lunes, 15 de mayo de 2023

Anciana

 

      Fui hija, Madre y abuela,

sobrina y tía abnegada,

la que a todo se prestaba

al lado de la cazuela.


     Toda persona atendí

necesitada de ayuda,

igual cien, que ciento una

en mi regazo acogí.

 

En mi mesa siempre austera

      mucha agua y poco vino

      sobre el pan siempre tocino

      para seguir el camino.

 

Pensé, cuando llegue el día

      yo, les seguiré cuidando

      desde lo alto enviando

         entre la lluvia alegría.

 

      Mis huesos ya carcomidos

por tantos años vividos.

        Ya nadie me necesita.

    Hasta la hora de mi muerte

         ni espero, venga visita.

 

Mi madre marchó a las nubes,

    Hijos y nietos partieron.

       ¿Sobrinos?  para que hablar.

Los que por aquí pasaron

camino hacia el horizonte

para nunca regresar.

 

       Conocidos no me quedan.

 No soy hija, ni Madre, ni abuela.

Cuando el polluelo echa plumas

      abre las alas y vuela.

En la casa solo quedan:

La mesa, las sillas, los platos,

la mano que sujeta el cazo

junto a la vieja cazuela.


Ojos de gata




14 comentarios:

  1. Así es. Ironías y seguir. Cuantas personas pasan por eso. La ingratitud es terrible.

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  2. Preciosa tu poesía que llega al alma.....gracias querido amigo Carlos. Saludos de America Santiago.

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  3. Que cierto es todo y que bien lo relatas.

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  4. Así es maese, no se puede explicar mejor. La mano que dio rara vez recibió.

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  5. Ostras, qué fuerte. Melodioso poema para un tema tristemente real. Tocando el alma. Ahora a componer una melodía

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  6. Hermoso poema tan realista de gran sentimiento, la ingratitude es el por pecado.

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  7. Hermoso, descriptivo de sítuaciones que parecieran hacerse más frecuentes. La ingratitud es un puñal que cala hondo en el alma más cuando se ha entregado amor puro y desinteresado.Muy emotivas y profundas letras caro amigo. Abrazo de luz

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