martes, 6 de septiembre de 2022

El Ocaso Cap. 04

 


 

        Tras recorrer varias fisuras en las rocas, encontraron un conjunto de grietas ideal, justo lo que Alynca llevaba buscando tiempo.

     A partir de entonces, una a una de las lápidas que aún permanecían en ese cementerio fueron trasportándolas hasta el lugar,  También los cachos de mármol y granito que por allí estaban esparcidos;     todo lo que pudiera servir dando igual su forma.

      Poco a poco las fueron colocando hasta convertir su nueva casa en un lugar limpio y seguro.

          Los cachos más puntiagudos, los colocaron en los alrededores a forma de defensa, en caso de alguna vez ser descubiertos.

       A base de golpes fueron tallando herramientas con las que picar y escavar en las profundidades, así como utensilios de toda clase.

               De la cueva olvidada llena de vestigios antiguos, fueron seleccionando por tipo de material y forma.

      Los conocimientos de Alynca en para qué y cómo se usaba cada cosa, daban una gran ventaja a la hora de su utilización.

         

        En la grieta más profunda, la primera, en la que se acumulaban los desechos pestilentes alejados de la luz; mucho más al fondo de donde ellas habían llegado, unos constantes ruidos parecían producirse;    un inframundo que siempre quisieron conocer. 

 Pasadizos estrechos que había que agrandar, para poder entrar por ellos, capas y capas de ropaje para soportar el frío desconocido desde tiempos remotos.

     Escavaron y escavaron, día tras día, noche tras noche sin salir. Las paredes parecían sudar;  estaban llenas de animalitos trasparentes y muchos brotes blancos de los que se alimentaban.

        El sudor de las paredes se parecía mucho a eso que Tago conocía como alimento, pero este no quemaba en la garganta.

             Alynka en los momentos de descanso les contaba cosas de eso llamado agua que caía del cielo, de la nieve que se acumulaba en las cumbres.       Les hablaba de los ríos y de los mares, de los peces y de los pájaros.

    Les dibujaba en el suelo como eran los arboles con sus ramas y las flores.

   Del amor entre machos y hembras que cuidaban de sus pequeños, de la felicidad, de la risa, de cómo curaban a los enfermos y de que al final de la vida,  enterraban con dignidad a sus muertos.

-Todo parecía un cuento de hadas-

         Pero a veces, también les hablaba de las máquinas, las fábricas,  el humo de las chimeneas,  del peligro del que muchos avisaban, ese al que nadie ponía remedio.

                    De aquello llamado dinero, unos papeles que tenían más valor que la vida, de las guerras por el poder y el poder de las guerras.

     De la destrucción de la conciencia y la supremacía del mal sobre el bien;     del egoísmo que fue el principio del caos que ahora existía.

 

              Golpeaban con fuerza la piedra.    En uno de sus golpes el suelo crujió y se agrietó bajo de sus pies.

Alynca.- rápido, para arriba

Luna.- ¡corre Tago!

     - En unos segundos el cacho de suelo se precipitó al vacío-

     Pasaron unos pocos segundos y se pudo oír un ruido fantástico.  

                    Alynka descendió unos metros, era lo que ella durante ese tiempo había estado imaginando.

Alynca.- bajar con mucho cuidado

Luna.- mira a ver si ese saliente es seguro

Tago.- a mí me da mucho miedo, prefiero morir viendo el firmamento

Alynka.- sí,  es seguro y demasiado amplio para los dos

Luna.- vamos Tago, que estando con nosotras no debes tener miedo

             Los dos bajaron hasta el saliente y se pusieron en él de rodillas, miraron hacia abajo pero ese pozo no tenía fondo, ni paredes, ni nada de nada, era como el universo pero al revés y sin estrellas.

   

                      Alynca se puso en el hueco en forma de aspa boca arriba;     sujetándose con las manos y los pies a sus bordes.

         Agitó sus ajas y…

       Todo se ilumino, por las paredes y el suelo de aquella inmensidad se deslizaban animales de distintos tamaños entre raíces que se entrelazaban entre sí.

  El agua brotaba por las grietas e iba discurriendo hasta una gran balsa que desde fondo reflejaba el brillo de las alas de Alynka,   formando haces de luz que daban aún más esplendor a la belleza ya existente.

    Tago y Luna, miraban a todos lados sin perderse ni un detalle.

           Debían de salir e ir a por más utensilios, necesarios para descender a aquel paraíso lleno de alimentos.

 Alynka.- ¡no!  Ese paraíso, mejor no tocarlo.

 

 

                Era el tiempo de recopilar, cortar, coser, trenzar y recopilar todo lo necesario, para portar agua, brotes frescos y animalitos con los que alimentarse sin tener necesidad de acercarse a los habitáculos y soportar los desagradables aullidos. Pero sin necesidad de profanar aquella maravilla de la naturaleza.

         Ya sabían cómo encontrar el alimento viviendo en la oscuridad, pero Alynka, quería dominar la cruel luz para que la balanza volviese a equilibrarse entre el bien y el mal,  aunque tal vez representados de forma inversa y esto sirviera como motivo de humanización a los ahora deshumanizados.

    Hicieron una serie de paneles y los colocaron de forma que hacían circular el aire a gran velocidad de forma que el flujo cálido llegado  del exterior entrase a la estancia donde habitaban a temperatura más agradable.

                    A una distancia prudencial de la entrada de la grieta, donde no llegaba el calor pero se colaba de vez en cuando un rayo disperso de luz,  alynka dejo unos brotes cubiertos con restos de animalitos ya masticados.  

  Esperaba mostrarles el milagro de la vida en colores.

     Poco tardaron en admirar como de aquellos brotes blanquecinos salían dos hojitas verdes.

      .- ¡Prohibido totalmente tocarlas!

             Sentados, esperaban cada día a que el haz de luz diese en las hojas y pacientemente veían como se hacían más grandes y emergía del suelo  un diminuto saliente que se iba alargando, del cual como por arte de magia brotaban nuevas hojas.

       Los relatos de Alynka, eran maravillosos, demasiado fantásticos para expresarlos en palabras.

     Los tres se cogían las manos, juntos cerraban los ojos y Alynka  les hacía visionar aquellas bellas imágenes.

 

            El momento era inminente, la expectación ante el acontecimiento indescriptible.

         Los sépalos verdes se empezaban a separar dejando salir unos suaves pétalos rosados aún encogidos entre un suave  dormitar.

Luna.- mamá, mamá, mira ya sale

Alynka.- espera, se paciente

Tago.- ya se, esto es a lo que llamas flor

Alynka.- efectivamente, pero ahora toca esperar un poco más

          Los pétalos fueron abriéndose y separándose hasta formar un círculo de color.   Allí en el centro unos pelillos amarillentos parecían querer jugar con el haz de luz.

Alynka.- podéis mirar, pero sin tocar, no le hagáis daño.  Todo ser vivo tiene su sensibilidad, aunque nosotros no la entendamos.

 

 

 


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