miércoles, 12 de mayo de 2010

Cuentos y Fábulas

          Los animales nos intentan enseñar aquello que deseamos aprender, o mejor dicho, los humanos convertimos a los animales en actores para lograr la atención de quien no quiere escuchar una charla de adulto, normalmente aburrida y prepotente.
      Se le dan mil vueltas a las frases, con la intención de que el oyente se confié; para distraer su consciencia, a veces incluso cambiamos la voz, dependiendo del tipo de animal, para determinar quién es el bueno y quién el malo, aunque después de un par de ellas no hace falta, los actores siempre tienen la misma condición.
    Todo aquel que es un poco inteligente, o avispado en la vida, resulta que es malo, malísimo, y para ser bueno hay que ser tonto e ignorante.
    Nos intentan inculcar de pequeños, valores inexistentes en un planteamiento racional, ya que al mismo tiempo, nos exigen competitividad con nuestro circulo cercano, obligándonos a ser los mejores cueste lo que cueste, mirando nuestra clasificación antes que la cualificación, sin importar con que moralidad medimos los actos que utilizamos para conseguirlo, y por supuesto, en la carrera hacia la meta solo existe un número el 1.
    En las historias inciertas, siempre termina el más desamparado triunfando en el amor, consiguiendo el tesoro monetario y con él, el reconocimiento de todos, eso sí, de entrada hay que ser pobre, inteligente y bueno al mismo tiempo, y después de lavarse y ponerse ropaje adecuado es el más guapo.
     Los animales sin embargo, no tienen que casarse, ni ser príncipes, nos relatan formas de ingenio diferentes, sería fácil decir: A tu madre la obedeces sí ó sí, pero en cambio nos cuentan eso de los siete cabritillos, y por qué no: No te fíes ni de tu padre, pero se echa mano del cuervo y la zorra. Son ejemplos claros de lo que nos encontraremos en la vida, y luego están las que intentan decirnos que hay que ser buenos, en las que aunque el más pícaro, salga a veces escaldado, no falta algún buenecito que le arregla la situación, pensando que así aprenderá a comportarse debidamente en la próxima ocasión (iluso).
     De todas formas, cada uno es como es y el que nace para tonto, hace canastos, y por mucho agua que les eche, jamás los verá llenos.

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