lunes, 15 de agosto de 2022

El Regreso Cap.14

 

 

       Se aproximaba el alta quirúrgica del chaval.

            María estaba en un tira y afloja de sensaciones.

      Claro que se alegraba, pero lo dejaría de ver y luego la duda:     ¿Cuándo y en qué lugar se volverían a encontrar? ¿Y si antes de verlo se enamoraba de otra?

Rubén.- ¿pero de que tienes miedo?

María.- de todo Rubén, de todo

Rubén.- seguro que viene a visitarte

María.- no,  los que hemos estado en la quinta planta somos gente rara y nadie quiere volver a vernos

Rubén.- pero tú estás ingresada en la cuarta y además ya te queda poco

María.- pero él sabe porque me ingresaron y no querrá cargar con una loca

Rubén.- me parece que te estás ganando dos bofetadas. ¿No confías en mí? Tú lo viste, que más prueba quieres que esa.     Viste que estaría aquí y aquí estaba, igual te viste paseando con el de la mano junto al río y así será.

María.- ya, ya, pero entiéndelo

Rubén.- y yo vengo siempre a verte.   Hay que reconocer que soy más guapo que él

María.- si hombre, porque tú lo digas

Rubén.- muy bien, ten amigas para esto

María.- feo no eres, pero es que él… tiene una carita

Rubén.- que feliz se te ve,  eso es el amor,  que es ciego

María.- pues bien guapo que es

Rubén.- bueno me voy que es hora

             --un beso en la frente y...

Rubén.- pero dile que se depile un poco el entrecejo

María.- ¡marcha! Que eres más tonto

 

          Cuando llegó al despacho, dentro estaba Claudia organizando todo aquello que parecía un desastre:

   Papeles por encima de la mesa, el mini bar abierto y todas las bebidas calientes, el recipiente de aluminio donde se depositaban las capsulas de café vacías, lleno hasta el borde.

Rubén.- cómo tu aquí dentro

Claudia.- le pasa algo raro, esto no es normal

Rubén.- no, no me pasa nada

Claudia.- a este despacho las chicas de limpieza siempre entraban solo por cumplir, nunca había nada que hacer y en dos días esto parece una leonera

Rubén.- un par de días que he estado muy ajetreado

Claudia.- se que hace tiempo dio órdenes de que nadie entrase a su despacho ni a limpiar, pero me lo dice a mí y yo de vez en cuando le pego un repaso

Rubén.- tú no tienes que limpiar

 

    --Se acercó a él, lo abrazo con cariño y le susurró:

Claudia.- y tú no tienes por qué ser tan introvertido

Rubén.- gracias pero estoy comprometido

--Lo separó de sus brazos de un empujón--

Claudia.- ¡Y yo! Y con dos niños

Rubén.- perdona no quise decir eso

Claudia.- señor Rubén.  Bueno, Rubén, que ya lo sé.

        Por cierto me había olvidado, don Alejandro tiene compañía

Rubén.- ¿la señora del casco?

Claudia.- pues no listo, la doctora Méndez, pero tengo ordenes de que nadie los moleste, así que a colocar esto.        Lo quiero ver como una patena antes de que baje ella y tengamos folclore

      Terminaron de ordenar y limpiar todo y se sentaron a tomar un capuchino con la puerta abierta de par en par.        Así  controlaba y si alguien llegaba a recepción ella saldría enseguida.

      Estaban charlando de la familia. Claudia le mostraba fotos de sus hijos jugando en el parque donde el padre los llevaba por las tardes después de clase hasta que ella se reunía con ellos.

        De repente apareció don Alejandro con la doctora.    Claudia se levantó rápidamente.

Claudia.- buenas tardes don Alejandro, ya me iba.

¿Cómo usted por aquí?

Alejandro.- me ha invitado a venir la doctora Méndez

 ¿Y a usted?

Rubén.- ella me ha ayudado a colocar los papeles y la he invitado yo a un capuchino

Milagros.- pues ya estás preparando otros dos y tú no te vayas;  dejar un café de los que hace Rubén a medias es un pecado

  --Claudia se quedó mirando a don Alejandro paralizada junto a la puerta—

Alejandro.-     ¿está sorda?    Que se siente donde estaba sentada, que hay sillas de sobra para todos

Claudia.- muchas gracias don Alejandro, lo termino y me voy

Rubén.- te vas a ir ahora mismo

Claudia.- pero…     Si me ha dicho don Alejandro que me siente ¿a quién le hago caso?

Rubén.- vas a ir,  pero a cerrar y así no molesta nadie, que ya no son horas

Milagros.- a veces hablas de unas maneras que asustas a cualquiera

---- Claudia volvió a mirar a don Alejandro---

Alejandro.- vamos, a que estás esperando para cerrar

                

  Se sentaron los cuatro, Claudia mantenía el usted cada vez que hablaba como forma de respeto a sus jefes.

Alejandro.- y esas fotos ¿que son, de tus niños?

Claudia.- sí señor, pasa el tiempo.         Hace nada que no levantaban un palmo del suelo y ahora ya en la escuela

Alejandro.- pero si son iguales

Claudia.- son gemelos

Alejandro.- son preciosos, por cierto a ver cuando nos animamos  —mirando a Milagros--

Rubén.- deje, deje

Milagros.- eso es cosa para jóvenes a mi ya se me pasó el arroz

--Alejandro bajó la cabeza murmurando--

Alejandro.- que pena que nadie herede esos ojos.

Milagros.- a que sí, a que el capuchino que hace Rubén está excelente –desviando el tema--

Claudia.- lo hace muy bien

-dando tiempo a que don Alejandro se secase los ojos-

Alejandro.- que callado te lo tenías y yo en mi despacho tomando café de máquina

Rubén.- si este es de máquina no me ha visto hacerlo

Alejandro.- Claudia, mañana quiero en mi despacho una cafetera como esta y capsulas de capuchino de estas

Claudia.- perdóneme usted, pero la cafetera es la misma y las capsulas también

Alejandro.- ¿quiere decir que yo no sé hacerlo?

Claudia.- no, no,

Milagros.- sí, sí, para esto Rubén tiene un punto especial

Rubén.- tú no te preocupes Claudia, que mi despacho te queda más cerca que a él y no lo mires con miedo que aunque sea el jefazo, no es tan fiero como lo pintan.

Alejandro.- el día que yo me enfade, va a temblar todo el edificio

Milagros.- uuuuh, que miedo

Alejandro.- ves Rubén, si es que es una joya, ya la puedes cuidar bien, de estas mujeres ya no quedan. 

    Es bella por dentro mucho más que por fuera

Claudia.- y mire usted, que por fuera es bellísima

Milagros.- bueno, vale de tonterías. Tira al parque que te estarán esperando tu marido y tus hijos.  Don Alejandro vamos, que tiene que estar el chofer harto de esperar y tú cambia esa cara de bobo y vamos a dar un paseo que nos dé un poco el aire.

 

    --Los días pasaban sin demasiados sobresaltos--.

         Alejandro cada tarde desahogaba sus frustraciones con milagros y empezaba a ver la vida como algo que merecía la pena vivir sin tanta carga a sus espaldas.

  Iba pasando el tiempo.   Esa tarde tras el capuchino en el despacho de Rubén (que ya se había convertido en una costumbre) iban a ver un pequeño piso, alquilaban habitaciones con derecho a cocina.     El alta de Cristina era inminente y en breve se incorporaría a trabajar en el servicio de limpieza de una residencia de ancianos.

  Después irían al hospital a ver qué tal estaba María de su mal de amores.

               Por la mañana habían dado el alta hospitalaria al chaval y tenían que ir a darle ánimos.

 Rubén.- ¿Cómo vas?

María.- triste y aburrida

Milagros.- oye, ese ánimo muy arriba, ya ves, ¿tú me imaginabas a mí, al lado de este?

María.- pero en qué quedamos, sois novios o no

Milagros.- ¡que no somos novios!

Rubén.- o sí, depende de cómo se mire

María.- o sea que sí

Milagros.- es que tú eres tonto, ¿desde cuándo somos novios?

Rubén.- a mi no me digas nada, esto es cosa de María

Milagros.- bueno, vamos a dejarnos de tonterías y a lo que veníamos ¿cómo estás?

María.- que sí, que estoy bien, que no pienso dejar de comer por nada del mundo

Milagros.-   Rubén dale eso

           ---Sacó un papel del bolsillo---

Rubén.- esto no lo puede saber nadie o meterás a la doctora en un lío.

   En este papel está apuntada la dirección de tu amado y al colegio al que va.   Así te será más fácil cruzarte con él, claro sin querer,  de casualidad

María.- que ilusión.        Yo me cruzaré con él despistada, mirado a otro lado y cuando gire la  cara, mis pequeños labios estarán frente a los suyos y entonces sin querer nos besaremos

Milagros.- baja de la nube que estamos aquí y esas cosas mejor en la intimidad

Rubén.- bueno ahora te toca a ti

Milagros.- vístete que nos vamos a cenar los tres

María.- pero cómo

Rubén.- yo creo que con un pantalón, una camiseta y unos zapatos vas bien

---- Milagros saco unos papeles del bolso---

María.- pero que es eso

Milagros.- esto es que estás dada de alta y después de cenar te llevaremos a casa

Rubén.- tus padres ya lo saben, están súper contentos y nos han dado permiso para llevarte a cenar y a un sitio después.     

                          Fueron a cenar a un sitio informal, a una hamburguesería de esas que le gustan a la juventud.

        Después al bar donde cada noche tomaban el café (para ella a esas horas mejor descafeinado) de pronto sonó un bolero, el mismo de aquella noche.

Milagros.- vamos a qué esperas

Rubén.- ¿bailas María?

María.- pero aquí, que vergüenza

Milagros.- venga, tú solo déjate llevar

                Parecían padre e hija en el baile de su primera comunión, vaya par de patos.

 

               --Milagros se levantó de la mesa y se fue al lado del pianista.

 

Milagros.- por favor pare y comience de nuevo

             ---Paró la música y sus pasos se pararon--

Milagros.- anda tira para la mesa pato.

     María ven que vamos a bailar tú y yo

           Rubén miraba embelesado a sus dos niñas de pie, sin llegarse a sentar en la silla.

 

        Se hacía tarde, era hora de llevar a María a casa.

  Sus padres ya esperaban ansiosos en la puerta de casa cuando la dejaron en la acera.

    De una carrera llegó a ellos para abrazarlos.

María.-  MILAGROS, RUBÉN. ¿Nos volveremos a ver?

Milagros.- el tiempo lo dirá, tú solo vive, vive y vive

 

 


 

 

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