lunes, 20 de abril de 2020

PARCHÍS (13)



        A primera hora de la mañana, alguien llamaba insistentemente al timbre. Era la tía Basilisa, hermana de la madre de Arturo; había venido a la ciudad e iba a verlos con la intención de la acompañasen a la consulta médica para la revisión de sus achaques de dolores de rodillas, que al final siempre se arreglaba con una receta de las pastillas de siempre que ella nunca se tomaba, porque decía que lo mejor para eso era una infusión de tomillo con un poco de miel y un chorrito de aguardiente por la mañana; que así era como entraban en calor las articulaciones de los huesos.
-Berta.- pero pase y desayune tía
-Basilia.- no, no que al final llegamos tarde
-Berta.- pero ¿a qué hora tiene cita?
-Basilia.- a las doce
-Berta.- vamos por favor, que son las diez y la consulta está a cinco minutos
-Basilia.- me voy a sentar pero iros a vestir que luego pasa lo que pasa
-Berta.- también podía haber avisado de que tenía que venir hoy
-Basilia.- parece que les molesto, con lo que yo los he querido siempre (refunfuñando entre dientes)

    Berta entró en la cocina, y mandó a Sara a que le diese un beso a tía, que estaba ya sentada en el sofá.
-Sara.- hola tía como etá
-Basilia.- ven que te doy un beso
       Esos besos de ventosa húmeda, a la niña no le hacían ninguna gracia pero…
      Se limpió con la manga del pijama la cara y con un gesto de asco dijo.- bueno, adiós, y se fue a la habitación a que la vistiera mamá.
    Basilia no paraba de refunfuñar:   Que educación, ni un beso se le puede dar ya a los niños; si le llego a hablar yo a mi tía de tú, me llevo un sopapo, así, así, es como se malcría a estos mocosos.
             Una vez vestida, mientras mamá se terminaba de arreglar, Sara se sentó a jugar en la alfombra. La tía con cara de sota, la examinaba de arriba abajo poniendo faltas.    .- ya ves con pantalones una niña, con esas zapatillas, no tendrán para comprarle unos zapatos y encima sin calcetines, que desastre y así saldrá a la calle, que vergüenza. En parte mejor que no vayan al pueblo, porque vaya bochorno para mi hermana, si tiene que ir así con ella a misa.
      Parchís andaba merodeando alrededor de Sara
.-.-.-  mira y el gato sobándose en la ropa recién puesta, solo para sacudir pelos, que poco respeto hay por las cosas.
     A este que no estaba a lo que tenía que estar, solo se le ocurre que acercarse a rozarse en ella, como un gesto de cariño. Basilia lanzó el pie hacia delante.- Quita micho, a ver si me vas hacer una carrera en las medias.
-Sara.- Pachís, ve aquí bonito, no taceques ma a ella (en voz alta y con toda la intención de que lo oyera)
-Basilia.- pues sí, mejor que no se acerque
     ---  No empezaba muy bien la mañana ---
-Berta.- bueno vamos, nos tocará esperar allí dos horas
-Sara.- ¿y Pachís?
-Berta.- No, donde vamos, no puede venir
-Sara.- jo
-Basilia.- pues sí, solo faltaba, llevar al gato a la consulta del médico
        Ya en la sala de espera, Basilia empezó con los dimes y diretes del pueblo, cosas que a Berta ni le importaban, pero ella raca que raca. La niña sentada sin moverse, sabía que cuando se iba a los sitios no se podía andar corriendo y molestando a los demás; y por fin una idea.
-Sara.- mamá, tengo sed
      A Berta le vino que ni anillo al dedo
-Berta.- vamos Basilia que aún queda tiempo, nos tomamos algo en la cafetería y le compramos agua a la niña
      Pero claro, eso de que tuviese que abrir el monedero, no estaba dentro de sus intenciones.
-Basilia.- no, no, ir vosotras yo espero aquí, que hoy me duelen mucho las rodillas
-Berta.- vamos Sara, ¿quiere que le traigamos algo?
-Basilia.- si me trajeses un botellín de agua, pero es que no tengo suelto
-Berta.- tranquila, que tampoco voy a salir de pobre
      Pasillo adelante con tranquilidad, iban las dos tan contentas. En el bar, Berta se tomó un café con leche y Sara un zumo, y ya de vuelta, sacaron de la máquina dos botellines de agua, uno  para Basilia y otro para ellas.
       Otro rato más de espera y allá a la una menos veinte por fin la llamaron; nada como siempre fue entrar y salir, cada vez era lo mismo, andar mareando para nada.
      Ya de vuelta a casa, a medio camino.
-Berta.- ¿y a qué hora le sale el autobús de vuelta?
-Basilia.- hoy me toca coger el le las cinco, con darme hora tan tarde al de la una ya no llego
-Berta.- pues habrá que comprar algo para hacer de comida, mira ahí hay un súper
-Basilia.- bueno, bueno, pues si no tienes comida hecha, compra lo que creas, que os invito yo
      Qué santo se habría caído del cielo, esa tarde seguro que se preparaba tormenta.
     Echaron en la cesta una docena de huevos, una bandeja de filetes, unos tomates para ensalada y Sara con disimulo puso un saquito de pienso para gatos.
      Al pasar por caja e ir a pagar Basilia se quedó mirando el pienso.
-Basilia.-  ¿y esto?
-Berta.- pienso, pero si te es mucha molestia tranquila que lo pago yo, aunque no sé si llevo suelto
-Basilia.- no hija ya lo pago, total… (Su cara no era de agrado precisamente)
      En casa Berta hizo la comida y llegó Arturo; saludó a su tía y se puso a poner la mesa; cuatro platos, vasos y cubiertos y las cuatro sillas una a cada lado de la mesa. Eso quería decir que hoy él se había quedado sin sitio.
      Berta siempre se sentaba junto al fregadero, Sara al ser más pequeña al lado de la pared y papá hoy seguro se ponía junto a la nevera, dejando así el sitio de la puerta que era el más amplio para la invitada.
     Esa vez, tenía que ser valiente; cerró los ojos para no verlo y metió sus cuatro patas en el cuenco del agua, una vez dentro, con todo el dolor de su corazón se agachó hasta empaparse bien la barriga, salió de allí y fue a subirse directamente a la silla de la invitada, tras lo cual huyó al salón a secarse en la alfombra y esconderse detrás del sofá.
     Cuando la señora se acomodó con aire altivo, dejando caer sus posaderas sobre la silla.
-Basilia.- Berta, pero si esta silla está empapada
-Arturo.- pero si la acabo yo de poner en su sitio
-Berta.- levante, levante que la seco
-Sara.- papá, que macha (tapando con la mano la sonrisa de su boca)
-Arturo.- caya, caya, (ante la déspota mirada de la tía)
-Berta.- bueno, bueno, no ha pasado nada, el agua se seca; vamos ya está, a comer
     No cabía ninguna duda, el que allí faltaba, seguro que había tenido algo que ver.



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