miércoles, 2 de junio de 2010

De Raquel

       Como siempre, cada noche, aquí a tu lado mientras cenáis, esperando a que termines y gritarte repetidamente, para que me des un flan, mostrando mi alegría, cuando veo que vamos al salón, enseñando mi sonrisa, agradeciendo tu compañía con esta mirada provocadora, que te incita al juego de hacer cosquillas, recién cambiada, con el pijama ya puesto, las manos siempre apretadas, y los brazos encogidos queriendo decir, acércate, relájame, estoy aquí, a gusto frente al ordenador, con tigo, pero quiero más, quiero tus besos, tus masajes, tus caricias, quiero que me dejes de observar y pases a la acción, llévame al sofá, aunque me resulte molesto cuando me levantas de la silla, límpiame las babas con tus labios y muérdeme la nariz, recuérdame aquello que de pequeña me hacías y algunas veces aun me dices suavemente :   Tiene la cara de luna, los ojitos de princesa, la nariz de conejo, los dientes de ratón; y luego al tiempo que me coges y agitas la cabeza me gritas con voz grave, Y LAS OREJAS DE LOBO;   y yo, me parto a carcajadas, y tú me abrazas con fuerza contra ti, al tiempo que me recorres con tus dedos la columna, que bien, otra vez a relajarme con esa barba de dos días recorriendo mis manos y antebrazos, y de cuando en cuando, un mordisquito en la barriga, y vuelta a empezar.
   Aunque me dé miedo, no te preocupes, intenta estirarme las piernas, muéveme las caderas, rodillas y tobillos, así como tú sabes, jugando, para distraer mi atención, canturreando canciones que te inventas en el momento, y con las que me cuentas cosas que nunca eres capaz de repetir igual en la siguiente vuelta.
   Ponme sobre tus rodillas, sentada, sujétame el cuello y la espalda mientras me meces al compás del gato que hacia ron, ron, y cierro los ojos por momentos, como si me quedase dormida en tu regazo.
   Otra vez a mi silla, la de casa, la pequeña, en la que más a gusto me encuentro; Un ratito y luego a la cocina con mamá, a que me de la leche y las medicinas, antes de ir a dormir.
   Hasta luego papi, que no se te olvide abrir mi cama cuando subas, mañana espero no tener fiebre, para que me puedas llevar al cole.

                   Otra ironía, me escribo a mí mismo, poniendo en sus labios lo que quiero creer que ella piensa.
    ¿Habré acertado en algo? Hay preguntas que jamás tendrán respuesta.

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