El lapicero
dormido
imaginaba un poema.
Los tacones, tatuaban en el suelo
los sonidos del alba.
La falda de
cuero, que no cubría
más allá
de sus caderas
bailaba el alcohol.
Su blusa, marcando el frio,
jugando con sus
botones.
Bolso vacío en
su mano,
pidiendo a gritos
un beso.
Tras los cristales, la pluma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario