martes, 7 de abril de 2020

PARCHÍS (05)




A la mañana siguiente; desde hacía mucho tiempo; ella ni se acordaba; solo mamá entro a darle los buenos días. Su papá lo había hecho un rato antes, pero estaba tan dormida que ni se enteró.
    Mamá abrió la persiana; había amanecido nublado, hacía aire y este hacía golpear las gotas de lluvia contra el cristal.  No había prisa; las dos juntas en la cama bien tapaditas jugarían a las letras y los números. Mamá le hacía preguntas y ella tenía que adivinarlas: como se llamaba la letra que se parecía a la luna, que numero iba después de dos…  y a cada acierto un ¡Bien! Resonaba en la habitación.
      Parchís despertó con la algarabía y cada vez que mamá repetía ¡bien! El respondía con un miau para captar la atención. “O sería que él también sabía que la respuesta había sido correcta”.
     Mamá le propuso a Sara que ahora fuera ella, quien formulase las preguntas y ella respondería. A cada pregunta, mamá daba la respuesta en voz alta y el gato respondía con un “Miau”.  Con cada uno de ellos, Sara se quedaba asombrada. Resulta que Parchís se sabía las letras y los números, no podía ser. Sara se frotaba los ojos; pero no, no estaba soñando. Ese gato era especial, como siendo tan pequeño podía saber tanto.
   Se levantaron y fueron a desayunar. Sara con Parchís sobre sus piernas no podía dejar de pensar en lo sucedido en la habitación.
-Berta.- Sara ¿No desayunas? ¿En qué piensas?
-Sara.-no puede se
-Berta.- no puede ser qué
-Sara.- que este peñajo sepa
-Berta.- pues claro que no, solo maullaba para llamar la atención
-Sara.- ya pero…
       --- Era imposible, pero ¿y si fuera verdad?
-Berta.- venga desayuna y lo comprobamos.
      --- mamá dibujaba una sonrisa en sus labios, viendo la cara de la niña ante la incertidumbre de lo que ocurriría—

Después de terminar la taza de leche y darle su ración a Parchís, como siempre fueron a asearse al cuarto de baño. Sara se lavó la cara una y otra vez, para asegurarse de que no seguía dormida y aquello solo había sido un bonito sueño. Mamá la peinaba con suavidad, sin prisas; mientras a ella le temblaban las piernecitas de los nervios.
-Sara.- mamá, ¿manos ya?
-Berta.- vamos venga, ya verás como tengo razón.

    Las dos se sentaron en el sofá y pusieron a Parchís en la alfombra frente a ellas, dentro de su palangana, para que no anduviese de un lado a otro y así poder tener controladas sus reacciones.

-Berta.- a ver, dos más dos
- Sara.- ¿qué?
     ---Parchís seguía a lo suyo, sin prestar atención ---
-Berta.- probemos otra vez, ¿Qué número va después del cinco?
-Sara.- eeeeee sete
    ---mientras mamá hacia un gesto de “no” con la cabeza, Parchís seguía a lo suyo, mirando cómo salir de aquel sitio ----
-Berta.- bueno vamos a probar con las letras; cual es la que parece un sol, porque es redonda, redonda.
-Sara.- O, eta ti la te
     --- El gato quedó parado, volvió la cabeza hacia ellas y maulló ----
  Esto a Berta se le estaba yendo de las manos. La casualidad hacía que Sara se quedase asombrada creyendo en lo increíble. Habría que seguir con más números y letras para que Sara viera que solo había sido fruto de una coincidencia.
   Siguieron con el juego y el azar quiso que cada vez que Sara daba la respuesta correcta el gato las mirara y  maullara.  Sara cada vez estaba más convencida de que Parchís era un genio y al tiempo Berta, no podía dar crédito a lo que estaba sucediendo. Tenía que solucionar aquello de alguna manera, o se terminarían volviendo todos locos en casa.

-Berta.- bueno, ¿me ayudas hacer las camas?
-Sara.- vale
      Mientras Parchís quedaba en la palangana, Berta aprovecharía para despistarla con un cuento, ese en que sonó la flauta por casualidad. Así intentaría que entendiese que hay cosas que no son ciertas aunque a veces lo parezca.
      Tras bastante tiempo haciendo las habitaciones con pausa, no es que Sara quedase convencida de que el gato no era tan listo, pero al menos quedó en la duda del tal vez sí, tal vez no.
   



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