sábado, 18 de abril de 2020

PARCHÍS (11)




      Transcurrieron unos días difíciles en su relación; a la hora la comida o la cena Parchís se subía a la silla en pocas ocasiones y cuando lo hacía, Sara no le daba ni un cachito de pan. Cuando Sara estaba con mamá en las habitaciones o la cocina, Parchís aprovechaba para jugar en la alfombra y cuando Sara llegaba al salón, él directamente se marchaba y se entretenía con cualquier cosa que hubiese por el suelo del pasillo.
      Los padres decidieron no meterse por medio, no darle importancia y que ellos lo solucionasen, sería la forma más rápida de que aquello quedase en el olvido.
       El tiempo fue pasando y la tensión se fue relajando entre los dos.  Mamá había cosido a unas horquillas dos lazos rojos con lunares blancos, uno un poco más grande que el otro. 
    Esa tarde de sábado saldrían los cuatro a dar un paseo y luego al parque a jugar en los columpios.  Mamá puso un lazo en la diadema de Sara y el otro en el collar de Parchís. Los dos se sentían orgullosos de ir tan adornados; por fin algo que los volvía a unir, iban como dos hermanos.
        En el parque unos niños jugaban con una pelota pequeña de goma, Sara empujada por su padre, cerraba los ojos al sentir el aire en la cara con el balanceo del columpio, Parchís intentaba subirse por los escalones que daban acceso al tobogán y Berta en el banco, charlaba con unas señoras.
     Un cuchicheo acompañado de risas captó la atención de Parchís:
       .-.-.- que ridículos
     .-.-.- los dos con el lazo
         .-.-.-mírala, la ratita presumida
     .-.-.-mirar el gato, parece sarnoso, ja, ja, ja,

       Parchís se fue debajo del banco y allí a la sombra se sentó junto a una de sus patas a pensar.

   Las risas seguían, mientras uno de ellos apuntaba con el dedo hacia Sara, aunque él ya no podía oír las ofensas que su boca vertía, acompañando a ese gesto burlesco.
     Siguió pensando, eran muchos y muy grandes y si le arañaba o mordía a alguno “que es lo que se merecían” él sería el culpable y encima recibiría las represalias.
       Una voz interrumpió en juego.
.-.-.- Vamos chicos a merendar
     Todos vinieron corriendo a por el bocadillo; Sara y su padre seguían tranquilamente en el columpio.
Mientras quitaban el papel que recubría las meriendas, la pelota fue a caer precisamente cerca de sus patas; sin tiempo a pensar, de un manotazo, la mando una zona del césped donde estaba la hierba bastante alta, luego como un resorte dio la vuelta por detrás y se subió sobre las piernas de Berta.
     Los niños solo tenían ojos para el bocadillo, mientras hablaban como energúmenos con los carrillos llenos y en cada risotada las migas dibujaban su mala educación.
    .-.-.- vaya gato más chulo (comentaba una señora a modo de guasa)
-Berta.- sí, es muy bueno y muy listo
     .-.-.- y muy adornado
-Berta.- pues sí, ¿a qué va guapo?
     .-.-.- bueno mira, los lazos son iguales
-Berta.- pues sí son iguales,  y como se los he hecho yo, pues ya está
    .-.-.- tampoco es para que te pongas así
-Berta.- no, si yo solo digo, que a mí me gusta cómo van
      .-.-.- a ver que yo no digo que vayan mal
-Berta.- pues eso
      Terminaron de merendar y se armó la gorda. La pelota no aparecía. La madre de un niño, reclamaba al resto que la dichosa pelota tenía que aparecer; las demás madres se levantaron eufóricas (sus hijos no eran unos ladrones).
Viendo como se ponía la cosa, Berta cogió en los brazos a Parchís y se fue al columpio a ver como se divertía Sara.
   Como la pelota no aparecía, la señora exigió que cada una de ellas, mostrase el contenido de sus bolsos, a ver en cuál de ellos estaba, lo que propició una trifulca monumental que acabó después de un rato, con cada madre por un lado agarrando de la mano a su niño y tirando de él, al tiempo que resoplaban y marmullaban improperios hacia las demás.
-Berta.- manos mal que por fin se han ido
-Arturo.- manuda han preparado en un momento
-Berta.- pues yo no la he preparado antes de milagro, porque tengo más educación que ellas
-Arturo.- ¿Qué ha pasado?
-Berta.- nada, que una de ellas parecía querer burlarse de los lazos, porque iban iguales
-Arturo.- yo es que no sé cómo te sientas can ellas; porque ya no es la primera vez y un día de estos…
-Berta.- bueno da igual, vamos que ya va siendo tarde
   Nada más bajarse Sara del columpio, Parchís se acercó a ella y le mordió el cordón de la zapatilla tirando de él. Al ver que no hacía caso, le maulló con fuerza y le volvió a coger el cordón tirando.
-Sara.- ¿qué?
        Parchís avanzó unos pasos y cuando Sara comenzó a seguirlo siguió avanzando lentamente con la niña detrás. Los padres ni cuenta, de lo que estaba pasando. Se metieron en el césped y de pronto Sara dijo:
-Sara.- ¡papá! ¡mamá! Mía o que tenía aquí Pachís
   ----- mostrando la pelota en su mano ----
-Arturo.- muy bien Parchís
-Berta.- si es que eres más listo que el hambre
     Dejaron allí entre las hierbas escondida  esa pelota tan cochambrosa y se fueron paseando para casa riéndose del escarmiento que el pequeñajo les había dado a esa pandilla de maleducados.





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