viernes, 3 de abril de 2020

PARCHÍS (02)





   Berta abrió los ojos, ya entraba demasiada luz por las rendijas de la persiana. - Qué raro que Sara no hubiese gritado llamándolos como era costumbre -.
     Tocó con el codo a Arturo para despertarlo y le hizo un gesto tocándose el oído. Por el interfono situado en la mesita de noche, se escuchaba una vocecita muy suave, que sutilmente parecía contar un cuento.
   Fueron hasta la habitación de Sara y al abrir la puerta la encontraron allí, había puesto la almohada en el suelo y se había sentado junto a  la cama del pequeño, con los brazos cruzados, sin tocarlo, a oscuras para que la luz un lo despertase.
-Berta.- ¿lo despertamos? Yo creo que ya ha dormido bastante y tendrá que desayunar.
  A Sara no le hizo falta que se lo dijeran dos veces; lo cogió con suavidad y la metió en su saquito para que no se quedase frío.
Ya en la cocina los cuatro, mamá preparaba el “bibe” y papá ponía las tazas, la leche, las galletas y el azucarero sobre la mesa.

-Sara.-  ¿le doy yo?
-Arturo.- sí, claro. Pero con cuidado no lo ahogues.
-Berta.- pero quítale el saco que lo vas a manchar

  Que ilusión, ella le iba a dar el biberón. Se sentía mayor, importante; ella cuidaría de aquella cosa tan pequeña y estaría pendiente de todo lo que necesitase.   Sería su sombra, para que nada le sucediese, igual que sus padres hacían con ella.
   Mal que bien se lo tomó todo, era un tragón y la cara de Sara lo decía todo, sin decir palabra.  Ese primer paso en un largo camino que les quedaba por recorrer juntos.

-Arturo.- vamos chicas, que ahora nos toca desayunar a nosotros
-Berta.- ¿Y las cucharillas? ¿Dónde tendrás la cabeza esta mañana?

    Sara puso una silla junto a la suya y allí dejó a Parchís, mientras le daba vueltas a la azúcar, no le quitaba ojo, pero en un despiste… parecía que se aproximaba demasiado al borde y se iba a caer. Sara en su afán de cogerlo rápidamente, se abalanzó sobre él con los dos brazos. La taza de leche se interpuso en su camino y su contenido acabó esparcido por la mesa y sobre los pantalones del pijama de papá. Mamá se incorporó con viveza al ver que Sara estaba a punto de caerse de la silla y con su efusivo gesto (por cierto consiguió coger a la niña al vuelo) también su taza fue a parar al suelo.
     Arturo al ver que todo estaba bien, hizo un gesto de “que paciencia” y se puso a recoger todo aquel estropicio antes de ponerse a calentar más leche. La niña, encima de las piernas de mamá con cara de susto y el gato sobre las piernas de la niña sin saber muy bien que había pasado, Arturo con la fregona en la mano pensando.- ¿quién me mandaría a mí traer gente a casa? “con una sonrisa de complicidad y ternura por la imagen que llenaba sus ojos”

-Arturo.- vamos, cada una a su sitio y Parchís al suelo, que no quiero más sorpresas
-Sara.- papá ¿taenfadaó?
-Arturo.- no hija, pero está mejor en el suelo, así puede andar un poquito a su aire y nosotros desayunaremos más tranquilos, espero

Se miraban sin hablar, por suerte el pijama no se había mojado demasiado y aunque estaba un poco húmedo tampoco era para tanto, por lo que no tuvo que andar cambiándose; de todos modos en un ratito se vestiría de calle para salir a buscar “que se yo” como cada mañana.

El gato, se había acorrucado plácidamente a los pies de Arturo; allí estaba hecho una bolita entre sus zapatillas de paño gris.  De pronto mamá miro al suelo, levantó la cabeza y se echó la mano a la frente. Los dos la miraron extrañados sin saber que pasaba, pero no parecía nada bueno.
-Berta.- Sara, la que ha liado Parchís.
   Sara, inclinaba la cabeza para mirar bajo la mesa y se quedaba callada con cara de circunstancias. Arturo al verse los pies, observaba que sus zapatillas habían tomado un tomo bastante más oscuro de lo normal y moviendo la cabeza susurraba.- dios mío, pero que he hecho yo para merecer esto.

Entonces Sara recordó algo que pasó hacía tiempo.  Ella estaba sentada en el sofá y de pronto le dieron  ganas de hacer pis, algo tan intenso que no pudo aguantarse y se lo hizo encima si tener tiempo ni de moverse. Ella se puso a llorar por lo que había pasado, entonces su papá le dijo.-   no te preocupes mi niña, eso es que hoy vas a tener suerte, algo bueno pasará.
-Sara.- papá, Parrrchís te ha legalaó su suerte
-Arturo.- sí hija sí, ojalá y tengas razón.




        

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