viernes, 4 de junio de 2021

Parchís Cap. 15

 


 

(En este tiempo, Parchís ya ha crecido bastante)

 

  Esa pelota de tenis con la que jugaba ya estaba muy vieja, ya no tenía pelo donde afilar sus uñas y no parecía que a nadie le importase. Parchís con gran esfuerzo intentaba una y otra vez hincarle los colmillos, la aplastaba con la pata dejándola sin forma. Pero ella sola volvía a su estado original.

    La puerta del balcón estaba abierta, no podía perder esa oportunidad; solo en casa nadie sabría lo ocurrido con aquel viejo juguete.

          Fue dando manotazos hasta verla con satisfacción como se metía entre los barrotes y caía a la calle.

   Ahora solo quedaba esperar a que Berta y Sara volviesen de la tienda y él se pondría a intentar jugar. Sara buscaría la pelota para lanzársela y al no encontrarla, al día siguiente le comprarían otra nueva.

      Todo estaba perfectamente organizado y ya se oían las voces por las escaleras. Manos a la obra.

   La puerta se abrió.

-Sara.- mira Parchís lo que hemos encontrado en la calle, se te debe de haber caído, tu pelota.

     .-No, no, no, no puede ser, esto no tenía que ser así.

-Berta.- Sara antes de jugar con ella, lávala y tus manos también que estaba la acera muy sucia.

    A Parchís se le habían quitado las ganas de jugar, desilusionado se fue a esconder detrás del sofá. No le importaba estar allí solo hasta ver si se le ocurría algo que diera resultado.

    De pronto.

-Sara.- mamá, mamá, esta pelota no vale para nada, está rota y se llena de agua y además ya no tiene ni pelo

-Berta.- pues entonces tírala a la basura y mañana le comparamos otra nueva.

      Parchís salió como una flecha de detrás del sofá, por fin, una pelota nueva.

        Sara antes de tirarla a la basura la puso en el suelo para si quería jugar con ella por última vez. 

    El gato se quedó parado junto a la pelota.  .-miau.

-Sara.- ¿no quieres que juguemos con ella?

    Parchís, tumbado volvió a responder.-Miau.

-Sara.- pero si está lavada

     Ya harto de tanta insistencia, se levantó, pasó junto a ella y la meó, luego se fue de nuevo detrás del sofá.

-Sara.- mamá, mamá, mira lo que ha hecho, a meado la pelota

-Berta.- pues ya sabes, la coges y la tiras a la basura y luego coges la fregona y limpias el suelo

-Sara.- pero mamá, me da asco

-Berta.- y a mí. Te dije que la tirases, pero eres muy cabezona y ya has visto que Parchís no quiere jugar más con ella.

    Con gesto de repugnancia cogió la pelota y la metió en el cubo de la basura, fue a por la fregona y mientras su madre limpiaba el suelo, se fue y se sentó en la alfombra,  cerca del sofá.

-Sara.- malo, malo, que eres malo y además un marrano

    (Berta con una sonrisa pensaba).- pero mira que nos ha salido listo este gato.

      Ese día llegó pronto a casa Arturo, habían terminado de cargar un camión y el jefe les dio la tarde libre.

-Sara.- papá, papá, ¿entonces esta tarde podemos ir al parque a jugar?

-Arturo.- pues claro y luego te voy a invitar a un cruasán acompañado de una taza de cacaó para merendar

-Sara.- ¡mamá, mamá! Que vamos a merendar curasán.

-Berta.- pero tranquilízate, luego nos arreglamos y nos vamos todos juntos.

     Se vistieron, pusieron el collar al gato y salieron los cuatro a dar un paseo hasta el parque. Todo iba bien, a esa hora no había mucha gente en la calle y Parchís con su correa no se movía de al lado de las pies de Sara.

   De pronto se cruzó por delante de las piernas para hacerla parar y se sentó en el borde de la acera mirando al otro lado de la calle.

-Arturo.- ¿Qué te pasa ahora?

      Berta y Sara se echaron a reír; justo enfrente se encontraba una tienda de juguetes.

-Sara.- ya se acordó de la pelota

    Entre las dos, le contaron al padre lo sucedido, cruzaron la calle (no sin antes mirar bien a los dos lados) y entraron en la tienda.

Sara y Parchís entraron como una flecha para buscar donde estaba lo que buscaban. De repente parchís se paró en seco. Sara tiraba de él, pero nada, que no se movía, mientras los padres hablaban tranquilamente con el dependiente.

-Sara.- papá, mira este que no se quiere mover

-Arturo.- A ver, qué os pasa ahora

      Cuando llego donde ellos estaban, no noto ni vio nada raro, solo estanterías con libros de cuentos.

-Arturo.- ¿quieres que compremos un cuento?

           –Cogiendo uno entre sus manos-

  Parchís ni se movía, se mantenía sentado mirando hacia arriba.

   Arturo levantó un poco la mirada.- ah, ya sé, tú quieres el gato con botas.

     Parchís resopló y se echó en el suelo tapándose la cabeza con las patas.

-Sara.- pues parece que tampoco es eso

      Con un maullido agudo y estridente se puso de pie quedando solo apoyado en sus patas traseras.  Allí en lo alto de la estantería, había una pelota rodeada de mucho pelo azul, parecía llevar allí olvidada desde el principio de los tiempos.

-Arturo.- perdone señor le importaría dejarme una escalera, ya sé que es lo que quiere

…- enseguida voy

       Pusieron la escalera apoyada y el señor subió a por la pelota. Parchís no paraba de moverse de un lado a otro esperando tenerla entre sus patas. Se la dieron y la escondió bajo él.   Volvió a maullar de nuevo otra vez inmóvil.

-Sara.- y ahora qué te pasa ¿no querías la pelota?

      Arturo y Parchís cruzaron sus miradas. Estaba claro; también quería el cuento del gato con botas.






 

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