El codo sobre la mesa. La
curva que forma la unión de sus dedos índice y pulgar sirve de apoyo a su
frente tocando sus sienes con ambas yemas.
Con los ojos entreabiertos, dejando ver
levemente el folio entre sus pestañas piensa en esa palabra que se acomode en
métrica y rima a lo pensado anteriormente.
Repite
una y otra vez los cuatro versos en su mente.
Busca sinónimos con que acertar en su
sentimiento.
Todos son demasiado manidos en folios
escritos. Necesita algo que exprese la grandeza de su delirio y que al mismo
tiempo tenga la sensualidad de la originalidad de su firma.
Por
fin recuerda una definición hallada hace tiempo en uno de esos crucigramas que
le gustaba intentar resolver no siempre con demasiado éxito.
En su satisfacción se da cuenta que ha
olvidado esos versos pensados y que debería haber escrito.
No importa, ha logrado recordar esa bella
palabra.
Que desastre de persona pensante aprendiz
de poeta.
Bueno, que se le va a hacer.
Escribe la palabra en el folio y la mira.
Tan solo con ella él recuerda todos y cada
uno de los sentimientos que nunca fueron plasmados.
Tampoco eran de demasiada importancia.
El resto del mundo… puede esperar.
Que difícil
pensar
lo que uno quiere escribir.
Cuando está
acostumbrado,
a escribir lo que uno piensa.
Calos Torrijos
C.a.r.l.
(España) 2022.
Pensé que me describias a mí, tal cual, gracias compy por compartir
ResponderEliminarUn abrazo.. y Exitos para Joan.
EliminarCuánta certeza en tus letras ! Me suele suceder . Excelente caro amigo. Abrazo
ResponderEliminarComo a muchos,, pero no lo dicen.
EliminarJa, ja, ja
Exelente reflexión, tan realista, saludos mi estimado Carlos Torrijos.
ResponderEliminarGraciñas por la visita.
EliminarMuy bueno.
ResponderEliminarGraciñas por estar.
EliminarMuy bueno. Eso pasa con frecuencia a los escritores.
ResponderEliminareso dicen,, yo creo que sí.
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