martes, 16 de diciembre de 2014

18.-El diario nunca escrito


Mayor de edad

   A mi padre se lo está comiendo la depresión, se sienta a mi lado y habla solo; se encuentra mal; dice, que todo es una mierda, que está arto, enfadado con sigo mismo.
   Él se debe creer que no sé lo que está diciendo y que no me duele verlo así.      Después, se pone a contarme algo, me pide perdón por estar así, se pone a hacer las tareas, y empieza a disimular su estado como hace con las demás.
    Cuando me pone al lado del piano, se sienta frente a él.    Sus dedos parecen pesarle;  como engarrotados y sus melodías suenan tristes. 
Algunas veces abre los ojos y para mirar a las dos fotos que tiene en la pared: una de un Cristo y otra mía.   Es como si yo no estuviese allí.   Pasado un buen rato me mira.  Yo le regalo mi mejor sonrisa y entonces parece como si sus manos flotasen sobre el teclado, las notas empiezan a hablar de vida, es tanta la diferencia en el sentimiento que nadie diría que es la misma persona la que está tocando.
   Todos los días cuando deja de tocar dice:      mañana cuando me levante se acabó, pero ese mañana nunca llega.
       Yo se lo digo, pero él no parece escucharme.  Tengo ganas de oírlo decir:    Desde ahora mismo se acabó, sin esperar el día siguiente y que vuelva a ser el mismo que era.
     Estoy a punto de cumplir dieciocho años. La columna la tengo cada vez más curvada. La cadera que estaba en su sitio se me ha salido y cada vez está más arriba.
      Me han comprado una cama nueva de estas que son eléctricas, con un colchón especial y se nota cantidad.
        De todas formas mi madre me rodea de almohadas para que esté centrada, no me vaya a caer, en caso que me mueva soñando a media noche.
   En el cole todo sigue igual, pero no saben cómo hacer para cogerme sin hacerme daño.
           A cuenta de esta situación se me está agriando el carácter y protesto por todo, nadie da crédito a que sea así, siempre he sido una niña agradecida y sonriente.
  Mis padres llevan unos meses buscando remedios, por que se niegan a que pase por otra operación (hombre si no hay más remedio). 
        Después de discurrir mucho, aplicando la lógica a la situación, ya están consiguiendo evitarme los dolores y que me encuentre relajada en la cama.
   Me dan un calmante por la mañana, que sin ser fuerte me hace mucho efecto, y en tranquilizante antes de ir a dormir para que duerma bien.
    Lo bueno de estas dos pastillitas que han encontrado tras leer un montón de prospectos en internet, es que ni el calmante me atonta, ni el relajante me adormece.
            Con este tratamiento que ellos me han prescrito, llevo ya unos meses y vuelvo a ser quien era antes. “No tengo dolores” y ahora toca empezar otro invento, algo para que me encuentre cómoda sentada y perfeccionar lo ya hecho hasta ahora.
      Ha pasado el verano y empieza de nuevo el curso en el colegio.   Cuando me han visto llegar tan contenta, se han alegrado mucho, ahora ya no me da miedo que me toquen.
    Debido a que el fémur está por encima de la cadera y la columna la tengo doblada hacia ese lado, iba todo el rato presionándome  las costillas (ya las tengo bastante   hundidas) a mi madre, muy listica ella, se le ha ocurrido ponerme sujetas con el pañal, un par de compresas de las gordas en el hueco y no veáis lo que se agradece.
    También me ha vuelto a hacer otra funda nueva para la silla, una tela con muchos peces de colores y también ha enfundado, todas las adaptaciones de sujeción de la misma tela;   pero metiéndole esponja dentro para que no me rocen y estén blanditas.        También, en vez del
chaleco, con el que me caía toda, le ha cosido a la altura del pecho, un belcro muy ancho a cada lado y una goma para ajustarlo.      Así voy más recta sin tener que tensar los tirantes que me rozaban.     Se me olvidaba.  Para las piernas, un levantador también con otro belcro puesto, para que la pierna “loca” no se me ande cayendo fuera todo el rato.

   
   
Tastos años recorridos
por este camino incierto,
sin ilusión de futuro
ni de crear movimientos.
Sabiendo que el nuevo día
no cambiara mi postura,
que el tiempo solo traerá
luxaciones, contracturas
y mi cuerpo acogerá
alguna nueva fractura.
Tan solo pido que ellos,
mis doctores personales,
me eviten esos dolores
insufribles y letales.
Que puedan jugar con migo
sin miedo a daño causar,
y no perder la sonrisa
que les he de regalar.





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