sábado, 4 de septiembre de 2021

Ficción.


                 A veces los años nos cuentan cosas y pensamos en la posibilidad de realidad o ficción de esos recuerdos, por tanto tiempo olvidados.

          Recuerdo, que recordaba un día, algo que nunca sucedió, pero que sería bonito que hubiese sucedido. Unas imágenes tan entrañables que quedaron en mi memoria como un tatuaje queda en la piel, algo para toda la vida.

       El tiempo hacía que la ficción se fuera convirtiendo en realidad y fuera apartando cosas intrascendentes haciéndose un hueco en mi disco duro.

     Algo jamás comentado con nadie. Un secreto mío y solo mío. Un espejismo con agua para calmar mi sed de felicidad y la sombra de sus palmeras en medio del desierto de soledades abrasadas por el sol.

      Algo en lo que pensar, cuando en las noches apáticas las pesadillas asaltan los sueños y el miedo recorre tu espalda con escalofríos que solo se distraen a base de pitillos encendidos junto a la mesa de la cocina, una taza de café y la falta de prisa, para volver a la cama.

 

            Donde estará aquel mozuelo, que en la distancia quiso vivir aferrado al ayer, haciendo suya una ilusión tan ínfima como una gota de agua y la convirtió en un río de corrientes claras por las que navegar con su barca.  ¿Cuándo regresar a aquel lugar y ver de nuevo esas piedras en las que sentarse junto a nadie, para cerrar los ojos y soñar de nuevo?.

 

    El anciano regresó un día. Aquel descampado, se había convertido en un amasijo de cemento y alquitrán.

         La tranquilidad y privacidad estaban obsoletas, ni cerrando los ojos con fuerza podía imaginar aquel lugar tal y como era en su niñez.

    Un banco solitario anclado con tornillos a la acera, lo invitó a acomodarse un rato; ante su desolación se quedó dormido y de nuevo las pesadillas asaltaron sus sueños. Como siempre despertó para refugiarse en su ilusión.

    En el mismo banco, sentada, una anciana miraba como los coches pasaban por la carretera sin detenerse. Abstraída de la realidad y con una gran sonrisa en su rostro.

 

         Los dos, al mismo tiempo volvieron sus caras y se miraron con admiración.  

.-   ¿Tú eres?

     .- ¿entonces tú?

.- cuantas veces he soñado que aquí te daba el primer beso

      .- lo tendrías que haber hecho, cuanto te he echado de menos.

  

      Tenían sus respectivas parejas de mucho tiempo, sus hijos, sus nietos; solo pensaron en que con ello, tampoco harían daño a nadie.

 

                       Por fin, se besaron por primera y última vez, ante las miradas de desprecio y gesto de asco de aquellos mojigatos adolescentes que transitaban por allí en ese momento. 

 

         Ficciones de tantos años, hechas realidad.




2 comentarios:

  1. ¿No ves? Si le hubiera dado el beso el primer día no habría tenido una vida de ilusión. Ahora tenía las dos cosas. Tarde, pero...

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    1. Seguirá siendo una ilusión. como si nada hubiese sucedido, pero ahora, podrá lamerse los labios mientras apura el pitillo junto a la mesa de la cocina.

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