Mayor de edad
A mi padre se lo está comiendo
la depresión, se sienta a mi lado y habla solo; se encuentra mal; dice, que
todo es una mierda, que está arto, enfadado con sigo mismo.
Él se debe creer que no sé lo
que está diciendo y que no me duele verlo así. Después, se pone a contarme algo, me pide
perdón por estar así, se pone a hacer las tareas, y empieza a disimular su estado
como hace con las demás.
Cuando me pone al lado del
piano, se sienta frente a él. Sus
dedos parecen pesarle; como engarrotados
y sus melodías suenan tristes.
Algunas veces abre los ojos y para mirar a las dos fotos que tiene en
la pared: una de un Cristo y otra mía. Es como si yo no estuviese allí. Pasado
un buen rato me mira. Yo le regalo mi
mejor sonrisa y entonces parece como si sus manos flotasen sobre el teclado,
las notas empiezan a hablar de vida, es tanta la diferencia en el sentimiento
que nadie diría que es la misma persona la que está tocando.
Todos los días cuando deja de
tocar dice: mañana cuando me levante
se acabó, pero ese mañana nunca llega.
Yo se lo digo, pero él no parece escucharme. Tengo ganas de oírlo decir: Desde
ahora mismo se acabó, sin esperar el día siguiente y que vuelva a ser el mismo
que era.
Estoy a punto de cumplir
dieciocho años. La columna la tengo cada vez más curvada. La cadera que estaba
en su sitio se me ha salido y cada vez está más arriba.
Me han comprado una cama
nueva de estas que son eléctricas, con un colchón especial y se nota cantidad.
De todas formas mi madre
me rodea de almohadas para que esté centrada, no me vaya a caer, en caso que me
mueva soñando a media noche.
En el cole todo sigue igual,
pero no saben cómo hacer para cogerme sin hacerme daño.
A cuenta de esta
situación se me está agriando el carácter y protesto por todo, nadie da crédito
a que sea así, siempre he sido una niña agradecida y sonriente.
Mis padres llevan unos meses
buscando remedios, por que se niegan a que pase por otra operación (hombre si
no hay más remedio).
Después de discurrir
mucho, aplicando la lógica a la situación, ya están consiguiendo evitarme los
dolores y que me encuentre relajada en la cama.
Me dan un calmante por la
mañana, que sin ser fuerte me hace mucho efecto, y en tranquilizante antes de
ir a dormir para que duerma bien.
Lo bueno de estas dos
pastillitas que han encontrado tras leer un montón de prospectos en internet,
es que ni el calmante me atonta, ni el relajante me adormece.
Con este tratamiento
que ellos me han prescrito, llevo ya unos meses y vuelvo a ser quien era antes.
“No tengo dolores” y ahora toca empezar otro invento, algo para que me
encuentre cómoda sentada y perfeccionar lo ya hecho hasta ahora.
Ha pasado el verano y
empieza de nuevo el curso en el colegio.
Cuando me han visto llegar tan
contenta, se han alegrado mucho, ahora ya no me da miedo que me toquen.
Debido a que el fémur está
por encima de la cadera y la columna la tengo doblada hacia ese lado, iba todo
el rato presionándome las costillas (ya
las tengo bastante hundidas) a mi madre, muy listica ella, se le
ha ocurrido ponerme sujetas con el pañal, un par de compresas de las gordas en
el hueco y no veáis lo que se agradece.
También me ha vuelto a hacer
otra funda nueva para la silla, una tela con muchos peces de colores y también ha
enfundado, todas las adaptaciones de sujeción de la misma tela; pero
metiéndole esponja dentro para que no me rocen y estén blanditas. También, en vez del
chaleco, con el que me caía toda, le ha cosido a la altura del pecho,
un belcro muy ancho a cada lado y una goma para ajustarlo. Así voy más recta sin tener que tensar los
tirantes que me rozaban. Se me olvidaba.
Para las piernas, un levantador también
con otro belcro puesto, para que la pierna “loca” no se me ande cayendo fuera todo
el rato.
Tastos años recorridos
por este camino incierto,
sin ilusión de futuro
ni de crear movimientos.
Sabiendo que el nuevo día
no cambiara mi postura,
que el tiempo solo traerá
luxaciones, contracturas
y mi cuerpo acogerá
alguna nueva fractura.
Tan solo pido que ellos,
mis doctores personales,
me eviten esos dolores
insufribles y letales.
Que puedan jugar con migo
sin miedo a daño causar,
y no perder la sonrisa
que les he de regalar.
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