jueves, 13 de agosto de 2020

Luciérnaga

 

La renuncia era inmaterial y la basura, se acumulaba en su mente.  Un reto, un proyecto inaccesible.

Elevarse hasta los cielos sin creer en los dioses.

Salir de ese infierno, encadenándose al caldero.

Cerrar los ojos, para ver la luz verde reflejada en el espejo.

Escuchar los sonidos sordos de las piedras, para enmudecer el murmullo del viento.

Las flores en blanco y negro, se disfrazan de mariposas sin alas, entrando bajo la tierra del jardín, en busca de estiércol.  El hedor saturó la pituitaria y el resto de olores se desvanecieron.

Cuando salgan de nuevo y la verde luz esté dispuesta para atravesar sus parpados, las pestañas estarán cerradas y el cristal espejo, tal vez roído y cuarteado.

Las estrellas y la luna se habrán difuminado en sombrías  y oscuras marañas; pero aún así, siempre… siempre seguirán existiendo lucecitas en el bosque.

Será suficiente una luciérnaga para dar voz a las palabras creando  un poema.



 

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