miércoles, 8 de enero de 2014

Angélica-1.-Veredicto, Culpable



     Vivía en una pequeña capital de provincia conservadora, incluso me atrevería a calificarla de feudal, sin temor a equivocarme.  Con la separación de sus padres, comenzó una nueva vida. Algo distinto a todo lo que se había podido imaginar, por las cosas que hasta ese momento le contaban amigas de su entorno en la misma situación.  En contra de lo habitual, en los casos de “divorcio”, sus padres luchaban por que la custodia recayese en el otro cónyuge.

     Tanto para el padre como para la madre, parecía ser un estorbo para su nueva perspectiva de futuro. De repente sus abuelos y tíos, cambiaron de aptitud ante ella, como si todo su cariño hubiese sido fingido en todo ese tiempo en que sus padres convivían.

     Pasó radicalmente de ser la “niña de los ojos” de una familia acomodada, a la chica problemática de aspecto rebelde. De llevar siempre dinero de sobra en el bolsillo y jugar unos billares alguna tarde que otra, a poderse llevar a la boca un simple chicle, cuando alguna amiga se lo pagaba. El móvil le fue retirado y el ordenador de casa bloqueado con una nueva contraseña. Cuando volvía de clase, se encontraba con una casa vacía, una cocina sin apenas comida y en el salón, su piano electrónico, en el que pasó tantas horas practicando y al que le podía contar en este momento sus penas. Había quedado en desuso, su madre había hecho desaparecer el cable de corriente. Otra manera de intentar que no estuviese ni un segundo de más en casa. A no ser que estuviese recluida en su habitación donde una pequeña televisión seguía en funcionamiento.  Empezó a pasar las noches en vela mirando el techo. Hasta los sueños se habían puesto en su contra, cada vez que cerraba los ojos, apararía en su mente un internado para reeducar adolescentes descarriados, donde irremediablemente veía abocado su futuro.

     A veces sonaba la flauta. Cuando surgía. Alguna amiga la invitaba a comer en su casa, todo un lujo esporádico. Un acto efímero que le reconfortaba y animaba a seguir hacia adelante con paso firme, sin convertirse en esa muchacha imposible de dominar, que sus padres querían mostrar a los encargados de asuntos sociales.

     Su forma de vestir, algo extravagante para la mentalidad de los vecinos, jugaba en su contra. Había sido su estilo del último año, por lo que no tenía otra cosa que ponerse y la de sus amigas, tampoco es que fuese demasiado poco llamativa. La ropa de niña bien, le quedaba demasiado pequeña. No sabía si su imagen, sería la más apropiada para la reunión a la que se le había convocado en pocos días en el despacho de la asistente social, antes de someterse al dictamen psicológico que la institución de menores había solicitado para su evaluación.

     Al acostarse, como cada noche mirando el techo pensaba: ¿cómo comprar algo de ropa? ¿De dónde sacar dinero? ¿Y por qué no pedir en la calle? ¿Si tuviese un teclado a pilas? por fin una noche durmió tranquila, soñando que tocaba en una calle llena de gente y entre sus notas, se dejaba oír el chocar una moneda que caía sobre las que ya cubrían el centro del pañuelo que extendido descansaba a su lado sobre el suelo.

      A los pocos días, parecía quererse cumplir parte de su sueño. Un conocido, se prestaba a dejarle un pequeño teclado de casa con altavoces incorporados (casi de juguete) con opción a compra, con el único compromiso de cuidarlo. 

Por la noche, lo volvió a pensar, su cordura le hizo renegar de su intención: ¿y si la policía me denuncia? ¿Y si la denuncia llega a asuntos sociales? ¿Y si me quitan el teclado? A no, eso sí que no. mis problemas no pueden afectar a aquellos que intentan ayudarme a solucionarlos.  Y se durmió. Y volvió a tocar en sueños, sin el sonido de las monedas cayendo, pero sintiendo en los dedos el rozar de sus yemas en las teclas. Sensación maravillosa conjuntada con la ternura de su interpretación. Aquella melodía que aprendió hace tiempo, se fundía con el rostro de los transeúntes, volviéndolos luminosos y alegres. Uno tras otro se iban parando frente a ella. Los móviles dejaban de funcionar y el tiempo se detenía para ellos unos segundos. Luego proseguían dejando su lugar a otros. Todos, todos, seguían su camino con un gesto de felicidad y satisfacción. Impregnados por esas próximas fechas, por ese tan olvidado durante once meses y medio espíritu navideño.

     A unos metros de ella, sentado sobre un cartón, envuelto en un viejo abrigo de paño, con la mano extendida. Un alegre mendigo recibía las monedas solidarias de aquellas personas que habían escuchado su música.

     Se puso de pie, desentumeció sus piernas y se acercó a ella.

       .- toma, ponte estos guantes, se te están quedando las manos heladas

.-es que con guantes de lana se toca muy mal

      .-un momento.

         Se acercó a un macuto, sacó unas tijeras y le recortó la punta de los dedos

     .- ¿y ahora?

.- ¿pero porqué los ha roto? ¿Y para usted?

      .-yo me puedo envolver las manos en la bufanda

        Se enfundó los guantes y siguió tocando y repartiendo alegría hasta que sonó el despertador. El día había llegado.

     Con la carta de la cita en el bolsillo trasero del pantalón, se dirigió al edificio de la junta, a la segunda planta, donde estaba la consejería de bienestar social.

      Nadie de dignó a acompañarla. Para sus padres y actuales parejas, tíos, abuelos y demás familia, ella era la única responsable de tan anunciada separación.  Las discusiones y enfrentamientos,  las repetidas infidelidades por parte de ambos, incluso algún maltrato mutuo, conocido por todos y ocultado por el que dirán, podían tener justificación. Lo que no tenía perdón, era que el vástago menor de tan relevante estirpe, llevase el pelo teñido de rojo, un piercing en la nariz, un tatuaje en el hombro y vistiese siempre de negro, botas de militar, pantalones ajustados y camisetas con símbolos demoniacos. Aspecto que nunca pareció importarle a nadie, excepto a su abuelo paterno, Como siempre decía: parecía una machorra vulgar y andrajosa, la vergüenza de su distinguido apellido.

       Después de un rato esperando sentada en un pasillo:

      .- ¿Angélica?

.- sí, soy yo

      .-hola, siéntate.  Me llamo Laura, soy la asistente social.        Nuestra misión, entre otras cosas, es la de proteger a los menores jurídicamente para que se desarrollen física y emocionalmente en un entorno propicio, teniendo en cuenta su edad, antecedentes familiares e historial educativo.  Ahora vamos a rellenar un formulario básico, para centrar la línea a seguir en la revisión con los psicólogos y así poder ayudarte mejor en los aspectos más sensibles y necesarios.  En esta carpeta tengo todos los informes presentados por parte de tus padres y del personal docente del instituto, pero para evitar errores y conocer tu versión, prefiero que empecemos de cero.

.-como usted diga

     .- ¿qué edad tienes?

.-quince, bueno cumplo dieciséis el mes que viene

      .- ¿con quién vives?

.-desde que se separaron mis padres, vivía en la calle doctor Varela con mi madre, pero desde que su novio se fue a vivir con ella, decidieron que estuviese a meses alternantes, uno con ella y otro en casa de mi padre con su novia.

     .- ¿los estudios?

.-estoy repitiendo 3º de la E.S.O.

     .- ¿y este año?

.-pisí pasá, yo creo que una me va a quedar este trimestre

     .- ¿cuál?

.-matemáticas. Es que no término de entenderlas y le digo al profesor que me lo explique y pasa de mí.

     .- ¿tus amigas aprueban?

.- si, más o menos, andamos todas con una o dos en dudas

     .- ¿Como calificarías tu comportamiento en el instituto?

.-bueno

     .-pero tus profesores dicen que has bajado demasiado el rendimiento y que no atiendes en clase

.-lo que pasa es que me cuesta concentrarme, tengo la cabeza llena de historias

     .- ¿y en la calle?

.-sin problemas, ni nos metemos con nadie, ni nadie se mete con nosotras

    .- pero tienes una denuncia por agresión a otra menor

.-porque insultó a mi madre y cuando vino además a pegarme, me defendí, pero sus amigas lo negaron todo y dijeron que yo le había pegado sin ningún motivo

    .- ¿es verdad que os llaman la pandilla heavy?

.- si, pero eso no es nada malo, es un tipo de música

    .- ¿y no os gusta otra música?

.-si, yo he estudiado hasta el año pasado piano clásico y me encanta

     .- ¿dirías que vives en una familia desestructurada?

.-puffff  no sé, puede ser, tal vez, no sé

     .- ¿qué tal te parecería vivir un tiempo con una familia de acogida, hasta que tu situación familiar se regularize?

.-mal, muy mal, yo quiero vivir con mis padres, me da igual si me quieren o no, son mis padres y algún día todo volverá a ser normal.

    .-serian solo unos meses, cambiarias el modo de vestir, de amigas, te centrarías en los estudios y así les demostrarías que los quieres y que no eres conflictiva

.-que no, que no. no me da la gana

     .-en realidad sería la mejor solución a tus problemas, solo hasta que se decida a quien de los dos se otorga tu custodia

.-vallase usted a la mierda ¿Custodia? Si no la quiere ninguno

     Se levantó de la silla y salió del despacho dejando tras de sí un sonoro portazo. Andando rápido, llorando, bajo una tibia lluvia, llegó a su casa empapada de impotencia y rabia.     Entró en el servicio, llenó la bañera, se metió en ella. Se fue relajando mientras sus muñecas dejaban salir la sangre de sus venas tiñendo el agua de color rojizo y su consciencia se volatilizaba, mientras se nublaba la visión de unos azulejos empañados por el vaho.

 

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