viernes, 17 de abril de 2020

PARCHÍS (10)




Sara se despertó muy temprano; Berta aún con los ojos cerrados fue hasta su habitación y de la mano la llevó hasta su cama y las dos se volvieron a acostar otro ratito.
Con la persiana entreabierta para que entrase algo de luz, mamá no tardó en quedarse de nuevo dormida; Sara miraba el techo con la intención de no dormirse, pero el silencio junto al aburrimiento la vencieron y así las dos disfrutaron de un nuevo y lindo sueño.
Esos minutos que en su percepción habían sido cortos, se habían elevado a la enésima potencia; vaya horas, las once y las dos en la cama (tampoco es que nadie les metiese prisa)
-Berta.- vamos Sara que nos hemos quedado dormidas
-Sara.- mamá un poquico más (rodeando su cuello con los brazos)
-Berta.- lo nunca visto. ¿Pero aún tienes sueño?
-Sara.- no sé, se etá mu bien
-Berta.- vale cinco minutos y a desayunar, voy a preparar y ahora vengo a buscarte
     Sara lo que quería era estar en la cama con su mamá, estar allí sola sin el abrazo no tenía sentido.
-Berta.- ¿pero ya?
-Sara.- sí, a sayunar
-Berta.- ¿quieres una tostada con mantequilla y mermelada?
-Sara.- Ummmmm ¿y tú?
-Berta.- claro, yo también.
    Una vez terminado el desayuno y el aseo personal, todo parecía estar dentro de la normalidad.  Sara jugó un poco con Parchís se fue a buscar el ratoncito”quería probar a ver, si al ponerlo en la palma de su mano se movía, como en la palma de papá”. Pero el ratón, no aparecía.
-Sara.- ¿y datón?
   Parchís como es normal, ni caso.
-Sara.- ¡mamá! ¿Y datón?
-Berta.- no sé, estará en la cama de Parchís
-Sara.- no tá
-Berta.- pues lo habrá escondido en algún sitio, luego o buscamos

    Habría que irse al salón a jugar con el resto de juguetes. 
      Qué alegría, allí estaba el ratoncito; al ponerlo en su mano… ¡buag! Qué asco. Estaba mojado y olía fatal.
-Sara.- mamá, huele mal, ven corre
     Berta fue a ver qué pasaba, se esperaba cualquier cosa menos lo que se iba a encontrar
-Sara.- qué asco
      Berta lo cogió con cuidado por la punta del rabo y lo llevó al cubo de la basura
-Berta.- que cosa más asquerosa, vamos Sara, vamos a lavarnos bien las manos.
       Sara y parchís se dijeron todo, con una simple mirada.
      Mamá, puso en la alfombra los cubos de las letras, para que Sara siguiese aprendiéndolas poco a poco.
   Parchís se mantenía a una distancia prudencial, por miedo a las represalias no le fuera a tocar alguna galleta.
   Mientras Sara jugaba con las letras, él se entretenía dando manotazos a la cajita donde había traído papá al ratón.  Sara lo miraba y pensaba, más tarde pensaba y lo miraba.  Se levantó de la alfombra y le quitó la cajita, se la llevó a la cocina, la puso en su cama y se puso en cuclillas para mearla (maldito pañal); eso no iba a quedar así. Con sus manitas la rompió un lado y luego la echó al cuenco del agua.
   Parchís la miraba pensando en algo nada bueno, alzando el lomo y enseñando los dientes.
   Sara le repetía gestos diciendo: acércate, acércate, con una mano y con la otra preparada para darle, pero ninguno de los dos daba un paso al frente.
Tras unos minutos de tenso duelo, entró mamá en la cocina.
-Berta.- ¿Qué pasa que estáis tan callados?
      Sara se fue al salón a seguir jugando sin abrir la boca; Parchís prefirió tumbarse un rato, era el sitio más seguro donde podía estar en esos momentos.




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