Mi niña ya está dormida
en su camita de seda,
soñando con angelitos
que con sus alas la
arropan
para que no pase frío
mientras el alba
despierta.
Yo me quedaré sentado
con un papel en mis
manos
modulando cada nota,
cada palabra sutil
que pasee por mi
mente,
y cuando todo esté
unido
escribirlo
suavemente.
Le regalaré un poema,
que hable de ríos de
paz
de praderas de
sonrisas,
de montes llenos de
abrazos
y de valles de
caricias.
Una canción delirante
y con tal delicadeza,
que haga llorar a las
nubes
y crecer la verde
hierba,
una planta de pureza
con la flor de mil
colores,
y unas hojas que la
abracen
brindándole sus
amores.
Una receta casera
de dulces de mazapán,
recubiertos de canela
que pueda paladear.
Ya que cumple veinte años
y está en edad
casadera
la desposaré con migo
dándole mi vida
entera,
y un parque en el que
bailar
amarado a su cintura,
desde que despunte el
día
hasta que salga la
luna.
Cuando amanezca mañana,
la cogeré entre mis
brazos
y se la recitaré
bajito,
con su cabeza en mi
hombro
recostados en la almohada
quedaremos dormiditos,
respirando lentamente
y los ojos
cerraditos.
A desear felicidades
su madre, junto a su hermana
su madre, junto a su hermana
llegarán a
despertarla,
y verán que me dormí
protegido por sus
alas.
No hay momento placentero
ni destino que yo
elija,
que pasar la noche en
vela
escribiéndole a mi
hija.
Feliz
cumpleaños Raquel (Quely)
En verde esperanza
Preciosa poesía, Carlos. Todo un derroche de sensibilidad... ¡ Pasad un feliz día !. Bss.
ResponderEliminarSencillamente precioso, el amor de los padres hacia las hijas pienso que viene de lejos, estoy contigo, en que los hijos son el mejor regalo del cielo hacia los padres.
ResponderEliminarnada es suficiente y con un poquito vale.
ResponderEliminargracias.