Padre Nuestro

 

 

Padre nuestro;

   Mío, de mis hermanos.

Amigo de nuestras damas.

    Esposo de nuestra Madre.

      Abuelo de nuestras hijas.

 

    Pentagrama con sus líneas

 armadas en DO en primera

leyendo la partitura.

     En tono de MI bemol

abrazan  notas el alma

elevando a las alturas.

 

Junto a nuestra Madre eterna

    descansas bajo la sombra

    de verdes y altos cipreses.

 

    La lápida de granito,

os protege de la lluvia

e- inclemencias del tiempo.

   Cuerpos como flor marchita

        que deja caer al suelo

    pétalos que mueve el viento.

 

      Al horizonte rogamos

tu clemencia y comprensión

por errores cometidos.

    Que tu infinita paciencia,

la que siempre demostraste

siga en tu pecho cautiva,

escuchando nuestras voces

que parecieron perdidas.

 

    Que tu luz nos ilumine

al escribir esas notas

cargadas de sentimiento,

dibujando melodías

que luego, te lleve el viento.

 

   Padre que estás sin estar.

Padre que emprendiste un viaje

del que nunca regresar.

    Padre que nos diste todo,

más nunca, pediste nada.

    Perdona mis ojos ciegos

con tu brillante mirada.

 

   Preguntas ocultas

por culpa del miedo.

   Respuestas calladas,

que no se dijeron.

    Miradas al suelo

sin ningún sentido.

    Silencios, que esperan,

escuchar sonido.

 

         Las manos cogidas.

    Tan solo un instante

queriendo gritar.

    Confesión que espera

cumplir penitencia

en la soledad.

      El viento se lleva

el tiempo perdido.

     Las nubes ocultan

los rayos de sol.

     Se quedan la taza

y el vaso vacios,

sin una palabra

antes del adiós.

 

Se quedó para otro día

con vergüenza contenida

la frase más esperada.

 

Te quiero Padre.

Te quiero, hijo.

 

Los dos, siempre lo pensamos.

 

Tal vez,  yo jamás lo dije.

Tal vez,  él, nunca lo dijo.

  

        Padre que aún estás aquí,

   pues de aquí nunca te has ido.

      Morirá cuando yo muera,

                Aquello, que ayer vivimos.

Aniceto Torrijos Saiz