Era un hombre sin principios morales, según sus datos, su padre les
abandonó a él y a su madre cuando contaba la edad de ocho años. Las pandillas
del barrio fueron su escuela y tras escaparse de casa, su oficio la
delincuencia y las cárceles su hábitat natural en el que escalar peldaño a
peldaño hasta llegar cerca del poder.
“Rober”. Ahora con traje y
corbata, sentado a la derecha del jefe en aquella larga mesa; su única familia
era la ambición; rodeado de sabuesos dispuestos a dar su vida por unas monedas
acuñadas con sangre y odio por ambas caras y de brillo opaco desgastado por su
procedencia.
Sabía que la paciencia ahora era su única arma para logar escalar a lo más alto, siempre alerta, nada se lo impediría cuando llegase el momento.
La noche cerrada acompañaba a Alhaba; habían enmudecido las calles.
Arriba, desde lo alto de aquel edificio acristalado, un
arrepentido se disponía a saltar al
vacío para purgar sus pecados.
Alhaba pacientemente, esperaba a que dejase de mirar a su alrededor y
se lanzase. A su lado se puso un ser siniestro contra el
que nada podía hacer.
Venía a recogerlo para llevarlo con él y abandonarlo para que vagase
sin fin por el ningún sitio, marcado solo con un punto de hollín en su frente.
El cuerpo, revoloteando, descendía rápidamente hasta tocar el cruel
asfalto inquebrantable.
El dedo manchado de negro rozó su frente.
La negrura engulló su sangre y allí quedo solitario el cuerpo tendido.
No tenía aspecto de ser mala persona, pero claro las apariencias
engañan y a veces un buen traje tapa las faltas que se albergan en el interior.
Dos días de ausencia hasta volver a entrar de nuevo por las puertas del
edificio acristalado.
La señorita de recepción salía enseguida de detrás del mostrador.
.- señor Rubén ¿Dónde se ha metido? Llevan buscándolo dos días
Rubén.- no pasa nada --y
se dirigió a su despacho con paso ligero—
Al momento Roberto irrumpía en la estancia abriendo la puerta de un
empujón y cerrándola tras él dando un portazo.
Roberto.- ¿Qué ha pasado? Está casi
a punto de llegar el nuevo material y tú sin aparecer
Rubén.- Te voy hacer una pregunta ¿tú alguna
vez has pensado que esto que hacemos no está bien?
Roberto.- a ti te han dado algún golpe en la cabeza, si te encuentras mal vete a casa hasta mañana, ya le digo yo a don Alejandro que has aparecido
Su perro más fiel en estos años. Rubén parecía desorientado, seguro que esa noche se metió más de la cuenta y eso lo tuvo dos días deambulando por quién sabe dónde. De todas formas sabía que no le temblaba el pulso a la hora de cumplir sus órdenes y que en sus planes nunca estuvo el ascender a su ansiado puesto, siempre se conformó con ser el tercero. El primero y el segundo son para personas que sepan afrontar de cara la responsabilidad de mandar y piensen que obedecer es demasiado sencillo.
Llegó el día de recibir y distribuir la nueva mercancía, Roberto y Rubén se dirigían al ático a informar a don Alejandro como era costumbre. Únicamente él y solo él, acostumbraba a marcar el lugar de entrega y muy pocas veces se dejaba asesorar por nadie.
Rubén abrió la puerta y cedió el paso a Roberto para que entrase
primero. Dentro, ya sentados todos
los encargados y al fondo de pie, esperando, mirando por la ventana don
Alejandro, que nunca se sentaba hasta
que todas las sillas estaban ocupadas.
Se dirigió a su sillón presidencial con calma y antes de sentarse miró
fijamente a todos.
Alejandro.- esto no puede volver a
ocurrir –poniendo sus puños sobre la mesa-
--todos se miraron atónitos—
Alejandro.- que sea la última vez que
uno de vosotros desaparece sin tener yo conocimiento de ello.
Las drogas y el alcohol es para los débiles y yo a mi lado solo quiero
tener a los más fuertes. ¡Está claro!
Pues comencemos
Walter.- esta noche llegan veintiuna y el local de las
afueras tiene últimamente mucha clientela
Roberto.- Muchos clientes pero con
poco dinero
Rubén.- lo nuevo mejor donde más
dinero se pague y menos se maltrate el género
Alejandro.- esta noche todo el
material a los almacenes, tengo noticias de que algo no anda bien y la
mercancía de hoy, dejemos que vayan a recogerla gente de poca importancia
-- Todos se levantaron sin rechistar de la reunión para dar las
respectivas órdenes –
Alejandro.- oye Walter, Mejor, nuevos
que no sepan nada de nada; gente de
ninguna importancia.
Walter.- como usted mande don Alejandro
Allí se quedaron los tres, esperando a que la puerta se cerrase tras
salir el último de los encargados. Rubén
y Roberto sentados en sus sillas, don Alejandro volvió a ponerse de pie junto a
los ventanales.
Roberto.- ¿hay algo que debiéramos
saber?
Rubén.- no, nada raro
Roberto.- le preguntaba a don
Alejandro
Alejandro.- esta noche mejor dar por
perdida toda esa mercancía, van a estar esperando, alguien se fue de la
lengua. Pero ya que se ha sacado el
tema. ¿Dónde has estado estos dos días?
Rubén.- estuve en casa pero no
fue cuestión de ninguna sustancia
Alejandro.- me gusta confiar en mi
gente y vosotros dos, sabéis que sois de mi confianza
Roberto.- Habrá que tener bien
controlados los locales y alrededores, no podemos poner en entredicho nuestro
prestigio frente a nuestros suministradores.
Alejandro.- eso déjamelo a mí. Vosotros encargaros de que la próxima entrega
se haga en sitios desconocidos para todos y dividida en dos por si acaso.
Los dos salieron del despacho sabiendo que alguien que sabía demasiado
se había vendido y debía de ser alguno de los que se reunían en aquella sala.
Como bien habían informado a don Alejandro esa noche a la hora de la entrega todos cayeron en manos de las autoridades. Todos eran principiantes que nada sabían, carne de cañón con la que cubrir el expediente y salir en las noticias visualizando la lucha contra la trata de personas.
En los almacenes la noche fue larga, interrogadas una tras otra de que
cliente hacía preguntas inoportunas y cuál de ellas daba respuestas
inadecuadas.
Al día siguiente como tantas veces ocurría en la gran urbe, una mujer
sin documentación aparecía junto a los contenedores con una sobredosis. Fallecimiento que era archivado como tantos
otros poco después de realizarle la autopsia y almacenado en la morgue con una
etiqueta hasta que pasase el tiempo reglamentario.
Roberto.- deberíamos trasladar de
ciudad la mercancía
Rubén.- ahora no, están las cosas
muy calientes, mejor esperar
Walter.- tiene razón Roberto. Menos chicas, menos clientes, más control
Roberto.- mañana hablaré con don
Alejandro a ver qué opina.
Muy interesante inicio.. Muy heavy .. seguimos .. Enhorabuena !!
ResponderEliminarPasados los años las sociedades no son iguales.
EliminarGracias.