lunes, 25 de julio de 2022

El Regreso Cap. 06

 


 

      Esa noche fría Rubén en su casa se miraba las manos para intentar encontrar algo escondido en los pliegues de sus palmas;      hoy no le apetecía deambular bajo la lluvia, desde su ventana se deleitaba viendo como las gotas de agua se dejaban ver al pasar por la luz de una farola.

 Esa noche la única vida en su calle eran los semáforos cambiando de color,  que daban  paso a los peatones inexistentes.

       Ya era muy tarde, otra noche como tantas en vela recordando aquella noche de aguacero en que velaron al hermano de Paco, las tardes soleadas de paseo junto a Cosme y Vicenta, las conversaciones intensas en los paseos por el cementerio.  Los goterones de sudor, esos hombres retirando piedras y el momento en el que vio el brillo en el fondo de la tinaja.       Eran sus recuerdos, su única vida, los momentos de luz en este mundo tan opaco y miserable donde hay tanto por hacer y muy pocos dispuestos a poner su granito de arena.

                 Miraba el teléfono con tristeza esperando ese momento que no llegaba. Por un momento deseó saber llorar y sentir sus lágrimas discurriendo por su rostro.

  Ser humano plenamente por un instante, pero eso era un privilegio que no tenía, para conseguirlo tendría que perder sus alas como en su día hizo Kawamo.

    NO, el tenía una misión que cumplir y si no lo lograba era igual, para él eran más importantes aquellas chicas que el encaminar a Roberto por la senda correcta.

 

       La claridad despuntaba tras los edificios, el bullicio volvía a las calles y él volvía al trabajo.  Como cada día vueltas y vueltas haciendo tiempo para no llegar de los primeros.   Siempre, si no llovía demasiado, andando.

  Él nunca quiso ni chofer ni gorilas a su lado, mejor solo que mal acompañado.        En la esquina unas monedas para ese mendigo que le regalaba un gracias, en el bar cutre donde trabajadores con mono paraban a tomar algo, un café caliente rodeado de personas de verdad, gente con un trabajo honroso, familia, preocupaciones y ganas de vivir día a día luchando por los suyos.

 Después pasaba por la puerta de una iglesia, le gustaba oír esas campanas, observar como las  señoras mayores  entraban con su andar pausado.

 

   Pasó por el despacho y dijo a la señorita de recepción que avisase a don Alejandro, no iba a estar esa mañana, que si quería algo antes de que se fuese.

    Al momento llamaron a la puerta:

            .- Señor Rubén, que dice don Alejandro que se puede ir tranquilo, esta mañana no lo necesitará.

Rubén.- está bien, muchas gracias

 

  Se iría a ver a Roberto y tal vez pasaría a ver a María como escusa intentando cruzarse con Milagros.

--- En la habitación de Roberto una mirada desafiante lo recibió---

Rubén.- ¿Cómo estás hoy?

Roberto.- ya te saliste con la tuya

Rubén.- ¿de qué hablas?

Roberto.- bien callado lo tenías, ahora ya está claro

Rubén.- tú lo que tienes que hacer es recuperarte y volver

Roberto.- yo ya estoy recuperado, pero os interesa tenerme aquí encerrado

Rubén.- no seas tonto y no te dejes influir por esa gente que solo te llena la cabeza de pájaros

Roberto.- ¿pájaros? Los tres juntos de local en local, algo que don Alejandro nunca  hubiese permitido el hacerlo conmigo.

Rubén.- ¿a estas alturas vas a sentir celos de mí?     

Roberto.- ¿de ti? Tú nunca llegaras a nada

Rubén.- ya sabes que no lo quiero, piensa lo que quieras y ese que te viene con historias que yo sé bien quien es, de ese, es de que deberías desconfiar.

--buena gana de aguantar malas caras--

    Rubén salió de la habitación sin despedirse y cuando se dirigía al ascensor, de pronto tuvo miedo.

             Miedo a subir a la quinta planta, encontrarse de frente con Milagros y  que ella le negase su mirada, que no se parase a hablar con él o que se sintiese acosada. 

    La decisión de verlo, tenía que quedar en sus manos, ella sola debería escoger el momento.

       

--Ya a media tarde lo volvió a requerir don Alejandro en su despacho—

Alejandro.- he estado pensando en lo que vi ayer

Rubén.- ¿y qué tal le pareció?

Alejandro.- vas demasiado deprisa, te estás creando muchos enemigos

Rubén.- no me importa, alguno habrá que quiera ser mi amigo

Alejandro.- Alex, por ejemplo

               ---Rubén se quedó pálido--

Alejandro.- eres demasiado inocente, recuerdo que en tu infancia tu madre te preguntaba que habías hecho y antes de contestar,  ella ya sabía donde habías estado

Rubén.- entonces…

Alejandro.- yo tengo ojos y oídos en todos sitios  

Rubén.- lo siento pero…

Alejandro.- mejor no digas nada.     Pero intenta encubrir mejor las cosas, hay mucha gente que quiere el poder y están dispuestos a todo por alcanzarlo

Rubén.- la señora ya me tiene hasta el gorro, hay que renovar todo esto o  desisto y me voy

Alejandro.- estás demasiado ciego, ella es la que más te protege

Rubén.- y si algún día necesitase su ayuda, cómo puedo localizarla

Alejandro.- si la necesitas, no te preocupes, ella estará en el sitio y momento oportuno

Rubén.- me deja usted más tranquilo

Alejandro.- ahora vete y anda con cuidado en cada paso que des

 

         --ya era tarde y hacía bueno, daría una vuelta y esperaría a ver que las luces de las habitaciones del hospital comenzaban a apagarse para subir a ver de nuevo a María—

Rubén.- hola María ¿ya cenaste?

María.- sí, métete al armario que está a punto de pasar

Rubén.- a eso iba

          --María apagó la luz y se acostó, para que al pasar pareciese que ya estaba dormida-

María.- sal, ya no hay moros en la costa

Rubén.- ¿hiciste caso? ¿Has comido todo?

María.- sí todo

Rubén.- ¿has hablado con la doctora Méndez?

María.- le conté lo que me dijiste y lo que me pasó con los ojos cerrados y se puso muy contenta, pero cuando nombre a Vicenta se puso triste, me soltó la mano y se fue

Rubén.- es normal, no te preocupes.       A mí me llamó, pero colgó nada más oír mi voz

María.- que mal ¿no?  Bueno aún no estará preparada. Es que eres un ser muy extraño

Rubén.- pues eso mismo pienso yo

María.- oye Rubén, te importaría sentarte aquí a mi lado y cogerme las manos

Rubén.- para qué

María.- para ver mi futuro

Rubén.- no María es algo que tienes que ir descubriendo poco a poco

María.- anda, solo un poquito

--En eso momento vibro el teléfono, menos mal que no lo tenía en sonido—

Rubén.- calla, que es ella

María.- pero cógelo, venga.

Rubén.- hola, quien es

Milagros.- soy yo, no sé si molesto a esta hora

Rubén.- no, no, no molestas, pero tengo que hablar bajito

Milagros.- perdone si eso lo llamo en otro momento

Rubén.- es que… Verá, estoy en la habitación de María escondido

Milagros.- como en la habitación de María, salga de ahí, eso está prohibido

             -- María se acercó al teléfono—

María.- no te preocupes, que no lo ha visto nadie

Milagros.- contigo ya hablaré yo mañana

Rubén.- ¿le apetece que nos veamos y nos tomemos un café dentro de media hora?

Milagros.- me parece bien, salga de ahí inmediatamente

Rubén.- en diez minutos la llamo y ya acordamos un sitio que le quede cerca

María.- que bien, ha llamado

Rubén.- la bronca que nos vamos a llevar

María.- da igual. Vamos date prisa que no hay nadie en el control

Rubén.- sí, ya me voy

María.- mucha suerte y que pasen buena noche

 

 

 


 

 

 

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