jueves, 1 de abril de 2010

Muerte

Que palabra más tétrica, y sin embargo, tan cercana a todos, cuando decimos que se acerca sigilosamente, es cuando ya está gritando: Ven a voces, pero para sus palabras siempre estamos sordos, nuestra educación hacia ella, nos hace ignorarla, recurriendo a frases como “a mí no me puede pasar”, de acuerdo que si viéramos su figura en todas partes, no saldríamos de casa, ni tan si quiera estaríamos tranquilos en ella, por miedo, pero, miedo a que.
Estamos atados a un cuerpo, al que hay que alimentar, cuidar, vestir y para eso tenemos que gastar nuestro poco y preciado tiempo en ganar el dinero que necesitamos para ello, por cierto el cual nunca consideramos bastante, ni tan siquiera suficiente. Queremos estar metidos en este traje, con la escusa de nuestros seres queridos, pero cambiamos las horas de su compañía, para ganar un dinero que al final se destinará a tener un piso, donde nunca coincidimos, un coche que solo sirve para alejarnos de ellos, y porque no decirlo, en un seguro de decesos, para que nos pongan en una caja al final de nuestros días y sea lo único que nos llevamos a la tumba.
Sin este ataúd que adquirimos al nacer, del cual tan solo nos libera la muerte, podremos dedicar todo el tiempo a cuidar a los nuestros, mientras esperamos a que se reúnan con nosotros, podremos estar en sus momentos más felices, (en el mundo de los sueños), nos desplazaremos por nosotros mismos, sin tener que preocuparnos del tiempo o el espacio, y si en algún momento esa “energía” se agota, nos desvaneceremos como la luz de una vela al quedarse sin cera, sin sobresaltos.
Tenemos también la opción de la reencarnación, para quien decida volver a pasar un tiempo con otras experiencias, en otro lugar, como otro ser o simplemente por aburrirse en el otro lado, de todo habrá y cada uno es libre de escoger lo que le apetece, para después de este paréntesis, volver a su estado natural, estado que creo no puede ser estar enfundado todo el día en un amasijo de huesos y carne recubierto por un pellejo para que no se desparrame, esto no puede ser todo.
Que si me quiero morir, pues por ahora no, que si me pienso reencarnar, pues depende de cómo me encuentre allí, que si creo en esto, ó quiero creerlo, no lo sé, pero si no fuera así, la vida “terrenal” perdería mucho del poco sentido que tiene, que pasará si luego no hay nada, pues ajo y agua, si creer me ha hecho vivir más feliz y morir más tranquilo, después de muerto el burro, que me quiten lo bailao.

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