lunes, 26 de septiembre de 2022

El Ocaso Cap. 10 (final)

 

 

 

         En poco tiempo, esa pequeña familia incrementó sus fuerzas.

  Noches trabajando en el exterior y días acondicionando distintas estancias del interior para diferentes fines.

       Aprendían a utilizar todo tipo de cosas, herramientas jamás vistas y cuando se adentraban en lo más profundo vestían con sacos que no sabían de donde provenían.

     En aquel entrono desconocido, su oído, olfato y tacto, se fueron agudizando y sin hablar, solo con el susurro se localizaban en cada momento.

    

    Tago les hablaba de su grata experiencia, que algún día tendrían la fortuna de conocer a sus protectoras.

 Que verían esos colores nunca imaginados;  que existían dos paraísos, uno bajo sus pies y otro en el universo, que accederían a ellos con trabajo, colaboración, ganas, con el fin de ayudar y haciendo el bien.

 

Una vez terminada la estancia que les servía de despensa cogieron unos cestos y se dirigieron hasta la tapia que a Tago le tocó saltar aquella lejana noche.

            Llenaron los cestos con las cenizas más recientes y al volver embadurnaron con ellas suelo y paredes, donde  “como hizo Alynka”  depositarían brotes para lograr que allí reverdecieran.

 

          Luna y Alynka buscaban grietas en los alrededores que poder acondicionar otros moradores,  cuando así lo dispusiese Tago.

 Paseaban tranquilas cuando un llanto rompió el silencio.

   

 Luna.- ¿podemos ir a ver al bebé?

Alynka.- sí vamos, esta es una noche de celebración

    

        - Antes de entrar llamaron a Tago desde el exterior susurrando su nombre-

Tago.- no temáis, (les dijo a sus compañeros) nada malo va a pasar

           -La claridad de la luna iluminaba las sitúelas de dos extraños-. 

      Tago los mandó aproximarse a la entrada pero una de las mujeres no salió;  escondida, apretaba con fuerza contra  su pecho a la criatura.

Tago.- sal, no tengas miedo, solo quieren ver al niño y  alegrarse junto a nosotros por su nacimiento

Alynka.- pasad junto a ella y que se sienta protegida

Luna.- y yo, ¿puedo entrar?

Alynka.- no, espera

 

      Alynka situó delante de ella a Luna cogiéndola por sus hombros y fueron dando pasos lentos hacía el interior.

  Cuando se estaban aproximando se pararon, Alynka entonces desplegó sus alas y la cueva se iluminó.  

       El rostro de aquellos seres no reflejaba ni un ápice de temor; era tal y como lo había descrito Tago en sus bellas narraciones.

Luna.- qué bonito y qué pequeño ¿yo también era así?

Alynca.- pues sí, igual de hermosa y frágil a la vez

          La madre se incorporó y puso su bebé en brazos de Luna.  Esta lo sujetó con toda la ternura,  firmeza y temor para mantenerlo seguro.

 

   Alynka miró a Luna, eso que iba a hacer a continuación, debía consensuarlo con ella.

Luna.- mamá, yo creo que sí   -no hacía falta decir nada-

Alynka.- ¿estás segura?

Luna.- quién mejor

Alynka.- ¿tal vez tú algún día?

Luna.- yo ya te tengo a ti

Alynka.- ahora debemos salir todos fuera

         Al oír que hablaban su idioma, la poca desconfianza que quedaba por parte de los hombres desapareció.

             En el exterior,  Alynka puso sus manos en la parte trasera del cuello bajo su larga melena.        Tago mandó arrodillarse a todos alrededor de Luna y el  Bebé.    

    Alynka se quitó el colgante y alzó los brazos sujetando la esmeralda entre sus dedos.

         Luna también elevó a las alturas a la criatura cogido por debajo de sus hombros.

Alynka.-    Desde ahora te llamarán Kawamo en recuerdo de un gran hombre.  Todos pronunciaron aquel extraño nombre y Alynka puso la esmeralda al cuello del bebé.

    Luna comenzó a andar con el bebé en brazos y todos la siguieron.    Les mostró el lugar donde se encontraban las nuevas grutas.

 Alynka.- aquí vivirá su pueblo;      mucho trabajo te queda por hacer de aquí en adelante –dirigiéndose a Tago-

 

                  Tago y sus compañeros se dirigieron hasta los habitáculos; donde todos pensaban que nunca volverían.

      Mandaron a los hombres que dejasen los cestos en el suelo, entraron hasta el cubículo donde se encontraba el resto de pieles oscuras y todos partieron hacía su nuevo destino.

         Desde la puerta, se dirigió a los pálidos:

Tago.- ahora todo está en vuestras manos:

    El hacer el bien o hacer el  mal.  Deberéis recolectar las piedras si queréis comer y la única manera de sobrevivir como pueblo, será el ayudaros los unos a los otros, como tantas veces sabéis que ellos, mis hermanos, han hecho en su tenebroso encierro.

           En el nuevo lugar todo era armonía.

Luna se encargaba de enseñar a los niños y niñas a jugar, levantar a un compañero cuando este tropezaba y caía en sus carreras, a reír con ganas y llorar de alegría.   

     A rebuscar cosas que utilizar en ese sitio donde tantas cosas del pasado había, a abrir muy bien los ojos cuando recorrían el cementerio, por si algún día tenían la suerte de que apareciera alguna piedrecita brillante como esa que poseía Tago en el saquito que colgaba de su cuello.

  

            Tago junto a los hombres trabajaban sin descanso haciendo de aquellas cavidades en las rocas  sitios donde vivir con dignidad.     Cada gota de sudor era un paso más engrandeciendo el pueblo  que algún día debería guiar el pequeño Kawamo.

   

        Las mujeres y Alynka hacían ropas y herramientas al tiempo que cuidaban de los bebés que aún eran frágiles pequeños para corretear.

             Cuidaban de los brotes y los animalitos, para que fueran robustos, recolectando aquello que estaba bien crecido y tan solo lo necesario para su alimento diario.

 

            Con su esfuerzo, habían construido pasadizos que comunicaban unas grutas con otras, las rocas picadas en el interior, se utilizaban para tapiar debidamente todas las entradas de los viveros.

 

         Varios años trascurrieron alejados de los aullidos y bloques de cemento;  Sus voces ahora se habían vuelto  sosegadas y sin estridencias y sus cuerpos eran robustos para el trabajo diario.

 

    Llegó la noche elegida por Alinka.   Todos se dirigieron en fila, cargados con gran cantidad de sacos a una gruta hasta ahora desconocida para ellos;    entraron y fueron bajando poco a poco.

    Tras tres días y noches descendiendo llegaron al fondo siguiendo la luminosidad de las alas de Alynka.

     Quedaron apoyados en los salientes de las rocas.

            En el saliente más próximo al abismo, se pusieron: Tago, Luna y Kawamo, cogidos de sus manos.

    En un saliente cercano, aquellas dos primeras mujeres, que comenzaron a construir aquella aventura y el resto se acomodó en una especie de bóveda semicircular que durante ese tiempo habían acondicionado Alinka y Luna para tal fin.

 

       De nuevo Alynka, como hiciera antaño, se despojó de sus ropas y colocó su cuerpo en forma de aspa.

              La gran oquedad se iluminó.

        El reflejo del líquido del fondo hacía aún más intensa su luz.

Luna.- este es el paraíso del que os hablaba Tago, pues él ya lo había visto.

Tago.- Kawamo, Tú serás quien deberás guiar a nuestro pueblo a un paraíso mucho más bello que este,  el que está en el universo y al que solo accederán aquellos que hayan seguido el camino del bien.

         -Luna cogió una piedra en su mano y la dejó caer al fondo-.

              Las formas de las ondas recorrieron el interior de la gruta.

  

        Tanta era la emoción, que entre lágrimas de alegría, Kawamo, quiso asomarse mucho más con la intención de ver toda la inmensidad de aquello que se escapaba a su vista.

                 La humedad le hizo resbalarse.  Luna y Tago, se abalanzaron a cogerlo.

                    Tago logró atraparlo con sus fuertes manos y sujetarlo colgando en el vacío, pero Luna en su intento se precipitó al  fondo.

          Alynka, aflojó sus piernas y brazos y se dejó caer tras ella.   Todo quedó sumido en la oscuridad.

                            Una esfera de luz formada por dos haces entrelazados emergía desde el fondo tiñendo todo de rosa y verde.   Fue ascendiendo hasta el exterior dejando una estela que marcaba el camino de salida y dejando a su paso impregnada en las paredes una luminiscencia jamás imaginada ni en los sueños de los maestros.

   Después de dos jornadas, todos salieron al exterior, se protegieron sus ojos con las manos.

    La luna llena lucía más que nunca.    Y junto a ella, un par de nuevas estrellas brillaban.

 

    Primera luna llena de primavera.      La puerta del reino de la luz por fin se abrió.    Nadie esperaba para entrar.

    Un halo de luz salió de ella, era el anciano Kawamo.

                  Alynca había cuestionado e infringido todas las normas, pero gracias a ello, la puerta se había abierto.  

      De nuevo el resplandor había restablecido la textura del resto de alas deterioradas y ahora por fin comenzaba un nuevo ciclo de cien lunas de primavera, para intentar de nuevo cultivar el bien en la humanidad.

         Kawamo se aproximó a Alinka y la despojó de sus alas.   Esta, sin su condición de ángel se dirigió a las tinieblas.

          Luna seguía tendida, dormida sobre la alfombra ya restaurada por la luz.

          Kawamo  la levantó y despertó,  para colocar en su espalda las alas de su madre.

Luna.- no las quiero, ¿ahora qué será de mi madre?

Kawamo.- tú serás quien ocupe su lugar

Luna.- ¡he dicho que no quiero!

         - Alynka se aproximó de nuevo e impregnando las alas con su amor, las puso en la espalda de Luna-

Alinka.- ¿dónde está Alhaba?       Quisiera verlo por última vez

Kawamo.- renunció al reino de la luz.     Se convirtió en un precioso diamante y se lanzó al vacio

Luna.- entonces, ¡está colgado del cuello de Tago!

Kawamo.-  arrodíllate frente a mí  Alynka

        -  Alynka sumisa se arrodilló y bajo la mirada –

Kawamo.- como estaba previsto desde el principio de los tiempos, tú ocuparás un lugar especial y serás maestra de maestros por toda la eternidad.

                         Las puertas del claustro se abrieron y todo fue poniéndose en su lugar, luciendo un esplendor jamás antes visto.    Ella ya no tenía alas, no le hacían falta.

    Cruzo la puerta del claustro de la mano de Kawamo.

    Se dirigieron hasta ese sillón central que siempre había permanecido vació presidiendo aquella majestuosidad.

Kawamo.- ahora siéntate en él

                Al sentarse todo el claustro se ilumino de  verde claro y la alfombra dorada se recogió a sus pies.

       Los maestros ocuparon su lugar, para convertirse en alumnos.

                 Kawamo, traspasó de nuevo la puerta del reino de la luz y la primera luna llena de primavera volvió a su luminosidad normal.

               En la soledad, quedó Luna, tumbada sobre su ala derecha y tapada con la izquierda; esperaba la llegada de Tago con Alhaba al cuello, para guiarlos, cogiéndolos de su mano hacia la luz.

       En la siguiente luna nueva, los de piel oscura salieron fuera de sus hogares para admirar el universo. 

           Esa noche cientos de estrellas fugaces cruzaron la inmensidad. Seres brillantes que descendían a todos los continentes para cumplir su misión.

           Tago alzo en sus brazos al Joven Kawamo.

   Luego alzó sus brazos vacíos, con sus manos abiertas.

            Ante el asombro de todos, el saquito colgado de su cuello desprendió una inmensa luz blanca hacia el universo, que los afianzaba en la verdad de Alynka.

                - los integrantes de su pueblo eran de nuevo, merecedores de poseer alma -

 

FIN

 

Carlos Torrijos @ 2022.



2 comentarios:

  1. Desde la obscuridad mas profunda se puede alcanzar la luz .. la evolución es un proceso necesario, aunque a veces es muy doloroso !! Tus historias conmueven , mostrando las luces y sombras que conviven en cada ser . Pero al final la esperanza es el corolario de tus mágicas y fantásticas historias ..Muchas Felicitaciones !! Abrazo grande !!

    ResponderEliminar