En el trascurso del tiempo cada uno debía
ser responsable de sus actos; de aquella conversación, solo sacaron una cosa en
claro:
Que la “felicidad”; eso que
en las historias que contaba Alynka en
las que algunos antiguos mencionaban la gran frase “paz interior” es la
ignorancia.
Pero claro, ellos no querían ser ignorantes,
ellos querían saber, pero si sabían dejaban de ser ignorantes y si no eran
ignorantes, nunca encontrarían la paz interior.
Era
noche de luna nueva, muchos de sus viejos compañeros saldrían con sus cestos a
recoger piedras.
-Tago estaba hablando con Luna con mucho secretismo-
Alynka.- a ver ¿qué andáis
tramando?
Luna.- nada
Alynka.- sabéis que entre nosotros
no debemos mentir
Tago.- porque mentir es malo
Luna.- ¿y si no es entre
nosotros?
Alynca.- pues no sé, sí, yo creo
que también es malo, pero bueno, si es por una causa muy justificada…
Tago.- ¿y cómo sabremos si la
causa es justificada?
Alynca.- no me lieis. Que secreto os traéis entre manos
Luna.- díselo tú, ha sido idea
tuya
Tago, pero tú se lo explicas
mejor
Luna.- claro, siempre me toca a
mí
Alynka.- ¡VALE YA! ¡VENGA HABLAR!
Luna.- pero mamá vocearnos es
malo
Alynka.- ¡PUES CONSIDÉRALO, UNA
CAUSA JUSTIFICADA!
Tago.- bufff, mejor se lo
contamos
Luna.- yo creo que sí
Alynka.- vamos, que estoy
esperando
Tago.- pues que habíamos
pensado…
Luna.- no mientas, lo has
pensado tú
Tago.- pues que yo había
pensado, bueno pero ella está de acuerdo.
Que como es luna nueva,
podíamos salir sin que nos viesen y… pero si alguno queda agotado en el trabajo de
recoger piedras, pues que tal vez, lo podíamos arrastrar hasta la puerta, para
que no, bueno eso. Solo a uno o dos.
Alynka.- ¿y cómo pensáis hacerlo
sin que nos vean?
Tago.- si está muy agotado y me
acerco yo solo, en la oscuridad no me reconocerá
Alynka.- ¿y si te reconoce?
Tago.- nadie lo creerá
Luna.- yo le decía, que me
acerco yo primero por detrás, le doy un buen golpe en la nuca y lo dejo sin
sentido y así luego ya, él lo arrastra
Alynka.- perdona hija; pero
me has salido muy bestia
Luna.- pero… a que es una buena idea
Alynka.- no. No es una buena idea,
prefiero la suya aún corriendo el riesgo de que lo reconozcan
Luna.- entonces yo que hago
Alynka.- tú nada, mirar, igual que
yo desde lejos por si pasase algo
Luna.- pues vaya aburrimiento
Los tres salieron en la oscuridad, sus pisadas
eran lentas y silenciosas; se escondieron tras una roca y allí esperaron
pacientemente.
Ya habían regresado casi todos. Vieron
como uno se desplomaba bajo el cesto por el gran peso que llevaba sobre sus
hombros.
Tago.- mira. Uno ha caído
Alynka.- espera, no tengas prisa
-Otro par de ellos pasaron por su lado sin ni
siquiera mirarlo, ni prestarle ayuda-
Alyanka.- está visto que lo de
ayudar a un hermano no está en su mente
-entonces Tago recordó, haber hecho él
también lo mismo en alguna ocasión-
Alynka.- Luna, vamos a coger unas
piedras por si acaso se acerca algún otro
Luna.- para qué, no se las
iremos a tirar, que hacen daño
Alynka.- mira que eres bruta. Tago que vaya a por él, le descuelgue el
cesto y lo arrime a la puerta. En caso de que otros se acerquen, tú y yo,
chocaremos las piedras para así hacer ruido y nos reiremos muy fuerte.
Así ellos correrán a esconderse sin
percatarse de la presencia de Tago.
Tago se acercó a recogerlo y lo
dejó al lado de la puerta, luego volvió a por el cesto y lo dejó justo a su
lado antes de correr hacía el escondite de nuevo.
Cuando fueron a cerrar la puerta sin esperar a
nadie más, vieron que no podían porque
algo se lo impedía.
Al abrir lo vieron, así que lo metieron dentro
junto con el cesto.
Los de raza más oscura
eran muy importantes y no demasiado numerosos;
aparte solo estaba cansado y sin
magulladuras.
Por esa noche se había
salvado de quedar a merced de las luces
del amanecer
Cada
atardecer Tago iba acostumbrado sus ojos tras la careta a la luz intensa y
cuando llegó la siguiente luna llena, pudo salir con ellas a correr, saltar y
jugar.
- Luna le había hecho una
especie de saco con la que proteger su piel-
Dentro de los habitáculos
notaron un cambio con respecto a las lunas anteriores, lo que aún hizo que se
estremeciesen mucho más.
Junto con las carreras, ruidos,
carcajadas y voces que no entendían,
ahora oían también aullidos que gritaban:
.-Ya estamos aquí, ya
estamos aquí
Los ancianos recordaron sin
saber porqué a ese, al que arrojaron entre los tullidos, tras volver de días
sin vida y que miraba fijamente a los niños.
Ocurrían cosas extrañas, muchas noches algún
ser sin sentido junto con su cesto lleno de piedras obstruía la puerta al
intentar ser cerrada, nadie se atrevía a mirar más allá. Los relatos extraños de los salvados a los
que les quedaba algo de aliento al ser arrastrados coincidían en que creían que
era el desaparecido quien los cogía y arrastraba y después dejaba su cesto a su
lado.
Tenía diferentes las piernas, el
torso y los brazos, poseía una fuerza fuera de lo común, era capaz de arrastrar
con un solo brazo el cesto y sus pasos eran largos y veloces, pero su rostro era el mismo.
Tras
la puerta en silencio, los tres escuchaban atentos los relatos de los salvados
y como el resto atendían a su historia.
Luego los tres, volvían a su casa
preguntándose si lo estaban haciendo bien o mal.
Alynka tampoco lo tenía claro; tal
vez intentar con más de ellos como hicieron con Tago. Enseñarles la diferencia
entre el bien y el mal y así lograr que se volviese a abrir de nuevo la puerta
del reino de la luz; quizás para alguno de ellos o dejarlos vivir y morir en su
ignorancia.
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