miércoles, 5 de abril de 2023

Gorras en el armario 035

 

 

 

       Al poco tiempo se celebró la esperada charla, solo unos pocos alumnos junto a sus padres asistieron “ya que debía de ser fuera del horario lectivo”    algunas personas  de dispar edad junto a los maestros y pocos más.

   En el escenario del salón de actos El doctor Hernández, Paula y Jaime.

      Al final de todo, en la oscuridad, semiescondido por unas cortinas escuchaba Samuel, que decidió quedarse allí, en vez de ir a jugar al parque.


      Los escuchó con atención antes de salir de allí a hurtadillas intentando  que nadie se percatase de su presencia.

 

         Jaime todos los días estaba presente en el patio representado en las gorras de Adry e Inma que se las ponían a diario.

        De pronto uno de los del corro le dijo a Samuel:

 Niño.- mira que gorras más floridas llevan las tontas esas.      ¿A que no te atreves a ir y cogerle una?

Samuel.- no me apetece

 Niño.- eres un cobardica, desde que te untó el morro…

Samuel.- vamos y si te atreves se la quitas tú

Niño.- pues claro que me atrevo.     Vais a ver quién es ahora el líder

                Se acercaron a ellas y cuando estaban al lado, Samuel sacó la gorra de su bolsillo y se la puso.

-            Todos lo miraron asombrados.

Samuel.- solo hay un problema, ven, que primero me la tienes que quitar a mí

          - quedaron quietos, esperando acontecimiento-

Adry.- ¿Qué pasa Samuel?

Inma.- a quien se arrime me lo como

Niño.- mirar ahora es amigo de las niñas, ja, ja, ja,

Adry.- ¿algún problema?

Maestro.- ¿Qué pasa aquí?

Samuel.- nada, que este se estaba metiendo con las chicas

Maestro.- vamos, cada uno a su sitio de costumbre

Niño.- traidor

Samuel.- repítelo y vas  al hospital y mañana los dos al despecho del director

Adry.- déjamelo a mí

Maestro.- vosotros marchar de aquí y que no se os vuelva a pasar por la cabeza meteros con ellas

     -La multitud que estaba observando se dispersó, ellos se alejaron pero Samuel se quedó hablando con ellas-

Inma.- ahora te has quedado sin amigos por nuestra culpa

Samuel.-  da igual, de todas formas…

Adry.- si quieres puedes estar con nosotras en el recreo

Inma.- pero para estar en este rincón, hay que tener la gorra puesta y a ti te queda muy bien

Adry.- así para atrás te hace cara de malote

Samuel.- pues entonces me la pondré con la visera hacia delante

Inma.- así te queda mejor

Samuel.- me gustaría pedirle perdón a Jaime, yo no sabía lo que le pasaba.    Bueno tampoco me importaba, pero ahora sí

Adry.- ¿qué te pareció la charla del otro día?

Samuel.- ¿qué charla?

Adry.- que te vimos Samuel, no te hagas el tonto

Samuel.- no quería que me viesen, me daba vergüenza

Inma.- tú eres tonto, a ver si no vas a poder ir donde tú quieras

Samuel.- ya, pero…

Adry.- tú haz lo que te parezca y cuando quieras, pues te pones la gorra y ya sabemos que vienes a estar un rato con nosotras y cuando esté Jaime, seguro que le das una alegría

  Samuel se fue el solo a dar vueltas por el patio y pensar, pero sin quitarse la gorra ante aquella mirada acosadora y burlesca del sus antiguos amigos.

   

   Pasó varios días juntándose con unos y otros fingiendo no pasar nada por su cabeza y mirando de reojo el rincón donde sabía lo esperaban con una única condición.

     -Jaime se encontraba mejor y volvió a ir al cole-

      Al entrar en clase pudo percibir la alegría de Samuel al verlo y al pasar por su lado le extendió la mano para chocar sus palmas.

            A la hora de recreo Samuel se fue al servicio y se sentó en la taza del retrete un rato; buscaba las palabras con que hablar con Jaime.     Cómo comerse su orgullo y pedirle perdón delante de todos.    

        -Salió al patio, se puso la gorra de nuevo y se fue hasta el rincón-

Samuel.- Gracias por la gorra Jaime

           -se dio la vuelta y alzó los brazos gritando-

Samuel.- ¡VENIR TODOS QUE TENGO QUE DECIR UNA COSA!

     -Los primeros que se acercaron fueron los maestros y tras ellos el resto de alumnos de los diferentes cursos-

Samuel.- quiero pedir perdón a Jaime por lo que paso aquél día y que sepáis que a nadie se le ocurra meterse con él 

  -Allí sonriente mezclado entre todos, el nuevo cabecilla de la pandilla –

Niño.- se nos ha vuelto mariquita

         -Como un resorte, todos volvieron la cara hacia él mirándolo con desprecio-

Samuel.- tus dientes tienen los días contados

Maestro.- tranquilo Samuel que lo estabas haciendo muy bien

-Jaime extendió su mano abierta-

Jaime.- ¿amigos?

Samuel.- amigos, “estrechando su mano con fuerza”.

           Fueron pasando los días y poco a poco el patio se fue llenando de cabezas con gorra en solidaridad con la enfermedad de Jaime.

           Los maestros no podían ser menos, tan solo unos cuantos se resistían a la nueva normalidad.

  Todo aquello que sucedía en el patio se fue trasladando al parque a la salida del colegio;       los abuelos y abuelas también lucían bonitas viseras cuando llegó la primavera y se podía estar de nuevo aprovechando los rayos de sol mientras sus nietos jugaban.

      De aquello se llegó a hacer eco el periódico local con una foto de portada y acompañada de un artículo en las páginas centrales.

    Y el tiempo pasó y pasó, terminó su tratamiento con éxito y le dieron una medicación de continuidad con la que debería estar varios años junto a  varias revisiones periódicas, análisis y pruebas, pero eso ya no tenía casi importancia.

        A finales de verano, casi al mismo tiempo que a Jaime le empezaban a brotar nuevos cabellos.

        Mediados de septiembre cuando los siete cogieron carretera en los coches de Raúl y Laura para pasar esos días que habían planeado hace tanto tiempo al lado de la playa.

   Allí, uno de esos días, en aquel hotel, tras la merienda, justo coincidiendo con un bello atardecer por fin se decidió Claudio a pedirle a Paula ser novios.     Algo que celebraron como siempre juntos, sin lazos de sangre pero como una pequeña gran familia.

   

            Al poco tiempo de comenzar el nuevo curso, las gorras quedaron guardadas en el armario,  metidas en una caja en cuya tapa estaban apuntadas cada una de las fechas en que tuvo que ir al hospital a someterse a la quimioterapia para poco a poco ir ganando batallas.

    

    En aquella caja, en el armario, junto a las gorras aún duermen muchos detalles;    junto a todos los informes,   una aguja con palomilla, una caja de pastillas caducadas después de los años, la piedra que le dio su abuelo y un mechón rubio de pelo atado con una goma que su madre llevó consigo durante todo ese tiempo.

     

 

 

 


 

 

“FIN”

Y la vida, debe continuar.

 

 

 

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