martes, 9 de agosto de 2022

El Regreso Cap. 12

 


 

   Esa noche no hubo ni paseo, ni café, ni charla, ni baile, ni beso en la frente de buenas noches en la penumbra  del portal.       Hacía días que no pasaba por los locales y  naves.

Rubén.- hoy yo creo, que debería de pasar a ver cómo anda la cosa

Milagros.- sí, ve, y controla que todo está bien.

       Si yo pudiera ayudarte en algo

Rubén.- tú ya has ayudado bastante, ahora Bertha tiene un sitio digno donde vivir

Milagros.- y parece que Alejandro no pone objeciones a lo que estás haciendo

Rubén.- viste como te miraba, cuando te hizo la foto se le caía la baba, pero su mirada era pura y limpia, igual que cuando miraba el retrato de su mujer y su hija

Milagros.- la misma que cuando os miraba a tu madre y a ti

Rubén.- bueno pues me voy a dar una vuelta por esos antros

Milagros.- con cuidado, ahora hay muchos que  pondrán buena cara por delante e intentarán apuñalarte por la espalda

Rubén.- solo hay dos, uno es poco hombre para dar la cara y el otro estará convaleciente.

    Se despidieron con un simple adiós  a unas manzanas de su casa, le quedaba cerca uno de los locales.

   En ese sitio todo parecía normal, habló con todas ellas una a una.       Se fijó que ninguna tuviese marcas que le hicieran sospechar.

     Así fue recorriendo los sitios, los encargados estaban muy a gusto, se habían evitado problemas, discusiones, las riñas de cada noche y los gorilas no permitían ni una mala palabra por parte de los clientes, con lo que todos aquellos problemáticos, directamente ya no acudían.

   (Personas que solo buscaban camorra y que poca falta hacían).

                 Al llegar al “estrella dorada”, se llevó una gran sorpresa.         Mientras hablaba con las chicas, Roberto salía del despacho trasero.

Rubén.- ¿Qué tal Roberto? ¿Ya te dieron por fin el alta?

Roberto.- pues parece ser que sí

Rubén.- no me dijeron nada, si no habría ido yo mismo a recogerte

Roberto.- estás demasiado ocupado con Don Alejandro y esa doctora

Rubén.- yo estoy ocupado haciendo lo que tengo que hacer

Roberto.- me mandó don Alejandro que me encargase de este local sustituyendo a Alex

Rubén.- sí, normal, encargué a uno de ellos mientras se encontraba la persona idónea

Roberto.- pues como verás, todo está bien

Rubén.- ya sabes cuales son las nuevas normas, ahora es mucho más sencillo para todos

Roberto.- bueno pues si ya has controlado todo, ya te puedes ir a buscar a tu doctora

Rubén.- cuidado Roberto a mi no me tiembla el pulso

Roberto.- tú, no me hagas reír, a la que no le tiembla el pulso es a la señora

Rubén.-  han cambiado mucho las cosas.   Métetelo en la cabeza, a mí,  si hablamos de la doctora, don Alejandro o de las chicas, me tiembla menos que a ella y sin llevar casco.

 -No merecía la pena discutir, cada uno siguió a lo suyo-

    

    Siempre dejaba para el último local uno le quedaba cerca de casa.     Nada más entrar sintió algo extraño.

 Preguntó que tal a las chicas y todas respondían con un bien poco convincente.

   Fue hasta el despacho;        allí estaba sentado Walter, controlando el local por medio de las cámaras.

Rubén.- ¿pasa algo extraño?

Walter.- que yo sepa no

--Rubén se quedo mirando las cámaras con atención --

Rubén.- ¿y la chica que falta? ¿No es muy pronto para subir ya con un cliente?

Walter.- no, es que hoy no ha venido, le dolía no se qué, con estas nuevas normas se han hecho muy delicadas

Rubén.- cuidado Walter, mejor no juegues con cerillas o te mearás en la cama

Walter.- ya veremos cuánto dura esto, ahora que ya ha vuelto Roberto

Rubén.- tú intenta preocuparte de lo tuyo y que cada uno se preocupe de lo suyo

 

--Rubén se fue hasta una de las naves—

       Un encargado de seguridad fumaba tranquilamente a la puerta.

            Se levantó al ver que alguien se aproximaba en la oscuridad y puso su cuerpo en postura amenazante.

Segurata.-  ¿Quién anda ahí?

Rubén.- soy yo, el señor Rubén

Segurata.- perdone señor, no lo había reconocido y no me gusta que nadie ronde por esta zona

Rubén.- me parece muy bien, para eso cobras

Segurata.- ¿quería usted algo?

Rubén.- quiero hablar con la chica que hay dentro

Segurata.- ¿dentro? Dentro no hay nadie

Rubén.- sí hombre la que hoy está un poco mala, que me ha dicho Walter que le dolía no se qué

Segurata.- que no señor, que aquí no hay nadie;    espere que enciendo las luces y entra a mirar para que vea que yo no le miento

    Rubén, entró a la nave, revisó todo palmo a palmo.

(Por mirar, se fiaba más del segurata que de Walter)

Allí no había nadie

Rubén.- bueno pues a pasar buena noche

Segurata.- ve señor Rubén, a mí nunca se me ocurriría mentirle

Rubén.- y de aquí, ¿salieron todas juntas?

Segurata.- eso ya no se lo sé decir, cuando cambié el turno ya se habían ido con la furgoneta.

--Eso a Rubén no le olía nada bien--

 

                   Se fue dando un paseo sin rumbo, allá donde sus pies decidiesen llevarlo, recorrió calles, callejones, descampados llenos de basuras.        Llegó hasta la orilla del río, cruzó el puente y  se perdió por esos barrios del extrarradio que ni conocía.   Barrios en donde no estaba de más, el llevar empuñada el arma dentro del bolsillo de la americana.

     En el sitio más oscuro, entre unos altos hierbajos un gato mallaba con voz lastimera.

Pobre gato, que le pasaría.      Encendió la linterna de su móvil y se adentró en aquella selva urbana.  Su sorpresa fue cuando al acercarse descubrió que era una mujer boca abajo, semidesnuda y apaleada.    Corrió a su lado, aún vivía, le dio la vuelta para que al menos pudiese respirar.       Era la chica que faltaba en el local.

      Rápidamente llamó a Milagros, para pedirle ayuda, envió la ubicación, le dijo que avisase rápido a alguien de urgencias de confianza, era una sin papeles, no se podía llevar al hospital.

     A quien avisase debía comprometerse a dejarla en su casa, él la cuidaría.

       Mientras esperaba el auxilio, la sujetaba contra su pecho para darle calor.

Rubén.- ¿quién te ha hecho esto?

Chica.- me matará, me matará

Rubén.- ya está viniendo la ambulancia tranquila

Chica.- al hospital no, me matará

Rubén.- tranquila, nadie te hará nada, soy Rubén y te garantizo que nadie te volverá a tocar, pero tengo que saber quien ha sido

Chica.- no, no, me matará

             ---A lo lejos se aproximaba una furgoneta con las luces apagadas.     Era una ambulancia, menos mal. 

  Rubén se puso en pie haciendo señales con la linterna del móvil---

       De ella bajaron el conductor, Milagros y Bertha.

Bertha.- ¿Dónde está?

Conductor.- ayúdame con la camilla, Doctora coja la bombona, la mascarilla y el collarín

Bertha.- cristina, cristina, soy yo ¿Qué te ha pasado?

Cristina.- me van a matar

Conductor.- por favor no la atosiguéis, ahora tiene que estar tranquila

Doctora.- ponerla boca arriba en la camilla

Conductor.- no parece que tenga nada mal en el cuello, de todas formas póngale el collarín y la mascarilla para que respire bien.  A la de tres, arriba y a la ambulancia.

Milagros.- vamos directos a mi casa

Rubén.- no,  mejor a la mía, no te quiero meter en un compromiso

Milagros.- yo tengo conocimientos y amigos

Bertha.- el sitio más seguro es la casa de don Alejandro

Milagros.- ¿qué te parece la idea Rubén?

Rubén.- por mi bien, se ponga como se ponga

Conductor.- dirección ¡YA!

Milagros.- yo le indico, vete llamando a Alejandro que nos espere con la puerta abierta

Bertha.- Tranquila Cris, estás en buenas manos, ahora estate tranquila y respira

       ---llegaban a casa de don Alejandro, este esperaba en la puerta---

Alejandro.- Que ha pasado

Rubén.- luego le explico

Milagros.- ¿donde la llevamos?

Alejandro.-  a la habitación que hay junto a la mía

Milagros.- rápido, necesitamos suero, calmantes y un equipo radiológico portátil

Conductor.- yo ya me voy a limpiar esto para que nadie se dé cuenta, luego vuelvo a por la botella de oxigeno

Milagros.- muchas gracias, te debo una

 

       --En diez minutos, estaba allí todo lo que la doctora había pedido—

Alejandro.- si necesitas algo más, solo tienes que pedirlo

Milagros.- un hospital, pero eso no es posible

Bertha.-Cris ¿estás ya más tranquila? Te vas a poner bien

Rubén.- yo me tengo que ir a solucionar un asusto

Alejandro.- tú no vas a ningún sitio

Rubén.- esto no puede quedar así

Milagros.- ¡por favor haz caso a Alejandro! el sabe lo que hace

Rubén.- ¿qué tal estás cristina? ¿Mejor?

Cristina.- sí, mejor, me duele todo

Milagros.- ahora con el suero y los calmantes te vas a quedar  dormida, pero antes te tengo que mover para hacerte varias radiografías, ¿vas a ser Valente un ratito?

Rubén.- ¿quien ha sido?

Milagros.- ¡COÑO! QUE LA DEJES EN PAZ

Alejandro.- vamos fuera, que están mejor las tres solas

Milagros.- sí, llévatelo, porque le pongo la vía a él, pero con legía a ver si se calla

         La noche se hizo larga, por suerte no tenía ninguna fractura que necesitase quirófano.

       En cuanto le hicieron efecto los calmantes se quedó dormida (ya le puso dosis de más) era algo que tenía muy controlado en tantos años.

           Ellas dos toda la noche junto a la cama, oyéndola respirar y hablar entre dientes.

 Ellos sentados a la mesa, sin hablar.    Cada poco Rubén hacia ademán de levantarse y Alejandro lo sujetaba por el antebrazo con un simple:     .- quieto Rubén, quieto.   

Cuando amaneció, cristina seguía dormida pero estable.   Por suerte esa mañana Milagros había dicho que no iría a trabajar.

              ---Salieron al salón para desayunar al menos los cuatro juntos—

Milagros.- lo siento Bertha, pero lo de darte de alta, va a quedar para otro día

Bertha.- no sea tonta,  hay cosas más importantes,  son muy buenas personas.

 


 

 

 

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