jueves, 8 de mayo de 2014

Información (1)

     Con una gorra agrietada de cuero color marrón, caída hacia delante, intentaba disimular su mirada.   Su mano derecha dentro del bolsillo de la cazadora, empezaba a sudar nerviosa, mientras esperaba a que saliese aquella persona indecisa que tanto tardaba, para al final no comprar nada. Todo el tiempo en la entrada, mirando el suelo esperando que no entrase nadie más en esos momentos.
        .- ¿deseaba algo caballero?
     Cerró la puerta del comercio, echó el cerrojo interior y dio la vuelta al cartel de abierto.
        .- ¿pero qué hace?
     No contestó, se volvió y antes de que la dependienta pudiese salir del mostrador, sacó la mano del bolsillo, en ella portaba una pistola y apunto directamente al pecho a la asustada joven.
        .-por favor dígame que es lo que quiere, pero no se ponga nervioso
     Él seguía sin soltar palabra. Tan solo su nuez al tragar saliva se movía de todo su cuerpo.  La chica con sus manos temblorosas, que casi ni acertaban a abrir la caja registradora, fue sacando todos los billetes que en ella había y poniéndolos sobre el mostrador. El hombre ni se inmutaba, ella cogió una bolsa de plástico y metió en ella todo, luego puso sus manos extendidas a la vista.
         .-no hay más, por favor cójalo y váyase
     Se levantó un poco la visera con su dedo pulgar, dejando que se viera claramente su mirada triste y rostro deslucido, giró la cabeza y miró un expositor de huevos de chocolate.
        .-coja todo lo que quiera y no me haga nada; le prometo que no lo denunciaré; yo no le he visto la cara (mirando hacia el suelo)
    Estiró su brazo izquierdo hacia la estantería y cogió uno de aquellos bonitos huevos.  Al tenerlo en su mano, sujetándolo con suavidad no se fuera a partir, su rostro menos serio, mostró un gesto de agradecimiento.
        .- ¿era eso lo que quería?
    Dejó la pistola sobre el mostrador con suavidad, se volvió a bajar la visera y se fue de aquella tienda de regalos, no sin antes darle de nuevo la vuelta al cartel, poniendo el rotulo de cerrado de nuevo hacia el interior.
      La dependienta respiró profundamente y antes de poner de nuevo los billetes en la caja, envolvió el arma en un pañuelo de seda y la guardó en un rincón escondido de una estantería de la trastienda.
     Luego sacó de su bolso unas toallitas húmedas y se limpió la cara; necesitaba refrescarse un poco para aliviar el sofoco que había pasado. La mezcla de indignación, agradecimiento e impotencia hacia a aquel hombre  tan extraño, cuyo comportamiento no podía entender le hicieron reventar sus emociones poniéndose a llorar con rabia como única forma de desahogar todos los nervios acumulados.
     No podía contárselo a nadie, ¿Quién la creería? Para eso debería mostrar su única prueba, la pistola y esto llevaría a la cárcel a aquel hombre por un simple huevo sorpresa.
    Ahora el problema no era lo que había sucedido, su cabeza  tan solo se preguntaba el por qué. Era algo insólito, con el dinero podría haber comprado todo el expositor o directamente haber cogido las dos cosas. Le gustaría localizarlo para saber por lo menos el porqué de aquella acción e intentar entenderlo, ¿pero cómo?
     Podía haber pedido el huevo directamente, estaban allí como obsequio para dárselo a los niños cuando los padres hacían alguna compra mediana como gesto de agradecimiento hacia sus clientes. Un detalle para el niño, hacia que se fueran más contentos que cualquier rebaja en el artículo lujosamente envuelto para regalo.
     Ese día Lidia cumplía dos años. Gloria, esperaba sentada en una silla plegable mirando por una rendija que quedaba entre las tablas que tapaban la ventana de aquel local abandonado y en ruinas donde vivían desde hacía ya unos meses.
   La niña jugaba entre unos muñecos viejos encima del colchón de espuma situado en un rincón sobre el suelo, aquel rincón donde la corriente de aire se notaba menos y donde los tres descansaban cada noche abrazados, tapados con aquel tipo de manta hecha de retales de ropa vieja a la que cada día se le iban cosiendo cachos nuevos para hacerla de más abrigo.
     El corazón de Gloria, bajo de pulsaciones cuando observó que se aproximaba Matías por el sendero que servía como atajo a través de un bosquecito que separaba la nave de la ciudad.
     .-hola cariño, ya estoy aquí
         .- ¿pero dónde has andado todo el día?
     .-traigo un regalo para Lidia para su cumple
         .- ¿Cómo se te ha dado?
    .-mal, he estado toda la mañana y media tarde en la puerta de la iglesia y solo he sacado para dos barras de pan
        .-bueno pues cenamos pan.  ¿Y el regalo?
    .-es un huevo de chocolate
        .- ¿y de donde lo has sacado?
   Entre ellos no había secretos y no debía de haberlos, así que le contó todo lo ocurrido.
        .- ¿pero estas loco? ya puedes ir a primera hora a devolverlo y pedir perdón. Encima dejas allí la pistola, te cogerán enseguida. Ay madre, que vamos a hacer ahora
   .-no pienso devolverlo, es para ella en el día de su cumpleaños
        .- ¿y cómo se te ha ocurrido dejar allí tu pistola?
   .-dejarla allí era la única manera de evitar hacer una tontería y arrebataros esta vida de mierda antes de terminar con la mía
          .-no digas eso, estamos juntos los tres y somos felices
    .- ¿felices?
                 (Lidia se había quedado dormida)
           .-mírala que cara más bonita tiene, ¿no la ves feliz entre esos peluches que abultan más que ella?
    .-sí, es preciosa
          .-pues que importa, de esta situación ya saldremos
    .-he pensado en ir a hablar de nuevo con mi antiguo jefe otra vez, a ver si tiene algo para echarnos una mano, algún trabajillo, de lo que sea
         .-inténtalo, pero no te arrastres, no se lo merece
    .-en su nuevo puesto, tal vez pueda colocarme
         .-las otras veces no movió por ti ni un dedo y podía hacerlo, ¿crees que ahora va a ser distinto?
    .-no lo sé, pero no tengo nada que perder, un día de estos saldremos a ver si encontramos algo de ropa y me la arreglas, con estas pintas no me dejan ni entrar a verlo
     La niña se despertó (tal vez por hambre). Las caras de sus padres estaban iluminadas por la pequeña llama de aquella vela.
.-hola papá
     .-mira lo que te he traído, feliz cumpleaños
.-colate dondo
     .-y dentro hay una sorpresa
           La madre quitó con cuidado de no estropear el papel de plata que lo envolvía, abrió el huevo a la mitad y de su interior extrajo una capsula de plástico que contenía una bonita y pequeña figura de una princesita de plástico.  Lidia, la cogió entre sus manitas, miraba aquella baratija, como el regalo más deseado del mundo. 
    El padre, partió un cacho de pan, lo abrió en dos mitades y le hizo una especie de bocadillo con el chocolate.
    .-ahora cómete todo y a seguir durmiendo
      Ellos cenaron pan con pan antes de acostarse cada uno a un lado de la niña, unir sus brazos sobre ella y taparse con aquella manta que cada día iba pesando un poquito más. Lo de abrigar, era otra historia.

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