viernes, 3 de junio de 2022

El Forastero - Intro (B)

 

Introducción (B)

 

    El forastero queda solo tras aquella puerta.   La casa de Faustino no estaba mal,   un poco abandonada pero tampoco estaba en su mente el pasar allí mucho tiempo.

       El alcalde le había hablado de otras dos, estas más en el centro del pueblo, mejores, pero él escogió esta por estar a las afueras, donde nadie le molestaría o eso pensaba él.

       Esa tarde solo unos chiquillos merodearon por los alrededores (seguro enviados por sus madres).    En la cuadra había bastante leña seca.   Encendió la chimenea y abrió de par en par todas las puertas de la casa para intentar templar aquellas habitaciones gélidas, cuyas paredes parecían querer venírsele encima.

         Por suerte en el armario, encontró unos juegos de sábanas y unas mantas de mucho peso y poco abrigo, junto a unas camisetas de felpa que usaría esa noche para dormir.

    Sin ningún otro equipaje, dejó bien doblada su ropa sobre la silla para que al día siguiente no estuviese muy arrugada.

--Rompiendo el alba, alguien golpeó la puerta con insistencia--

Anselmo.- forastero, ¿quieres leche? Está recién ordeñada

Forastero.- voy, voy,  -gritó desde la habitación-

Anselmo.- vamos que no tengo todo el día.

      Con una manta envuelta de cintura hacia abajo abrió la puerta aún medio dormido.

Anselmo.- estos de la capital ¿y dónde te pongo la leche? ¿En las manos? Ande usted,  vaya a por una cazuela,  pero rapidito.

       Entró a la cocina, cogió la primera cazuela que pilló y la limpió como pudo con una punta de la manta.       Bueno, al ponerla al fuego ya moriría todo lo que pudiera ser poco higiénico.

                -Anselmo le puso una medida de leche-

Forastero.- ¿qué le debo?

Anselmo.- nada que tengo prisa, mañana ya le cobro, pero a ver si no me hace esperar tanto que se me enfada la parroquia

Forastero.- mejor déjeme a mí para el último

Anselmo.- sí, eso haré, porque habiendo casas en el pueblo, solo se le ocurre a usted venir a vivir en el quinto coño

Forastero.- perdone no era mí intención

  --Anselmo se fue moviendo la cabeza y balbuceando palabras calle abajo--

           Menos mal que la casa empezaba a coger temperatura;   los pinganillos colgaban de las tejas como si esa noche hubiera sido más larga de la cuenta.

    Puso la cazuela sobre el rescoldo de la lumbre y se sentó al lado envuelto en la manta, para controlar no se derramase toda la leche al hervir.

      Por un momento cerró los ojos y juntó sus manos para recopilar información de lo vivido por su antepasado;   aún no se había aco_ modado aquella envoltura tan débil.

     Pasado un rato, quitó una tela pastosa que flotaba en la cazuela y la echó por la ventana al patio.  Poco tardaron en aparecer unos gatos atrevidos que dieron buena cuenta de ella.

             Tras desayunar aquel líquido blanco se vistió de nuevo, memorizo todo aquello  que necesitaría para su supervivencia y se encaminó a la tienda.

   No había andado más de quince metros cuando una señora se asomó a la puerta al oír sus pasos.

Florentina.- Buenos días ¿no irá otra vez al ayuntamiento?

Forastero.- no señora, voy a la tienda

Florentina.- su cara me resulta conocida

Forastero.- no sé, hasta luego señora

      Y siguió su camino sin dar más señales.    No tardaría mucho en encontrar esperando a otra señora en otra puerta, más adelante otra y así hasta que llegó a su destino, preguntas distintas sin respuesta por su parte.

           En el interior de la tienda, ya esperaba la comitiva, se enfrentaba a las miradas, examen exhaustivo  de un jurado, por lo que antes de entrar se paró un poco para respirar hondo y pensar como llevar lo mejor posible la situación.

Carmen.- se ha parado

Andrea.- lo mismo, si ve tanta gente no entra

Florentina.- se parece a la tía Casilda, tiene sus mismos ojos

Francisca.- el traje es igualito al de mi difunto padre, si no fuera por lo que es, diría que es el mismo

Carmen.- nunca olvidare aquella forma que tenía tu madre de recoser los botones en forma de aspa.

Andrea.- que viene, que viene.

Tras decir un escueto buenos días, volvió a echar un vistazo.

Forastero.- me pone usted, tres botes de esto, unos cuantos de esto, un saco de esto, siete u ocho botellas de esto…

Andrea.-pare, pare. Me parece que a usted, esto de comprar no se le da bien

---Él volvió la cabeza y vio a todas con cara de asombro---

Andrea.- mire, mejor llévese lo que vaya a consumir en el día, aquí siempre estamos abiertos.  Junto al ayuntamiento está la pana_ dería.     La señora Mercedes vende huevos y el bar está aquí a la vuelta de la esquina.        Luego los jueves, vienen los ambulantes a la plaza, por si quiere algo de ropa;   aunque si me lo encarga a mí, voy todos los lunes a la capital y yo se la traigo gustosa.

-Se le veía desorientado, era el momento perfecto-

Rufina.- caballero y ¿quién era su familiar que vivía aquí?

Forastero.- no sé si lo conocerían, hace ya muchos años

Mercedes.- aquí nos conocemos todos

Rufina.- pero, ¿Dónde vivía?

Forastero.- no estoy seguro, no lo recuerdo bien

Carmen.- pues vaya, bueno usted siga haciendo memoria y nos va informando

Forastero.- perdón señora que me he despistado, entonces un par de estas sardinas, unas piezas de fruta y un bote de esto.

Andrea.- ¿trae donde llevarlo?

Forastero.- no

Andrea.- bueno le dejo esta bolsa de tela, pero es de vuelta

Forastero.- ¿qué le debo?

Andrea.- veintitrés pesetas

Forastero.- aquí tiene y muchas gracias

Andrea.- y que no se le olvide ir a por el pan.

Forastero.- no, no, voy ahora mismo

      Todo esto era un descontrol, primero iría a por el pan y luego volvería a casa, pondría más leña en la lumbre y al calor repasaría todo para no volver a ponerse en evidencia.

 


3 comentarios:

  1. 2°capítulo, que intriga por seguir leyendo.

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  2. Vaya con las viejas del visillo, empieza a tomar forma. María Casas

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