martes, 7 de junio de 2022

El Forastero Cap.01

 


           Tras una semana la despensa llena con lo necesario y las costumbres del lugar (más o menos) asumidas como propias.   Mientras los hombres están en su trabajo y los niños en la escuela, él en casa escribe en una especie de diario todo lo acontecido el día anterior y dibuja algunos rincones que parecen llevar así bastante tiempo.

    Después de comer, aprovecha para ir junto a una tapia, donde los más ancianos se reúnen a charlar.      Él no pregunta, pero siempre se cuentan historias de hace muchos años, cosas que recuerdan de su niñez, historias de otros tiempos, sucesos relevantes que nunca se olvidan.

      A media tarde se va hasta el bar, allí espera a que lleguen los hombres;  muchos reacios a su compañía, otros con la mosca detrás de la oreja de sus reales intenciones y el porqué de su presencia y un par de ellos más sociables se sientan junto a él a la mesa y le intentan enseñar a jugar al dominó.    Juego muy entretenido, pero por ahora, siempre le toca pagar a él la ronda de cervezas.

       Luego a casa de nuevo, lo primero es hacer la cena para alimentar bien el cuerpo y después salir a pasear en la oscuridad ante la atenta mirada de las estrellas parándose cada poco, poniendo atención a las conversaciones sin sentido que se dejan medio entender tras los cristales de las distintas ventanas.

  Nadie habla ni da referencias de algo que se pueda relacionar con Kawamo.  Será que se ha equivocado de sitio o tal vez lo conocieran por otro nombre.   Puede ser, porque a él todos lo conocen por su nuevo nombre: Forastero.

   Se acercada la noche de la segunda luna llena del año. ¿Si al menos supiese dónde vivió? ¿Por dónde merodeaba o con quién habló?

Forastero.- mañana preguntaré a los ancianos, alguno debió de conocerlo o haber oído hablar de él.   Seguro que hizo algo poco común que quedó en la mente de muchos y que alguno aún retendrá en su malograda memoria. --hablando solo--

      Todas las luces ya estaban apagadas, la noche seguía su curso entre paseos y más paseos por las solitarias calles, era hora de volver a casa antes de que los hombres volviesen a la faena y lo vieran merodeando por las viejas paredes intentando buscar la mínima señal,  alguna marca que indicase un sitio concreto.

          A la mañana siguiente en la panadería se notaba algo diferente, las mujeres comentaban la llegada de alguien especial, pero él siempre tan reservado no supo entender de quien se trataba.

         Tras coger el pan pasó por la tienda, allí pasaba lo mismo, bueno era un sitio donde ya tenía más confianza.    Así que esperó a quedarse a solas con la señora.

Forastero.- perdone señora, ¿quién va a venir tan especial?

Andrea.- ¿Especial? No, le cuento, pero no se crea, yo no soy tan cotilla como estas.   Lo que pasa es que el que venga alguien nuevo es un acontecimiento, igual que cuando llegó usted, bueno lo de usted sigue siendo un misterio, porque todavía no sabemos quién es ese antepasado suyo, porque usted dijo que venía buscando a un antepasado, que no es que yo me lo haya inventado, pero ya sabe que en los pueblos lo poco que se sabe lo saben todos.   Por cierto se parece mucho a la tía Casilda, tiene sus mismos ojos, pero no, la tía Casilda no tuvo descendencia

Forastero.- no sé quién es la Tía Casilda.    Pero ¿quién va a venir?

Andrea.- bueno yo le explico; el Nazario, siempre quiso que su hijo estudiase y fuese un hombre de bien, no un destripaterrones como los mozos de aquí y cuando terminó la escuela, como él tenía dinerito, porque de tierras anda bien, bueno heredadas del padre de su mujer, pues lo mandó a estudiar a la capital.    Los que lo conocen dicen que de estudiar poco, pero que allí se está fundiendo todo el capital que tenían ahorrado, dicen que está en segundo de carrera, no sé muy bien de qué, pero lo que sí sé, es que empezó hace ya seis años en la universidad y eso no avanza.  Pero el caso es que se debe de haber echado novia, que no creo que le dure mucho, porque dicen que es algo zascandil y anda a todo y a nada.  Entonces este fin de semana viene a que la conozcan sus padres, pero vamos que ni es la primera ni será la última.    Lo que pasa es que esta debe de ser mulata o de América por lo que han dicho y como venga a por las perras, a esta no se la quita de encima ni con aguarrás.    De todas formas a su madre se la ve disgustada, a ella le gusta como novia una chica del pueblo muy maja y muy buena persona que ya salió con él hace tiempo y le pregunta siempre que como está.    Esa chica sí que le venía bien y no esos pellejos con las que anda, que a saber de qué familia vendrán y que no saben ni freír un huevo, solo pintarse y enseñar las piernas.   La última que trajo,  vaya un escándalo,  con una faldita que no le tapaba ni la braga, al salir de misa no se hablaba de otra cosa, pobre madre la vergüenza que pasó, mire, solo le digo que estuvo tres días, que no salía ni a comprar.

Forastero.- disculpe pero es que me tengo que ir, si no le parece mal, otro día seguimos con la conversación y me cuenta que tal es esta nueva.

Andrea.- sí, sí señor, vaya usted a lo que tenga que hacer

        Comprar no compró nada pero no le hacía falta, con la charla, ya se dio por comido.

       Allí junto a aquella tapia, se atrevió a preguntar si alguien había oído hablar de Kawamo; todos lo miraron de reojo  “no haciendo mucho caso a sus palabras” mientras uno decía en voz baja:       .- a este le debe de faltar un hervor.

     Siguieron hablando de sus cosas sin darle importancia a su presencia, como cada tarde, ya se habían acostumbrado a tener allí al lado un pasmarote como un adorno más del entorno.

   Al rato volvió a preguntar:   .- ¿no recuerdan a ningún forastero extraño que pasase por aquí hace años?

Fermín.- por aquí no es que pasen muchos forasteros, pero tanto como para llamarlos extraños, yo creo que no

Andrés.- bueno y perdone;  exceptuándolo a usted, que no digo que sea extraño, pero raro, es un rato.

--Todos rompieron a carcajadas---

Forastero.- perdonen, yo creo que no me han entendido; alguien que viniese y se quedase un tiempo a vivir aquí y que como yo fuera algo reservado.

Andrés.- pues no sé, nuestra vida estaba en el campo, pero seguro que las mujeres, esas le informarán de todo

Fermín.- bueno, esas se enteran de todo lo que pasa por insignificante que parezca.

----Las carcajadas volvieron a sonar---

    Otra tarde más sin sacar ninguna información, tal vez en el bar, ese abuelo que siempre estaba en el rincón cabizbajo, le daría alguna pista.

     Se acercó a él, en cuclillas se puso a su lado y comenzó a hablarle; este lo miró con la mirada perdida.

Paco.- no se esfuerce, está sordo y lleva muchos años que no está.

Forastero.- ¿qué le pasó?

Paco.- digamos que los años no pasan en balde, ha sobrevivido a todos los que con él crecieron, pero su cuerpo no da para más.

    El forastero cogió sus manos con ternura, el anciano sintió un calor extraño en su cuerpo, levantó la mirada y le obsequió con una sonrisa agradecida;  un gran regalo para ese forastero introvertido que pasó inadvertido para todos menos para su hijo que observaba desde detrás de aquella patética barra de bar llena de vasos de vino a medias de beber.

   Como cada tarde, jugaron su partida a dominó, como siempre perdió y pago la ronda de cervezas, como cada día al caer ya el sol todos se fueron a casa y él como de costumbre, por no tener otra cosa que hacer, ni nadie que lo esperase fue el último en salir.              -Pero ese día:

Paco.- perdone forastero, ¿le podría pedir un favor?

Forastero.- usted dirá

Paco.- le importaría cogerle de nuevo las manos a mi padre

Forastero.- no, no me importa, si usted me lo permite, pero me gustaría que esto no saliese de aquí

Paco.- lo que usted diga

      El forastero se volvió a poner en cuclillas junto al abuelo, cogió sus manos  y comenzó a hablarle ante la mirada atónita del hijo.

Forastero.- ¿Se acuerda de mí? ¿Recuerda este calor? Pues cada tarde cuando venga le cogeré las manos y estaremos así un ratito ¿le parece bien?

        El anciano lo miraba con los ojos bien abiertos, su rostro recobraba la vida perdida y sus labios parecían temblar intentando decirle gracias.

Forastero.-buenas noches amigo, descansa bien y hasta mañana.

   Se levantó y se fue.    El hijo inmóvil no fue capaz ni de decirle adiós;  se quedo mirando la cara de su padre, esa expresión que ya había olvidado por el tiempo.

 

 

 


 

 

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