martes, 28 de marzo de 2023

Gorras en el armario 032

 

 

    

      El día de año nuevo otra vez iban a ayudar en el bar.

          Cuando llegaron a casa Jaime estaba esperándolos sentado en la mesa de la cocina.

Laura.- tranquilo que ya estamos aquí

Ernesto.-  ¿tienes hambre?

Jaime.- no, hoy es año nuevo y quiero que vayamos a ver a los abuelos

Laura.- vengo muy cansada

Jaime.- pues que conduzca papá

Ernesto.- yo creo que Jaime tiene razón, que trabajo nos cuesta

Laura.- para que lo miren como un bicho raro

Ernesto.- no puedes pensar por un momento en que es su nieto, hazlo al menos por tu padre

Laura.- pero a la hora de cenar aquí

        

          -Conducía Ernesto, Laura se dedicaba a mirar por la ventanilla con cara de pocos amigos-

      Nada más parar en la puerta Jaime bajo corriendo y entró en la cocina:

Jaime.- abuelo, abuela, que estamos aquí

      Al entrar ellos desde el corral, Jaime se quitó la gorra.

            Los dos quedaron parados al verlo, sus latidos y respiración se desplomaron quedando como estatuas de piedra.

Ernesto.- buenas tardes

Laura.- ¿pero no le vais a dar un abrazo a vuestro nieto?

    -Pedro se agachó y Jaime corrió a sus brazos, mientras Carmen seguía inmóvil-

Pedro.- ¿estás bien?

Jaime.- sí solo un poco cansado

Pedro.- yo creo que hasta has crecido

Jaime.- aún guardo la piedra

Pedro.- ven vamos al corral a ver a la burra

Laura.- sí yo también voy por no ver a la otra burra

       -Carmen bajó la cabeza y despacio fue a sentarse sin decir palabra-

Ernesto.- Carmen, pero ni un abrazo

Carmen.- perdóname hijo, pero siempre me dio miedo abrazar, no sé, al verlo así

Ernesto.- claro, si fueran los de Alemania

Carmen.- no a ellos tampoco, a nadie

Ernesto.- ponte de pie y levanta la cabeza  ¿Qué es eso de que te da miedo?

Carmen.- ¿te puedo pedir una cosa?  Que os quedéis hoy al menos a dormir aquí

Ernesto.- no lo sé

Carmen.- voy a poner ropa en la habitación de arriba

          Carmen aligeró el paso escaleras arriba, sacaría las colchas más bonitas del armario para engalanar aquellas dos camas.   Ernesto pensaba en las palabras de Carmen mirando fijamente la lumbre donde ardían unos troncos.

Jaime.- papá, he montado en la burra

Laura.- ¿y mi madre?

Ernesto.- arriba poniendo rapa limpia en las camas

Laura.- perdona padre, pero nos vamos ya a casa

Pedro.- calla, que sois iguales

Laura.- no aguanto ni un minuto más aquí, vamos que ni un abrazo, si no ha dicho ni hola

Ernesto.- te dice tu padre que calles, pues calla

Jaime.- ven abuelo, que vamos a ver el coche que le ha comprado papá a mamá; es de segunda pero está como nuevo

Pedro.- ¿me lo enseñas?

Ernesto.- yo también voy

       -Laura se sentó viendo aparecer las piernas de su madre por la baranda de la escalera-

Laura.- no te da vergüenza

            -Carmen se sentó frente a ella-

Carmen.- tienes un chico precioso, un marido estupendo y  eres una buena madre, algo que yo nunca supe ser

        -Laura ni contesto con un simple gesto-

    Fuera Jaime le contaba a su abuelo como era el sitio del hospital, decía uno por uno el nombre de sus nuevos compañeros, hablaba maravillas del doctor Jesús, Ester, Fernando y como no, de Paula y de Claudio.

  Le relataba con pelos y señales lo ocurrido en el colegio con Samuel y lo bien que lo pasaron la Nochebuena en casa.

-Pedro bajó la mirada con un suspiro-

Pedro.- voy adentro a ver si están las aguas calmadas

     -Allí seguían las dos frente a frente, serias, sin hablar ni mirarse a la cara-

Pedro.- ¿vais a hacer la cena o qué?

Carmen.- hazla tú, me voy a encerrar las gallinas que se hace de noche

Laura.- vamos Madre que te ayudo  

      -Esas palabras hicieron a Pedro rebosar de alegría-

Pedro.- chavales, hoy nos toca hacer la cena

Ernesto.- ¿como está la cosa?

Pedro.- no lo sé, pero no está mal

       -El abuelo cogió una cacerola, la lleno de agua y la puso al fuego-

Jaime.- ¿qué vamos a hacer?

Pedro.- unas sopas que me salen de miedo, vosotros vais a ser mis ayudantes.         Tú Ernesto vete pelando estos tomates y picándolos.    Tú Jaime, con cuidado vas haciendo cachitos este pan, pero con mucho cuidado no sea que tengamos un disgusto y yo mientras empieza a hervir el agua me encargo de los ajos.

      -pusieron los platos y cubiertos en la mesa, pasado un tiempo, las llamaron para cenar-

        “La cena digamos que estaba poco comible”

Laura.- esto es un asco

Carmen.- pero si no tiene ni sal

Pedro.- eso es culpa de Jaime

Jaime.- ¿Mía?

Pedro.- claro, te dije que le echases sal

Jaime.- que no, que a mí no me has dicho nada

Ernesto.-  Pedro, esto no se lo comen ni las gallinas

Jaime.- y decía que le salían de escándalo

 Pedro.- pues la primera vez que me pasa

Carmen.- si la culpa es mía, desde luego ¿la primera vez? ¿Pero cuando has hecho tu nada en la cocina?

Pedro.- pues eso la primera vez

Laura.- voy a hacer unos huevos y por lo menos que cenemos algo

Carmen.- y yo a sacar unas costillas y chorizos de la orza que va a ser lo más rápido

      Terminaron de cenar y no se veía en las caras muchas ganas de conversación;    Así que se subieron a dormir.

            -En la habitación una cama de uno diez y otra de ochenta-

Jaime.- mamá  ¿nos podemos acostar tú y yo en la grande y papá que se acueste en la pequeña?

Laura.- pues claro, así estamos más calentitos

       Ya estaban acostados cuando entró la madre en la habitación; traía en sus manos una bolsa azul de goma llena de agua caliente.

Carmen.- venía a subirle al pequeño la bolsa para que entrase antes en calor, pero como ya está contigo, pues que se la ponga Ernesto.   Pero cuidado no te quemes

Jaime.- hasta mañana abuela

Carmen.- dame un beso de buenas noches, pero no te destapes

Ernesto.- hasta mañana

Carmen.- adiós hija

Laura.- hasta mañana

 

            Enseguida quedaron dormidos, allá al rato Laura se despertó a causa de la discusión que mantenían sus padres en la alcoba; no cambiarían nunca, algo que era habitual cuando ella era pequeña.

De madrugada ya estaba harta de dar vueltas en la cama, así que se bajó a la cocina.     Allí estaba su madre de pie frente a la lumbre, atizando con el badil unas ascuas ya casi consumidas.

Laura.- ¿Qué haces aquí?

Carmen.- no podía dormir

Laura.- ¿y padre?

Carmen.- roncando como un cochino

Laura.- vamos a dar una vuelta en el coche

Carmen.- no me apetece, por no vestirme ahora

Laura.- a estas horas ¿quién nos va a ver? Vamos Madre

       Camino adelante en silencio; Laura con cuidado pues había mucho barro y ella llena de orgullo contemplando el amanecer.

  Llegaron al lado del puente junto al arroyo y se bajaron.

Laura.- ¿te acuerdas cuando de niña bajábamos aquí a lavar la ropa?

Carmen.- pues claro que me acuerdo

Laura.-  tú siempre te acercabas como para darme un beso y me lamias toda la cara

Carmen.- y tú te ibas corriendo al lavar gritando ¡qué asco!

Laura.- es el mejor recuerdo que guardo de mi infancia

       Laura la rodeó con sus brazos; Carmen hizo un  gran intento en levantar los suyos pero no le fue posible.

 Se tuvo que limitar a sacar un poco la lengua y arrimarla a su mejilla.

            En el suelo mojado, sobre un cacho de plástico estuvieron sentadas un rato largo recordando aquellos lejanos años

     En el camino de vuelta ni una palabra más, como si el tiempo volviese al presente y el pasado solo hubiese sido un sueño.

-         Al entrar de nuevo en la cocina-

Carmen.- parece que ya estáis todos levantados

Ernesto.- ¿Dónde habéis ido?

-ninguna contestó-

Laura.- vamos a desayunar que así salimos pronto para casa

Pedro.- ¿pero no os vais a quedar a comer?

Ernesto.- No, yo tengo que ir a la tienda aunque sea un poco más tarde de lo normal

       -Laura se puso a preparar el café, Jaime salió con el abuelo al corral a echarle a los animales y Carmen desde la puerta llamó con un gesto a Ernesto-

    -Carmen cogió las manos de Ernesto y en ellas dejó dos mil pesetas-

Ernesto.- no hace falta Carmen

Carmen.- hijo no seas tonto, esto es para que le compres algo a Jaime para los reyes y a ver si venís más a menudo

Ernesto.- ¿y me darías un abrazo?

Carmen.- hoy no, a ver si la próxima vez…

Ernesto.- estate tranquila “Cogiéndola suavemente por los hombros para darle un beso”

    -Entre tanto, el abuelo había terminado de llenar los comederos-

Pedro.- recuerda de no perder la piedra que te di

Jaime.- la tengo en un cajón, pero los días que voy al hospital antes de salir la meto en el bolsillo

Pedro.- muy bien y te quiero volver a ver muy pronto para que me cuentes cómo va la cosa

Jaime.- ahora que tenemos coche, otro día les digo de venir

Pedro.- no tardéis mucho que tu abuela y yo no estamos para muchos trotes y a la burra le queda una primavera

            -los tazones ya estaban en la mesa-

Laura.- vamos que se enfría

-No tardaron nada en desayunar o quizás el tiempo se les hizo demasiado corto-

Jaime.- un beso abuela que yo voy montando en el coche

Laura.- adiós madre

Carmen.- hasta pronto hija

       -Pedro salió con ella, le cogió la mano y le puso dos mil pesetas-

Pedro.- esto para los reyes del chaval

Laura.- ¿no dirá nada madre?

Pedro.- ni se va a enterar

Carmen.- bueno hijo, hasta pronto; yo no salgo que no me gustan las despedidas

Ernesto.- quítate esas rarezas de la cabeza, que lo único que hacen es daño, a ti y a los tuyos

Carmen.- ya va a ser tarde

Ernesto.- dame tus manos

         -Las rodeó a su cintura y apretó con fuerza-

Ernesto.- ves, no pasa nada

Carmen.-  gracias hijo y venga vete que se os hace tarde

Pedro.- bueno Ernesto cuida mucho de ellos y ya les he dicho, que volváis pronto

Ernesto.- no te preocupes y cuidaros mucho también vosotros.

 

 




 

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