miércoles, 5 de diciembre de 2018

Representación abstracta




       La expectación es máxima.    El anfiteatro y los palcos a rebosar.    Se quedó pequeño el gran teatro, todas las invitaciones estaban agotadas desde el día siguiente de salir a la venta, ya hace de esto más de tres meses.
        Las lámparas atenúan su luz y el recogimiento se extiende como niebla silenciosa al tiempo que el gran telón de paño rojo comienza a deslizarse hacia los lados.
               Uno, dos, tres minutos. En el escenario tan solo una silla vacía iluminada por una luz roja que forma un haz desde lo más alto.  Ocho, nueve, diez minutos y todo continúa igual.
        Las uñas comienzan a corroer los apoyabrazos de las butacas y un leve murmullo hace su aparición ante la impaciencia de los asistentes.
         Dieciocho, diecinueve, veinte minutos.
  El telón comienza a cerrarse con lentitud extrema. Unos segundos y las lámparas se iluminan.  Todos los asistentes han quedado mudos, siguen sentados mirando fijamente al escenario.

         Una señora mayor, vestida con bata y pañuelo atado a la cabeza discurre por el pasillo central hasta llegar al pie del escenario.   Se da la vuelta y mirando hacia el  público coge la escoba entre sus antebrazos para dar dos fuertes palmadas.
 .- Señores y señoras, vayan desalojando.  La función ha terminado y tengo que barrer.






imagen... red

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