sábado, 19 de octubre de 2019

Minutos de Vida (04)




         Justina se ha quedado dormida en la silla. Hace un momento (despierta) era una persona inaguantable, malhumorada, todo le sienta mal y ella es la que más desagrada a todos con sus comentarios que difaman hasta a su familia.
        Todos intentan no levantar la voz.   Mejor dejarla dormida y vivir un rato de tranquilidad.   Los cuidadores agradecen un respiro sin voces y discusiones, cosa que solo acurre el seis de cada mes.      Día que viene su hija y se la lleva toda la tarde, para hacerle la rosca y sacarle unos cuartos.
No, no, no, resuena en la mente de todos al ver que Rafael se acerca a Justina. Se sienta frente a ella y la observa callado.   Un suspiro de alivio se siente en la habitación cuando ven que no la ha despertado.
      Él solo ve a una linda viejecita que descansa con cara de nunca haber roto un plato.   Le gustaría preguntarle de donde es y porqué está allí, pero tiene un rostro tan dulce que le da pena despertarla.
 Las fichas de dominó, han dejado de golpear la mesa de mármol y los envites del mús pierden euforia.        La brisca y el parchís se juegan sin aspavientos y por una vez en la cocina, los platos de la merienda se ponen en las bandejas suavemente.
      Los cuidadores miran a la enfermera. Todos sus ojos gritan lo mismo:
.- ¿porqué no se le da una pastillita todas las tardes después de comer?
      Rafael hace un ademan de acariciar su cara y la respiración se contiene en una expectación ante el desastre.  
.- vale, vale, me voy a mi sillón (refunfuña Rafael)
           Allí sentado cubre sus piernas con una manta pequeña.
.- ¿Por qué pones esa cara?
.- ¿pero estás enfadada?
.- huy, huy, a ti te pasa algo
.- estás celosa. ¿Pero eres tonta?
               De repente Rafael suelta una carcajada
.- pero Bella, si tu eres lo más bonito que existe. Mi amor, mi cielo, ven, dame un beso y muéstrame esos ojos llenos de luz.
       Andrea se percata de la discusión que se trae entre manos y se acerca para ver si se entera de algo, antes de que cierre los ojos y todo se eleve volando al limbo del olvido.

        .- hola Rafael
                Él no contesta. Ella es muy guapa.
         .- pero ¿no me dices nada?
.- no puedo
            .- ¿Cómo que no puedes?
.- que no, que no
       Ay madre, aquí pasa algo y ella cree saber que es.  Vuelve la cara hacía un lado mirando con el rabillo del ojo. Rafael mira a su derecha y sonríe.   Con lo que Andrea ya sabe donde está situada Bella.
         .- hola buenas tardes. No le molesta que hable con Rafael, a que no (tras un segundo de pausa) ves Rafael a ella no le molesta
.- ya, ya, pero luego se pone…
         .- no, de mi no, yo soy muy niña
.- pues antes por mirar a esa señora, se ha puesto…
          .- no pasa nada Bella, él solo te quiere a ti
.- si ya se lo digo yo.   Es más celosa
          .- ves, si dices eso se enfada
.- oye chica. Yo ¿de qué te conozco?
           .- por favor, pues claro que me conoces y Bella también
.- sí, sí, ella si te conoce
           .- pues claro, si hablamos muchas veces, lo que pasa es que eres muy despistado.       Mira vamos hacer una cosa: yo me llamo Andrea y la próxima vez si tú no te acuerdas de mi nombre se lo preguntamos a Bella ¿vale?
.- sí, así mejor.  Ella, es más lista
      .- que no se te olvide. Ahora yo me tengo que ir. Tú cierra los ojos y repite mi nombre varias veces en voz baja. Recuerda: An-dre-a.
        Rafael cierra los ojos y mientras Andrea se aleja, él repite su nombre hasta quedar adormilado acorrucándose al lado derecho del sillón.




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