lunes, 24 de octubre de 2011

La risa de Raquel

      Desde que el antiguo ordenador de casa se estropeó, muchas cosas han ido quedando en el olvido, cosas que echo de menos, como programas de música que ya no existen, plantillas de Excel, que había diseñado a mi antojo para llevar una serie de cuentas y sobre todo archivos, archivos que nunca guardé en ningún sitio, y aquellos que copié, jamás me preocupé de ordenar, pensando que eso nunca ocurriría, que ya haría una copia de seguridad cuando tuviese tiempo, tiempo que me quitó la razón un día por la mañana.
   Pasados unos meses, nos decidimos a comprar uno nuevo, muy majo, con la pantalla plana y altavoces incorporados,  no aquel monitor que ocupaba toda la mesa, muy  guay, (a Ana, le encantó nada más verlo) demasiado actual para mí, no reconoce los discos que tenía guardados en el cajón, (algunos programas hechos para Windows 95), tiene un lector para todo tipo de tarjetas, pero la disquetera no existe, y lo poco que había guardado era en diskette, en fin toda una ruina para los que pensábamos que nos manejábamos un poco con las nuevas tecnologías, las que ahora no nos dejan ni cometer una falta de ortografía, en seguida sale la rayita roja, esa ondulada que parece gritarte: zote más que zote.
   Pues bien;  esta mañana, encontré en el garaje un CD, me disponía a tirarlo cuando algo me impulsó a abrirlo, para ver que había en él.   Sorpresa, allí estaba un artículo, que había buscado muchas veces en la hemeroteca de “la opinión de Zamora”  sin obtener resultados, ni si quiera sabia la fecha exacta en que fue publicado y claro así era imposible, solo puedo decir que lo guardé en el ordenador con fecha 21/07/2003.
   El artículo, fue un regalo precioso que hizo un amigo que trabaja en dicho periódico a mi hija Raquel, el año que le compramos la silla nueva y ahora que lo he encontrado quiero compartirlo con vosotros.

 AL GRANO
  
La risa de Raquel
 

CELEDONIO PEREZ

    
          Raquel tiene una cara preciosa, de angel bueno.      Ojos castaños que iluminan un rostro con aura pícara.      Se ríe constantemente. «Raquel, qué guapa estás, pareces una modelo...».      Y dibuja una sonrisa sin complejos. «Raquel, dame un beso».     Y vuelve a esbozar una mueca de agrado para agradecerte el contacto.      No habla, pero da igual. Comunica con los ojos.      Y sus padres: Ana y Carlos la entienden.     Es de una sensibilidad extrema.     Si alguien grita a su lado, se asusta.     Si la puerta golpea contra el marco, se estremece.    Y cuando alguien la quiere, quiere más que nadie.
    
Su hermana Lucía, un comino picante y supersónico modelado en forma de muñeca que agarra a los gatos por el cuello y se pone las cajas de leche abiertas encima de la cabeza antes de que se desparramen por el suelo, es su guardaespaldas más fiel.     Y su muñeco de trapo es su amigo más íntimo, al que le habla por las noches y le cuenta lo difícil que es comunicarse con esos otros que no se llaman Lucía, Ana, Carlos, Rosa, Antonia o Lázaro.
     Acaba de estrenar una silla de ruedas y está contenta.     Es más cómoda que la otra, que era de bebé.      Lástima que ahora haya que tirar las puertas de casa porque el artilugio no cabe.    Otro gasto más.     Ha notado a sus padres disgustados.    Algo le han hecho esos que están siempre sentados.      Son como los de las batas blancas, siempre hablan con sus padres y ella no entiende nada.     A veces le hacen daño.     Es para que te cures le dice Ana pero no se lo cree.     Para ponerme buena y resulta que me ponen vendas por todo el cuerpo.    No me gusta.
Raquel lo entiende todo.     Le hablas con cariño y a ella se le escapa la sonrisa por la boca.     Pero lo que más le gusta es jugar con Carlos.      Su padre la abraza como para romperla y ella ríe y ríe.      Le da un golpe en las piernas y ella más carcajadas.    Así es de agradecida.     Como un sol dice su madre, como una niña de ocho años que lo único que quiere es cariño, digo yo.     Lástima que haya quien dé disgustos a sus padres.    A esos no les sonríe.      La asustan.     Son malos.

A tí Cele, por su puesto:
 Gracias, muchas gracias.


1 comentario:

  1. Bonitas palabras para Raquel. Un GRAN artículo que merecía volver a ser descubierto.

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