jueves, 1 de diciembre de 2016

Dónde Marchaste cap.-5º


-------- Dónde marchaste -------
----- Capítulo 5º -----

        La lluvia empezó a caer.   Los motoristas llegaron a la zona del siniestro.   El vehículo continuaba ardiendo. 
    Allí dejarían los cuerpos tendidos a merced de las alimañas.   Como prueba de su hallazgo, arrancaron los distintivos del uniforme del Mayor y emprendieron camino de regreso.

       El dolor infringido por las mordeduras de un zorro en su pierna desnuda, hizo despertar a Manuel.
 Sintió frío, a gatas se aproximo hasta el cadáver del Mayor para despojarlo de sus ropas y vestirse con ellas.
       En el interior del coche, aun quedaban restos de calor.
   Junto a la puerta abierta, sin querer mirar la desagradable imagen que albergaba, fue recuperando el aliento.  Después, a cierta distancia de la carretera para no ser visto, caminó, noche y día, hasta llegar a una ciudad.
      Por suerte no estaba "lejos", los edificios eran alcanzados por su vista antes del atardecer.  Aprovecho para descansar hasta bien entrada la noche.
          Oculto por la oscuridad,  de esquina en esquina, fue buscando algún lugar abandonado donde guarecerse.

        Frente a él, las puertas de un cementerio, (que mejor compañía que aquellos que ya nada pueden hacer) allí, al menos los muros lo resguardarían del viento.
 Al fondo dentro de una caseta, se dejaba ver el resplandor de una fogata. Sigilosamente se fue acercando con cuidado. Por la rendija de la puerta, pudo ver tres desarrapados al lado de unos pocos palos ardiendo.
     Abrió la puerta para entrar.   Ellos quedaron inmóviles, pálidos ante su presencia.     Al percatarse estos de que iba solo, uno de ellos gritó en francés.
       ..--- ¡a por él, que no escape!
       Manuel en aquel mismo idioma, replicó.
      .---  tranquilos, tranquilos, soy amigo
      Claro, él no se había percatado de las circunstancias.
Iba vestido con un uniforme del ejército del reich.
Manuel.- buenas noches, ¿quiénes sois?
Pierre.-  personas perseguidas por los nazis
Florián.-  ¿de dónde has sacado esas ropas?, ¿las has robado?     
                Manuel les contó lo sucedido en el accidente, sin extenderse en detalles que a nadie le importaban.
Gastón.-  pues tienes suerte, estás vivo y con ropa de abrigo
Manuel.- ¿y lleváis aquí mucho tiempo?
Pierre.- no, solo dos días, estamos esperando a que pase un tren que siempre va sin vigilancia,  transporta carbón y nos llevará hasta cerca de la frontera francesa
   
    Manuel conocía bien aquel tren y donde tenía su parada.

Gastón.- en un par de días pasa y en los últimos vagones, nos subiremos e iremos tumbados sobre el carbón sin ser vistos.
Manuel.- no se os ocurra montar en ese tren
Florián.- es el más seguro de todos
Manuel.-  sí, con destino al infierno
       (Les explicó dónde paraba y lo que allí sucedía).
     Después de escuchar aquella historia, decidieron seguir su camino campo a través.   Sabían que Francia a igual que toda Europa estaba ocupada, pero intentarían llegar hasta el norte de España y allí en cualquier puerto enrolarse en algún barco que los llevase a América.
    Cada vez que  avistaban alguna población, esperaban a la noche para robar y abastecer sus zurrones, prosiguiendo camino antes de amanecer.
    En una de aquellas noches, se vieron sorprendidos por una patrulla motorizada haciendo ronda.     Antes de que disparasen sobre ellos,  Manuel,  erguido,  con el brazo en alto, gritó;
     .--- Heil Hirler! Con voz alta y clara
        Cuando se acercaron confiados, se abalanzaron sobre ellos golpeándolos hasta quedarlos sin sentido, después los despojaron de sus uniformes y armas.
    Los cuatro envalentonados por su hazaña, montaron en las dos KS-750, con ellas llegarían a las inmediaciones de Saint-Avold, donde la gasolina dijo que no daba para más.
         Metz, no quedaba lejos de allí, Manuel pensó que tal vez encontraría a algún conocido que pudiera dar refugio, cama y comida por unos días.
    Al llegar, Manuel se cambió la ropa con Gastón y se fue en busca de un antiguo conocido, mientras ellos esperaban escondidos en una arboleda cercana.

      Cuando abrió la puerta, lo reconoció al instante.
…--- entra, entra. Date prisa.
             Una visita tan inesperada, como agradecida.

         Thierry, un anciano que ya desde niño, con su padre, había estado encargado de la conservación de la catedral, le había cogido mucho aprecio a ese exiliado delgaducho de gran sensibilidad por el arte y buen trabajador que ahora se acercaba a saludarlo de nuevo.

 El lugar estaba dividido entre perseguidores y perseguidos, él no pertenecía a ninguno de ellos. Por su avanzada edad, no les interesaba a los señores de la guerra.
Thierry.- cuánto tiempo, cómo te he echado de menos
Manuel.- yo, también a usted
Thierry.- pero cuenta, cuenta
Manuel.- poco hay que contar, alegrías ninguna y de las calamidades para que hablar
Thierry.- pasa a asearte y quítate esas barbas.  guardo ropa en el armario de cuando era joven que te quedará bien y mientras te haré una sopa caliente que te entone el cuerpo.
Manuel.- no se moleste
Thierry.- no es ninguna molestia, todo lo contrario

     La camisa, el traje y los zapatos de Thierry, le quedaban como anillo al dedo.     Saboreaba la sopa de pan cerrando los ojos (le recordaba a aquella tan rica que comían en su casa cuando era niño) de repente miró por la ventana y se levantó de la silla sobresaltado.

Thierry.- qué te pasa
Manuel.- me sentía tan a gusto en este sueño, que se me había olvidado
Thierry.- se te había olvidado qué
Manuel.- en la arboleda, me esperan tres compañeros de fatigas, si nos pudiese esconder un día, luego seguiríamos con nuestro viaje
Thierry.- pero, cómo no lo has dicho antes, todo el que venga contigo, es bienvenido en esta casa.   
 Tú vete a buscarlos y yo prepararé unos colchones en el sótano donde estarán seguros.     Pero antes termínate la sopa.

             Un rato más tarde…

Pierre.- mirad, por ahí viene Manuel
Gastón.- pero si viene hecho un pincel
Florián.-  nadie diría que se ha pasado todo este tiempo en el monte
Gastón.- trae cara de buenas noticias
Pierre.- espero que sí, o se me olvidará lo que es dormir bajo techo
Florián.- a mí ya se me olvidó
Manuel.- todo arreglado en cuanto anochezca nos vamos
Gastón.- ya nos tenías preocupados, pero veo que has aprovechado el tiempo
Florián.- ¿tendrá la culpa alguna señorita?
Pierre.- o tal vez algún señorito
Manuel.- dejaros de bromas, vamos a la casa de un señor mayor. Por favor, no me defraudeis
Florián.- tranquilo, en esta vida hay que saber agradecer y lo que hace este señor con darnos cobijo, en más de lo que podremos pagar

     Tras la ventana, esperaba atento para abrirles la puerta.

Thierry.- vamos pasar, voy a cerrar la ventana y sentaros a la mesa que vendréis hambrientos
Pierre.- no se preocupe usted
Thierry.- poca cosa tengo, pero lo suficiente para que no os vayáis a dormir con el estómago vacío
Gastón.- no tenemos con qué pagarle
Thierry.- con acompañar hasta aquí a Manuel, me doy por pagado
Manuel.-  muchas gracias Thierry

Los cinco platos de la mesa, se colmaron de papas cocidas.   Sal, un poco de pimentón picante, una cucharada de aceite ya usado como condimento rápido y a cenar.   
           De todas formas…  tampoco, había otra cosa.

Pierre.- está rico, nunca había probado esto así
Thierry.- es una receta que me enseñó Manuel, entonces me hice con un poco de esto rojo y aún me dura
Manuel.- siempre fue mi plato preferido
Thierry.-  cada vez que se le daba el antojo decía:    ¿le apetece que comamos juntos?, y yo siempre le respondía afirmativamente.   Sí, estaba deseando que me lo dijese.
Gastón.-  Manuel es todo un señor y se hace querer

       En un abrir y cerrar de ojos los platos estaban vacíos.

Thierry.-  solo hay dos habitaciones, así que para vosotros tres hay preparados unos colchones en el sótano, abajo no hace frío y podréis estar tranquilos,   pero antes de bajar a dormir quitaros esos cinturones,   no pernito armas en mi casa, las esconderé en sitio seguro y cuando llegue la hora os las devolveré.

       Los tres se bajaron a descansar, Manuel y él, tenían de muchas cosas de las que hablar.

        Pasaron varios días, Thierry como viejo les aconsejó.
 Después de pensarlo bien, ya en territorio francés, los tres decidieron seguir camino.   Cada uno se dirigiría a su lugar de origen a comenzar de nuevo.     Para irse a las Américas tiempo habría. 
     Siempre encontrarían a alguien que los escondería hasta finalizar la guerra.

Manuel, no estaba seguro de querer volver a España y por otro lado estaba deseando de cruzar los pirineos, dirigirse hacia despeña-perros y después su Andalucía. Pero…

Thierry.- no tengas prisa Manuel, aquí estarás muy bien, piénsalo.
Gastón.- tiene razón el viejo, te queda un largo camino ¿Que más te da, unos días más o menos? 
       Thierry, tiró de fondo de armario y les sacó ropa para que se vistieran decentemente, más tarde, ya se encargaría él de quemar aquellos uniformes tan peligrosos.

Thierry.- aquí no os conoce nadie, podéis estar tranquilos, así que os cambio vuestras pistolas, por un poco de dinero que tengo guardado.  Al medio día, pasa un transporte que va a París
Florián.- no eso no, no podemos aceptar su dinero
Thierry.- ¿y cómo pensáis llegar a París? Luego desde allí ya cada uno a su destino
Gastón.- esto me parece excesivo
Thierry.- considerar que es un préstamo que os hago con una condición,   tendréis que volver a devolvérmelo en el plazo de cinco años. ¿De acuerdo?
Pierre.- tenga usted por seguro que volveré a cumplir con el acuerdo
Thierry.- tranquilos, siempre confío en la palabra de un hombre

    Se despidieron con pena, como si se conociesen de toda la vida. 
      En la puerta agitando la mano, quedaron el viejo Thierry y el ya no tan joven Manuel.




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