Al día siguiente de nuevo
a la escuela, Jaime no iba a permitir que aquello lo derrotase y le impidiese
ver a sus amigas. Callado, sin decir nada a nadie, seguiría con
su rutina y así sus padres podrían seguir con la suya.
De vez en cuando se sentía
mal pero allí estaban Adry e Inma, para darle fuerzas y disimular su pesar.
Por suerte estaban los tres
sentados en los pupitres del fondo, fuera de la mirada atenta de los maestros y
con la vista en las espaldas del resto de alumnos.
En el patio a nadie le
extrañaba el que estuviesen los tres solos, apartados, era algo habitual en
ellos, nada se salía de lo cotidiano.
-
Un
día de esa semana de vuelta a casa, en la puerta de la biblioteca pública, Inma
vio un cartel que anunciaba una charla sobre la enfermedad de su amigo al día
siguiente por la tarde.
Cuando llegaron sus padres a comer
les dijo que le gustaría ir a esa charla.
Padre.-
¿y ese interés?
Inma.-
porque quiero saber que es
Madre.-
¿pero tú estás segura?
Inma.-
sí, es a las ocho y media de la tarde y podemos ir perfectamente
Padre.-
no es un tema sencillo, ya te aviso
Inma.-
ya, ya, pero quiero ir
Madre.-
a mi me parece bien, aunque no entiendo tu interés
Padre.-
yo sigo pensando que aún no tiene edad para ir a ciertos sitios
Madre.-
me imagino que tenga un buen motivo, si no nos lo quiere decir, pues no vamos
Inma.-
de verdad, todavía no os lo puedo decir
Padre.-
entonces iremos y cuando puedas ya nos lo dirás
Inma.-
¡ah! y otra cosa más ¿podéis hablar con los padres de Adry y así vamos juntas?
Madre.-
a ver, tú ya lo has hablado con Adry y no le dejan
Inma.-
no, no; todavía no he hablado con ella, pero por si sus padres no quieren
Padre.-
¿y cómo sabes tú que ella quiere ir?
Inma.-
estoy segura
Madre.-
bueno, pues yo mañana cuando vea a su madre se lo comento. Lo
que me fastidia es tanto secretismo, pero vosotras sabréis.
-
La madre de Inma
llamó a la madre de Adry para comentarle la propuesta
-
La madre de Adry
acepto el ir (más que nada por curiosidad) así que quedaron en reunirse en un
sitio cercano los dos matrimonios con sus hijas, media hora antes para intentar
sonsacarles lo que les rondaba por la cabeza, pero no fueron capaces de que
soltasen ni una palabra.
-
Entraron en el
salón de actos y se sentaron en la última fila.
Junto a la mesa larga del escenario, varias personas
hablaban en corro mientras poco a poco entraba el público y se iba acomodando
en las diferentes filas de asientos.
-
A las ocho y
media se sentaron tras la mesa.
-
Uno de ellos cogió el micrófono en mano para
dar las buenas tardes a los asistentes.
(Era el
doctor Hernández)
Doctor.-
por favor silencio. Creo que todavía
falta gente, o eso me gustaría, pero para no alargar mucho la cosa me iré
presentando.
-Bajó del escenario y fue recorriendo el
pasillo central-
...- Pues bien; soy Jesús Hernández. Trabajo
como médico en el servicio de oncología en el hospital.
Por
suerte, muchos de ustedes ni me conocen ni han oído nunca hablar de mí, aunque
hay algunos que sí me conocen por diversas circunstancias.
El cáncer y no se asusten por oír esta
palabra, es una enfermedad que lleva mucho tiempo entre nosotros, con distintos
nombres por desconocimiento y desde que se empezó a investigar por desgracia
parece crecer como la espuma.
Eso no quiere decir que antes no lo hubiera
o tal vez habría menos, ahora por causa de nuestros vicios y la alimentación
parece incrementarse
La ciencia lleva su evolución, seguro que
muchos oyeron decir: pues a fulano, le salió un bulto y le fue creciendo hasta
que se murió. Era simplemente un bulto, un tumor, pero no
se sabía por qué se había formado y como darle solución. Ahora eso se estudia, se analiza, se
diagnostica y se intentan paliar las consecuencias.
Yo recuerdo que de pequeño oía a mi padre
decir que su tía, había muerto de un cólico miserere, ya ves tú.
Ahora por suerte todos sabemos que eso era una
simple apendicitis, que al no extirparla y además asociarle unos paños
calientes con el fin de rebajar el dolor, pasaba a producir una peritonitis y en unos
días morían por la infección repartida por el cuerpo. Ahora por suerte eso ya es raro que pase.
-
Terminado el
paseo por el pasillo, volvió a subirse al escenario y de forma familiar se
sentó sobre la mesa.
….- Desde aquí se ve
la cosa de otra manera y tengo que decirles que me da pena. ¡No!, de ustedes no.
Me da pena ver que un tema tan actual como
es el cáncer no tiene el interés suficiente como para llegar a los tres cuartos
de la ocupación de esta sala.
Me da pena ver que casi todos ustedes pasan
de los cincuenta. Un ramillete de unas veinticinco personas,
están entre los treinta y los cincuenta y me encuentro con la grata sorpresa de
ver a dos niñas de unos diez años junto
sus padres, que sin conocerlas ya me imagino quienes son.
Pero sí, me da pena no ver a nadie de entre
los quince y los treinta; jóvenes que son el futuro de esta ciudad, de este
país y que piensan que esto no les afecta a ellos.
Perdón, sí hay uno, el fotógrafo del
periódico.
Gracias por asistir, espero que no hayas
venido solo a sacar las fotos o por lo menos intenta sacarnos lo más guapos
posibles.
Ahora me gustaría dar paso a una de
mis pacientes.
-
El doctor se bajó
del escenario y se sentó entre el público.
Aurora.-
hola amigos, me llamo Aurora; me
gustaría empezar diciendo que por suerte y gracias al doctor Hernández, puedo
decir que he superado el cáncer, aunque nadie está libre de que pueda
reaparecer.
Tuve la suerte que por una de esas casualidades de la vida el
tumor me lo detecté muy pronto, en la ducha y enseguida fui y me puse en sus
manos.
Me lo quitaron y no tuve que recibir ni
quimio, ni radio cómo muchas de mis compañeras. Sí que estuve con medicación
tres años pero ahora puedo estar aquí hablando tranquilamente con ustedes;
diciéndoles que el cáncer se puede superar, que por supuesto la detección
temprana, siempre es la mejor medicina y que al primer indicio, a la primera
sospecha, no hay que tener miedo de ir al médico, pues el acudir pronto es una
garantía de poder salvar la vida.
Se habrán dado cuenta que fuera sobre una
mesa hay un montón de folletos; a la
salida cojan uno y léanlo atentamente, sin asustarse porque hay síntomas que
pueden ser comunes a muchas enfermedades, pero si en algún momento varios
coinciden, no duden en acudir a su médico.
Mejor que les digan que eso no es nada,
a que lo dejen pasar y el tiempo juegue en su contra.
Ahora les dejo con otra compañera que
tiene seguro algo interesante que contarles.
-
Entre aplausos
cedió el micrófono a una señora muy elegante.
Clara.-
Buenas tardes, yo me llamo Clara.
Yo soy una de esas personas que dejó pasar
el tiempo, tal vez por desconocimiento y después por no querer saber, por
miedo, no lo sé; por pensar que sería
otra cosa sin importancia.
-
Se puso de pie
para pasear por el escenario-
Cómo ven voy vestida con pantalón, jersey
de cuello alto, un pañuelo en la cabeza y sombrero de ala ancha en la mano.
Con el tratamiento me afecta mucho la
luz solar, por lo que tengo que protegerme la mayor parte del cuerpo.
No crean que me avergüenzo de mi aspecto,
si por mi fuera saldría a la calle con una falda corta, una camisa bonita y
luciendo mi preciosa cabeza.
-
En ese momento se
quitó el pañuelo-
…- No dirán que no
estoy guapa. Pensarán que estaría más
guapa con mi melena larga y ondulada, a
veces yo también lo pienso.
Hay personas que disimulan su aspecto con una
peluca, otras se encierran en casa por no sentir la discriminación o el asombro
de la sociedad y una minoría, abandonan el tratamiento porque su vida deja de
tener sentido.
Primero me tocó pasar por una delicada
operación.
Ahora estoy con la quimioterapia y después me
esperan las sesiones de radio y tratamiento de pastillas durante años. Para que engañar, me queda mucho camino por
delante que de fácil no tiene, ni va a tener nada.
Muchos
pensarán que soy una valiente; no, no soy nada valiente. Se lo que es tener cada día el miedo
metido en el cuerpo.
Se
lo que sentía al ponerse el pijama en el servicio, para no desnudarme delante
de mi marido y viese mi torso sin pechos durante mucho tiempo.
Recuerdo aquellas lágrimas, cuando en
el cepillo empezaron a quedarse mechones de pelo, sentir un miedo atroz a que
mis hijos no quisieran ir conmigo por la calle por vergüenza.
Miedo a no superar este trance y dejar a
mi hija pequeña sin una madre que la
cuidase. No piensen que los mayores o mi marido no me
importan, pero las madres me entenderán.
No soy una valiente, pero si soy una
afortunada.
Tengo la suerte de estar en manos del
mejor médico del mundo, de tener una familia que me apoya y que me hace reír
cuando me ve decaída, unos amigos a los que no le importa ir conmigo a tomar un
café o salir a una Fiesta, unos
compañeros de trabajo que nunca me miraron como a un bicho raro e hicieron mi
parte de faena cuando yo era incapaz de hacerlo y unos colegas de viaje que me
regalan ilusión a cada momento.
Soy una persona como ustedes; eso sí, con
menos pelo. ¿Pero a que estoy
guapa? Ahora dejaremos que siga con la
charla el doctor Hernández, que yo me lío
a cascar y no paro.
-
Se sentó entre
aplausos y de nuevo el Doctor cogió el micrófono y esta vez se sentó en el borde del escenario
para estar más cerca de los asistentes-
Doctor.- Como ven, hay tratamientos pero que algunos
son muy agresivos.
La ciencia
avanza día a día, pero el avance no es tan rápido como desearíamos; para los investigadores cada logro es un
paso de gigante con meses o años detrás, pero para el paciente, no es más que
una partícula de ilusión, de esperanza para los que vengan después.
Nos
vemos obligados a luchar contra una fiera a base de puñetazos, pero la fiera
está dentro del cuerpo del paciente, con lo cual esa persona es la que recibe
todos los golpes y todo su cuerpo se resiente.
El
dolor, el cansancio, se apodera de sus días y necesitan más que nunca “como nos
decía Clara” el apoyo de todo su entorno.
Yo por suerte, he asistido a muchas
conferencias por todo el mundo, conferencias en las que he aprendido mucho
dentro del campo de la oncología; pero
eran conferencias para profesionales. Cuando empecé a dar charlas, me di cuenta
que eso no me servía de nada a la hora de hablar a las personas de la calle,
que ellos no eran los encargados de diagnosticar y tratar esta dura enfermedad,
pero que en sus manos tenían una gran medicina que no venía en pastillas, una
medicina que yo solo no era capaz de administrar.
Esa medicina se llama comprensión, afecto,
un abrazo, un beso. Un aceptar con normalidad a la persona; sus cambios de humor, sus tristezas, sus
miedos, sus nuevos cambios a nivel físico sin apartar la mirada.
Los enfermos de cáncer no nos pueden
contagiar su enfermedad, pero nosotros, si les podemos contagiar las ganas de
vivir, un puñado de felicidad y la sensación de sentirse queridos.
-
Volvió ponerse de pie en el escenario y dirigió su
mirada a la última fila-
…- Muchas gracias
por haber venido pequeñas y gracias a vuestros padres por traeros; yo creo que por hoy ya está bien, tenéis
que cenar y acostaros, que mañana hay cole.
Creo honestamente que para lo que viene después no tenéis edad.
-
Los padres
hicieron caso al doctor y salieron de la sala con sus hijas. Una
vez la puerta se cerró de nuevo pasó a dar la palabra al último invitado, una
persona con metástasis avanzada, desahuciado por la medicina que ya nada podía
hacer por él.
-
Un hombre que luchaba cada momento para vivir
con dignidad los pocos momentos que le quedan en este mundo.
Muy bueno este capìtulo . Me pareciò excelente la exposiciòn del doctor ante la audiencia , por su empatìa en su discurso con los enfermos de càncer .. Lo importante que es el amor y comprensiòn de las personas del entorno del enfermo.
ResponderEliminarLa humanidad es importante
Eliminar