al bar para hacer un par de cafés.
Aquellas palabras cambiarían
muchas cosas, Juan se dejaría de comistrajos. A
partir de ahora comerían y cenarían los tres juntos como una familia.
El señor Cosme sabía que no le
quedaba mucho, pero se había propuesto llegar con lucidez hasta sus últimos
días y que su hijo no estuviese triste por verlo apagado.
Su otro hijo le había dado una gran sorpresa, para cuando llegase la
hora se reuniría con él, pero hasta entonces su deber estaba aquí, dando todo
de sí cada día, para que no quede nada pendiente en la mochila en el último
viaje.
Algo que Paco no tenía porqué saber;
no lo entendería.
Cómo explicarle lo que pasó esa noche, cómo
describir con palabras o gestos lo inmaterial de ese sueño.
---Al día
siguiente---
Un megáfono, inundaba las calles con sus
voces.
---Vamos señoras a la plaza, que ha llegado tejidos Manolo:
Bragas, vestidos, trajes de caballero, zapatos
de piel.
Vamos señoras, que ya está aquí tejidos
Manolo.
Paco.- vamos
Juan, a renovarte el vestuario que estoy harto de verte con ese traje que
parece del siglo pasado.
Forastero.-
voy a casa a por dinero, tienes razón.
Entró en casa, cerró los puños y los juntó
bajo su barbilla pensativo; pasado un rato los abrió. En
cada uno de ellos había varios billetes de cien pesetas.
Forastero.-
bueno yo creo que con esto me llegará.
En la plaza no sabía que escoger, que pedir,
o cómo hacerlo. La señora Carmen lo vio
indeciso, perdido.
Carmen.-
Señor Juan, ¿no se decide?
Forastero.-
pues la verdad es que no, yo nunca me he visto en estos apuros
Carmen.-
tranquilo que yo le ayudo, como se deje aconsejar por este o por sus hijas, le
venden lo peor y encima lo clavan.
Forastero.-
Pues si usted me hiciera el favor
Carmen.-
yo creo que le sentaría bien algo más cómodo. Mire, este pantalón de pinzas con
esta camisa y este jersey, le haría mucho más joven, pero usted no diga nada,
déjeme a mí.
-Esperaron a que manolo terminase de atender a
la señora María-
Manolo.-
bueno ya estoy aquí – se acercó viendo que tenían ganas de
comprar-
Carmen.-
con calma que solo estamos mirando; no estamos muy seguros de que esto sea lo que buscamos
Manolo.-
pero este no es tu marido ¿Qué es algún familiar?
Carmen.-
sí, más o menos
--Por suerte ese día no había muchas fisgonas y el resto estaban
atendidas por las hijas de Manolo—
Manolo.-
sabes que esto es genero de primera calidad y que yo personalmente te lo
garantizo
Carmen.-
sí, sí, de primerísima, como las camisetas que le compré la vez pasada que en
el primer lavado se quedaron a la mitad
Manolo.-
por favor no diga eso, las metería en agua hirviendo
Carmen.-
bueno a ver, estos pantalones, esta camisa y este jersey.
Toma acércate hasta el bar, te los pones y bajas con ello puesto, que yo
mientras miro otra cosa.
Manolo.-
te llevas lo mejor de la tienda
Carmen.-
bueno, bueno, sigue atendiendo a otras y no me des jabón, que nos conocemos
--Juan hizo
caso sin mediar palabra—
Llegó al bar, entró a la cocina, se
cambió de ropa y otra vez camino a la plaza
Forastero.-
que le parece señora Carmen
--Manolo que
estaba atento se presentó allí al instante—
Manolo.-
sí señor, perfecto, se habrá dado cuenta que esa ropa le queda como un guante
Carmen.-
no sé yo -replicó con gesto torcido-
Manolo.-
no dirás que le sienta mal, si parece hecha a medida
Carmen.-
pero no sé, ¿Qué precio tiene?
Manolo.-
por favor, por ser usted se lo dejo todo por ciento setenta pesetas
Carmen.-
¿qué? Anda, anda, sube al bar de nuevo y quítatelo que mañana vamos con mi
marido a la capital y miramos tiendas
Manolo.-
porque no echen ustedes el viaje y ya que estamos aquí, se lo dejo todo en
ciento cincuenta
Carmen.-
el caso es que yo quería que se comprase al menos dos piezas de cada pero trescientas
pesetas es mucho gastar
Manolo.-
no me diga, pero si esto es una ganga
Carmen.-
y claro unos zapatos habría que mirar y ropa interior, al final nos metemos en
un pico, yo creo que mejor, para otra
vez
Manolo.-
vamos a ver lo que quiere y luego hacemos cuentas
--Manolo no iba a dejar aquella oportunidad de hacer el día con un solo
cliente—
Carmen.-
dos camisetas que abriguen, vete poniéndolas aquí que las vea yo, que luego nos
metes lo que nadie quiere
Manolo.-
qué mujer. ¿Estas están bien?
Carmen.-
sí vale
La señora Carmen siguió pidiendo cosas e inspeccionando el género,
mientras Juan esperaba callado en una esquina.
Mientras
Manolo iba trayendo distintos calcetines y calzoncillos, Carmen seguía mirando
otros pantalones y camisas.
-Dobló
el pantalón que le gustaba y sobre él puso otra camisa y otro jersey-
Manolo.-
bueno ¿algo más?
Carmen.-
sí claro, unos zapatos, pero que sean buenos
Manolo.-
estos son de piel autentica
Carmen.-
toma Juan, pruébatelos y que no te hagan daño
Forastero.-
sí, me quedan bien
Carmen.-
bueno a ver ahora precio
Manolo.-
todo, incluidos los zapatos quinientas cincuenta pesetas y no le cobro los
calcetines
Carmen.-
¿Doscientas cincuenta pesetas por estos zapatos?
Pero que pasa ¿andan
solos?
Manolo.-
¿y las camisetas? ¿Y la media docena de calzoncillos? ¿Y ese pantalón? Porque
usted no es tonta no, ha ido a coger el más caro
Carmen.-
bueno Juan que no tengo ganas de discutir y me tengo que ir a hacer la comida,
dale las quinientas pesetas y vamos para arriba
Manolo.-
Quinientas cincuenta
Carmen.-
anda tío rácano, vamos ahora a andar discutiendo por cincuenta pesetas que no
van a ningún sitio
Manolo.-
¡a joder! si es por eso y no van a ningún sitio deme
seiscientas
Carmen.-
bueno que ya está todo hablado, ¡chica! Trae unas bolsas para meter esto. Juan, venga, dale al señor las quinientas
pesetas
--- metió la mano al bolsillo sacó cinco
billetes de cien y se los dio al señor—
Carmen
ya había cogido las bolsas cargadas y salía de la plaza calle adelante
Forastero.-
Bueno gracias
– Son
las únicas palabras que pronunció Juan-
Manolo.-
con dios señor, buena tratante ha encontrado usted.
La próxima vez mejor viene solo.
Hay la señora Carmen 😜🤭😅😅
ResponderEliminarja, ja, ja,
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