lunes, 17 de julio de 2017

Decisión "23"



 Tras la tormenta por suerte la radio seguía funcionando.
    Parecía mentira, aquel oleaje había desplazado al gran Bahamas a un día de trayecto del punto previsto para la recogida del nuevo cargamento.
   No era ningún problema, era la única tripulación que siempre llegaba con antelación a los sitios, no como otras que entre fiestas en los puertos, peleas y borracheras, luego tenían que forzar los motores día y noche, para al final llegar tarde.
     
       Efectuada la recogida, el barco partió de madrugada.
Su bandera ficticia esta vez correspondería a la nación de origen del malogrado Gary y ondearía a media asta todo el viaje.
    Por la tarde de nuevo se  jugaría la partida, pero las botellas no se abrieron y los naipes no tenían prisa por repartirse.
      Samuel estaba acostado en su camarote. Mirando al techo pensaba en lo ocurrido, el poco valor que supone la vida y la muerte, cuando carece de importancia tu existencia.  Ahora lo comprendía, aquel cascaron de hierro era lo único que les quedaba a quienes ya habían perdido su familia, su patria y su religión.    Personas desmemoriadas como él, que al anochecer se iban a dormir sabiendo que el mañana no sería distinto.  Ya se habían olvidado hasta de soñar.
              - En el pasillo resonó una voz-.
    .- zagal levanta, que te están esperando en la bodega
Allí estaban todos, estirando las redes y colocando todo, como al resucitado le gustaba tenerlo, bien ordenado.
       .- venga Samuel que te quedas dormido y para esta ocasión he preparado una salsa de cebolla que os vais a chupar los dedos
.- ¿Cómo es que has salido de la cocina?
       .- me han dicho que esto estaba hecho un desastre y ya que tú parecías no tener ganas, alguien tendría que adecentarlo.  Antes siempre estaba todo amontonado, pero ahora desde que tú lo ordenante por primera vez, como que ya no nos gusta verlo así
.- nada, esto se hace en un momento
      .- zagal tú prepara tus aparejos de pesca, de esto nos encargamos nosotros.
       El pensar donde colocar cada cosa, era un bálsamo genial para entretener su mente antes de irse a dormir.
     Trabajaban con rapidez con el único fin de llegar al camastro reventados y así caer en él como una masa sin sentido.
      Una vez la red en el agua, Weza y Samuel estiraban sus colchones junto a la barandilla.   Cerca, tumbados en sus hamacas Tayyeb y Abbud esperarían a oír el ruido de la trócola para levantarse a echar una mano. No es que hiciera falta, pero les encantaba ver las caras de Weza escogiendo su pieza favorita.
           En silencio contaban estrellas para ver si así les entraba el sueño.
.- que poca cosa somos
     .- ¿por qué dices eso?
.- mira Gary, un zarpazo de mar y se acabó
     .- pero tú eres distinto.   Algún día recordarás quien eres y volverás a tu casa, con tu familia.   Esto solo será una anécdota en ti vida
.- no, de aquí no sale nadie, a no ser que sea al fondo del mar
      .- no puedes pensar eso, tú no eres como nosotros, tú eres buena gente y eso se ve a la legua
.- déjalo, vamos a dormir, será lo mejor
     .- tranquilo, te prometo que todo llegará
    



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