jueves, 29 de diciembre de 2011

Intriga

           La cuestión era que el regalo de cumpleaños fuera una sorpresa; había que mantenerlo en secreto hasta el día y hora señala
    Casi siempre, los regalos se han sabido con antelación, y muchas otras veces se han tenido en las manos un par de días antes de la celebración, sobre todo los de Lucia, que siempre lleva un par de ellos por adelantado: el de papá Noel lo tuvo el 22, el de reyes el 27, y seguro que en enero ya estará pidiendo el de su cumpleaños.
    Entre los dos, nos habíamos comprometido a guardar silencio, no podíamos decirle nada ni del ramo de flores, ni de la carta, ni de la canción. Parecía sencillo, pero según se iba acercando el día se iba haciendo más cuesta arriba.
    Cada modificación había que guardarla en sitio seguro y quitar del ordenador todos los accesos recientes e historiales, para no despertar sospechas ni dar pistas.
    A Lucia le temblaban las piernas cada vez que su madre le preguntaba ¿que me vais a regalar?. Ya no tenía fuerzas para tener la boca cerrada, estaba entre la espada y la pared, quería decírselo, pero entonces yo la llamaría chiflata, así que sacaba de donde no había y se hacía la despistada.
     Ha llagado el día, pero no la hora, el ramo se lo llevarían al kiosco a las 11.30, y un rato después publicaría en mi blog la carta y la canción, para que mientras la oía, leyese la felicitación.
    Nos hemos despertado muy temprano, le hemos hecho un café con leche y unas tostadas, luego hemos subido a ofrecérselo después de cantarle el cumpleaños feliz para despertarla, allí, cuando ha dicho: y mi regalo, ese ha sido el momento más duro, la pobre no sabía lo que hacer, quería darle aunque solo fuera alguna pista, pero yo me hacía el fuerte y la reprimía.
      Hemos bajado a la cocina un ratito antes de irse, pero Lucía ha preferido quedarse viendo la tele en su habitación, sabía que no iba a aguantar mucho más la presión. La verdad es que para mí, tal vez por la falta de costumbre, tampoco me ha resultado fácil guardar silencio.
          En fin, ya le llegó el regalo, cuando me ha preguntado que donde estaba la tarjeta, le he dicho que cuando tuviese tiempo abriese mi blog y ahora queda esperar al medio día para saber si le ha gustado. 
            Ja, ja, ja, que bobo estoy…….¿ y qué?

Felicidad

     He empezado de nuevo a componer después de tantos años. Como bien sabes, estoy por la labor de hacer el (seres queridos 2).
     Hay mucha gente, que no estaba representada en el 1º, y de la cual no me olvido, pero este primer tema, tenía que servir como introducción y guía, por lo que solo podía ser para ti.
     Hace tan solo unos días, a Lucía, no parecía convencerle mucho esta melodía; no dijo nada cuando le dije que escuchase los primeros compases, pero sus labios se torcieron y solo soltaron un simple bueno.
     Su opinión para mí, era muy importante, por lo que me puse a variar sonidos y estructuras de acompañamiento, sabía que sus gestos iban a ser mi mejor corrector, día a día, paso a paso, han ido cambiando, y por fin, sin preguntarle, dijo: me gusta.
     Luego se lo he puesto a Raquel, la expresividad de su cara me lo ha dicho todo, era la confirmación que esperaba, el momento de ponerse a hacer el trabajo informático para subirla al blog y dejar todo preparado para el día señalado.
    Tal vez las prisas por terminarlo a tiempo para el día de tu cumpleaños, no me haya dejado pulirlo lo suficiente en su aspecto físico, pero su alma, para mí, es lo que cuenta en este momento.
     He tenido que acostumbrarme de nuevo a poner las manos sobre el teclado, a escribir partituras y pasarlas al ordenador con el maldito ratón que mueve la flecha demasiado rápido, a volver a entender ese dichoso programa, en una versión diferente y para más coña en inglés, pero al final ha sido sencillo, simplemente he tenido que pensar en ti, en la palabra felicidad, unirlo dentro de mi ser y exteriorizar mis sentimientos; de repente salió esto.
     No sé si estará bien hecho armónicamente, no sé si el cambio tan radical de estructuras será agradable al oído, me es igual, tampoco he tenido tiempo de analizarlo, sólo sé que a mi tambien me gusta y espero que tú seas de nuestra misma opinión, que cuando lo he escuchado con los brazos cruzados sentado frente al ordenador, con los auriculares bajitos, dándole el ultimo repaso a la partitura, en la soledad de la noche, cuando las tres dormíais, me ha dicho lo que te quería decir, he cerrado los ojos y ahí estabas, radiante, feliz, con eso, me doy por satisfecho.
                    Queridísima Ana: Gracias por tu FELICIDAD.

Amada compañera


       ¿Cómo podría imaginar? aquel peto de tela vaquera desteñida, que después de tantos años seguiría junto a mí aquella niña, con cuerpo desnutrido y cara de hambre que se apeaba de aquel tren, reflejando en sus grandes ojos el alivio de estar de nuevo abrazada a quien la llevaría de regreso a casa, no sin antes, pasar por la cafetería a tomar un buen café con leche calentito, acompañado como no, de un gran bollo.
         Hiciste fortuna y pa casa, como decía tu padre; jamás hubiera pensado, que me alegrase tanto, de que algo te saliese mal, pero así fue y el destino no te apartó demasiado tiempo de mi lado.
       Ahora, felices, recordamos el pasado, cuantos buenos y malos momentos, cuantos altibajos emocionales, cuantos momentos de estrecheces económicas, cuanta felicidad, cuanto amor, cuanto luchar codo con codo. ¿Podemos quejarnos? bueno, por poder, podemos, pero tampoco nos ha ido tan mal.
       Ahora, junto a nuestras hijas, disfrutamos del presente, añorando su infancia todavía reciente, la mayor tan niña como siempre y la menor ya casi en la pre-adolescencia.
       Qué pena y que orgullo ver cómo pasa el tiempo por ellas, (por nosotros no pasa).
             Miramos hacia el futuro, y pensamos: un año más que ha caído;  y eso es lo importante, que vaya cayendo, pidiendo de año en año.
      En el día de tu cumpleaños (y todos los demás) deseo que seas muy feliz, que no te importe seguir aguantando a este pelma que te escribe, que sonrías cuando Lucía te vacila, eso es que va empezando a tener sentido del humor (menos cuando es ella la protagonista de la guasa), que con Raquel sigas siendo la madraza que siempre has sido y le sigas robando carcajadas a la hora de cambiarla; Eso, que a alguien le parecería poco, es todo un mundo. Para conseguir el resto de cosas, ya seguiremos luchando, juntos, como siempre.


               Lucia.- Mamá, eres la estrella que ilumina nuestro camino, en el día de tu cumpleaños, mis manos llenas de amor, un saco lleno de besos y un ramo precioso de flores.
     Tu, siempre resplandeciente, bañada en polvo de hada, cubriéndonos con tu estela.


F E L I C I D A D E S     MAMÁ
Te queremos mucho.

martes, 27 de diciembre de 2011

Más arte

Me siento orgulloso de poder mostrar lo que he recibido en estas navidades.
      Es la felicitación del escriba de la familia. Todo un regalazo.

lunes, 14 de noviembre de 2011

11 / 11 / 11

En la mañana del 11/11/11. Acudí junto con otros compañeros a un acto que se celebraba en la puerta de la Diputación provincial.

   Un alcalde, (junto con una treintena de vecinos que han llegado en autobús) llegaba andando desde su pequeña localidad, situada a 120 Km. al noroeste de la provincia, para solicitar al presidente de la diputación ayuda urgente para intentar paliar el estado catastrófico en que el anterior equipo de gobierno había dejado al municipio.

   Debido a que hace poco tiempo la compañía eléctrica le había cortado el suministro a las dependencias municipales, uno de los lemas que coreaban era: Queremos luz, no enchufes.

  Al grupo de gente con quien estoy, se acerca un señor mayor (80 años) vecino de dicha localidad y empieza a explicarnos como se ha llegado a dicha situación.   Según este señor, allí  nadie pagaba arbitrios, ni se sacaba licencia de obras, ni se contabilizaban los ingresos y gastos que tenía el ayuntamiento, en caso de que los hubiese, que cada uno hacía lo que quería, construía donde le daba la gana, y como nadie decía nada aquello había sido los últimos quince años, (siempre según  palabras textuales) una ciudad sin ley.

  Nos comenta, que nadie se esperaba esta situación, aunque eso sí, todos iban a gusto en la burra.   Mi perplejidad comienza, cuando dice que ha estado de secretario en un par de pueblos durante cuarenta años; en ese momento me pregunto: ¿Pero este señor no se esperaba este desenlace? no me lo creo, y que me perdone por dudar de su palabra.

  Mi asombro, y creo que el de todos los que allí estábamos se incrementa con frases como: Con franco esto no pasaba, la democracia en una mierda, soy de los pocos que votó NO a esta constitución que no vale para nada, aquí hay tres dictaduras: el PSOE, el PP y la Guardia Civil.

   Se vanagloria de que cuando él, estaba de secretario y a algún amigo le ponían una multa, él llamaba a dos testigos falsos, y cursaba un recurso para que la denuncia fuera retirada. 

   Las ganas de decirle cuatro cosas, no creo que solo estuviese en mi interior, pero el no montar bronca en ese acto, hace que todos permanezcamos mudos ante tanta barbaridad.

  Al final se declara “indignado” por que  lo denunciaron por no llevar puesto el cinturón de seguridad y no le quitan la denuncia.

   En ese momento no puedo expresar lo que pienso porque me pondría a su altura;  añade, que siempre había votado a la derecha, pero que en estas elecciones no lo iba a hacer como castigo.

  Señores y señoras, me considero inclinado a la izquierda, pero le pediría a este señor, que su voto fuera en blanco (que creo es su intención), ningún partido de este país en todo su amplio espectro político, se merece la papeleta de esta persona.

lunes, 24 de octubre de 2011

La risa de Raquel

      Desde que el antiguo ordenador de casa se estropeó, muchas cosas han ido quedando en el olvido, cosas que echo de menos, como programas de música que ya no existen, plantillas de Excel, que había diseñado a mi antojo para llevar una serie de cuentas y sobre todo archivos, archivos que nunca guardé en ningún sitio, y aquellos que copié, jamás me preocupé de ordenar, pensando que eso nunca ocurriría, que ya haría una copia de seguridad cuando tuviese tiempo, tiempo que me quitó la razón un día por la mañana.
   Pasados unos meses, nos decidimos a comprar uno nuevo, muy majo, con la pantalla plana y altavoces incorporados,  no aquel monitor que ocupaba toda la mesa, muy  guay, (a Ana, le encantó nada más verlo) demasiado actual para mí, no reconoce los discos que tenía guardados en el cajón, (algunos programas hechos para Windows 95), tiene un lector para todo tipo de tarjetas, pero la disquetera no existe, y lo poco que había guardado era en diskette, en fin toda una ruina para los que pensábamos que nos manejábamos un poco con las nuevas tecnologías, las que ahora no nos dejan ni cometer una falta de ortografía, en seguida sale la rayita roja, esa ondulada que parece gritarte: zote más que zote.
   Pues bien;  esta mañana, encontré en el garaje un CD, me disponía a tirarlo cuando algo me impulsó a abrirlo, para ver que había en él.   Sorpresa, allí estaba un artículo, que había buscado muchas veces en la hemeroteca de “la opinión de Zamora”  sin obtener resultados, ni si quiera sabia la fecha exacta en que fue publicado y claro así era imposible, solo puedo decir que lo guardé en el ordenador con fecha 21/07/2003.
   El artículo, fue un regalo precioso que hizo un amigo que trabaja en dicho periódico a mi hija Raquel, el año que le compramos la silla nueva y ahora que lo he encontrado quiero compartirlo con vosotros.

 AL GRANO
  
La risa de Raquel
 

CELEDONIO PEREZ

    
          Raquel tiene una cara preciosa, de angel bueno.      Ojos castaños que iluminan un rostro con aura pícara.      Se ríe constantemente. «Raquel, qué guapa estás, pareces una modelo...».      Y dibuja una sonrisa sin complejos. «Raquel, dame un beso».     Y vuelve a esbozar una mueca de agrado para agradecerte el contacto.      No habla, pero da igual. Comunica con los ojos.      Y sus padres: Ana y Carlos la entienden.     Es de una sensibilidad extrema.     Si alguien grita a su lado, se asusta.     Si la puerta golpea contra el marco, se estremece.    Y cuando alguien la quiere, quiere más que nadie.
    
Su hermana Lucía, un comino picante y supersónico modelado en forma de muñeca que agarra a los gatos por el cuello y se pone las cajas de leche abiertas encima de la cabeza antes de que se desparramen por el suelo, es su guardaespaldas más fiel.     Y su muñeco de trapo es su amigo más íntimo, al que le habla por las noches y le cuenta lo difícil que es comunicarse con esos otros que no se llaman Lucía, Ana, Carlos, Rosa, Antonia o Lázaro.
     Acaba de estrenar una silla de ruedas y está contenta.     Es más cómoda que la otra, que era de bebé.      Lástima que ahora haya que tirar las puertas de casa porque el artilugio no cabe.    Otro gasto más.     Ha notado a sus padres disgustados.    Algo le han hecho esos que están siempre sentados.      Son como los de las batas blancas, siempre hablan con sus padres y ella no entiende nada.     A veces le hacen daño.     Es para que te cures le dice Ana pero no se lo cree.     Para ponerme buena y resulta que me ponen vendas por todo el cuerpo.    No me gusta.
Raquel lo entiende todo.     Le hablas con cariño y a ella se le escapa la sonrisa por la boca.     Pero lo que más le gusta es jugar con Carlos.      Su padre la abraza como para romperla y ella ríe y ríe.      Le da un golpe en las piernas y ella más carcajadas.    Así es de agradecida.     Como un sol dice su madre, como una niña de ocho años que lo único que quiere es cariño, digo yo.     Lástima que haya quien dé disgustos a sus padres.    A esos no les sonríe.      La asustan.     Son malos.

A tí Cele, por su puesto:
 Gracias, muchas gracias.


jueves, 20 de octubre de 2011

Anoche soñé con tigo 2

Al sueño anterior, le faltaba de poner una música. 
  

   Este no es un tema al uso;  la primera parte, formada por  36 compases, teniendo en cuenta que los hay, de 2/4,  4/4 y alguno que otro de 9/8, debido a que mi forma de interpretarlo siempre fue un poco caprichosa, la compuse el año en que la conocí, en aquel sótano donde daba clases.
    Nunca me atreví a escribirlo en partitura y siempre lo utilicé únicamente para probar la afinación de los pianos en su último retoque, siempre cuando estaba solo, tal vez tenía miedo de que alguien escuchase algo que era mío, sólo mío y de ella, y por eso ni ella lo debía de saber.
    Los compases siguientes son fragmentos que recuerdo de bocetos inacabados, proyectos que nunca llegaron a tener titulo y que estaban arrinconadas en mi memoria.    Para acabarlos, tendría que estar en el pasado, sintiendo aquellas vibraciones que me hicieron poner las manos sobre el piano, yo sé cuáles eran;  puedo imaginar grupos de acordes, puedo intuir la melodía y el tiempo, pero todavía no he aprendido a inventar sentimientos.
    Puedo interpretar situaciones y manipularlas para crear un escenario distinto, donde la realidad y la ficción se confundan en una amalgama de verdades, mentiras e hipótesis de lo que pudo ser y no llego a pasar, ó de lo que fue y jamás debería haber sido.
    El problema está cuando uno quiere ser sincero con sigo mismo y contarse una alegría o pena, un momento de felicidad o  frustración para entender las sensaciones que se experimentan en ese momento cuando los años pasen, e intentar que los tuyos, los de corazón, los que te importan, esos que se pueden contar con los dedos de una mano, (aunque en mi caso he de dar gracias, al igual que para tocar el piano necesito las dos), lleguen a entender quien eres y te conozcan un poco mejor.
    Hace tiempo que dejé a un lado, lo que ahora intento retomar, es decir ampliar el álbum SERES QUERIDOS; todavía está todo en sus fundas o envuelto en toallas: teclados, mesa, secuenciadores, equipo grabación.   Incluso tendré que echarle horas, para acordarme de cómo le hacía funcionar a todo e intentar modernizarlo, los disketes y cintas de cassete, ya pertenecen al olvido.
    Por eso, esto me ha tocado hacerlo nota por nota, en un antiguo programa de partituras, con la esperanza de que pronto pueda cambiarlo por otra grabación más digna al oído y con la expresión que se merece, mientras tanto nos conformaremos con esto como aperitivo.
    Con este cúmulo de notas, al que no me atrevo a poner final, espero volver a soñar y hacer soñar, a quien un día, encontró una pequeña ninfa en el bosque y jamás la olvidó;   yo además tengo la suerte de compartir la vida con ella.


martes, 11 de octubre de 2011

Anoche soñé con tigo

                Era una húmeda tarde de otoño, paseaba  entre las luces y las sombras de aquella espesa arboleda ojeando entre los arbustos por si encontraba algún níscalo, de pronto vi que algo se movía, según me aproximaba lenta y silenciosamente, percibía el sonido de un castañear de dientes acompasado con una agitada respiración.
     Había llovido y estaba empapada, allí, acurrucada bajo aquella gran hoja de helecho, con los ojitos cerrados y temblando de frio se hallaba una ninfa del bosque, cubrí su pálido cuerpo con una rebeca de lana que llevaba, abrió los ojos sin asustarse, eran enormes, claros, casi transparentes, su respiración iba siendo más calmada al tiempo que sus mejillas se tornaban de color rosa y sus labios dibujaban una curva de felicidad.
      Empezaba a anochecer, se incorporó, todo su cuerpecito hizo unos movimientos con gracia para sacudirse el agua y agitando sus preciosas alas, después de tocar mi frente con su dedo índice, desapareció entre las copas de los arboles.
             
                En el momento en que desapareció de mi vista, el sueño me transportó a una mañana soleada, en una playa desierta de arena blanca acariciada por un suave oleaje.
       Al fondo una roca parecía nacer de la orilla del mar; a sus pies sentada una sirena que entre sus brazos y envuelto en su larga melena tenía a un bebé.
       Lo acunaba dulcemente mientras tatareaba una canción de cuna con tal suavidad, que hasta las olas parecían no querer hacer el mínimo ruido al romper.
      Según su retoño se iba durmiendo, su movimiento iba siendo más lento y su espalda se inclinaba hacia atrás, hasta apoyar en  la piedra que las resguardaba de la brisa que soplaba desde el interior.
       Con un susurro y un gesto de sus cejas, me indicó que me levantase de su lado y alejase en silencio, para preservar el sueño de la criatura que con la cabecita sobre su pecho, dormía plácidamente.
       
                  Una ligera apnea, entre ronquido y ronquido me situó en un aula de techos altos, sus pupitres en pareja formando líneas hasta el fondo, sus grandes ventanales, su pizarra, el globo terráqueo sobre la mesa de la maestra, como siempre  situada en un altillo, los mapas físico y político cubriendo las paredes y como no,  niñas con coletas y niños peinados con la raya al lado.
     Estaba quieto en la puerta observando, de repente se acercó a mí una señora de altiva apariencia, con un traje falda-chaqueta gris y tan seria como bien peinada; era la maestra. Me agarró por una oreja y me llevó hasta el único sitio que se hallaba vacio en un pupitre del centro.
      Al mirar la pared que tenía en frente detenidamente, eché en falta los cuadros y el crucifijo que sobre el encerado presidian siempre las clases de aquella época.
      Dio un golpe sobre la mesa con su regla de madera, y el silencio invadió toda la habitación, cruzó sus manos y paseando entre los bancos, comenzó a explicar una lección de geografía; al rato dijo con voz fiera: abrid los cuadernos y copiad:    Los ríos más importantes de la península son, dos puntos, El Ebro, coma, que nace..............
      Según iba hablando pasó por mi lado; sentí un capón de los que pican un rato, giré la cabeza y ella con amabilidad y en voz baja dijo: Ánimo que vas progresando, pero desembocadura, se escribe con “B”, y que no se te olvide que antes de B siempre va M.     Cambió la voz y siguió dictando.
    De pronto un estrepitoso timbre rompió el silencio, cerramos nuestros cuadernos, nos pusimos en pie y cuando ella nos indicó, salimos despavoridos,  eso sí, sin carreras ni algarabías por los pasillos.
      Una vez fuera, miré a mí alrededor.
                

                Allí, justo enfrente se hallaba lo que parecía un antiguo palacete, tras el portalón de la entrada, se descubría un gran patio en el centro a modo de solárium, todo su contorno estaba lleno de cerezos y almendros en flor, a la sombra de los cuales, estaban situados los bancos de madera, que se llenaban los ancianos hasta la hora de fajina; esparcidos junto a ellos, por el suelo, yacían bastones, muletas, andadores.
      El único olivo que había, estaba a unos metros de la entrada, en el centro, como recibiendo a los visitantes; bajo él, de pie, con un libro en sus manos y solo visible para los que ya no tienen otra cosa que hacer, que sentarse al fresco, se encontraba una resplandeciente mujer que rebosaba alegría y la contagiaba a todos aquellos que la escuchaban.
      Me senté en el suelo, a su lado, dándole las gracias por permitirme verla y escucharla.  Ella me miró sonriente, hizo un guiño y siguió a lo suyo.
    Leía en voz alta un relato de padres e hijos, donde los abuelos, eran el vínculo de unión; cada vez que sus palabras referían una solución de la experiencia, muchos de ellos asentían con la cabeza.
     Las trabajadoras de aquel centro, seguían a sus quehaceres, sin dar importancia a que todos mirasen atentamente hacia aquel aceitunero, como si de algo habitual se tratase.
     Cuando el reloj que había sobre el balcón central dio la hora, cerró el libro y se dirigió lentamente hacia una puerta del fondo, todos se incorporaron, cogieron sus utensilios y la siguieron, como si de un rebaño se tratase, fiel a la orden de su pastor.
            

              Al despertar, abrí los ojos,  vi a mi lado a la mujer de mis sueños, todas y cada una de ellas estaban en ti (eras tú).
       Miré con ternura tu dulce cara, te abracé con suavidad para no despertarte; en ese momento, entre sueños, me abrazaste con fuerza y me diste un beso.       Volví a cerrar los ojos y abrazado a ti, seguí soñando con tigo.

martes, 4 de octubre de 2011

Estimada amiga

           Estimada amiga:

A ti, por la que un día dejé todo

A ti, que nunca conocí lo suficiente

A ti, a la que entregué mi adolescencia

A ti, que tantas veces enjugaste  mis lágrimas

A ti, que fuiste capaz de de mostrarme mis complejos

A ti, que supiste de mi soledad   y  te sentaste a mi lado

A ti, a la que con mi poco saber,   conté todos mis secretos

A ti, que me enseñaste a confundir  los defectos  con virtudes

A ti, que nunca pediste nada, como única manera de conseguir todo

A ti, que me permitiste decir las cosas más bellas sin usar ni una palabra

A ti, que me hiciste creer que te quería, sabiendo que mi amor era solo egoísmo

A ti, a la que abandone a cambio de nada



      Ahora, después de tantos años de sentirte ausente.

               Ahora, que intento de nuevo acercarme a ti.



No pido que me abraces,

Solo que bailes con migo en la distancia, marcando el mismo compas

No deseo molestarte a cada momento,

Solo contar con las pinceladas que en el aire deja tu siseo

No aspiro a ser tu amante,

Solo un trovador enmascarado bajo tu ventana

No pretendo un beso tuyo,

Solo deja que mis labios rocen tu mejilla

No te ofrezco mi tiempo,

Solo algunos momentos de soledad

No te brindo mis sueños,

Solo compartirlos con tigo

No te invito al engaño,

Solo maquillo mis miserias

No espero ni amarte ni sentirme amado,

Solo recordar el significado de tu nombre.........................

      Hasta pronto compañera, solamente quiero,  que las yemas de mis dedos se crucen de nuevo en tu camino.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Neurona busca compañia

            Allí, hace años, en esa oscura azotea abuhardillada; tumbado panza arriba en ese viejo colchón de borra que reposa sobre un antiguo somier de cuerdas situado entre los postes de madera que sujetan las vigas del tejado, bajo ese ventanuco inclinado, único contacto con el mundo exterior, por el que veo a través de su cristal polvoriento pasar las nubes que ocultan la claridad de la luna, evitando cualquier resquicio de visión en la estancia.
    El silencio es tan profundo y constante, que el propio latido del corazón, parece retumbar y hacer crujir las maderas llenas de agujeros, haciendo vibrar las telarañas que decoran los rincones y gracias a las cuales, el silencio, llega a ser sepulcral, no hay ni un insecto en el aire.
    Al cerrar los ojos, aquel pequeño habitáculo, se transforma en toda una inmensidad con un lejano horizonte como fondo; todos aquellos caminos que creí andar y desandar se entrelazan creando una maraña de hilos trenzados, escojo el que parece más recto, comienzo a caminar por él, intentando recordar algún acontecimiento transcurrido en el pasado, o que revele el futuro, queriendo gratificar el presente; a los lados derecho e izquierdo, van apareciendo figuras figuradas, imágenes imaginadas que te van contando historias inventadas.
       Según se ensancha o estrecha el camino, siento la lejanía o proximidad de los relatos, al tiempo que alzando la vista hacia el horizonte, parece cada vez más lejano en un sendero cada vez más recto.
    La curiosidad, no me deja parar, cada fantasía anónima que encuentro es nueva para mi y llena de interés, solo un momento de análisis para darme cuenta que no guarda ninguna relación con la anterior.
    Escorado a la izquierda, sentado en una piedra, un señor sin rostro definido, lee en voz alta unos papeles que sujeta entre sus manos; me sitúo a su lado, en cuclillas y en silencio, él, me mira un segundo con indiferencia y comienza a leer desde arriba, lentamente susurrando las palabras, para que nadie más se entere, como si de su secreto se tratase:

        Siempre se dijo: Quien calla otorga; hasta ahora no había acabado de entender su verdadero significado.
    Hay gente que en ocasiones debería decir la verdad, pero antes de contar a un cuarto interesado (el cual debería ser el primero en esterarse), las acciones realizadas de un tercero y en casos que se le escapan de las manos, decide, ocultarla por medio del silencio, en este caso por supuesto que está otorgando la posesión de la verdad a aquel segundo, que da su versión sin que nadie se la discuta en primera persona.
    Tenía una relación confundiendo esta frase con lo que podría ser: Quien calla consiente; con la omisión, podemos estar aceptando al tiempo que nos hacemos participes de lo que acontece en ese momento.
    Al final el silencio termina siendo como una hipoteca, que se puede firmar por diferentes razones, con la que nunca estamos totalmente de acuerdo, y en la que las condiciones nunca estás demasiado claras; nadie nos las explica, porque no queremos ni saberlas; según van llegando los recibos, vemos que los intereses, siempre superan con creces la cantidad de la amortización, pero ya es demasiado tarde, no hay manera de cancelarla, la única forma que tenemos a nuestro alcance, para que la ejecución del embargo no se lleve a efecto, es pagar mientras nuestro cuerpo aguante, y el de nuestros hijos, y el de nuestros nietos, sobre todo cuando el aval moral es mucho más fuerte que el aval económico.
    Cada vez que renovamos la hipoteca, se nos exigen más condiciones, la cantidad de avales se extiende a todo aquel que sepa la verdad y guarde silencio, excepto aquellos, los que desde el primer día encubrieron la situación, con la única misión de convertirse en acreedores y tener en su mano el poder de la posible extorsión, un chantaje que no se llega a realizar, se acabaría el chollo, pero siempre está acechando en el ambiente.
    Es una bomba de relojería, tarde o temprano, terminará estallando, algo que se sabe no se puede evitar, nadie quiere percutir el detonador, y la mínima aproximación de alguien hace temblar a todos, podría ser tanto un desastre, como un respiro de tranquilidad, pero ningún aval se arriesga, al final cada uno pagará la deuda completa con el embargo de todos sus bienes; la decisión tiene que ser por unanimidad y el tiempo sigue pasando mientras se encuentra el consenso a la solución del cuándo que nunca llega.
      Quien tenga algo que decir, que hable ahora o calle para siempre. El más interesado es el último en enterarse, si es que lo hace alguna vez, ó como ocurre en algunos casos, lo sabe desde el principio, pero prefiere no saberlo.
                          
                  Sin mediar palabra se levantó y se alejó campo a través dejando los folios en el suelo, (los que yo recogí), se va cargando con la pesada piedra sobre el hombro, como si de su penitencia se tratase.
    Sigo caminando, un cuervo arrogante, con plumaje negro azulado, se posa delante de mis pies cortándome el paso; dibuja en el suelo un gran círculo con su pico afilado y se aleja rápidamente brindándome como adiós un graznido insultante.
    En ese punto se desquebraja la tierra formando un gran abismo, del cual empiezan a salir todo tipo de objetos y utensilios relacionados con la práctica de la medicina: guantes, mascarillas, tijeras curvadas, gasas, goteros, jeringuillas, etc. Los cuales me rodean e intentan empujándome a mirar lo que se esconde en el fondo; al asomarme, tan solo distingo una camilla iluminada por una gran lámpara, como si fuera un quirófano; el miedo me hace crujir los huesos al tiempo que un escalofrío recorre mi espalda; de un brinco cruzo al otro lado; durante el salto justo en el centro, miro hacia abajo un instante, sobre la camilla solo hay un cuerpo pálido, desnudo, a su alrededor doctoras y enfermeras vestidas de verde con cara de preocupación y asombro miran hacia arriba, dejando en manos del todo poderoso el destino del joven, lo que me incita a lanzarme al abismo e intentar despertarlo, pero el impulso es demasiado fuerte para frenar, el deseo, se difumina al tocar el suelo con mis pies; prefiero seguir andando para encontrar experiencias más placenteras.
    Unas gotas de lluvia se dejan caer suavemente sobre el suelo a mi alrededor, miro al cielo y no hay nubes, ni tan siquiera hay cielo, tan solo una claridad transparente que se mezcla con un olor intenso que la tierra mojada deja escapar al tiempo que la ligera humedad eriza las briznas de hierba, hasta ahora dormidas, se desperezan con el frescor, dejando que se asomen las florecillas que bajo ellas se cobijaban.
    Sobre mí, no cae ni una gota, soy un mero espectador ambulante que prosigue la marcha contemplando dicha belleza.
     En la parte más ancha del camino, encuentro un espejo redondo, roto en siete partes casi iguales, lo recompongo y me preparo para mirarme en él; al principio no aparece nada, luego poco a poco va tomando forma una peluca verde , rizada, unos labios rojos, carnosos, una nariz roja, redonda y al lado un globo que se va hinchando muy despacio hasta que llena todo el espejo, entones estalla y todo desaparece, en ese momento se vuelve a fragmentar en los siete trozos iniciales, separados como una cuarta uno de otro.
    Un cochecito de bebé se cruza en mi canino, está desnudo, vacío, tan solo los cuatro hierros que forman su armadura; de su interior salen sollozos, suaves sonrisas, tímidos balbuceos; una monja vestida a la vieja usanza: sandalias, túnica negra y tocado con cofia blanca de alas anchas lo arrulla acunándolo mientras se aleja cantando: nana, nanita, nana.
    Mientras sigo camino, silbando una alegre melodía, se aproxima hacia mí un señor mayor curtido por el sol, agarrado a un arado tirado por dos enormes mulas tordas. Se quita la boina, afloja un poco la faja y grita:
                                     .- ¿dónde va? buen hombre
                                .- no lo se
                           .- buen sitio
                      .- este camino ¿dónde va?
                  .- tampoco lo sé, nunca fui
             .- a la vuelta, si está por aquí se lo cuento
        .- deje, deje, que tampoco es bueno saber tanto
    .- hasta pronto caballero
.- hasta cuando sea y busque donde guarecerse, que barrunta granizo.
           A los pocos minutos pude sentir en mi cabeza un golpeteo y darme cuenta de la sabiduría de aquel hombre; caían bolas de hielo como garbanzos, saqué los folios que había recogido del suelo me cubrí, para evitar el picor que los chinazos producían y aligeré el paso para llegar lo antes posible a una choza que se divisaba a un par de cientos de metros.
    En un tipo de cobertizo, dos ancianas con pañuelo negro en la cabeza, estaban sentadas, una a cada lado de la puerta. Mientras una, zurcía los tomates de un calcetín, la otra remendaba las rodilleras de un pantalón de pana negra.
    Según me aproximaba a ellas, al unísono y sin desviar la mirada de sus quehaceres, preguntaron: ¿traes dinero?, si no es así puedes seguir camino, aquí ya sobramos gente.   Nada a seguir andando y esperar a que escampe.
    Cuando amainó, me senté un poquito a descansar en los restos de un chopo cortado que había quedado un poco más alto que el resto de sus convecinos de tala, cogí un palito de madera y me entretuve dibujando líneas en la arena, con las que iba interrumpiendo una procesión de hormigas que transportaban en sus mandíbulas pequeños trocitos de grano, hojas y paja. Mientras, me dediqué a contemplar una llanura inmensa, desolada, en barbecho, que terminaba más allá de lo que mi vista podía alcanzar.
    Tras un interminable trecho de camino solitario, sobre una gran alfombra de pelo violeta, mis seres queridos forman un círculo, todos sonríen llenos de alegría y felicidad, como celebrando un gran acontecimiento. En el centro, tres preciosidades saltan y juegan con una esfera de variados y vivos colores; Que radiante está la madre, que alta es la hija mayor y que guapa la pequeña.
    Me intento aproximar para participar de la fiesta, pero me da miedo, no sea que con mi presencia se rompa el hechizo y despierten de ese precioso sueño; me pongo de rodillas lo más cerca posible pero sin llegar a rozar la alfombra y me paso una eternidad disfrutando de su felicidad con el alma encogida por la emoción, hasta que por desgracia todo desaparece envuelto en una densa niebla; en su lugar solo quedan unos juguetes amontonados sobre una silla de ruedas y con los ojos llenos de lágrimas continuo mi camino.
          Paso junto a una fuente, me acerco a beber, pero no, tiene pinta de estar seca desde hace mucho tiempo; una mujer joven, esbelta,de mirada tranquilizadora, se aproxima y me ofrece un cuenco de barro, según lo acerco al grifo, se llena de líquido rojo y denso como por arte de magia, una voz dulce me dice: Bebe de mi sangre y saciaras la sed que habita en tu interior.
     Cogido con las dos manos acerco lentamente el cuenco a mi boca y justo al rozar mis labios, el líquido se hace incoloro resultando ser agua limpia y fresca; al devolverle el cuenco, ella, toca el fondo con sus dedos, se moja los labios y sonríe, luego agita la mano diciendo adiós mientras me alejo.
           El camino se estrecha hasta convertirse en un estrecho sendero, allí, inclinado y semi hundido en una especie de cuneta, se encuentra un piano de madera carcomida, viejo y destartalado, ya casi no le quedan cuerdas de acero en el arpa, la mayoría de teclas que aun le quedan, están sin su protección de marfil amarillento y desgastadas por el uso, los pedales partidos, la tapa delantera superior, donde algún día estarian alojados un par de preciosos candelabros de metal  no existe, lo que deja al descubierto una maquinaría con infinidad de macillos partidos, en el atril tan solo sujeto por un tornillo oxidado de una de sus bisagras, una arrugada hoja en blanco de papel pautado; me apena su estado, pero su vida útil debió de ser larga y fructífera; tengo que seguir. No sé que busco o que debo encontrar, pero tiene que ser algo diferente.
    Como a metro y medio observo un gran águila real con las alas abiertas, esculpida en mármol blanco, bajo sus garras una lapida en la que se puede leer el siguiente epitafio:
AQUÍ YACE UN DESEO
HAZLO REALIDAD
     Justo al lado se encuentran un pico y una pala, me dispongo a descubrir lo que hay enterrado. Como a medio metro, el pico golpea una caja de metal, una vez en mis manos, la abro lentamente, dentro se encuentra un pergamino enrollado, lo estiro con sumo cuidado para leer no sin dificultad, pues las letras están medio borradas: TAN SOLO QUIERO EXISTIR.
    Al alzar la mirada, el camino se ha terminado, ante mi solo se encuentran dos personajes sentados frente a frente en una mesa con tapete de fieltro jugando a los naipes. A la izquierda, (lo cual me resulta extraño), un ser angelical, resplandeciente; entristecido dice: Vete con él, hemos venido a buscarte y él ha ganado la partida, se levanta y se va. Al lado derecho un personaje tétrico, con el rostro, endiabladamente rojizo oscuro, vestido arrogantemente; de forma pausada abandona su asiento, con aspecto chulesco se da la vuelta y se aleja diciendo: No, no merece la pena llevarte con migo.
            Me giro lentamente para echar un vistazo al camino recorrido y tan solo encuentro la nada; cierro los ojos, jamás los volveré a abrir, siento como me difumino en el aire.
      Ni la azotea, ni yo, fuimos capaces de hacer realidad el deseo.

lunes, 4 de julio de 2011

Ferias y fiestas

   Hace unos días han terminado las ferias de S. Pedro, en la ciudad; días de ajetreo, peñas, verbenas, todo tipo de jolgorio hasta las tantas de la madrugada en la plaza mayor.
   La noche del 28, había verbena, el ir y venir de la gente era continuo, entre tanto tumulto, entra una persona a comprar un refresco, sus rasgos faciales, desvelaban una deficiencia psíquica importante, pagó con un billete de 50€ y se fue.
   Nos extrañó, que volviese a los cinco minutos a por otro refresco, con otro billete igual, (y tan igual que tenía hasta el mismo número de serie), más falsos que el beso de judas.
    Lo normal habría sido agarrarlo y llamar a la policía, pues no.  Debido a cuestiones personales, lo acompañé, amable hasta la puerta y le pregunté; ¿quién te ha dado estos billetes? con el dedo me indicó a dos “chavales de 30 años” que había apoyados en el escaparate de la esquina.
   Al ver ese gesto ellos echaron a correr, y yo tras ellos, al separarse, solo podía ir a por uno, y así lo hice; lo atrapé a unos 200 m.  Solo de dije unas palabras mientras lo llevaba agarrado por la manga de la camisa: Si se te ocurre levantar una mano, aunque sea para rascarte, con la cantidad de testigos que hay, no paro de darte ostias hasta el cuartelillo de la municipal.
    Una vez en el cuartelillo, les dije lo que había pasado, nos llevaron en un coche patrulla a la comisaría de la  policía nacional para hacer la denuncia, allí una hora y media, para un simple trámite, lo que me hizo pensar, que tal vez ese era el motivo para no denunciar estos casos; les dejé claro, que el dinero lo daba por perdido, que mi denuncia quería hacerla ante la policía judicial, por utilización de una persona disminuida psíquica para actos delictivos y quedaron en que se me llamarían en unos días, (aún estoy esperando).
  Una vez acabado el papeleo, otra vez en un coche patrulla hasta la plaza mayor, es decir, toda la noche dando escándalo y agradecido de no tener que volver andando.
   En estos días, se ha ido reforzando comentario a comentario, la teoría de que vivimos en un país lleno de temores.
.- A esa gente es mejor dejarla, a ver si luego te va a pasar algo.
.- ¿y no te da miedo esa gente?
.- Ya vi que cogiste a uno, el otro se fue tranquilamente andando hacia la plaza.
        Es decir, que la gente (vecinos)y cuatro terrazas llenas de gente, “muchos conocidos” me ven correr tras uno, que algo me habría hecho, y en vez de coger al otro, se quedan mirando para no tener “problemas”.
  Es normal que esta sociedad sea cada día más racista, intolerante ante lo extranjero, sumisa ante todo aquello que parece estar fuera de la ley, gracias a lo cual gozan de inmunidad todo tipo de delincuentes y si mañana ven que maltratan a una mujer o a un niño, se quedarán igual, cruzados de brazos, hasta que un día la cosa vaya con ellos y verán la pasividad de los demás.  
    Coño, pues ya está bien, hay que ser solidarios con esa buena gente que viene a currar, para intentar sacar a su familia adelante, bastante desgracia es tener que irse de su país, por no tener para comer u otros motivos (la mayoría políticos).  Pero con los que se dedican al arte del mangue y de la estafa, la amenaza o la extorsión, leña al mono que es de goma y al final todos beneficiados.
   Está claro que los primeros interesados en que esto ocurra, son sus propios compatriotas, pero decirles a ellos (muchos sin papeles) que denuncien, sería mucho pedir.
   Señoras y señores, el miedo solo crea más miedo e impotencia;  cualquier animal es lo primero que huele y ve en tus ojos, a partir de ahí, eres presa fácil.
   Intentemos crear una sociedad más justa, es la mejor herencia que dejaremos a nuestros hijos.

viernes, 10 de junio de 2011

Y mañana tambien

      Hoy al despertar, entre los nubarrones negros que cubren el cielo, se escapará un rayo de sol que llenará de luz tu habitación.
     Aspirarás profundamente y sentirás el fresco aroma a tierra mojada que penetra por tu ventana entreabierta tras una noche lluviosa de primavera.
    Después de asearte, vestirte y antes de salir, pararás frente al gran espejo del vestíbulo,  harás  una mueca al comprobar lo bien que te sienta ese pantalón tan usado, junto con esa camisa clara que te da un aspecto juvenil, haciendo juego con las canas que desde hace un tiempo van poblando tus sienes.
  En tu coche, como cada mañana, pondrás la radio para escuchar las noticias, pero hoy, por primera vez, mientras esperas a que se mueva la caravana de vehículos, mientras vas avanzando metro a metro hacia tu destino, sentirás lo afortunado que eres por no formar parte de ellas.
    A la hora de aparcar, realizas las maniobras pausadamente, las columnas y paredes de ese sótano oscuro, parecen iluminar el recorrido entre tu plaza y el ascensor que siempre te conduce hasta el exterior, hoy descubrirás unas escaleras nunca usadas, te diriges hacia la luz, un soplido se desliza entre tus labios y una melodía surge,  trayendo del recuerdo imágenes de la infancia.
  Por la acera, caminando, descubres un mundo en movimiento con una sincronización perfecta, cada persona, lleva un camino, una velocidad, encuentras a tu paso obstáculos que nunca hubieras imaginado que existían, no influyen en el deambular de la gente, nadie los mira pero todos los sortean correctamente; una carcajada se escapa de tu garganta al tropezar, eso te pasa por salir del automatismo que te rodea y vuelves a silbar mientras avanzas.
    Al llegar al trabajo, saludarás a tus compañeros con una sonrisa, todos te devolverán el saludo con amabilidad, incluso alguno con su dedo índice golpeará su reloj, para bromear sobre esos minutos de retraso a causa del atasco.
   Abandonas un momento tu puesto de trabajo, llegas a un pasillo para comprobar que la maquina del café sigue estropeada, hoy te quedas unos minutos frente a ella admirando el paisaje que fluye tras el metacrilato gracias a la luz de los fluorescentes que hay en su interior.
   Llega la hora de comer, en el bar de la esquina, una mesa al fondo te espera con su mantel de cuadros azules y blancos, el menú del día, tiene un olor especial, con la primera cucharada, el paladar detecta todo el amor que la cocinera pone frente a  los fogones, cada vez que sus dedos espolvorean las especias, al tiempo que remueve con el cucharón de madera el interior de la marmita.
     El aroma que desprende la vieja cafetera que hay tras la barra, intenta apresurar la ingesta del postre, pero la degustación de ese flan casero, te transporta al limbo de los dioses, cierras los ojos y te abandonas, llegando casi a levitar sobre la silla.
    Pones de nuevo los pies en la tierra, vas hacia la barra para saborear un café negro, con mucha crema, tu soledad es compartida por un desconocido que siempre estuvo ahí.- que, amigo, ¿cómo va el negocio?; un ratito de conversación, hace más amena la espera para volver al trabajo.
   Los ángeles, parecen estar de mudanza, la marquesina que cubre el escaparate de una tienda de juguetes,  te sirve como refugio del aguacero que golpea el asfalto, haciendo correr arroyuelos a lo largo de los bordillos, en busca de la alcantarilla más cercana.
   La oscuridad, deja paso a unos haces de luz, allí al fondo, sobre los tejados, se deja vislumbrar un arco iris con sus característicos colores pastel.
  Esa tarde lluviosa con ausencia de actividad, se convierte en un de aquí para allá, limpiando y colocando utensilios que se encuentran en cualquier lugar menos donde deberían de estar.
    El reloj marca la hora de salida, no hay prisa, las calles solitarias invitan a pasear, los luminosos, empiezan a encenderse como reclamo y todos los edificios parecen formar una guirnalda de verbena con variopintas formas.
    En el trayecto de vuelta, el volumen de la radio, hace vibrar en la bandeja del salpicadero, los tornillos que has ido recogiendo de las alfombrillas y depositando en esa cajita de plástico, sin saber de dónde se han desprendido; el cristal abierto, el codo sobre la ventanilla, la prudente velocidad, las canciones que grabaste antaño en esa cinta de cassete que aún guardas celosamente en la guantera, de las que aún recuerdas la letra y tu intentar tararear al mismo tiempo, te hacen retornar algunos, “bastantes” años atrás.
   Ya en casa de nuevo, recoges el correo, publicidad y extractos bancarios, lo de siempre;  abres la puerta del patio, dejas entrar a tu mascota que corretea a tu alrededor, te agachas para acariciarla intentando devolverle con un abrazo todo el cariño que te demuestra cada tarde.
   Las cuatro cosas de siempre: un bocadillo de embutido con pan de molde acompañado de un zumo de botella, el murmullo del televisor para romper el silencio, las luces encendidas para templar el ambiente, un pijama para estar cómodo y unas zapatillas viejas, confortables, para que no se queden los pies fríos.
   La pantalla del ordenador, muestra que tienes nuevos mensajes, los abres para comprobar que todavía hay gente que se acuerda de ti, que te cuenta cosas insignificantes, que te reenvía correos que le han resultado divertidos o interesantes, que aún te tiene ahí, en su lista de contactos.   Hay que responder a alguno de ellos, para decirles que estás bien y contarle alguna cosilla antes de un: a ver si nos vemos pronto.
    Algunas páginas archivadas en favoritos: periódicos, blogs y enlaces diversos, van haciendo correr las agujas hasta la media noche.
    En tu dormitorio, te aproximas a la ventana, subes la presiona hasta arriba para dejar que se asome la luna a tu intimidad, acurrucada entre esas sabanas recién planchadas, perfumadas por esa persona en la que confías, “tiene las llaves de tu casa”, aunque vuestra única relación sea un sobre, que dejas cada primero de mes, encima de la mesa de la cocina.
    Pones el despertador, apagas la luz e imaginas que entre las nubes, desde la lejanía, alguien te observa y te desea felices sueños.


          A partir de hoy, irán pasando los días, la frase: mierda de vida quedará en el recuerdo y todo a tú alrededor te lo agradecerá, transformando su escala de grises en  vivos colores.
                sssssssssssssssssssss......................... Hasta mañana.

lunes, 6 de junio de 2011

Tic,tac,tic,tac.

    Hay que ver, hace un año por estas fechas, felicitaba a mi madre en el día de su cumpleaños, ¿ya ha pasado un año? y parece que fue ayer.
    Otro año, si, otro año más sin verla, otro año buscando ese momento que nunca llega, otro día tras día diciendo: del mes que viene no pasa y sigue pasando el tiempo, el reloj no para y a medida que corre hacia delante sumando minutos, en nosotros se produce una resta de posibilidades de abrazarnos en plenas facultades.
    Ponemos mil escusas: el tiempo, los kilómetros, el trabajo, el dinero.   Pero todo es una gran mentira con una dosis de pensamiento exculpatorio; tampoco creo que nos hallamos hecho cómodos y sea producto de la pereza, simplemente somos cobardes ante la vida.
    Si, cobardes por no dar un puñetazo en la mesa y decir: todos al coche.    Da igual el trabajo, las clases de las niñas, el tiempo que vas a tardar o donde y como vais a dormir o comer, no hay problema, ni tan siquiera importa cuando has de volver.  Tan solo debe de importar ese abrazo, que de tanto tiempo, ya se te ha olvidado.
   Este año, como tantos otros, te llamaré por teléfono para felicitarte, pero no comeré en tu mesa, no estaré a tu lado.
   Este año, ni tan siquiera te escribiré una poesía, como hice el año pasado, la que publiqué en este blog, pero imbécil de mí, no me di cuenta de mandarte por correo para que la leyeses y conservases.
  Este año tampoco leerás esto, y me alegraré, porque así en tu mente seguirá viviendo ese hijo valiente que se fue lejos para hacerle frente a la vida, pero que como tantos otros, siguen depositando sus deseos en la palabra mañana.
                            Mañana, mañana cumples los años.  
        Mami, muchas felicidades, y cuídate, para seguir respondiendo al teléfono, cada vez que te llame.