martes, 21 de junio de 2022

El Forstero Cap 06

 


 

    Antes de amanecer Paco despertó, Juan se fue a casa; estaba agotado, cansado como no recordaba haber estado nunca. 

     Anselmo se cansó de llamar a su puerta sin obtener respuesta, no apareció ni por la tienda, ni la panadería, ni en el entierro, ni en el cementerio.  Parecía haberse esfumado;  todas las ventanas cerradas y ni tan siquiera humo en su chimenea.

      Paco subió varias veces a aporrear la puerta día tras día por si estaba dentro, pero tampoco obtuvo respuesta.    Igual que había llegado se había ido.

     Tres días habían  pasado sin que diera señales de vida.     Una gran tormenta se aproximaba por el norte, cuando esto sucedía, mejor cerrar las contraventanas y refugiarse en casa.  Por suerte no era lo habitual, pero cuando sucedía más valía protegerse de los rayos que parecían iluminar cielo y tierra dejando a todos con el corazón en un puño.

     El viento abrió de par en par la ventana que daba al patio, el agua entraba hasta dentro empapando toda la cocina.    En la tenebrosa noche un relámpago entro por la chimenea e hizo saltar por los aires el puchero que colgaba de aquella cadena.

- Solo entonces Juan sentado junto a su mesa despertó sobresaltado-.

   Estaba empapado, le costó mover sus músculos entumecidos sobre huesos de articulaciones anquilosadas por estar quietas tanto tiempo.     Con un gran esfuerzo logró llegar hasta la ventana para cerrarla.  Allí mismo se desnudó dejando la ropa tirada en el suelo antes de irse a la habitación a refugiarse bajo las mantas de la cama e intentar recuperar la noción del tiempo.

           Cuando amaneció, la tormenta había pasado, salió a la cuadra a coger leña, encender de nuevo la lumbre y allí en sillas puso a secar toda su ropa.

       A media mañana llamaron a la puerta.     Medio pueblo estaba allí esperando a verlo.  La señora Vicenta desde su ventana había visto humo en su chimenea y había avisado a Milagros.

       La noticia había corrido como la pólvora y aunque fuese un extraño para muchos ya le habían cogido cariño en ese lugar y querían cerciorarse de que estaba bien.

     Abrió en bata y zapatillas con cara de sorprendido por tanta gente preocupada por su salud.    Todos quietos allí esperando una explicación.   Él callado, quieto, no sabía que decir, ni que había pasado, ni en qué día estaba;   cómo explicarlo.

-Paco se abalanzó sobre él y le propinó una soberana bofetada-.

Paco.- ¡no vuelvas a hacer esto! (con la rabia entre los dientes)  luego lo abrazó fundiéndose con él como si de un hermano se tratase y rompió a llorar de impotencia.

     El resto nada tenían que decir ni hacer allí.   Se fueron dispersando y los dejaron solos.    De nada hablaron, Paco lo cogió de la mana como si de un niño se tratase y lo llevó hasta el bar donde le daría ropa seca (aunque esta le quedase algo corta por su diferencia de estatura)

  El señor Cosme, medio dormido estaba sentado en la cocina junto a la vieja chambomba llena de leña.     Al verlo de nuevo se le iluminó la cara con aquella deliciosa sonrisa.

Forastero.- ¿Qué tal abuelo? ¿Cómo se encuentra?

Cosme.- bien (respondió con poquita voz)

  -Paco se quedó parado, mudo, sin saber si aquello era cierto-.

           Juan dijo: .- Así me gusta, como un mozo.

Paco.- Juan. ¿Pero lo has oído?  ¿Ha hablado?

Forastero.- pues claro, no va a ser tan maleducado de no responder

Paco.- a mi me vais a volver loco

Forastero.- ve señor Cosme, no están contentos con nada

            Paco se arrodilló frente a su padre sin esperar que a él le hablase, se conformaba con verlo sonreír y como miraba a Juan en una complicidad celestial.

               --  Juan asintió con la cabeza y le giñó un ojo, (vamos un esfuerzo más, se lo merece) --

        Entonces Cosme, levantó la mano hasta la cara de su hijo, le acarició la mejilla y de entre sus labios salió un:   .-hijo mío (que lo quedó sin resuello del esfuerzo).

    Juan prefirió dejarlos solos y ya que sabía manejar la cafetera, salir al bar para hacer un par de cafés.

          Aquellas palabras cambiarían muchas cosas, Juan se dejaría de comistrajos.     A partir de ahora comerían y cenarían los tres juntos como una familia.

     El señor Cosme sabía que no le quedaba mucho, pero se había propuesto llegar con lucidez hasta sus últimos días y que su hijo no estuviese triste por verlo apagado.

      Su otro hijo le había dado una gran sorpresa, para cuando llegase la hora se reuniría con él, pero hasta entonces su deber estaba aquí, dando todo de sí cada día, para que no quede nada pendiente en la mochila en el último viaje.

    Algo que Paco no tenía porqué saber;    no lo entendería.

        Cómo explicarle lo que pasó esa noche, cómo describir con palabras o gestos lo inmaterial de ese sueño.

 

---Al día siguiente---

              Un megáfono, inundaba las calles con sus voces.

    ---Vamos señoras a la plaza, que ha llegado tejidos Manolo:

               Bragas, vestidos, trajes de caballero, zapatos de piel.

                       Vamos señoras, que ya está aquí tejidos Manolo.

 Paco.- vamos Juan, a renovarte el vestuario que estoy harto de verte con ese traje que parece del siglo pasado.

Forastero.- voy a casa a por dinero, tienes razón.

           Entró en casa, cerró los puños y los juntó bajo su barbilla pensativo; pasado un rato los abrió.   En cada uno de ellos había varios billetes de cien pesetas.

Forastero.- bueno yo creo que con esto me llegará.

       En la plaza no sabía que escoger, que pedir, o cómo hacerlo.   La señora Carmen lo vio indeciso, perdido.

Carmen.- Señor Juan, ¿no se decide?

Forastero.- pues la verdad es que no, yo nunca me he visto en estos apuros

Carmen.- tranquilo que yo le ayudo, como se deje aconsejar por este o por sus hijas, le venden lo peor y encima lo clavan.

Forastero.- Pues si usted me hiciera el favor

Carmen.- yo creo que le sentaría bien algo más cómodo. Mire, este pantalón de pinzas con esta camisa y este jersey, le haría mucho más joven, pero usted no diga nada, déjeme a mí.

 -Esperaron a que manolo terminase de atender a la señora María-

Manolo.- bueno ya estoy aquí    – se acercó viendo que tenían ganas de comprar-

Carmen.- con calma que solo estamos mirando;   no estamos muy seguros de que esto  sea lo que buscamos

Manolo.- pero este no es tu marido ¿Qué es algún familiar?

Carmen.- sí, más o menos

     --Por suerte ese día no había muchas fisgonas y el resto estaban atendidas por las hijas de Manolo—

Manolo.- sabes que esto es genero de primera calidad y que yo personalmente te lo garantizo

Carmen.- sí, sí, de primerísima, como las camisetas que le compré la vez pasada que en el primer lavado se quedaron a la mitad

Manolo.- por favor no diga eso, las metería en agua hirviendo

Carmen.- bueno a ver, estos pantalones, esta camisa y este jersey.

  Toma acércate hasta el bar, te los pones y bajas con ello puesto, que yo mientras miro otra cosa.

Manolo.- te llevas lo mejor de la tienda

Carmen.- bueno, bueno, sigue atendiendo a otras y no me des jabón, que nos conocemos

--Juan hizo caso sin mediar palabra—

       Llegó al bar,   entró a la cocina,   se cambió de ropa y otra vez camino a la plaza

Forastero.- que le parece señora Carmen

--Manolo que estaba atento se presentó allí al instante—

Manolo.- sí señor, perfecto, se habrá dado cuenta que esa ropa le queda como un guante

Carmen.- no sé yo  -replicó con gesto torcido-

Manolo.- no dirás que le sienta mal, si parece hecha a medida

Carmen.- pero no sé, ¿Qué precio tiene?

Manolo.- por favor, por ser usted se lo dejo todo por ciento setenta pesetas

Carmen.- ¿qué? Anda, anda, sube al bar de nuevo y quítatelo que mañana vamos con mi marido a la capital y miramos tiendas

Manolo.- porque no echen ustedes el viaje y ya que estamos aquí, se lo dejo todo en ciento cincuenta

Carmen.- el caso es que yo quería que se comprase al menos dos piezas de cada pero trescientas pesetas es mucho gastar

Manolo.- no me diga, pero si esto es una ganga

Carmen.- y claro unos zapatos habría que mirar y ropa interior, al final nos metemos en un pico, yo creo que mejor,  para otra vez

Manolo.- vamos a ver lo que quiere y luego hacemos cuentas

    --Manolo no iba a dejar aquella oportunidad de hacer el día con un solo cliente—

Carmen.- dos camisetas que abriguen, vete poniéndolas aquí que las vea yo, que luego nos metes lo que nadie quiere

Manolo.- qué mujer.   ¿Estas están bien?

Carmen.- sí vale

     La señora Carmen siguió pidiendo cosas e inspeccionando el género, mientras Juan esperaba callado en una esquina.

  Mientras Manolo iba trayendo distintos calcetines y calzoncillos, Carmen seguía mirando otros pantalones y camisas.

     -Dobló el pantalón que le gustaba y sobre él puso otra camisa y otro jersey-

Manolo.- bueno ¿algo más?

Carmen.- sí claro, unos zapatos, pero que sean buenos

Manolo.- estos son de piel autentica

Carmen.- toma Juan, pruébatelos y que no te hagan daño

Forastero.- sí,  me quedan bien

Carmen.- bueno a ver ahora precio

Manolo.- todo, incluidos los zapatos quinientas cincuenta pesetas y no le cobro los calcetines

Carmen.- ¿Doscientas cincuenta pesetas por estos zapatos?

    Pero que pasa   ¿andan solos?

Manolo.- ¿y las camisetas? ¿Y la media docena de calzoncillos? ¿Y ese pantalón? Porque usted no es tonta no, ha ido a coger el más caro

Carmen.- bueno Juan que no tengo ganas de discutir y me tengo que ir a hacer la comida, dale las quinientas pesetas y vamos para arriba

Manolo.- Quinientas cincuenta

Carmen.- anda tío rácano, vamos ahora a andar discutiendo por cincuenta pesetas que no van a ningún sitio

Manolo.- ¡a joder!   si es por eso y no van a ningún sitio deme seiscientas

Carmen.- bueno que ya está todo hablado, ¡chica! Trae unas bolsas para meter esto.   Juan, venga, dale al señor las quinientas pesetas

--- metió la mano al bolsillo sacó cinco billetes de cien y se los dio al señor—

     Carmen ya había cogido las bolsas cargadas y salía de la plaza calle adelante

Forastero.- Bueno gracias

          – Son las únicas palabras que pronunció Juan-

Manolo.- con dios señor, buena tratante ha encontrado usted.

   La próxima vez mejor viene solo.

 

 

 


 

     

 

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