sábado, 12 de julio de 2014

El Cojo (4)

          Cambio de pareja
      Al pueblo más grande de la zona, a unos kilómetros de allí, de cuando en cuando se acercaban los hombres a realizar distintas compras.
    En aquel lugar había un solo comercio multiusos, el dueño hacía de casi todo: herrero, ferretero, barbero, esquilador e incluso hacia algún trabajo de carpintería  cuando surgía hacer una caja modesta para enterrar a alguien  y su esposa era la farmacéutica. (todo quedaba en casa)
       Se aproximaba el día de San Isidro, fiesta grande del pequeño municipio.  Como costumbre, año tras año la semana anterior, el señor se desplazaba hasta allí para esquilar los animales, y  que así estuviesen frescos todo el verano y ya de paso metía la maquinilla a las cabezas de los niños.
        Cogían su turno en la puerta del ayuntamiento, allí, esperaban a que acabase de realizar los encargos de los que le habían avisado para adecentar sus burros.
     El corte era igual para todos: con el peine del dos, les hacia los laterales y la parte de la nuca hasta el cogote; toda la zona superior con el peine del número cuatro o cinco, dependiendo de la edad, excepto el flequillo, ahí utilizaba la tijera haciendo un desnivel angulado desde la parte superior de la ceja derecha a la altura de media frente, hasta la inferior de la ceja izquierda,  a la altura del parpado; consiguiendo un tupé pobre  y raquítico de estilo propio.
    Felipe, que andaba sobre la mitad de la cola, cada vez que llamaba al siguiente se hacia el sordo, esperando a quedarse el ultimo haber si se hacia la hora de marchar y se libraba. No tuvo suerte.
      .-vamos, que pase el siguiente
.-si tiene mucha prisa, lo dejamos para otro día
     .-déjate de cháchara y siéntate
.- ¿porqué no me hace un corte de esos a tijera como a los mayores?
      .-ahora vamos a andar con pijadas
.-por favor, míreme, estoy cojo, soy delgaducho, ¿qué le cuesta hacerme un corte decente?
     .-y yo llevo todo el día fuera de casa, arto de esquilar burros y cortarle las greñas grasientas a mocosos, ¿no te doy pena?
.-pues sí, la verdad es que tiene razón, como  usted quiera
      .-de perdidos al rio, van a ser cinco minutos más
.-gracias, esta fiesta me sale novia a cuenta suya
     .-entonces te tendré que cobrar el doble
.-bueno si me la hecho, ya hablamos y echamos cuentas
      .-no cambias, sigues igual que siempre, no aguantas callado ni aunque te muerdas la lengua.
     Volvió a casa súper orgulloso, en los días de la  fiesta sería la envidia de todos.
       Al día siguiente, en la escuela, según entraban, se podía reconocer a las víctimas que la tarde anterior habían pasado por la casa consistorial.
     Bueno al fin y al cavo: el burro esquilado a los quince días igualado
     Don Federico (el maestro) un hombre alto y serio de cabello pelirrojo, se pasaba la mayoría del  tiempo de clase, paseando por el pasillo que dejaban los pupitres, dando golpecitos con la regla en su rodilla,  preparado siempre para usarla en cualquier eventualidad dejando caer la misma sobre la espalda de alguno.  Ese día no le quitaba la vista de encima al bien peinado.
     .-Felipe
.- ¿que se le ofrece Don Federico?
     .- ¿quién te ha cortado a ti el pelo?
.-el esquilador, pero hice un trato con él para que me lo cortase distinto a los demás
     .-tratar con tigo siempre es salir perdiendo
.-ojalá en esta apuesta me tocase pagar 
      .-y por curiosidad ¿qué te has apostado ahora para querer perder?
.-una bobada, pero tiene que ser un secreto solo entre él y yo, si no, alguien me podría hacer perder gastando una broma  y luego llevarme un chasco.
     .-si utilizases esa inteligencia para estudiar,  que no digo que lo hagas mal, podrías hacer la carrera que se  te viniese en gana
.-pero los pobres, como no hagamos la carrera del galgo
      .-tú estudia y ya hablaremos más adelante       
            Esas palabras las recordaría siempre, para poder reclamarle ese compromiso algún día.
.-madre, ya estoy en casa
      .- ¿qué tal la mañana?
.-bien, como siempre
     .- ¿qué te han dicho del corte de pelo?
.-se han quedado pasmados, hasta Don Federico me ha preguntado y me ha dicho que si estudio mucho, él me echará una mano para que pueda hacer una carrera
     .-hijo mío, ojala pudiésemos darte estudios y hacerte una persona culta y no un analfabeto más como todos, entre los que por desgracia estamos como no podía ser de otra manera, tu padre, tu hermano y yo.  Dos burros de carga sin otra aspiración que romperse el lomo y una mujer a la que le toca poner las manos hacia atrás en la tienda para contar con los dedos hasta donde le llega el dinero para comprar.
.-pues yo voy a ser secretario o maestro
      .- ¿y por qué no medico?
.-no, pensándolo mejor estudiaré para cura, que es el que mejor vive
    .-ay madre mía, despiértate y pon la mesa, que deben estar a punto de llegar a comer estos dos
.-pues este verano, te voy a enseñar yo a sumar bien
     .-que despiertes, este verano tendrás que ir con tu padre a destajo, como lo hace tu hermano
      Según ponía la mesa, le daba vueltas a la idea de cómo sacar tiempo para enseñar a su madre, seguro que se le ocurriría algo.
       Aquella tarde las campanas repicaban a vísperas. 
              Días antes, a los badajos le habían soldado unas argollas para atar en ellas unas cuerdas.  El artilugio que les hacia rotar se encontraba en mal estado, a punto de ceder, por lo que decidieron sellarlo con cemento y ya se arreglaría cuando saliese un alma benefactora que sufragase la reparación.
        Por las estrechas escaleras de piedra por las que se acedia al campanario, habían subido los dos mozos con  más destreza con el fin de turnarse.    Las campanas no debían dejar de sonar mientras las andas de San Isidro, daban la vuelta al pueblo acompañadas por el cura de sotana sin estola y los habitantes del lugar, sin galas, ni cruces,  ni santo. Solo era una manera de anunciarle a los campos, que el día siguiente serían bendecidos.
    Terminada la “procesión” en una esquina de la plaza, terminaban de clavar unos maderos, que servirían de templete para la música.       Llegaba y paraba junto al tablao, un Citroën 2CV furgoneta, se bajaban sus tres ocupantes y el alcalde se aproximaba para darles la bienvenida.   Como todos los años, se oía el vozarrón del gracioso de turno: Encerrar las gallinas y soltar los perros, que han llegao los músicos. 
         .- ¿qué tal el viaje? mira que es pesado, siempre el mismo recibimiento
    .-da igual, el día que no lo diga, va a parecer que nos hemos equivocado de pueblo
       .-pues como siempre, un poquito antes de cenar y luego la verbena
     El electricista, había puesto una línea de cable atada con un alambre desde el balcón del ayuntamiento hasta la esquina opuesta, del que colgaban cuatro bombillas, tres para iluminar la pista y una sobre los músicos para ver las partituras.
     Ante la mirada expectante de los presentes, uno de ellos quitó la bombilla. Entre esta y el portalámparas  intercaló  un casquillo ladrón, con un enchufe a cada lado. Una vez colocado el tambor (la caja) del jazz, en una especie de trípode y el bombo, donde se alojaban un pequeño timbal y un plato, pusieron dos pequeñas cajas cuadradas de madera, cubiertas con una tela gris por su parte delantera: a ellas le enchufaron  un cable y de allí a una caja metálica negra a la que enchufaron otro cable que en la punta tenía una especie de bola, la que pusieron enroscada a una especie de vara metálica con una base redonda y pesada.   Conectaron el cable de corriente y en el centro de aquella urna metálica se encendió una luz verde que se fue apagando poco a poco.
    ¿Qué invento nuevo traía aquella gente?, de pronto un pitido ensordeció al personal;  todos se echaron las manos a los oídos con caras de dolor.
     .-apaga eso bestia
           .-si, va, si uno dos, probando
   Por las cajas salían las palabras que pronunciaba el músico, con una  voz como acartonada, como si tuviese catarro, pero se entendía alto y claro. De repente todos rompieron a aplaudir.
     Comenzó la sesión de tarde con un pasodoble para que las parejas comenzasen a bailar, se movían dando vueltas alrededor de aquella fuente que se encontraba  en el centro de la plaza.  La batería,  acordeón y  saxo, se oían perfectamente, más fuerte que nunca y entre canción y canción uno de ellos se aproximaba al micro para anunciar la siguiente pieza que iban a interpretar y animar a todos a bailarla.  Bah, cuando viniesen por la noche  los mozos de los pueblos de los alrededores iban a quedarse boquiabiertos con el sonido. Efectivamente todos volvieron a casa encantados.
         Debido a aquel sorprendente acontecimiento, Don Claudio (se acuerdan el cura) se preocupó de poner un  cable, para hubiese una conexión de corriente junto al altar y pidió por favor que montasen aquel invento en la iglesia para dar la misa del patrón, con la excusa de una ficticia afonía.
       En la iglesia solo mayores y niños, vestidos con sus mejores ropas, la juventud estaba durmiendo la mona de la noche anterior, que había resultado movida.
     El sermón se alargó un poco,  el párroco se sentía a gusto hablando sin alzar la voz con la certeza de que todos los feligreses lo escuchaban.  La bóveda de aquel recinto, provocaba una reverberación que le daba un aspecto angelical a la lectura del evangelio.
      Felipe, miraba continuamente a una niña de su edad que se encontraba sentada en el mismo banco, pero en el otro extremo.    Esta también lo miraba a él, cada vez que sus miradas se cruzaban, volvían el rostro hacia el frente con rapidez y se sonrojaban.
      Luego la procesión hasta las afueras del pueblo para bendecir los campos.  Las miradas de reojo no cesaban, ni los sudores, cada vez que se encontraban sus ojos.
      En la sesión vermut, los matrimonios se mantenían a la sombra del cobertizo de ramas que había montado el dueño de la tasca, para poner una especie de barra  con unos bidones y tablones encima para la fiesta.    Salían a bailar alguna que otra pieza, mientras los niños jugaban en un lado de la plaza, al otro las niñas, cuchicheaban y se reían de las bobadas que los niños hacían.  Las mozas formaban una fila junto a la fachada del ayuntamiento.  Entre  ellas bailaban, esperando que alguno de los que se había levantado para bajar al baile con cara de sueño y el cuerpo resacoso, se designase a invitar a alguna de ellas a echar un baile.
   Un vals empezó a sonar, todas bailaban menos una hermosa mozuela quinceañera.          Felipe, ancló los pasadores que sus hierros llevaban a la altura de la rodilla para mantenerlos rectos sin esfuerzo,  la miró con descaro y se fue hacia ella.
 .-señorita, ¿me concede usted este baile?
       Ella, sonrió mirándolo y cuando él, daba ya aquel intento por fallido, lo cogió por el hombro:
       .-encantada caballero
    Cuando se pusieron a bailar, eran la envidia de ambos lados de la plaza, tanto de los niños como de las niñas.
     Al cruzarse de nuevo su mirada con la de Julita, esta frunció el entrecejo.  Él la sonrió, provocando una cruel mirada asesina de rabia y celos.
    Acabado el vals, se despidió con elegancia de aquella  grata compañera y se fue a seguir jugando. 
    A los pocos minutos, volvió a anclar los hierros  por la articulación de la rodilla, a pesar del gran  esfuerzo que  aquello le suponía, decidió dar una vuelta corriendo a la plaza.  Al pasar por el lado de Julita, le hizo un gesto con los labios similar a un beso. Ella lo miró con desprecio y en sus labios se pudo leer: .- vete a la mierda imbécil.
    Al llegar donde estaban los niños, levantó su mirada exhausto por el cansancio y la volvió a mirar, entonces los labios de la niña, volvieron a esbozar una sonrisa y su cara parecía haberle perdonado aquella infidelidad insignificante.
       Menos mal, que alivio.    A la hora de comer y toda la tarde, estaría esperando impaciente a que llegase la hora del baile de la tarde, para volver a verla.
    La madre, lo notaba extraño, sentado a la sombra en el corral parecía un reloj parado, al que su dueño se le había olvidarlo darle cuerda, con su mirada perdida en la abstracción infinita del cielo azul.    Aquello no tenía nada de normal.
      .- ¿qué estás haciendo?
.-nada
     .- ¿te encuentras bien?
.-sí, estoy pensando
    .- ¿me lo puedes contar?
.-no sé, son bobadas
     .-que soy tu madre, siempre compartimos todo
.-es que me da vergüenza
       .-ay señor, mal de amores, ¿y si pensamos en voz alta los dos juntos?
.-me gusta una chica, ¿pero?, ¿y si yo no le gusto?
     .-pues tendrás que averiguarlo
.- ya, pero como, ¿yo no se lo pienso decir?
     .-a ver, ¿quién es?
.-madre, es que, jolín
    .-a ver, a ver, ¿a que es Julita la de la familia de los corzos?
.- ¿y cómo lo sabes?
    .-es guapa;  ay mi niño, pero no te pongas colorado, si yo ya me había dado cuenta, ¿o crees que tu madre es boba?
.- ¿y cómo?
    .-en la iglesia, en la procesión, en el vermut, sí, no sé, me parece que tu a ella también le agradas un poquito
.- ¿estás segura?
    .-claro, cuando te has puesto a bailar, con esa moza,  si te agarra por los pelos, no te deja ni uno
.-ja, ja, tienes razón
     .-tú, déjame a mí, veras como esta tarde bailas con ella
.-que no madre, vaya vergüenza
      .-yo sabes que confió en ti, pues tú, haz lo mismo conmigo
.-alá, vaya barullo que se va a preparar
      .-tú tranquilo ven, ahora siéntate un ratito sobre mis rodillas, apoya tu cabeza en mi hombro, cierra los ojos y sueña mi amor
.-dame un beso madre
     .- ¿uno? , te como los carrillos
.-pero no chupes marrana, alá que lametón
     .-Ssssss, cierra los ojos un ratito
           En aquel lugar, siempre el día de la fiesta en baile de tarde, era típica una melodía con la que se jugaba al cambio de pareja, bailaban todos niños, niñas, mozos, mozas, padres, madres, abuelos, abuelas, forasteros y hasta el cura.  Era una canción que muchos, casi todos, habían aprovechado para bailar por primera vez con la que ahora era su actual pareja.
   La madre, se mantenía expectante siempre cerca de Felipe, cuando vio que la niña, se encontraba a su lado, empezó a bailar con su hijo y en el próximo cambio, sin que él se diese apenas cuenta, lo dejó en brazos de su amada.      Fueron treinta simples segundos en los que se produjo una dulce chispa que mantendría alterados sus corazones cada vez que se miraban en el patio del colegio y cada noche que se juntaban para bailar en sus sueños.

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