(En este tiempo, Parchís ya ha crecido bastante)
Esa pelota de tenis con la que
jugaba ya estaba muy vieja, ya no tenía pelo donde afilar sus uñas y no parecía
que a nadie le importase. Parchís con gran esfuerzo intentaba una y otra vez
hincarle los colmillos, la aplastaba con la pata dejándola sin forma. Pero ella
sola volvía a su estado original.
La puerta del balcón estaba
abierta, no podía perder esa oportunidad; solo en casa nadie sabría lo ocurrido
con aquel viejo juguete.
Fue dando manotazos
hasta verla con satisfacción como se metía entre los barrotes y caía a la
calle.
Ahora solo quedaba esperar a
que Berta y Sara volviesen de la tienda y él se pondría a intentar jugar. Sara
buscaría la pelota para lanzársela y al no encontrarla, al día siguiente le
comprarían otra nueva.
Todo estaba perfectamente organizado y ya se
oían las voces por las escaleras. Manos a la obra.
La puerta se abrió.
-Sara.- mira Parchís lo que hemos encontrado en la calle, se te debe de
haber caído, tu pelota.
.-No, no, no, no puede ser,
esto no tenía que ser así.
-Berta.- Sara antes de jugar con ella, lávala y tus manos también que
estaba la acera muy sucia.
A Parchís se le habían
quitado las ganas de jugar, desilusionado se fue a esconder detrás del sofá. No
le importaba estar allí solo hasta ver si se le ocurría algo que diera
resultado.
De pronto.
-Sara.- mamá, mamá, esta pelota no vale para nada, está rota y se llena
de agua y además ya no tiene ni pelo
-Berta.- pues entonces tírala a la basura y mañana le comparamos otra
nueva.
Parchís salió como una
flecha de detrás del sofá, por fin, una pelota nueva.
Sara antes de tirarla a
la basura la puso en el suelo para si quería jugar con ella por última
vez.
El gato se quedó parado junto
a la pelota. .-miau.
-Sara.- ¿no quieres que juguemos con ella?
Parchís, tumbado volvió a
responder.-Miau.
-Sara.- pero si está lavada
Ya harto de tanta
insistencia, se levantó, pasó junto a ella y la meó, luego se fue de nuevo
detrás del sofá.
-Sara.- mamá, mamá, mira lo que ha hecho, a meado la pelota
-Berta.- pues ya sabes, la coges y la tiras a la basura y luego coges
la fregona y limpias el suelo
-Sara.- pero mamá, me da asco
-Berta.- y a mí. Te dije que la tirases, pero eres muy cabezona y ya
has visto que Parchís no quiere jugar más con ella.
Con gesto de repugnancia
cogió la pelota y la metió en el cubo de la basura, fue a por la fregona y
mientras su madre limpiaba el suelo, se fue y se sentó en la alfombra, cerca del sofá.
-Sara.- malo, malo, que eres malo y además un marrano
(Berta con una sonrisa pensaba).-
pero mira que nos ha salido listo este gato.
Ese día llegó pronto a casa
Arturo, habían terminado de cargar un camión y el jefe les dio la tarde libre.
-Sara.- papá, papá, ¿entonces esta tarde podemos ir al parque a jugar?
-Arturo.- pues claro y luego te voy a invitar a un cruasán acompañado
de una taza de cacaó para merendar
-Sara.- ¡mamá, mamá! Que vamos a merendar curasán.
-Berta.- pero tranquilízate, luego nos arreglamos y nos vamos todos
juntos.
Se vistieron, pusieron el
collar al gato y salieron los cuatro a dar un paseo hasta el parque. Todo iba
bien, a esa hora no había mucha gente en la calle y Parchís con su correa no se
movía de al lado de las pies de Sara.
De pronto se cruzó por delante
de las piernas para hacerla parar y se sentó en el borde de la acera mirando al
otro lado de la calle.
-Arturo.- ¿Qué te pasa ahora?
Berta y Sara se echaron a
reír; justo enfrente se encontraba una tienda de juguetes.
-Sara.- ya se acordó de la pelota
Entre las dos, le contaron al
padre lo sucedido, cruzaron la calle (no sin antes mirar bien a los dos lados)
y entraron en la tienda.
Sara y Parchís entraron como una flecha para buscar donde estaba lo que
buscaban. De repente parchís se paró en seco. Sara tiraba de él, pero nada, que
no se movía, mientras los padres hablaban tranquilamente con el dependiente.
-Sara.- papá, mira este que no se quiere mover
-Arturo.- A ver, qué os pasa ahora
Cuando llego donde ellos
estaban, no noto ni vio nada raro, solo estanterías con libros de cuentos.
-Arturo.- ¿quieres que compremos un cuento?
–Cogiendo uno entre
sus manos-
Parchís ni se movía, se
mantenía sentado mirando hacia arriba.
Arturo levantó un poco la
mirada.- ah, ya sé, tú quieres el gato con botas.
Parchís resopló y se echó en
el suelo tapándose la cabeza con las patas.
-Sara.- pues parece que tampoco es eso
Con un maullido agudo y
estridente se puso de pie quedando solo apoyado en sus patas traseras. Allí en lo alto de la estantería, había una
pelota rodeada de mucho pelo azul, parecía llevar allí olvidada desde el
principio de los tiempos.
-Arturo.- perdone señor le importaría dejarme una escalera, ya sé que
es lo que quiere
…- enseguida voy
Pusieron la escalera apoyada
y el señor subió a por la pelota. Parchís no paraba de moverse de un lado a
otro esperando tenerla entre sus patas. Se la dieron y la escondió bajo él. Volvió a maullar de nuevo otra vez inmóvil.
-Sara.- y ahora qué te pasa ¿no querías la pelota?
Arturo y Parchís cruzaron sus miradas. Estaba
claro; también quería el cuento del gato con botas.
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