miércoles, 6 de junio de 2018

Final del Túnel


   


     En ese momento…
       La soledad decidió hacerle compañía, el silencio se desquebrajo por una voz que provocó una corriente, una chispa entrelazando las neuronas aletargadas, cuando  la oscuridad iluminó su mirada y en las ollas del infierno se terminaba de cocer una sabrosa sopa de estrellas.
     El cráter de la desesperación escupía ríos de almíbar ladera abajo y de las profundidades del necio estómago emergían gases de satisfacción, tras el tiempo aburrido de ayuno involuntario.

         Las barbas, ya grises por el tiempo y enfangadas en penurias, por fin sentían la satisfacción del agua caliente filtrándose hasta la piel.
    El cortante y frio filo de la navaja hacía una tala de raíz que despojaba de abrojos los hoyuelos, que debajo de  sus pómulos esculpía su atractiva sonrisa, ni se acuerda desde cuando oculta, solo la tristeza llevaba la cuenta de la hoja  en el calendario.    Solo las colillas de tabaco recolectadas en los suelos, le hacían entre-abrir los labios, sí, para que algo caliente entrase a su cuerpo.

      Desprendido de sus harapos.      Capas de cebolla, una sobre otra superpuestas abrazando su osamenta, el calor de la lámpara que colgaba del techo impactó en su torso blanquinoso y deslucido, dibujando los surcos del arado. Costillares roídos por la miseria y un abdomen encogido el cual parece ser tensado por el abrazo de las vertebras lumbares.

          Desnudo, libre de cadenas, mirando de reojo hacia el horizonte,  sin perder de vista el pasado empobrecido, dejo caer su alma cansada en algo mullido y suave, nada que ver con los cartones que durante décadas  lo habían acompañado en sus sueños.


          Un nuevo día con el amanecer, acoger con gusto de nuevo un nombre y apellidos,    Poder gritarlos al aire Sin que sus familiares se avergonzasen y volver a atraerse los cordones de los zapatos Intentando hacer memoria,  de cómo se estructuraba la lazada final.

Un tazón de caldo caliente. Unas pinceladas de color en el enjuto rostro cadavérico. Una simple noche de placido descanso y unas ropas de segunda mano, habían liberado de nuevo el mundo, que las tinieblas tenían enclaustrado.

Todo, gracias a que un voluntario, un joven trasnochador altruista que  se acerco y ofreció su mano  para decirle:
     Ven.  Y él simplemente, esa noche, alzó su vista.
          Estiró su brazo engarrotado y contestó: …Voy.















1 comentario:

  1. Las pensadas de ayer y hoy llevan el sello de tu incomparable pluma, siempre con humanidad aún en los nostálgicos versos sombríos. Un gran abrazo querido poeta Carlos Torrijos.

    America Santiago

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