domingo, 31 de enero de 2016

Valdeluna cap.- 17 y FIN





     Primavera y el párroco, eran tal para cual.
        Ella siempre preguntando cosas y él,  intentando responder sin tapujos, pero en un lenguaje llano que comprendiera, aunque en ciertas cuestiones se sentía cohibido y desbordado.
   Por las mañanas a primera hora tocaba misa. Luego mientras ella iba al colegio, Claudio limpiaba la casa y preparaba la comida.     Ella tenía una gran obligación, estudiar.
         A las tres y antes de ponerse a hacer los deberes, fregaba los cacharros, (si había algo que Claudio no perdonaba, era la bendita sienta)
     A las seis, salían a dar una vuelta por el campo,  él se empeñaba en hacerle comprender la existencia de dios y ella en enseñarle las cualidades de las plantas.  Por lo que ninguno de los dos, prestaba mucha atención a las palabras del otro.
     Antes de que anocheciese a cenar, un rato la tele y a dormir, así día tras día excepto sábados y domingos que se pasaban todo el tiempo discutiendo, a cuenta de las feligresas que iban a limpiar y adornar la iglesia.

       Llegaban las vacaciones para todos los niños y niñas del pueblo, se acababan las clases y el mismo Claudio se encargaría de que no olvidase lo aprendido.

     Durante el verano, primavera disponía de demasiado tiempo libre.
    Se dedicaba a dibujar sobre todas sus inquietudes.
      Aquellas láminas que solo ella comprendía, le hacían reflexionar, sobre la conveniencia de seguir allí. 
      Los habitantes de aquel lugar eran personas a la que no llegaba a entender, para Claudio era una carga y un motivo de enemistad con sus vecinos.
   Extendió los dibujos sobre la cama y los analizó uno a uno antes de tomar una decisión.

             Maltratan de la madre naturaleza diezmando sus montes, ensuciando sus ríos, dejando las mejores tierras perdidas por no trabajarlas.
        Reniegan del sol, la luna y las estrellas, a cambio de una egoísta devoción a lo intangible.     A algo o alguien, de quien solo se acuerdan cuando tienen que solicitar una ayuda inexistente, un imposible.    Para pasado un tiempo, renegar de aquello tan venerado por algo que el párroco denomina falta de fe.

Poseen armas, con las que salen al campo a masacrar y vuelven con las animales colgados de su cintura, con el único afán de demostrar su supremacía sobre el resto de especies.

    La pantalla del televisor, es un nido de arpías criticar posibles defectos, en vez de ensalzar virtudes.
Los informativos (lo que más le gusta ver a Claudio) un simple  muestrario de hambre, destrucción y muerte, siempre infringidas a aquellos que parecen distintos, dejando constancia de la prueba del poder establecido y de su superioridad.

      Desde pequeños se les fomenta en la codicia, quien más tiene es quien más vale, la educación es un simple proceso que prescinde del respeto elemental  a todas las cosas y la cultura no se vasa en conocimientos, tan solo en lo que se aprendió el día anterior y mañana ya estará olvidado.

        Convierten a sus mayores en muebles arrinconados hasta que llega su muerte y entonces, con llantos y un ataúd ornamentado con flores, interpretan el acto del sufrimiento por su perdida y ensalzan sus cualidades, como tributo póstumo.

          Las palabras dar, compartir, hace tiempo cayeron en desuso.       La propiedad de las cosas es el bien más deseado, los billetes y monedas, son la única forma de trueque entre personas, y el valor de los objetos solo lo dispone la oferta y la demanda.

         No conocen el sabor a barro, ni el aroma del fuego de encina. Beben en vasos de cristal, utilizan cucharas y tenedores de metal.   Cocinan en ollas rápidas sobre un fuego artificial y desprecian los alimentos que quedaron de sobra, tirándolos a la basura, quitándole importancia a aquello que es tan imprescindible.

        El tiempo lo miden en minutos y horas. Con los días forman semanas, meses y años.   Tienen prisa por llegar a ningún sitio. Por saber lo que hay detrás del horizonte sin preocuparse de mirar debajo de sus pies.   El pensar que lo importante solo es aquello de lo que uno carece.      Sobre todo esto, le hizo recordar a primavera el día en que levantó el vuelo.

Seis meses habían pasado.     A mediados que aquel que ellos llamaban septiembre, antes de que el frio llegase y las nieves cubriesen las cumbres, se dio cuenta que era ya hora de regresar a casa

Primavera.- padre, llegó la hora de marchar
Párroco.- ¿tan pronto?
Primavera.- ya sé quien quiero ser y donde he de vivir el resto de mis días
Párroco.-  ¿Puedo ir contigo?
Primavera.- ese, al que llama su dios, le necesita aquí
Párroco.- después de este tiempo a tu lado, no tengo yo muy claro para qué
Primavera.- alguien ha de cuidar de ese campanario, el que con alegría recibe al que viene y solemnidad dobla a quien se va.

      Esa noche aprovecharon el tiempo, sentados junto a la mesa, dieron buena cuenta de tazones de cacao con leche y la caja de pastas.  Rememoraron cada momento que habían compartido. Cambiaron la desolación de la despedida, por la alegría del recuerdo, una experiencia que no les importaría volver a repetir.

         Al amanecer, primavera abrió la bolsa que tenía en el armario, se atavió con las ropas propias de su aldea.

Párroco.-  ¿no te llevas la ropa? Es tuya
Primavera.- así vine y así me he de ir
Párroco.- sé que es bobada insistir, pero cuando tengas un ratito al acostarte, reza como te he enseñado
Primavera.-allá donde voy, tendré todo lo que necesito, nada he de pedirle
Párroco.- no pidas para ti, pide por mí
Primavera.- le prometo que lo haré, aunque no sé si me atenderá
Párroco.- tu hazlo… seguro que sí
Primavera.- no alarguemos más este momento, mi decisión no es irreversible
Párroco.- adiós mi pequeña, cuídate mucho y no cambies, no cambies nunca
Primavera.- hasta siempre padre


       Claudio se subió al campanario, para despedirla con aquel repique de campanas que la atrajo hasta allí.
Primavera se fue alejando por la misma calle por la que había entrado. Llegó a la curva y se sentó, hasta que las campanas dejaron de sonar.  Sin volver la vista atrás se dirigió hasta la montaña para ascenderla.

               Una vez en la cima, descansó en aquella piedra tan recordada.      Con una vara, dibujó unas líneas en el suelo. Miró a un lado, al otro y entendió que hay ciertas cosas que son incompatibles.    Nadie había sabido de la existencia del bello y pequeño poblado de Valdeluna y nadie debía saber lo ocurrido al otro lado de aquellos muros naturales, que encerraban la inigualable forma de vida de aquel valle.


VALDELUNA... Final

       Reina la naturaleza
Como madre de las cosas
En mi aldea imaginaria,
Insectos, pájaros, vientos,
Que transportan las semillas
Todas ellas necesarias,
Algunas imprescindibles
Como la lluvia y el sol
Que empujan a despertarlas.

      Las manos encallecidas,
Áspero astil de madera,
Ayudan a que los frutos
Broten de la madre tierra.
    Trabajo, sudor  y polvo
Han curtido su riñón,
El respeto, la paciencia,
Los consejos del abuelo
Son nido en su corazón.

     La palabra paz, no existe
Pues nunca existió la guerra,
Tampoco existen los pobres
Pues nadie añora riqueza.
    No hay nadie que se cuestione
Su libertad personal,
Para qué quieren justicia
Si no conocen el mal.
     Para que tener un dios
Que te premie con el cielo
Sin conocer un demonio
Que te castigue al infierno,
Dejemos girar la rueda,
El calor para el verano
Y el frío para el invierno.

     Un equilibrio constante,
Entre la noche y el día,
Tendrá que existir la muerte
Para que nazca la vida,
Valdeluna, sí que existe,
Pero la tengo escondida.

      Mi próxima historieta sucederá en otro sitio, otros personajes, otras circunstancias.
       Entre tanto, valdeluna seguirá allí, tranquila, ajena a inmundicias que azotan esta desequilibrada sociedad.


sábado, 30 de enero de 2016

Corazones encriptados




Salid de vuestro rincón
corazones encriptados
por hambre de extinto amor,
cantaznos en poesía
las ilusiones, los sueños,
la copla de ese lamento,
porque creyó alzar el vuelo
y se quedó en el intento.

Dejad que broten los versos
pluma de pavo real,
que corra la tinta en lienzo
con vestimenta enlutada,
liberad toda la pena
que está en el pecho encerrada.

Sacad a la luz la angustia
que ingrávida tiene al alma,
cruzad de una vez el rio
ahora que el agua está en calma,
y emprended nuevos caminos
antes  que despunte el alba.

De amores y desamores,
melodías y silencios
se compone la existencia
amistades y traiciones
agua, fuego, tierra y aire
la base de la experiencia.

Salid de vuestro rincón
corazones encriptados,
no es digna la muerte en vida
de cuerpos  con lozanía
hechos para ser amados.









Valdeluna cap.-16



Párroco.- vamos primavera que nos dan las uvas
Primavera.- ya estoy.   Estaba pensando
Párroco.- muy guapa.   Vamos a repicar
         Por una estrecha escalera de piedra, subieron al campanario.   Claudio cogió las cuerdas que sujetaban los badajos y comenzó a moverlas marcando el ritmo con sus codos y muñecas.
Párroco.- ¿lo quieres intentar tú?
Primavera.- hágalo usted otra vez, pero más lento
Párroco.- lo intentaré, pero lento me es más difícil
   Claudio, fue explicándole los toques que daba en cada campana
Primavera.- a ver déjeme
Párroco.- lo haces muy bien
Primavera.- pero al final me confundo siempre.
Párroco.- a mi me enseñó un sacristán que ya murió, y seguro que ni él, se ha dado cuenta
Primavera.- es divertido
Párroco.- ya está, ahora vamos a la sacristía y allí dentro esperamos al personal.
      Mientras esperaban, primavera lo cosía a preguntas sobre quienes eran esas personas que había puestas en las paredes, cuál era su trabajo y porqué vestía distinto a los demás. Pero no se atrevió a preguntar por el señor del altar (el clavado a los maderos)
       Claudio se asomaba de vez en cuando por la rendija de la puerta.  Una vez parecían estar todos, salió y serio se puso delante del altar.
Párroco.- Ssss, silencio, como bien sabéis dentro de unos días, entramos en la primavera, pues bien, este año ha venido adelantada, así se llama la pequeña, para la que os he solicitado ropa.
          El desparpajo de la jovencita, se vio amedrentado por la cantidad de pupilas expectantes y los cuchicheos.
       Más bien parecía fuera, una atracción de circo, que una simple niña.
Párroco.- por favor…   esta, es primavera. Solo dios sabe de dónde viene y cuál será su destino.   Solo él, sabe el porqué ha llegado y con qué misión nos la ha traído. Demos gracias al señor nuestro dios por habernos escogido
Todos.- te damos gracias señor
Párroco.-  mientras se encuentre entre nosotros, en este tiempo, necesitará alojamiento;   una habitación, ropa y un plato en la mesa.  Nuestra comprensión,  ayuda para integrarse en esta sociedad desconocida para ella.
  Tendrá que ir a la escuela, para adquirir conocimientos y yo me encargaré de que conozca y venere a Jesucristo nuestro señor.    Ahora me gustaría saber que familia se presta voluntaria para acogerla en su casa, pues sabéis que la mía solo dispone de una alcoba.

    Las cabezas se inclinaron, el silencio se hizo presente, los hombres cruzaron sus brazos y las mujeres pusieron su mano en la boca, provocando una estúpida tos.

Párroco.- parece ser que la caridad cristiana, esa que yo creía haber explicado bien, no se conoce en este lugar.
         Tal vez si os hubiera dicho que es fuerte, que no es necesario que vaya a la escuela, que un montón de paja le sirve como colchón y que podíais contar con ella para hacer las labores domesticas.  Alguna mano, tal vez más de una, se hubiera levantado.
   Está bien.    Don Felipe, usted no solo le dará clases en la escuela, también la proveerá de lápices y cuadernos en los que hacer sus deberes.        Virgilio;   coja usted el cestillo de las limosnas y pásese banco por banco, hasta que haya suficiente para comprarle algo de ropa y unos zapatos nuevos, la que lleva puesta ahora es prestada.
   Señora Angustias, siempre exaltando la labor solidaria de la asociación que usted preside.    Pues bien, ustedes se encargarán de conseguir una cama, colchón, mantas, para ponerlas en el comedor de mi humilde casa.    Por supuesto, en ella dormiré yo, pues mi cuarto y  cama ya están ocupados.
       Pondré un cesto en el soportal de la iglesia y espero que todos los días en él se vea su generosidad en forma de alimentos, algo con lo que hacer un guiso  que poder llevarnos a la boca.
    Ahora como siempre digo, podéis ir en paz, tened por seguro que yo y mi conciencia así nos vamos, en paz.

   Llegaron a casa, se sentaron en el pequeño comedor y apoyando los codos sobre la mesa, volvieron sus rostros mirando a la ventana.    Los dos sentían una vergüenza ajena que no les permitía ni abrir la boca.
      Claudio, pensó en cómo romper aquel hielo que les abrasaba por dentro.
Párroco.- ¿estás bien?
Primavera.- no
Párroco.- yo tampoco
Primavera.- creo que lo mejor, es que me vaya, hasta el negro camino que me ha traído hasta aquí, trató mejor mis pisabas.
Párroco.- no, no sé porque dios, te habrá puesto en mi camino,  pero no pienso renunciar a este ofrecimiento que me hace.      Solo un ángel, puede poseer la pureza que se alberga en tu interior.
Primavera.- yo no quiero quitarle su cama, una manta en el suelo, es suficiente para mí.      Padre, si no le molesta pasaré aquí la noche y al amanecer, como todos los días saldrá el sol y yo, pues me despediré de usted
Párroco.- no creas que mi vida ha sido un camino recto. Decidí coger el sendero de la luz y paso a paso lo he ido convirtiendo en desoladoras tinieblas. En ti, he visto de nuevo la claridad.      Te ruego permitas, que purgue mis pecados practicando lo que siempre debí hacer y nunca obré
Primavera.- no lo entiendo
Párroco.- lo sé, con el tiempo me entenderás, pero dame un poco de tiempo

    Llamaron a la puerta.   Unas cuantas caras de quijada dislocada, dejaban apoyado en la pared, un somier con patas, un colchón y unas mantas.

Párroco.- échame una mano Primavera, hay que sacar la mesa y las sillas al pasillo para poder acomodar bien la cama junto a la pared
Primavera.- entonces ¿esta es mi cama?
Párroco.- no esta es la mía.  Tú eres una señorita y tienes que tener intimidad.   Además, a mí me gusta ver por la noche un rato la televisión
Primavera.- ¿Qué dice que ve por la noche?
Párroco.-  ay mi niña.... Cuantas cosas tenemos que aprender los dos.



jueves, 28 de enero de 2016

Para la Libertad




     Envuelta, entre tinieblas,
disimulando tu aspecto
te alojas en sus entrañas,
ocultando con sigilo
esas garras afiladas,

    Bicho infame que mancillas
el alma de una sirena,
que a la mar quiere volver
y está varada en la arena.


    Para expulsarte muy lejos
exorcismos yo te haría,
pero también estoy preso
atado y amordazado,
de impotencia estoy cautivo
y la rabia me ha cegado.

     Te aferras como una lapa
inmunda y  cruel sabandija,
creyéndote poderosa
en tu guarida escondida,
pero no he de permitir
que puedas con nuestras vidas,

     He de romper las cadenas
y libre volver a ser,
he de gritarle a los cielos,
abrir los ojos y ver,
y arrancarte con mis manos
del pecho de esa mujer.


mi apoyo solidario a todas las poetas colaboradoras en 
Mujeres y Plumas III



miércoles, 27 de enero de 2016

Nº 500. Mi Musa



   



  El 13 de Agosto de 2015, publicaba el nº 400. Se trataba de una sinopsis del autor y el tiempo sigue pasando.

                A primeros de año, después de reyes, cuando este blog contabilizaba 475 publicaciones, empezó a inquietarme la idea de quién sería la persona, cosa o motivo, que debería ocupar este nº 500.

      Pensé en mi difunto suegro.  La noche en el hospital, fue la primera entrada en tiempo real de este, mi blog.

      Pensé en esa encantadora ciudad (Cuenca) la que me vio nacer hace tantos años, en la que pasé mi infancia y parte de mi juventud…   En esta otra (Zamora) que me acogió, en la que sigo viviendo y donde formé mi nueva familia.

            Pensé en cada uno de aquellos que merecen estar reflejados y perpetuados una y mil veces en mis escritos: Mis padres, mis hermanos, mi mujer, mis hijas, familiares, amigos; esos, nunca hasta ahora nombrados y no por eso olvidados;  otros, que aún estando plasmada su esencia en algún personaje, tal vez no se hayan reconocido.

    Porqué no recordar a esos entrañables protagonistas de mis historias. (Francisco, Angélica, Felipe, Flavio, Matías, Aitor, Olga, Clara, Primavera) junto al elenco de personajes que los han acompañado.   Los que tantos buenos ratos me han hecho pasar y a los que he llegado a querer,   como no podía ser de otra manera.

       Entonces me di cuenta que todo era MI. El posesivo se repetía insistentemente. ¿Y porque no ocupar el nº 500, con un YO? ¿Pero? ¿Quién soy yo?

    Volví al mí, y busque algo dentro de mí, pero todo lo que había era yo.

     Entonces, abrí el diafragma de mi objetivo. De frente, la pantalla de mi ordenador, compañero de fatigas a la hora de escribir.  Un poco más allá, un piano tapado con una manta, representando la música;     una amiga, a la que tantos años brindé y que fue mi compañera de viaje,  por esos mundos de dios.   Tomando un café con leche, jugando en el móvil, mi queridísima esposa,   la dueña y señora,   la fortaleza que todo lo abraza,  el tesoro más preciado que aquel día, en mi camino se pudo cruzar.   En su habitación, ya dormida, esa primorosa adolescente,  mi  moza pequeña, la melodía que me ha devuelto muchas de las ilusiones que había perdido por el camino y me hace revivir cada día con esperanza en el futuro.

            ¿Cómo escoger solo una cosa? ¿Cómo poner todas sobre la palma de la mano cual copos de nieve y derretirlos con el calor de mi ser?     Ya estaba a punto de dejar pasar el tiempo y cuando llegase la hora pensar en algo improvisado.

          Entonces, volví la mirada.         He de reconocer, que en ella, en este aspecto precisamente, no había pensado para este nº 500.

           Ahí, como siempre a mi lado, estaba sentada en su silla de ruedas,  callada,  esperando un pequeño guiño para regalarme su gran sonrisa llena de ilusiones.      Me recordó que es Ángel blanco perdido en el paraíso.   Ninfa, que con sus brillos, me ha guiado por la oscuridad de los mundos, de los sueños.  Hada de cuento, mágica bondad, que convierte mis grises de soledad, en bosque encantado lleno de colores.

           Con ella represento a todos, porque ella, es quien los piensa y los plasma en este sitio;    donde entona sus alegrías y comparte con todos nosotros una sabiduría, la que seguro, aún está lejos de nuestro entender.
    
    

… Mi Musa,

   Encantadoras pestañas
como alas de mariposa,
que provocan en su vuelo
la brisa que ha de mover
los pétalos de una rosa,
que al aire brinda su aroma
para paliar desconsuelos
de nostalgias amorosas.

   Boca con brillo de nácar
que le da luz a la noche
cuando la luna está ausente,
recitando melodías,
arpegiando los sonidos
de pensamientos latentes.

  Mirada que reivindica
respeto, amor y pan
en este mundo de locos,
comprometidos deseos
contra las desigualdades,
derechos universales
no solo para unos pocos.

Musa que estando a mi lado
inspiras bellas palabras,
lindas para quien escribe,
y también para el que lee,
afiladas para el alma
de quien reflexiona y piensa,
ironías que con frases,
de la vida se alimentan,
incomprensibles de aquellos
que ni siquiera lo intentan.

    Gracias musa cristalina
por enseñarme a sentir,
a interpretar pensamientos
que parecen baladí,
a pensar en prosa y verso
lo que en tus sueños yo vi,
durmiendo sobre una nube
solo... Contigo aprendí.



Contigo Aprendí... Armando Manzanero.
interpretado en la voz de SIMONE
Gracias

a:   Ana Sánchez (mi esposa)
y Lucía Torrijos (mi hija pequeña)
por vuestro apoyo incondicional

a:   Raquel Torrijos (Quely)
por hablar con su mirada y estar a mi lado para dictarme bellas palabras.

a:   Mis padres y Hermanos,
que desde la distancia, me dan ánimos para seguir hacia delante.

a: Los lectores de mis escritos,
que a veces… hasta me entienden.

Gracias




Carlos Torrijos
C.A.R.L. (España)


martes, 26 de enero de 2016

Valdeluna cap.-15





                   Llegó el día esperado, todo estaba decidido.
     Sus ansias de aprender hicieron que aquellas alas se desplegasen al viento, con el tercer plenilunio.
    Mientras todos dormían, cogió el hatillo y marcho por el sendero de la cima. Arriba, sentada en aquella piedra donde tantas veces había estado charlando con Matías, esperó a que amaneciera.
       Descendió la ladera y siguió sin rumbo, por el ancho camino de color negro.
             Pasado un rato, escuchó un ruido extraño que se aproximaba.  Sin pensarlo se escondió rápidamente tras unos matojos. Un carro pintado de color rojo, como una casita con cristales; andaba solo, sin ser arrastrado por ningún animal y a una velocidad que asustaba.
   Todo eran grandes campos, inmensas extensiones de tierra arada. ¿Cuántos burros se necesitarían para todo ese trabajo? Y ¿Cuánta gente viviría en aquel lugar?
      Cansada de andar, se sentó en un zopetero, sacó un cacho de pan,  pero cuando se disponía a dar el primer bocado oyó una música cercana,  eran campanas, pero no sonaban como las  que hacía sonar juanillo, no, estas sonaban más fuerte y muy graves.
     Se dirigió al encuentro de aquel sonido, tras la curva, de repente ante sus ojos apareció un pueblo.   Las calles eran anchas,  las casas grandes,  las puertas y ventanas enormes.      Al fondo en una plaza una gran edificación, como  las que había visto en las laminas que había en el baúl de Don Genaro y en lo alto de la torre, dos grandes campanas daban vueltas y vueltas,  haciendo un sonido ensordecedor.
        Los formidables portones estaban abiertos así que entró.     Sus albarcas se asomaron a una gran sala llena de bancos, había estatuas de personas subidas en alto en las oquedades de las paredes, siguió andando por el centro mirando de lado a lado hasta tropezar con unos escalones.  De frente se encontró con una mesa vestida de fiesta y al alzar la cabeza, su mirada se estremeció.
   Un pobre hombre,  desnudo,  estaba clavado a unos maderos, portaba en su cabeza una corona de espinos y la pena se reflejaba en su rostro.
   Crujieron las bisagras de una pequeña puerta, por ella salió un señor gordo y calvo, vestido con una bata negra que le llegaba hasta los pies.

Párroco.- ¿Quién anda ahí?
Primavera.- buenos días, soy yo
Párroco.- y… ¿tú quien eres?
Primavera.- soy Primavera
Párroco.-  tú no eres de aquí ¿de dónde vienes vestida tan zarrapastrosamente?
Primavera.- simplemente he llegado y esta ropa es todo lo que tengo
Párroco.- bueno niña, pues eso habrá que arreglarlo.
 ¿Has comido?
Primavera.- me disponía a comer sentada este cacho de pan cuando oí el sonido de las campanas, pero ya que estamos los dos, si quiere lo compartimos
Párroco.- gracias, pero mejor…. Ven
  Los dos juntos salieron de allí para dirigirse a la casa de al lado.
Párroco.- entra y siéntate que ahora vengo
   Él se perdió por el pasillo adelante.
     Los ojos de Primavera, no sabían dónde mirar. 
   Que mesas, que sillas, que mueble, que ventanas, que suelo, que todo.
Párroco.- aquí tienes, ahora a comer
Que cuchara, que plato, que garbanzos… que hambre.
           La primera cucharada se detuvo a medio camino entre el plato y la boca.
Primavera.- ¿y usted no come?
Párroco.- no hija, yo ya he comido
Primavera.- ¿entonces?
Párroco.-  ¿entonces qué?
Primavera.- que si puedo comer yo
Párroco.- pues claro y dime ¿de dónde vienes?
Primavera.- eso no se lo puedo decir
Párroco.- me has dicho que te llamas Primavera, yo me llamo Claudio, pero todos me llaman padre
Primavera.- ¿padre? ¿Y por qué?
Párroco.- porque soy el cura del pueblo
Primavera.- ¿cura? ¿Qué es eso?
Párroco.- veo que tienes mucho que aprender, eres una niña muy rara, pero tu mirada es muy limpia y en estos tiempos, es una cosa digna de agradecer.    Mientras tú comes tranquilamente yo me tengo que ir a dar misa y en un rato vuelvo
Primavera.- ¿y yo?
Párroco.- no, mejor tú, te quedas aquí,  cada cosa a su tiempo,  no quiero sorpresas, estate tranquila que yo me encargo de todo

   Primavera se quedó allí, pensativa, comiendo aquellos garbanzos y observando por la ventana como a la plaza iban llegando personas vestidas con ropas de colores y brillo radiante,  parecían recién estrenadas.
   Entraron en aquel lugar bajo la torre de las campanas, permanecieron largo rato, después, todos volvieron de nuevo a salir y  se fueron apiñando junto a la puerta de la casa, miraban por la ventana, inspeccionando aquella habitación donde ella,  en un rinconcito escondida de los ojos hambrientos por saber, esperaba a que llegase de nuevo Claudio.

Primavera.- ¡por fin!
Párroco.- ya estoy aquí.    Ahora te traerán ropa nueva y luego iremos juntos a la iglesia
Primavera.- ¿Dónde?
Párroco.- a esa casa grande que hay aquí al lado
Primavera.- vale, iglesia, me acordaré
          Claudio, dio la luz y cerró las contraventanas, para que ella abandonase el rincón y se volviera a sentar.
       Primavera, con la boca abierta, miraba aquella cosa redonda que de pronto había empezado a brillar con tal fuerza que iluminaba toda la habitación.
Párroco.- a ver primavera ¿tú que sabes hacer?
Primavera.- yo…. De todo.       Se dibujar, aunque la gente no entiende mis dibujos. También se escribir y se me da bien preguntar para aprender.
Párroco.- ja, ja, me refiero a cosas de casa, como fregar, barrer, hacer la comida…
Primavera.- ¡ah!     También se impregnar la madera para que no le entren bichos con aceite del de los muertos.
        Claudio se quedó perplejo con aquella habilidad.
Párroco.- alto ahí.    Ya veo que contigo tendré que tener paciencia, pero eres lista y eso es lo que importa
                   (Una campanita sonó en la puerta).
Párroco.- ya voy…   
                     .- gracias Mercedes, ahora váyanse a casa y cuando haga sonar las campanas vengan de nuevo a la iglesia
Primavera.- ¿qué hay en ese saco?
Párroco.- no es un saco, mira es una bolsa y dentro está tu ropa.  Ahora entra en esa habitación y cámbiate.
   Espero que te quede bien, es de una niña de tu misma estatura.
    Claudio, le abrió la puerta y volvió a tocar la pared, en el techo otra bola comenzó a brillar.
      Que armario, que espejo más grande, que cama más alta y que bonita la colcha.      Abrió sus brazos y se dejó caer.       Que colchón más extraño, no se hundía, bueno pero tampoco era incomodo.
   Sacó la ropa de la bolsa y la estiró sobre la cama.  Qué bonita esa blusa y que falda más adornada.      ¿Y esto?  ¡Hala! Unas alpargatas con flores.
       Según se iba quitando sus vestimentas las doblaba y guardaba cuidadosamente en aquella bolsa. Se vistió de nuevo y se quedó un rato mirándose en el espejo.

Primavera.- ya estoy
Párroco.- pues sal, que estoy deseando verte
                  …. Recorrió el pasillo una linda joven, su cara resplandecía, sus largas y delgadas piernas, avanzaban lentamente, como si flotase en una nube.
Párroco.- ¿estás contenta?
Primavera.- si padre. ¿O lo debo llamar señor Claudio?
Párroco.-  mejor padre, si a ti no te molesta
Primavera.- eso, como usted quiera
Párroco.- ahora vamos al servicio
Primavera.-  ¿a servir qué?
Párroco.- mira esto es el servicio, algunos dicen váter y otros aseo.     Aquí en esta especie de  taza, es donde se hacen las necesidades del cuerpo,  esto un lavabo, esto es la bañera, en este armario, detrás del espejo, se abre y están los peines.    Ahora lávate la cara y las manos, te peinas y te espero, que hay cosas que hacer
       Primavera, tardó en salir un abrir y cerrar de ojos.
Primavera.- padre ¿y el cántaro del agua?
Párroco.- ja, ja, perdona no me di cuenta, levantas esta palanca y el agua sale sola, ves.      Cuidado, si la pones hacia este lado sale caliente y te puedes quemar.  Aquí tienes una toalla limpia, y después de hacer pis, pulsas aquí para que quede limpio.
      Primavera estaba desorientada, pulso en la cisterna y casi se cae del susto, el agua empezó a salir y ella no sabía cómo pararla. 
.- menos mal que no se ha encharcado todo
     Con cuidado levanto la palanca del grifo del lavabo. Que gracioso, salía un chorro de agua y estaba… uuum, templadita, que gusto lavarse así.
     Del armario cogió un peine y se aliso el cabello.
             Se miró en el espejo y por un momento el temor invadió su mente.      Primavera, había cambiado, ella se gustaba más como era en Valdeluna.
             Ya no había marcha atrás, demasiado tarde para volver y demasiado pronto para arrepentirse.